Los 70. una historia violenta (1973-1983)

Marcelo Larraquy
Sudamericana, 2023.

doi: https://doi.org/10.26439/en.lineas.generales2024.n011.7377

Mauricio Rafael Gálvez Carcelén
Universidad de Lima
mrgalvez@ulima.edu.pe

Durante la década de 1970, América Latina estaba sumida bajo regímenes autoritarios. Las dictaduras sudamericanas, en el contexto de la Guerra Fría, oscilaron entre izquierdas y derechas políticas, lidiaron con guerrillas y terrorismo, aplicaron censura y reglaje, y chocaron contra la sociedad civil. Si bien estos fueron elementos comunes en sendas realidades, como la Bolivia de Banzer, el Chile de Pinochet o la Cuba de Castro, es innegable que cada caso tuvo un cariz propio, como se observará en esta reseña.

A lo largo de quince capítulos, el autor e historiador argentino Marcelo Larraquy ha presentado un estudio sobre la crisis del tercer peronismo (1973-1976), la dictadura conocida como el Proceso de Reorganización Nacional (PRN) (1976-1983) y el retorno a la democracia en Argentina (1983). Apoyándose de fuentes primarias y literatura académica, Larraquy parte con un sumario del Partido Justicialista (PJ). El peronismo se encontraba en las sombras desde la defenestración de Perón en 1955 (La Revolución Restauradora). Durante aquel paréntesis, mientras el líder se encontraba exiliado en España, los elementos del movimiento peronista se fueron radicalizando. Este fenómeno también ocurría en otras latitudes latinoamericanas en la década del sesenta influenciado, principalmente, por el marxismo. Como indica el autor, el principal rostro radical del nuevo peronismo fueron los Montoneros. Si bien esta organización guerrillera apoyaba al PJ, tenía profundas discrepancias con la ortodoxia peronista y no lo ocultaba con sus acciones violentistas. Progresivamente, fue sumando el apoyo de otros elementos radicales como el Ejército Revolucionario del Pueblo, las Fuerzas Armadas Peronistas y la Fracción Roja. Sería esta escisión dentro del peronismo y el desborde del radicalismo lo que precipitó la irrupción militar.

En marzo de 1973, los argentinos fueron a las urnas para elegir al presidente luego de siete años de dictadura militar (la Revolución argentina). El vencedor fue Héctor Cámpora del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), coalición que incluyó al peronismo. No obstante, este breve gobierno se caracterizó por la inestabilidad, como el episodio de la masacre de Ezeiza (junio). Cámpora dimitió en julio y convocó a elecciones para septiembre. En esta oportunidad, y tras anularse su proscripción, Juan Domingo Perón fue candidato presidencial del FREJULI y su esposa, Isabel Martínez, su vicepresidenta. A pesar de obtener un triunfo arrollador, el Gobierno de Perón-Perón se distinguiría por el caos político.

Como afirma Marcelo Larraquy, “el país que había encontrado [Perón] se le escapaba de las manos” (p. 50). Y es que, durante los años del llamado peronismo sin Perón, la agenda del PJ se alejó de sus orígenes (sindicalismo y laborismo), se radicalizó hacia la izquierda y aspiró a copar el poder. En dos capítulos, el autor explica cómo este tercer peronismo entró en crisis y sus propios elementos, que actuaban bajo el nombre de “el enemigo infiltrado”, se le tornaron en contra. Hacia 1974, el presidente intentó purgar los elementos radicales, arremetiendo directamente contra los Montoneros, a quienes llamó “imberbes” y “estúpidos que gritan” (p. 54). Además de la crítica retórica, las fuerzas de inteligencia y paramilitares harían lo propio, tal como sería el caso de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y el influyente ministro José López Rega. Sin embargo, el Gobierno sufrió un nuevo embate con la muerte de Perón en julio de 1974 y, si bien Isabelita asumió la presidencia por sucesión, la percepción era la de un gobierno acéfalo.

Entre 1974-1976, los numerosos intentos de superar la crisis fueron infructuosos. La creciente dependencia en López Rega y el accionar de la Triple A resultaron contraproducentes, así como también las detenciones y torturas sistemáticas contra guerrilleros, sediciosos y radicales. Por su parte, los Montoneros y las otras facciones radicales continuaron realizando atentados terroristas contra el Estado y contra aquellos que consideraban traidores. La inestabilidad era patente y, como indica el autor, pronto “el poder militar ya se había desplazado sobre el poder político y la sociedad civil” (p. 112). La ortodoxia peronista se distanció, sumada a gremios que acusaban a Isabel de “ser responsable del caos que servía para allanar el camino al marxismo” (p. 133). Por su parte, las Fuerzzas Armadas ya tenían trazado un plan de acción. Como cita Larraquy, el diario bonaerense La Razón sentenció de manera explícita: “Es inminente el final. Está todo dicho” (p. 136). Entonces, se puso en marcha la operación Aries, con la que Jorge Rafael Videla tomó el poder de facto e inició el Proceso de Reorganización Nacional el 3 de marzo de 1976.

La irrupción militar agudizó los actos terroristas de Montoneros y demás radicales; sin embargo, si bien hubo antecedentes de terrorismo de estado con la Triple A, en esta oportunidad, el impacto sería mayor. En los capítulos séptimo y noveno, titulados “La máquina de matar” y “El traslado”, respectivamente, vemos cómo se realizaron las detenciones, torturas, ejecuciones y desapariciones de aquellos señalados por la dictadura. Además, se expone cómo funcionaban los centros de detención —tales como el Campo de Mayo y la Escuela de Mecánica de la Armada—, su organización, modus operandi para extraer información y ulterior ejecución de los detenidos, el destino de los cadáveres, etcétera, y el encubrimiento de toda información sobre la violación de derechos humanos, incluso durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (1979).

Asimismo, Larraquy presenta los embates sufridos por ciertos sectores de la Iglesia católica. Como ocurría en el resto de Latinoamérica, la teología de la liberación y el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo tuvieron gran resonancia en la Argentina de los setenta, por lo que la dictadura consideraba a la izquierda cristiana como un gran peligro. Como ejemplo se puede observar que, tras la masacre de San Patricio (1976), en donde fueron asesinados tres sacerdotes y dos seminaristas, unas pintas callejeras prodictadura rezaban lo siguiente: “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes” (p. 156).

Hacia finales de los años setenta, la violencia se disparó en todas direcciones. Como se presenta en el capítulo undécimo, titulado “Derechos y humanos”, el Estado y los radicales continuaron enfrentándose, pero también había fisuras internas en los Montoneros. El movimiento guerrillero, a pesar de sufrir reveses, no claudicó en sus actos de violencia. Al contrario, endurecieron las represalias contra las delaciones y deserciones dentro de la organización, respondiendo inclementes. No obstante, a inicios de los ochenta, la guerrilla estaba fuertemente debilitada y el Gobierno militar también daba señales de agotamiento: disputas intestinas, carencia de estrategia política y faccionalismos en torno a la continuidad del PRN.

En abril de 1981, Videla es sucedido por Roberto Eduardo Viola ante un panorama complejo: crisis económica, avance de la oposición civil, conflictos gremiales y fortalecimiento de organizaciones de derechos humanos. Además, los intentos de “apertura política” no encontraron acogida ni por civiles ni militares. Así, mientras que Viola se fue debilitando, Leopoldo Galtieri se perfilaba como el hombre fuerte, quien capturó la presidencia en diciembre de tal año. Ahora, el país necesitaba de “una causa que uniera a todos los argentinos para reencausar el rumbo” (p. 275); espacio ocupado por la Guerra de las Malvinas (1982), que es analizada por el autor en dos capítulos.

La derrota frente al Reino Unido fue la estocada final de la dictadura argentina. Galtieri fue sucedido por Reynaldo Bignone y, en octubre de 1983, se celebraron las elecciones que llevarían a Raúl Alfonsín a la presidencia. Finalmente, en el último capítulo, Larraquy narra los pormenores del retorno a la democracia y deja en el lector una reflexión final sobre los factores que condujeron a la irrupción militar y de las acciones realizadas durante el PRN. Consideraciones importantes a la luz de la coyuntura latinoamericana actual.