Tempestad en Egipto: prensa y diplomacia
peruana frente a la crisis de Suez (1956)

Tempest in Egypt: Peruvian press and diplomacy
in light of the Suez crisis (1956)

Mauricio Gálvez Carcelén

Universidad de Lima

mrgalvez@ulima.edu.pe

https://orcid.org/0009-0008-8527-177X

doi: https://doi.org/10.26439/en.lineas.generales2024.n011.7374

Recibido: 28.2.2024 / Aprobado: 9.6.2024

RESUMEN

En julio de 1956, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser nacionalizó el canal de Suez, gran arteria comercial para el mundo occidental y administrada por Gran Bretaña y Francia. La reacción anglo-francesa fue furibunda; empero, la posición de los demás actores globales no iría en la misma dirección. El Perú, país periférico y con presencia diplomática en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), expresaría su postura frente a la crisis de Suez en este contexto de Guerra Fría y bipolaridad. Este artículo explorará, en primer lugar, el registro de los hechos por el decano de la prensa peruana: El Comercio. En segundo lugar, analizará la postura diplomática peruana de su delegación ante la ONU, presidida en aquel entonces por Víctor Andrés Belaúnde.

PALABRAS CLAVE: Guerra Fría / crisis de Suez / Perú / prensa / diplomacia

ABSTRACT

In July 1956, Egyptian president Gamal Abdel Nasser nationalized the Suez Canal, a major commercial artery for the Western world and administered by Britain and France. The Anglo-French response was livid, nonetheless the position of other global actors would not go in the same direction. Peru, a peripheral country with relevant diplomatic presence in the United Nations, expressed its stance on the Suez crisis in this context of the Cold War and bipolarity. This article will first explore the account of the events by the dean of the Peruvian press: El Comercio. Secondly, it will analyse the Peruvian diplomatic position of its delegation at the UN, chaired at that time by Victor Andres Belaunde.

KEYWORDS: Cold War / Suez crisis / Peru / press / diplomacy

1. INTRODUCCIÓN

La Guerra Fría introdujo una nueva dinámica en el concierto de potencias mundiales. La competencia entre los dos polos —Estados Unidos y la Unión Soviética— se extendió por lo largo y ancho del globo, y registró episodios en cada uno de los continentes. La crisis de Suez confirmaría quiénes eran los protagonistas en aquel mundo bipolar y que los viejos poderes habían pasado a un segundo plano.

El propósito de este artículo es, en primer lugar, analizar cómo el diario El Comercio, el decano de la prensa peruana, registró los hechos correspondientes a la crisis del canal de Suez. En segundo lugar, busca examinar la postura diplomática peruana, por tratarse de un momento en que la delegación peruana ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) era presidida por Víctor Andrés Belaúnde.

2. CONTEXTO INTERNACIONAL

Como afirma Eric Hobsbawm (1999), durante la llamada Guerra Fría

ninguno de los dos bandos (la Unión Soviética y Estados Unidos) traspasó la línea de demarcación fijada, excepto en momentos puntuales. Ambos renunciaron al enfrentamiento abierto, garantizando así que la guerra fría nunca llegaría a ser una guerra caliente. (p. 173)

Los primeros años, aproximadamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta 1955, se vieron marcados por las políticas exteriores de Harry Truman, presidente de Estados Unidos, y de Joseph Stalin, premier de la Unión Soviética. En ambos casos, esto significó una beligerancia indirecta para contener el avance del bando enemigo, como se pudo ver en los escenarios de la guerra civil griega (1946-1949), la crisis del bloqueo de Berlín (1948-1949) y la guerra de Corea (1950-1953) (Gaddis, 2011; Hobsbawm, 1999; Powaski, 2000; Westad, 2018).

En 1953 se daría un cambio en el liderazgo de ambas potencias con el ascenso de Dwight Eisenhower y Nikita Khrushchev. Con el protagonismo de ambos estadistas iniciaría una etapa conocida como la coexistencia pacífica (1955-1962). Aunque breve, durante este periodo, el cual terminaría con la crisis de los misiles (1962), se desarrollaron numerosos episodios en diversos frentes: la revolución húngara (1956), la ruptura sino-soviética, la guerra de Argelia, la guerra del Sinaí o crisis de Suez (1956), la Revolución cubana (1959), la invasión en la bahía de Cochinos (1961) y la construcción del Muro de Berlín (1961). Mientras tanto, y en sintonía con el proceso de descolonización que continuaba en marcha, apareció un nuevo bloque de países. La Conferencia de Bandung (1955), liderada por Sukarno de Indonesia, Jawaharlal Nehru de la India y Gamal Abdel Nasser de Egipto, reunió a países de la región afroasiática recientemente independizados con el fin de estrechar lazos de cooperación y oponerse al colonialismo (fuese el antiguo o el nuevo), dando origen al Movimiento de Países No Alineados (Gaddis, 2011; Hobsbawm, 1999; Powaski, 2000; Westad, 2018).

América Latina también sucumbiría ante la competencia por áreas de influencia. Como parte del tercer mundo y dado que existía la posibilidad de caer dentro de la esfera comunista (en especial tras la Revolución cubana), la región también se convertiría en un escenario estratégico. El Perú no dejó de ser parte de la dinámica. Con respecto a la diplomacia peruana, Cueto (2015) señala que en la década de 1950 la política exterior del Perú alcanzaría gran prestigio gracias a figuras como la de Víctor Andrés Belaúnde, quien presidiría la delegación peruana ante la ONU durante este decenio. Más adelante, encabezaría el Consejo de Seguridad de la ONU durante tres periodos. Este brillo diplomático peruano también se debería a la profesionalización de la carrera diplomática, producto de una reorganización y modernización iniciada varios años atrás (Cueto, 2015, pp. 133-134). Pero es menester recordar el aporte de Belaúnde, poseedor de una nutrida producción intelectual, con obras como La realidad nacional o Peruanidad, así como destacado por su larga dedicación a la labor académica y a la representación peruana en la diplomacia. Como se señaló anteriormente, además de liderar la delegación peruana en la ONU e integrar su Consejo de Seguridad, Belaúnde también presidió la Asamblea General entre 1959 y 1960, y fue ministro de Relaciones Exteriores del Perú durante el segundo gobierno de Manuel Prado (Basadre, 2014).

La Cancillería también tuvo una ardua labor en la defensa de los límites geográficos peruanos ante países vecinos en las décadas previas. Tal es el caso del Protocolo de Río de Janeiro con Colombia, en 1934, el cual ratificaba el Tratado Salomón-Lozano de 1922; el también llamado Protocolo de Río de Janeiro, de 1942, que pondría fin al conflicto y a las disputas territoriales con el Ecuador; y la presentación de la tesis de soberanía y jurisdicción peruana sobre las doscientas millas marítimas limítrofes con Chile en 1947 (Contreras & Cueto, 2018; Contreras & Zuloaga, 2014; Cueto, 2015; Palacios Rodríguez, 2014; Pease & Romero, 2013; Vargas Ugarte, 1984).

3. LA CRISIS DE SUEZ

3.1. Antecedentes y nacionalización

Descrita por Andrew Marr (2009) como una consecuencia del “mal juicio” y una “confrontación entre el viejo poder colonial y el nuevo nacionalismo árabe” (p. 146-149), la crisis de Suez no solo pondría de manifiesto la importancia del Oriente Medio como escenario en el mundo bipolar de la Guerra Fría, sino que confirmaría, principalmente, que los protagonistas del concierto global eran Estados Unidos y la Unión Soviética, mientras que las otrora potencias del viejo mundo quedaban relegadas a un segundo plano.

La historia del canal de Suez se remonta al siglo xix. Esta megaobra de ingeniería fue diseñada por Ferdinand de Lesseps hacia 1859 y encargada por Mehmet Said, valí de Egipto y Sudán, con el fin de conectar los mares Rojo y Mediterráneo (Europa y Asia). Fue inaugurado en 1869. Si bien en un inicio su propiedad recaía en los franceses y el gobierno egipcio, seis años después las acciones fueron puestas en venta por apuros económicos; rápidamente, los principales accionistas de la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez fueron los británicos y, junto a los franceses, serían los principales administradores de esta arteria comercial durante las décadas posteriores (Clarke, 2004; Gaddis, 2011; Hobsbawm, 1999).

De acuerdo con Gaddis (2011),

Egipto nunca había sido formalmente una colonia, pero Gran Bretaña lo había controlado desde la década de 1880: el canal de Suez, que caía completamente en territorio egipcio, era un enlace crítico con el Oriente Medio, la India y Asia sudoriental. (p. 112)

Desde finales del siglo xix, la presencia política europea en Egipto, sobre todo en torno al canal, se fue consolidando. En 1888 se firmó la Convención de Constantinopla entre Gran Bretaña y otras potencias europeas y por la cual se determinó que el canal de Suez sería una vía navegable de libre tránsito; mientras tanto, el acuerdo anglo-egipcio de 1954 ordenaba el retiro progresivo de los militares de la zona del canal, pero dejaba abierta la posibilidad de un rearme en caso de alguna agresión externa. En ambos casos, los acuerdos entre ambos países garantizaban la libre navegación por el canal, pero también una presencia militar esperando entre bastidores (El Comercio, 1956j). Estos tratados serían un argumento para apoyar la postura británica frente a la nacionalización hecha por el presidente Nasser, tanto en lo geopolítico como en lo legal (Baker & Hopwood, 2022; Clarke, 2004; Thorpe, 2004).

Gamal Abdel Nasser irrumpe en el escenario con su participación en la revolución de Oficiales Libres que depuso al rey Faruk I, acabó con la monarquía y estableció una república en Egipto en 1952. El espíritu que condujo a la captura del poder fue el nacionalismo, panarabismo y el antiimperialismo. Desde temprano, la alta diplomacia británica sospechaba que Nasser sería una piedra en el zapato (Baker & Hopwood, 2022). En 1953, según Ferguson (2016), Churchill habría dicho que “lo que ocurra aquí [en Egipto] … establecerá la pauta para nosotros en Oriente Próximo” (p. 401). Nasser gozó de mucha popularidad, así como de presencia en el gobierno militar, convirtiéndose en presidente en junio de 1956. Una vez en el poder no demoró en representar un motivo de preocupación, no solo para Europa sino para Occidente: el líder autocrático y carismático promovió un credo político antiimperialista, anticolonialista, nacionalista y panarabista; retórica recibida con gran entusiasmo por la mayoría de los egipcios y con alarma por las potencias (Bass, 2015; Clarke, 2004; Ferguson, 2016; Hobsbawm, 1999; Marr, 2009).

Como asevera Gaddis (2011), el presidente egipcio tuvo gran protagonismo en la Conferencia de Bandung, en 1955, y se convirtió en una figura importante para el Movimiento de Países No Alineados, lo que inquietó a John Foster Dulles, secretario de Estado de Estados Unidos. Dulles temía que el “talante de Nasser” sirviera de herramienta para los rusos pues existían antecedentes, como la compra de armas a la Checoslovaquia soviética y el peligroso reconocimiento diplomático a la República Popular China por parte del nuevo gobierno egipcio. Sin embargo, la relación de la república de Egipto con las demás potencias estaría llena de claroscuros. En palabras de Dulles: “Nasser había hecho un trato con el diablo con la esperanza de establecer un imperio que se extendiera desde el Golfo Pérsico hasta el Océano Atlántico” (Gaddis, 2011, p. 112-113).

En un primer momento, el presidente Nasser había negociado con Estados Unidos para financiar la construcción de la presa de Asuán, una obra de infraestructura de vital importancia para la economía del país del Nilo. Sin embargo, el rechazo de las viejas potencias europeas ejerció presión sobre Estados Unidos (principalmente el Reino Unido) y este retiró su apoyo económico a Egipto. Es entonces cuando Egipto se convierte en escenario clave para esta carrera entre potencias: si la obra no era financiada por Estados Unidos, podía serlo por la Unión Soviética (Baker & Hopwood, 2022; Ferguson, 2016; Gaddis, 2011; Hobsbawm, 1999; Townson, 2012).

Según Clarke (2004), la preocupación de potencias como Gran Bretaña por una posible alianza entre Egipto y la Unión Soviética no les permitió captar que al gobierno egipcio no le importaba si eran rublos o dólares los que financiaran la obra, con tal de que esta se realizara (p. 259). Desde un principio, la retórica de Nasser causaba controversia y su eventual captura de la Presidencia, el 23 de junio de 1956, disparó las alarmas de las potencias de la vieja guardia en un momento en que la descolonización se encontraba en marcha y Europa iba perdiendo, progresivamente, sus antiguos territorios. Así, pues, la presencia del nuevo régimen egipcio era una amenaza geopolítica para las potencias occidentales, por su relevancia económica, comercial y energética. Como registró El Comercio (1956j), hacia la década de 1950, la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez era “una de las empresas más lucrativas del mundo … aproximadamente tres veces más de movimiento que en el canal de Panamá” (p. 9); a lo cual se debe añadir que cerca del 75 % del petróleo que llegaba y abastecía al Reino Unido atravesaba el canal de Suez procedente del Oriente Medio (Clarke, 2004; Marr, 2009; Townson, 2012).

El decano de la prensa nacional prosiguió reportando motivos por los que el Egipto de Nasser era de gran preocupación para Gran Bretaña desde un primer momento. Sir Anthony Eden, primer ministro del Reino Unido, afirmó su compromiso de conservar los tres baluartes de petróleo en el Oriente Medio: Chipre, Adén y el golfo Pérsico, región que “brinda mayores oportunidades a Gran Bretaña después del Commonwealth (Mancomunidad de Naciones)” (El Comercio, 1956a, 1956b). Asimismo, Eden advirtió que la “guerra en frío” ahora se tornaba en una “paz tibia” y, con los cambios que se avizoraban en el horizonte egipcio, afirmaba: “presenciamos el comienzo de una rivalidad comercial de magnitud que no hay antecedentes” (El Comercio, 1956b).

Por otra parte, la relación de Egipto y el mundo occidental parecía destinada a ser problemática. Los árabes desconfiaban de la ONU, principalmente por su postura frente a los asuntos soberanos y limítrofes concernientes a Israel; parte de un conflicto histórico de larga data. “No quieren que Hammarskjold haga sus propias recomendaciones para un arreglo de paz, que según temen produciría presión internacional para que hagan concesiones que no harán que Israel comience a obedecer las disposiciones ya dictadas por las NN. UU.” (Roberts, 1956). Otra prueba de lo que traería el futuro con Nasser en el poder fueron sus declaraciones al ser ungido presidente, afirmando que “defendería la Constitución y el derecho, y que la nación, que repudiará el colonialismo, apoyaría a quienquiera que crea en [nuestros] objetivos y principios” (Wynn, 1956a).

La rivalidad entre Anthony Eden y Gamal Abdel Nasser trascendía la política y caía en el odio personal. Eden confiaba ciegamente en su instinto, pues su récord como diplomático le daba crédito. Durante la década de 1930, cuando el totalitarismo fascista se cernía sobre Europa, Eden fue una de las principales voces en la alta diplomacia británica que rechazaron la política de apaciguamiento que no impidió el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Las concesiones hacia Alemania e Italia habían sido un error y Anthony Eden había estado en el lado correcto de la historia al ser uno de sus más ardorosos críticos (Clarke, 2004; Ferguson, 2016; Gaddis, 2011, Marr, 2009; Townson, 2012). Ante los ojos del primer ministro británico, Nasser era una amenaza similar a la que enfrentó en los años treinta y, para reafirmar la ojeriza entre ambos estadistas, la política exterior de Eden sería determinante para el curso de este conflicto (Clarke, 2004).

El panorama se agravaría a finales de julio de 1956 y la pradera ardería en el Oriente Medio. El día 26, Gamal Abdel Nasser realizó el “movimiento más audaz de la historia del moderno Egipto al apoderarse de la compañía del canal de Suez” (El Comercio, 1956g). Dirigiéndose a una multitud de más de trescientas mil personas en Alejandría, Nasser anunció la nacionalización del canal. Prontamente, la bandera egipcia sería “izada al tope en las oficinas de la Compañía en Port Said, reemplazando la bandera azul de la Compañía” (El Comercio, 1956g), un hecho fuertemente simbólico como muestra del rechazo por el colonialismo europeo. La acción perpetrada por el gobierno egipcio creó una “grave situación internacional” (El Comercio, 1956c). Las reacciones de la nacionalización no se hicieron esperar. La medida de Nasser, quien estaba “resuelto a ser símbolo de la liberación árabe”, desató intranquilidad “a lo largo de las fronteras de Israel y de las naciones árabes” e “indica al mundo árabe con carácter inmediato un nuevo debilitamiento de la Gran Bretaña, y de occidente en general, en la zona del Mediterráneo” (Ryan, 1956).

3.2. Escalada de tensiones y reacciones iniciales

Tras la toma oficial de las oficinas de la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez, perpetrada con “precisión militar” por los lugartenientes de Nasser y ciento cincuenta policías armados (El Comercio, 1956f, 1956g), la diplomacia estadounidense fue informada. John Foster Dulles se encontraba en Lima participando de los actos protocolares de la toma de mando del presidente Manuel Prado Ugarteche. Desde Estados Unidos, el subsecretario Herbert Hoover Jr. telefoneó para ponerlo al corriente y exhortarle su pronto retorno una vez concluida su participación en los “actos programados para las misiones extraordinarias en Lima” (El Comercio, 1956d). Entretanto, la reacción de Francia y Gran Bretaña fue contundente. Con respecto a la primera, una “tempestad” se había apoderado de las relaciones entre el país galo y Egipto. Christian Pineau, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, sostuvo un acalorado intercambio de palabras con el embajador egipcio por motivo de la incautación del canal y el rol de Nasser en entorpecer el avance francés en su conflicto con Argelia. El gobierno del premier francés Guy Mollet condenó por completo la medida unilateral de Nasser, la cual “no está en el mismo nivel jurídico de la nacionalización de un servicio público” (El Comercio, 1956e).

Con respecto a Gran Bretaña, la nacionalización representaba un acto arbitrario y constituía una grave amenaza para la libertad de navegación en una vía acuática de suma importancia para el comercio internacional. Por medio de un cable diplomático al Cairo, el gobierno británico condenó la acción de Nasser y advirtió al gobierno egipcio asumir la “responsabilidad por las consecuencias” (El Comercio, 1956h; Gavshon, 1956a). Sin embargo, Egipto se rehusó a recibir la nota de protesta que envió Gran Bretaña por medio de su embajador en El Cairo. La postura del gobierno de Nasser era definitiva: “la nacionalización del canal es un asunto que compete exclusivamente a la soberanía egipcia porque la Compañía es una empresa egipcia sujeta a las leyes egipcias” (El Comercio, 1956h). El gobierno británico sumó esfuerzos con el francés y convocaron a conversaciones para hallar una solución a la crisis de Suez. Mientras sus gobiernos preparaban sanciones contra Egipto, la prensa de ambos países atacó ferozmente a Gamal A. Nasser y lo consideraron una especie de Hitler árabe (Anderson, 1956).

Mientras Francia y Gran Bretaña aguardaban la llegada de la delegación estadounidense a las conversaciones, Nasser afirmó que la nacionalización del canal de Suez no afectaría “los compromisos internacionales de Egipto”. Según el presidente egipcio, tanto la Convención de Constantinopla (1888) como el acuerdo anglo-egipcio (1954) serían respetados, de modo que la libertad de tránsito por el canal no se vería comprometida (El Comercio, 1956j; Wynn, 1956b). Apresurado, John Foster Dulles viajó a Londres para participar de las conversaciones con Selwyn Lloyd, secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, y Christian Pineau, con quienes llegó a un acuerdo que estipulaba: la convocatoria de las potencias marítimas para considerar la internacionalización del canal; la publicación de una declaración tripartita para advertir a Egipto contra cualquier intento de poner trabas al libre tránsito por el canal; y la movilización de fuerzas necesarias para imponer la declaración antes mencionada (Sexton, 1956).

Si bien Eisenhower había dicho que la repentina nacionalización de Suez puso al mundo “frente a un muy grave problema que debía ser manejado con sumo cuidado” (Scall, 1956), la actitud diplomática de Estados Unidos fue de cautela. Por un lado, sabía que el desenlace de la crisis de Suez podía sentar un precedente contra ellos sobre el canal de Panamá; por el otro lado, debía estar muy pendiente de la postura soviética sobre la crisis en curso. El 1 de agosto, Nikita Khrushchev, el premier soviético, manifestó su apoyo a Nasser y la toma del canal. Khrushchev también arremetió contra Francia y Gran Bretaña, pero coincidió con EE. UU. en cuanto a que comenzar una conflagración para solucionar la crisis no valía la pena. La coexistencia pacífica debía conservarse (El Comercio, 1956i, 1956k; Gavshon, 1956b).

Gran Bretaña y Francia adoptaron una postura beligerante, mientras que la ONU y el gobierno estadounidense favorecieron la mediación diplomática. Los acalorados debates en la Cámara de los Comunes, tras la nacionalización del canal, recordaban “los fatídicos días de la guerra de fines de la década de 1930” (Gavshon, 1956c). Pero el Reino Unido subestimó a Estados Unidos y asumió que apoyaría su actitud anti-Nasser, cuando en realidad, a medida que Eden pretendía utilizar la diplomacia para justificar la intervención en Egipto, la situación se iba deteriorando más. La imagen que el premier británico proyectaba en Washington era “el epítome del esnobismo inglés” (Clarke, 2004; Marr, 2009). “Las expectativas de acción militar declinaron en Londres … con la noticia de que EE. UU. no se uniría a esa acción” (El Comercio, 1956l). Pero esto no cerraría por completo la salida armada. Por el contrario, la crispación en territorio egipcio iba en aumento. Los gobiernos francés y británico, así como diversos miembros de la Commonwealth, aconsejaron a sus compatriotas abandonar Egipto pues sus países se encontraban “en pie de guerra en pequeña escala” (Gavshon, 1956c).

Había mucho en riesgo. En primer lugar, el futuro político de Anthony Eden se encontraba a merced del manejo de la crisis; estaba en entredicho si el premier inglés sería capaz de hacer prevalecer la histórica presencia británica en el Oriente Medio (Gavshon, 1956c). En segundo lugar, la apuesta de Nasser determinaría su peso en la política internacional y en la región. “Si el presidente egipcio tiene éxito en su osada acción, puede transformarse finalmente en el dueño del Medio Oriente. Si pierde la partida, acaso termine como acabaron otros exdictadores” (Ryan, 1956). En tercer lugar, el rol de los organismos internacionales y la eficacia de las negociaciones diplomáticas serían puestos a prueba.

Mientras tanto, el 3 de agosto los tres grandes —nombre informal para Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia— expidieron una declaración que establecía: Egipto debía mantener la Convención de Constantinopla de 1888 y el carácter internacional del canal, dada la importancia económica, comercial y estratégica de esta vía marítima; si bien Egipto era reconocido como una nación con soberanía e independencia, la acción sobre la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez envolvía más que un simple acto de nacionalización y constituía, en cambio, una toma arbitraria y unilateral de una agencia internacional; se debían garantizar las condiciones necesarias para que los participantes de la Convención de 1888 recuperasen los beneficios perdidos tras el atentado contra la libertad y seguridad del canal; en compatibilidad con los intereses de Egipto y la Convención de 1888, se debía establecer un sistema internacional que asegurase las operaciones del canal de Suez; y se debía celebrar una nueva conferencia en la que participen los signatarios de la Convención de 1888 y otras naciones mayormente interesadas en el uso del canal de Suez (El Comercio, 1956m).

Acto seguido, la declaración fue rechazada por Nasser, arguyendo que hacerlo “sería lo mismo que cambiar una clase de colonialismo por otra” (El Comercio, 1956n). Francia y Gran Bretaña, confiados en que la voluntad de la Conferencia de los tres grandes se impondría, reafirmaron su postura de no acceder a ninguna concesión y tener a sus fuerzas militares muy atentas pues no descartaban “recurrir a la fuerza para poner fin inmediato a la crisis”. Por su parte, el gobierno del presidente Eisenhower era partidario de sanciones económicas y de evitar una conflagración; posición que contrariaba a Eden. Estados Unidos negó haber adquirido algún compromiso sobre Suez, lo cual fue una “dolorosa sorpresa” para sus aliados del viejo continente. Desde la orilla contraria, el premier soviético Khrushchev mantenía su apoyo a Nasser, pero tampoco era partidario de una conflagración. Para el líder de la Unión Soviética, “la política de ejercer presión sobre Egipto o cualquier otro país, constituye un error”. Esta proximidad entre la Unión Soviética y Egipto era motivo de preocupación para Occidente pues podía significar un entorpecimiento en las negociaciones para zanjar la crisis del canal de Suez, además de una amenaza para el Pacto de Bagdad (firmado en 1955 e integrado por el Reino Unido, Turquía, Irak, Irán y Pakistán), cuya finalidad era la contención del comunismo en la región (Dennen, 1956; El Comercio, 1956l, 1956n, 1956o, 1956p; Pope, 1956; Scall, 1956).

La tensión seguía in crescendo. Eden y Mollet intensificaron su condena por no encontrar una solución conveniente a la crisis. Gran Bretaña se encontraba impaciente ante la “pantomima” de la ONU (Clarke, 2004). Guy Mollet, mientras tanto, afirmaba que “Nasser tiene esperanzas de que lo apoye no solamente el mundo árabe sino, también, todo el mundo musulmán”; equiparaba su libro de 1955, La filosofía de la revolución, con un Mein Kampf en miniatura y estimaba que Nasser proyectaba a Egipto como el eje de tres esferas del poder (mundos árabe, africano y musulmán) y eje de un mundo mahometano del cual quería ser cónsul (Dennen, 1956). Francia y Gran Bretaña buscarían otra salida: una conspiración a puertas cerradas.

3.3. Protocolo de Sèvres y recrudecimiento del conflicto

Entre el 22 y el 24 de octubre, se reunieron en la localidad de Sèvres (a nueve kilómetros del centro de París) delegaciones del Reino Unido e Israel con representantes del gobierno francés en completo secreto. Sir Anthony Eden no estuvo presente, a diferencia de David Ben-Gurion (premier israelí), Christian Pineau y Selwyn Lloyd, entre otros miembros de los cuerpos diplomáticos. Como explica Townson (2012), a pesar de la advertencia hecha por el presidente Eisenhower de no emprender acciones militares, Anthony Eden y sus contrapartes de Israel y Francia complotarían para hacer precisamente lo contrario. El llamado Protocolo de Sèvres estipulaba que los israelíes atacarían Egipto y, una vez dueños de la mayor parte de la Península del Sinaí, Francia y Gran Bretaña ordenarían a ambos bandos la retirada del canal de Suez, el cual quedaría ocupado y protegido por la fuerza militar anglo-francesa (pp. 447-448). En aquel momento, y ante la mirada del mundo y de la ONU, la postura británica y francesa era de la defender el derecho de libre tránsito por el Canal de Suez. Sin embargo, Sèvres demostró la existencia de un plan a espaldas de la ONU y de Estados Unidos.

Thorpe (2004) advierte que ni el Parlamento británico ni el gabinete en pleno (con excepción de algunos ministros) fueron informados sobre las negociaciones del Protocolo de Sèvres. Cuando Israel invadiera Egipto, los gobiernos francés y británico mediarían dando un ultimátum para detener las hostilidades entre los dos países asiáticos y retirar sus fuerzas a una distancia de diez millas del canal de Suez. Si las fuerzas beligerantes no cumplían dentro de un plazo de doce horas, como estaba previsto, las fuerzas anglo-francesas intervendrían militarmente (pp. 518-519).

Entre el 28 y el 29 de octubre, Israel movilizó sus tropas hacia sus fronteras arguyendo que las recientes actividades de los comandos árabes en los territorios de Egipto, Líbano y Jordania representaban una amenaza; Jordania, Siria y Egipto habían establecido una alianza militar contra Israel; Jordania había declarado su interés en una guerra de exterminio contra Israel; y las fuerzas iraquíes se habían movilizado hacia la frontera con Jordania (El Comercio, 1956q). Finalmente, el 29 de octubre, las tropas israelíes invadieron Egipto y llegaron al oeste del canal de Suez (El Comercio, 1956r). Anthony Eden, antes de dirigirse a la Cámara de los Comunes, envió un telegrama a Dwight Eisenhower a un día de la invasión, juzgando que se debía tomar acción decisiva para detener las hostilidades. Inmediatamente, la ONU exigió un alto al fuego. Gran Bretaña y Francia dieron el ultimátum que fue rechazado por Egipto el día 30 de octubre y el 31 las fuerzas anglo-francesas intervinieron en Egipto y ocuparon la zona del canal de Suez, mientras que Israel ocupó la Franja de Gaza y puntos clave de la Península del Sinaí, como estaba previsto por Sèvres (Thorpe, 2004). Ese mismo día, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió para abordar la crisis, punto que será abordado en el siguiente acápite.

3.4. Postura diplomática peruana

A modo de recapitulación, hay que recordar que la línea de la Cancillería liderada por Manuel Cisneros Sánchez era próxima a Estados Unidos. El presidente Manuel Prado había visitado Estados Unidos durante su primer gobierno y lo volvería a hacer en esta segunda ocasión. Richard Nixon, entonces vicepresidente de Eisenhower, vendría al Perú y se entrevistaría con el presidente Prado y la alta diplomacia peruana en 1958. Desde el saque, la presencia de John Foster Dulles, secretario de Estado, en la toma de mando de Prado Ugarteche fue un guiño de la afinidad diplomática peruana con Estados Unidos durante este sexenio. Sin embargo, la labor de la delegación peruana ante la ONU también daría qué decir sobre su postura diplomática. En este contexto de Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética eran las potencias gravitantes, pero la ONU también tenían un rol de envergadura.

El 13 de octubre de 1956, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró su 743ª sesión. En ella, con respecto a la situación de Suez, la Resolución 118 establecía que

el paso por el canal permanecerá libre y estará abierto sin discriminación manifiesta o encubierta …; la soberanía de Egipto será respetada; el funcionamiento del canal deberá quedar aislado de la política de todos los países; el modo de fijar los derechos de tránsito y los gastos respectivos se determinará por medio de u acuerdo entre Egipto y los usuarios; se dedicará al mejoramiento del canal una proporción equitativa de las sumas percibidas; [y] en caso de controversia, las cuestiones pendientes entre la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez y el Gobierno egipcio serán decididas por un tribunal de arbitraje cuyas atribuciones estarán claramente definidas, y con disposiciones convenientes para el pago de las sumas que pueden resultar pendientes. (Consejo de Seguridad, 1956a)

De acuerdo con el registro, la delegación peruana votó a favor de la resolución.

El 31 de octubre, el Consejo de Seguridad celebró su 751ª sesión con el tenor de la crisis en Suez. Diversos representantes de las delegaciones, tales como la de Estados Unidos y la Unión Soviética, coincidieron en que “los gobiernos del Reino Unido y de Francia han pasado de la amenaza de intervención armada en el Oriente Medio a la ejecución de su plan confesado de ocupación del territorio egipcio” (Consejo de Seguridad, 1956b, § 9), y que esto había únicamente empeorado “notablemente” (§ 9) la situación. Asimismo, su proceder “constituye una violación flagrante de los compromisos contraídos en virtud de la Carta de las Naciones Unidas” (§ 11). Las delegaciones francesa y británica no compartían este parecer (Consejo de Seguridad, 1956b, 1956c).

Por su parte, la delegación peruana encabezada por Víctor Andrés Belaunde daba su “absoluta confianza” (Consejo de Seguridad, 1956b, § 55) a la refrendación del secretario general Dag Hammarskjöld para solucionar la crisis. Belaunde prosigue la preocupación de la delegación del Perú por el “problema de la paz y la manera de encontrar los medios para llegar a este fin” (§ 112). Y afirma:

Cuando se ha producido una ruptura de la paz, las Naciones Unidas tienen que perseguir hasta el fin, con serenidad, con calma, con espíritu constructivo, el ideal de la paz … En ese sentido la delegación del Perú votará la resolución propuesta. (Consejo de Seguridad, 1956b, §§ 117-118)

En tal sentido, diplomacia peruana fue coherente con la propuesta de la ONU, como se vería en las siguientes semanas, a medida que las fuerzas anglo-francesas penetraban Egipto y la ONU sumaba esfuerzos para lograr su retiro. El diario El Comercio anunció a mediados de noviembre que el Perú enviaría quinientos hombres para cooperar con la ONU en la zona de conflicto, cuyos observadores habían llegado a Port Said un día antes. Fernando Berckemeyer, embajador peruano en Estados Unidos, se reunió con el secretario general Hammarskjöld y manifestó la voluntad de la Cancillería peruana de enviar medio millar de hombres con el fin de incorporarse a la misión policial en el Cercano Oriente dirigida por la ONU (El Comercio, 1956s, 1956t, 1956u).

3.5. Desenlace

Como vimos anteriormente, los tres últimos días de octubre representaron una escalada mayúscula en las tensiones y la penetración militar de las fuerzas británicas, francesas e israelíes en Egipto. Asimismo, a través de los acuerdos obtenidos en la 751ª sesión del Consejo de Seguridad, el dictamen de la ONU exigía un alto a las hostilidades. Thorpe (2004) revela que varios miembros de la Commonwealth condenaron a Gran Bretaña y que fueron parte de las sesenta y cuatro naciones que votaron a favor del cese al fuego dictado por la ONU (p. 522). Eden, evocando sus credenciales como diplomático, clamaba ser “un hombre de paz … un hombre de la Sociedad de Naciones y un hombre de las Naciones Unidas … un hombre con la misma devoción por la paz” (p. 526). Sin embargo, el camino se estaba estrechando para Francia, Israel y Gran Bretaña, pues la presión de la comunidad internacional era cada vez mayor.

El accionar de las partes involucradas resultó indefendible. Como señala Gaddis (2011), Eisenhower fue tomado por sorpresa y enfureció, pues la torpeza con la que se condujeron Francia y Gran Bretaña al invadir Egipto, que también hizo peligrar la alianza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), hizo resurgir el colonialismo europeo; lo cual ponía en jaque la influencia de Estados Unidos sobre el mundo árabe y lo podía alejar de su área de influencia. Ahora correspondía el retiro de las fuerzas británicas y francesas del canal de Suez, así como la evacuación israelí del Sinaí (Gaddis, 2011, p. 113).

A mediados de noviembre de 1956 se reunieron los jefes de los estados árabes para exigir el retiro de las tropas anglo-francesas y de Israel del territorio egipcio, amparándose de la declaración de la ONU de cesación de hostilidades. De no ser cumplida dicha disposición, indicó el comunicado,

todos los estados árabes representados en la conferencia aplicarían la cláusula 41 de la Carta de Naciones Unidas (con excepción de una respuesta armada se puede considerar un boicot económico, interrupción de vías de comunicación y la ruptura diplomática) para la defensa legítima y tomarían medidas efectivas de acuerdo con el máximo de su capacidad, de acuerdo con sus obligaciones bajo el artículo 2 del Pacto Árabe de Defensa Mutua los demás países miembros acudirían al auxilio de un miembro vulnerado, respondiendo, de ser necesario, con las fuerzas armadas. (El Comercio, 1956u)

Días después, el 21 de noviembre, llegaron los primeros mediadores de paz de Naciones Unidas, como se señaló anteriormente. El 23 de noviembre, Estados Unidos manifestó su apoyo para que las fuerzas extranjeras abandonaran Egipto. Junto a veintiún países del bloque afroasiático, y en contra de Gran Bretaña y Francia, el gobierno estadounidense se sumó a esta demanda (El Comercio, 1956v, 1956w).

Pronto inició el retiro de las tropas anglo-francesas, proceso que culminaría el 22 de diciembre. Por su parte, Israel se comprometió a retirarse de la Franja de Gaza y del Sinaí en marzo de 1957. La incursión producida tras el Protocolo de Sèvres había sido ilegal pues no contó con el apoyo de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia, ni Estados Unidos; aunque este último sacaría una lección de la crisis y vería la necesidad de tener un pie bien puesto en la región, como se cristalizaría casi de inmediato en la doctrina Eisenhower (Gaddis, 2011; Hobsbawm, 1999).

Los resultados sepultaron la reputación de Sir Anthony Eden, quien renunciaría a su cargo a los pocos meses; pero es la reputación de Gran Bretaña y Francia la que recibió el mayor golpe tras la crisis de Suez. Como asevera Hobsbawm (1999), el intento de estos dos países de reafirmar su posición como potencias imperialistas parece haber estado “condenado al fracaso”. Liderada por jefes de gobierno indecisos y faltos de sinceridad, y cancelada bajo la presión de Estados Unidos y la ONU, la crisis de Suez inclinó a Egipto hacia la Unión Soviética y terminó con la hegemonía británica incontestable en la región (Hobsbawm, 1999, p. 224), así como también puso de manifiesto que ya no era una potencia mundial (Townson, 2012). Además, como afirma Marr (2009), la crisis de Suez fue el primer y último escenario en el que la Unión Soviética y Estados Unidos hicieron causa común en la ONU.

4. CONCLUSIONES

La crisis de Suez fue síntoma de un mundo en transformación. Enmarcado en un periodo de descolonización, donde tanto Gran Bretaña como Francia iban perdiendo territorios en calidad de colonias, Suez es un ejemplo del papel que jugarían los países noalineados en una región, no solo estratégica, sino históricamente bajo la influencia europea. El periodo de la coexistencia pacífica priorizó un abordaje más moderado en las relaciones internacionales, de manera que Estados Unidos y la Unión Soviética procuraron rivalizar de una manera más distendida. En el episodio de Suez, ambas potencias se manifestaron, pero no se involucraron directamente, esperando que los alfiles se movieran.

La prensa peruana reportó el desarrollo de la crisis del canal de Suez, reflejando su preocupación por el impacto que tendría sobre el escenario internacional. El Comercio recogió reportes de la prensa extranjera y mantuvo un talante diligente para informar a la sociedad peruana de esta crisis que generó expectativas y agitación en la política internacional. Con respecto a la posición diplomática peruana, la delegación nacional ante la ONU coincidió con las directrices de Hammarskjöld y encontró sensatez en los argumentos del organismo internacional para facilitar una salida pacífica del conflicto en Egipto. Una coincidencia similar se daría con la postura estadounidense. No solo apoyó los esfuerzos de la ONU con sus votos en el Consejo de Seguridad, sino también contribuyendo con la misión policial enviada a la zona de conflicto.

5. REFERENCIAS

Anderson, G. (1956, 28 de julio). Sanciones contra Egipto consideran los gobiernos de Francia y Gran Bretaña. El Comercio, 12.

Baker, R. W., & Hopwood, D. (2022, 28 de Agosto). The revolution and the republic. Encyclopedia Britannica. Recuperado el 31 de enero del 2023, de https://www.britannica.com/place/Egypt/The-revolution-and-the-Republic#ref307106

Basadre, J. (2014). Historia de la república del Perú 1822-1933: tomo 15. El comienzo de la irrupción de las masas organizadas en la política (1930-1933). El Comercio. (Obra original publicada en 1968)

Bass, W. (2015). A surprise out of Zion? Case studies in Israel’s decisions on whether to alert the United States to preemptive and preventive strikes, from Suez to the Syrian nuclear reactor. RAND Corporation. https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/research_reports/RR400/RR498/RAND_RR498.pdf

Clarke, P. (2004). Hope and glory: Britain 1900-2000. Penguin.

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. (1956a). 118 (1956). Resolución de 13 de octubre de 1956 (S/3675) [Reclamación de Francia y del Reino Unido en contra de Egipto].

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. (1956b). Acta oficial, 751ª sesión, 31 de octubre de 1956.

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. (1956c). 119 (1956). Resolución de 31 de octubre de 1956 (S/3721) [Reclamación de Egipto contra Francia y el Reino Unido].

Contreras, C., & Cueto, M. (2018). Historia del Perú contemporáneo: desde las luchas por la independencia hasta el presente (6.a ed.). Instituto de Estudios Peruanos.

Contreras, C., & Zuloaga, M. (2014). Historia mínima del Perú. El Colegio de México.

Cueto, M. (2015). La Guerra Fría peruana. En C. Contreras & M. Cueto (Eds.), Perú. Mirando hacia adentro. Tomo 4 (1930-1960) (pp. 125-135). Taurus.

Dennen, L. (1956, 27 de agosto). Nasser, la geopolítica y las esferas de poder. El Comercio, 3-4.

El Comercio. (1956a, 24 de junio). Gran Bretaña dispuesta a luchar en la defensa de su petróleo. El Comercio, 2.

El Comercio. (1956b, 24 de junio). Guerra en frío es ahora una paz tibia, dijo Anthony Eden. El Comercio, 12.

El Comercio. (1956c, 27 de julio). Grave situación internacional crea la nacionalización de Suez. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956d, 27 de julio). Sobre la crisis en el Cercano Oriente trató Foster Dulles, telefónicamente. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956e, 27 de julio). Tempestad en las relaciones entre Francia y Egipto. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956f, 27 de julio). Egipto ocupó las instalaciones del canal con precisión militar. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956g, 27 de julio). Gran Bretaña consulta con otros gobiernos sobre los efectos de la acción arbitraria. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956h, 28 de julio). Egipto se negó a recibir la nota británica de protesta. El Comercio, 11.

El Comercio. (1956i, 1 de agosto). Rusia apoyó la actitud del presidente egipcio A. Nasser. El Comercio, 12.

El Comercio. (1956j, 1 de agosto). El canal de Suez, candente tema de actualidad mundial. El Comercio, 9.

El Comercio. (1956k, 2 de agosto). Advertencia rusa a Gran Bretaña respecto a Suez. El Comercio, 2.

El Comercio. (1956l, 2 de agosto). Egipto violó el Tratado de 1954, dijo A. Eden. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956m, 3 de agosto). Texto de la declaración de los tres poderes sobre Suez. El Comercio, 12.

El Comercio. (1956n, 4 de agosto). Nasser rechazará demandas de Occidente sobre el canal de Suez. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956o, 4 de agosto). Estados Unidos no ha adquirido ningún compromiso sobre Suez. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956p, 25 de agosto). Nasser bajo la influencia de los soviéticos. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956q, 29 de octubre). Moviliza sus batallones de reserva el gobierno de Israel. El Comercio, 9.

El Comercio. (1956r, 30 de octubre). Tropas de Israel invadieron Egipto; avanzan hacia el canal. El Comercio, 13-14.

El Comercio. (1956s, 14 de noviembre). Llegaron a Port Said doce observadores de las NNUU. El Comercio, 3.

El Comercio. (1956t, 15 de noviembre). El Perú contribuirá con 500 hombres a la misión policial de la ONU en el Cercano Oriente. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956u, 15 de noviembre). Países árabes exigen el retiro de las tropas franco-británicas y de Israel del territorio de Egipto. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956v, 23 de noviembre). EE. UU. apoya demanda para que abandonen Egipto fuerzas extranjeras. El Comercio, 1.

El Comercio. (1956w, 23 de noviembre). Ordenan retiro de las fuerzas de Gran Bretaña y Francia, de Egipto. El Comercio, 1.

Ferguson, N. (2016). El imperio británico: cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial. Penguin Random House.

Gaddis, J. L. (2011). Nueva historia de la Guerra Fría. Fondo de Cultura Económica.

Gavshon, A. (1956a, 28 de julio). El gobierno británico hace seria advertencia a Egipto. El Comercio, 11-12.

Gavshon, A. (1956b, 1 de agosto). Apresurado viaje a Londres emprendió John F. Dulles. El Comercio, 12.

Gavshon, A. (1956c, 3 de agosto). Gran Bretaña está en pie de guerra en pequeña escala. El Comercio, 11.

Hobsbawm, E. (1999). Historia del siglo xx. Crítica.

Marr, A. (2009). A history of modern Britain. Pan Macmillan.

Palacios Rodríguez, R. (2014). Historia de la república del Perú 1822-1933: tomo 18. Historia de la república del Perú (1933-2000). El Comercio.

Pease, H., & Romero, G. (2013). La política en el Perú del siglo xx. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Pope, L. (1956, 3 de agosto). ¿Quién saldrá ganando en la disputa sobre el canal de Suez? El Comercio, 11.

Powaski, R. (2000). La Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991. Crítica.

Roberts, J. M. (1956, 24 de junio). Los árabes temen dos cosas. El Comercio, 2.

Ryan, W. (1956, 28 de julio). Aguda crisis puede producir la incautación por Egipto de la zona del canal de Suez. El Comercio, 11.

Scall, J. (1956, 2 de agosto). Debe manejarse con extremo cuidado la crisis de Suez. El Comercio, 2.

Sexton, W. (1956, 1 de agosto). En ambos extremos del canal de Suez serán concentradas fuerzas navales británicas. El Comercio, 11.

Thorpe, D. R. (2004). Eden. The life and times of Anthony Eden, first Earl of Avon, 1897-1977. Pimlico.

Townson, D. (2012). Breve historia de Inglaterra. Alianza Editorial.

Vargas Ugarte, R. (1984). Historia general del Perú. Editorial Milla Batres.

Westad, O. A. (2018). La Guerra Fría: una historia mundial. Galaxia Gutenberg.

Wynn, W. (1956a, 26 de junio). Por un periodo de seis años, proclamaron presidente de Egipto a Gamal A. Nasser. El Comercio, 11.

Wynn, W. (1956b, 1 de agosto). Nasser dijo que garantizará libre navegación en el canal. El Comercio, 11.