CÓMO LEER A LACAN
Žižek, S. Paidós, 2008.
Fernando García Blesa
Universidad de Lima
“Por medio de esta ruptura sectaria, al separarse del cadáver en descomposición de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Lacan mantuvo viva la enseñanza de Freud. Cincuenta años más tarde, depende de nosotros hacer lo mismo con Lacan” (Žižek, 2008, p.16)
doi: https://doi.org/10.26439/en.lineas.generales2023.n010.6946
Jacques Lacan, uno de los más destacados teóricos del psicoanálisis, cuya propuesta reinventa la propuesta freudiana y se atreve a afirmar que Freud no fue completamente consciente de la importancia de su teoría cuando la formuló. Lacan se diferencia del padre del psicoanálisis por su tenor filosófico; no obstante, ha sido duramente criticado por la complejidad y oscuridad de sus textos, especialmente por el uso de conceptos complejos de las matemáticas y de la física para explicar el psicoanálisis.
En Cómo leer a Lacan, Slavoj Žižek trabaja, en siete acápites, los conceptos y formulaciones principales del psicoanálisis lacaniano. Žižek introduce el libro exponiendo una de las máximas lacanianas: el inconsciente está estructurado como un lenguaje, no es el mero lugar de pulsiones que deben ser controladas por el yo.
En el primer capítulo, se describen brevemente los tres niveles de la realidad humana en la perspectiva de Lacan, para luego profundizar en el concepto del Gran Otro. El primer nivel es el campo de lo simbólico, como orden formal y normativo del tejido social; luego, se encuentra lo imaginario, terreno de significantes en tanto nombres y formas de las cosas; y, finalmente, se encuentra lo real, como el conjunto de circunstancias contingentes.
El Gran Otro es el orden simbólico, la constitución no escrita de la sociedad que dirige y controla mis actos. Es, asimismo, inaprehensible, no se le puede enfrentar, actúa como parámetro respecto del cual el sujeto se puede medir. Puede personificarse en un agente: Dios, Necesidad histórica, entre otros. A pesar de su poder fundador, el Otro es frágil y virtual: existe en tanto los sujetos actúan como si existiese. Es el discurso impersonal, el “se” del “no se hace”, del “no se dice”. Aquí se enfatiza la importancia del lenguaje, que, además de transmitir un mensaje, afirma autorreflexivamente el pacto simbólico básico entre los sujetos e informa sobre la relación con su contenido. En consecuencia, el inconsciente no es un sentido oculto en el lenguaje, es el lenguaje mismo.
Para profundizar en la manera de operar del gran Otro, Žižek introduce el concepto de interpasividad en el segundo acápite, definiéndola como la situación en la que otro sujeto se apropia de y priva al individuo de su propia pasividad, de manera que este goza y siente por él. Sucede en las comedias televisivas con la risa grabada: el Otro se ríe por mí, apago la televisión y estoy aliviado. En este ejemplo se ilustra el carácter no psicológico del orden simbólico, pues la risa es un estado profundamente mío que no se moviliza, pues otros se ríen, pero me río a través de ella, la prueba de ello es que me siento aliviado.
Asimismo, Žižek problematiza el término cultura, pues arguye que agrupa a “todas esas cosas que hacemos sin creer en realidad en ellas”. Es el sujeto supuesto a creer, el otro virtual que sostiene el orden simbólico, en quien depositamos la pesada carga del creer por medio del rito. Podría sintetizarse en aquel sujeto que sí cree, por el que no podemos desmantelar las ficciones simbólicas.
En el siguiente capítulo, se aborda el fantasma. En Lacan, el performativo, el pacto simbólico, existe, no solo porque el otro es mi semejante, sino también porque el Otro absoluto es misterio indescifrable, un alguien sobre el que, en el fondo, no sé nada. De esta manera, el fantasma provee una respuesta al enigma del deseo del Otro, responde a qué es el sujeto para los otros y le enseña cómo desear. Sin embargo, el deseo que pone el fantasma no es el deseo del sujeto, sino el del Otro; es por esto que el sujeto está siempre descentrado. A diferencia de las propuestas que defienden la experiencia fenoménica, la propuesta lacaniana afirma que el inconsciente, cuyo núcleo es el fantasma simbólico, priva al sujeto de su experiencia subjetiva más íntima. En otras palabras, esta experiencia fenoménica no es subjetiva, es una experiencia otra, fantasmática. Es por esto la afirmación “il n’y a pas de rapport sexuel”, pues el goce sexual es un real de intensidad asfixiante que tiene que filtrarse necesariamente por un fantasma.
La siguiente sección indaga en lo real. Concebida como puro instinto de vida, inmortal, irreprimible, simplificada e indestructible, la libido está representada en el objeto a; eso que en el objeto que deseamos nos hace desearlo, el je ne sais quoi que transforma un objeto ordinario en un objeto de deseo. El objeto a solo tiene forma definida cuando se aborda desde el espectro de los deseos y temores del sujeto, pues si lo vemos en sí mismo, desubjetivizado, lo que nos queda es una nada caótica.
Por otro lado, Žižek afirma que Lacan no es un posmoderno más que afirma que la ciencia es otro gran relato, debido a que “el real de la ciencia es lo que nos falta por completo”, es la contingencia que nunca llegaremos a dominar. Lo real es fisura en la simbólica misma, como efecto de sus contradicciones e inconsistencias, es misterio que rellena el universo fragmentado de sentido.
El quinto capítulo aborda las instancias de autoridad éticas y socio simbólicas, haciendo un especial énfasis en el superyó lacaniano. En Lacan, el superyó es la instancia del Otro en su aspecto vengativo, sádico, punitivo; es el imperativo de goce que nos demuestra que somos culpables en haber cedido en nuestro deseo. El ideal del yo es la otra cara del Otro, la idealización del sujeto en el orden simbólico que participa. Por esta escisión inherente entre el ideal del yo y el superyó, el Otro no es la verdadera instancia ética, ya que puedo tener las más obscenas fantasías mientras no invadan el espacio público. La instancia ética sería la ley del deseo, que me dice que actúe de acuerdo con mi deseo como sujeto singular.
En la siguiente sección, se trabaja la caída de la autoridad represiva y sus implicancias. Para Lacan, la fórmula del ateísmo es “Dios es inconsciente”. La caída de la autoridad represiva produce proscripciones más duras. Vemos el ejemplo del padre posmoderno: “ya sabes lo que te quiere tu abuela, pero no quiero obligarte a ir. Anda solo si tienes ganas”. Esto es el superyó, una falsa libre elección que priva al sujeto de su libertad interior, le dicta lo que tiene que desear. No es cuestión de la aceptación de la verdad inconsciente, sino que el inconsciente mismo asuma esta verdad. Esto se ve en la praxis social: el inconsciente habla y actúa en nuestra práctica. El inconsciente entró en la verdad “no soy inferior” cuando el sujeto actúa de acuerdo a ella, no cuando es consciente de ella.
En el último acápite del libro, se trabaja la perversión como situación en la que el sujeto adopta la posición de instrumento del gran Otro, goza porque se siente exculpado. Sin embargo, es culpable, pues hace subjetiva la necesidad del Otro. El perverso se cree portador de una verdad absoluta que debe separar de la mentira, pasando por alto esa verdad que resuena en la mentira, pues en el mundo social la verdad debe ser puesta en escena, confirmarse en la mentira. Lo que es primero se presenta como si, en la broma, en la pantalla, a través de la ficción. Es por esto que los fundamentalistas y liberales cínicos son incapaces de creer en el sentido elemental, ya que en la religión ven verdades cuasi empíricas, buscan garantías para sus creencias, cuando la creencia es justamente un enunciado puramente ético que expresa un compromiso incondicional, sin garantías.
"Cómo leer a Lacan" es un título paradójico, pues es una obra introductoria que realiza una lectura lacaniana de la realidad contemporánea, que exhibe un lenguaje complejo y muchas veces oscuro que necesita ser traducido, cualidad inherente del psicoanálisis. El aporte de este cuerpo teórico radica en un método singular de lectura del texto de la realidad humana, caracterizado por la sospecha y el rol protagónico conferido a los afectos.
Una lectura crítica de la teoría lacaniana necesita cuestionar la combinación del oscurantismo lingüístico con la incorporación de lo físico-matemático en sus explicaciones, que no aclaran sino aumentan su ambigüedad. Por otro lado, es necesario advertir que el riesgo de la sospecha es la paranoia. En esta línea, el psicoanálisis como disciplina debe tener un carácter profundamente autorreflexivo y autocrítico en su práctica académica.