Sabidurías indígenas para un paradigma intercultural de concordia*

Indigenous Wisdom for an Intercultural Paradigm of Harmony

Ambrosio Velasco Gómez

Instituto de Investigaciones Filosóficas UNAM

ambrosio@unam.mx

doi: https://doi.org/10.26439/en.lineas.generales2023.n010.6940 Recibido: 20.9.23 / Aprobado: 10.11.23

Resumen

La tesis principal de este trabajo sostiene que es urgente la construcción de nuevos paradigmas cognoscitivos-sociales que reviertan los efectos catastróficos del capitalismo global. Esos nuevos paradigmas requieren de una nueva concepción de la relación individuo-sociedad-naturaleza-cosmos, basada en unos principios de justicia y concordia. Esa concepción alternativa se puede encontrar en las filosofías que los pueblos indígenas de América han forjado en un proceso de resistencia y diálogo intercultural de cinco siglos. Estas concepciones pueden servir para la construcción de nuevos paradigmas que integren a las humanidades, la filosofía, las ciencias, las técnicas, las artes y las sabidurías indígenas con un principio de equidad epistémica, orientado al restablecimiento de la concordia y el bien común de la humanidad en armonía con la naturaleza. Esto es lo que varios pueblos y culturas indígenas llaman “Buen vivir”.

Palabras clave: sabidurías indígenas, equidad epistémica, paradigma de concordia, naturaleza, buen vivir

Abstract

The main thesis of this work maintains that the construction of new cognitive-social paradigms that reverse the catastrophic effects of global capitalism is urgent. These new paradigms require a new conception of the individual-society-nature-cosmos relationship, based on principles of justice and harmony. This alternative conception can be found in the philosophies that the indigenous peoples of America have forged in a five-century process of resistance and intercultural dialogue. These conceptions can serve to build new paradigms that integrate the humanities, philosophy, sciences, techniques, arts and indigenous wisdom with a principle of epistemic equity, aimed at reestablishing harmony and the common good of humanity in harmony with nature. This is what various indigenous peoples and cultures call “Buen Vivir”.

Keywords: global capitalism, indigenous wisdom, epistemic equity, nature, good living

* Este trabajo se realizó en el marco del proyecto PAPIIT UNAM IN402022 y CONACYT PCC 319475.

Hacia un nuevo paradigma cognoscitivo y democrático

En las últimas décadas, diversas catástrofes mundiales como el cambio climático, el deterioro ambiental y la pandemia del COVID 19 han puesto en cuestionamiento el paradigma social hegemónico basado en el conocimiento tecno científico, en el modo de producción capitalista y en estados – nación con alta concentración del poder. Este paradigma social y civilizatorio es característico de la Era Moderna, que se originó con la conquista de América y se consolidó con la llamada Revolución Científica de los siglos xvi y xvii y la Revolución Industrial de los siglos xviii y xix, y que persiste hoy en día en la forma de capitalismo global.

El capitalismo global ha generado una injusta división y jerarquía entre metrópolis que concentran el conocimiento científico tecnológico y el capital financiero, por una parte, y una amplia periferia dependiente de países de Asía, África y América, la cual abarca la mayor parte de la humanidad. Este nuevo colonialismo global produce y se reproduce a través de un colonialismo interno en cada una de las naciones dependientes. El colonialismo interno también se caracteriza por una división jerárquica de reducidos grupos de personas de ascendencia europea que concentran el poder económico y político y el resto de los habitantes marginados y explotados, descendientes de los pueblos originarios

En este trabajo nos centraremos en la crítica al paradigma cognoscitivo que fundamenta la globalización capitalista y sus diferentes tipos de colonialismo. En especial, se cuestiona la confianza desmedida en las ciencias y las tecnociencias para resolver los grandes y urgentes problemas de la humanidad, agravados por la pandemia del COVID 19, que ha puesto en evidencia la irracionalidad de tal paradigma.

El paradigma cognoscitivo de la Modernidad

La ciencia y la tecnología modernas, si bien tienen antecedentes muy importantes en el Medievo, se consolidaron como modelo del conocimiento racional y objetivo por excelencia a partir de Descartes, Hobbes y Newton en el siglo xvii. Este modelo se caracteriza por la pretensión de ser un conocimiento verdadero y demostrable, gracias a un lenguaje matemático y empírico que se concreta en la medición precisa de las magnitudes, así como de un método algorítmico y concluyente. Como bien señala Husserl (2002), la nueva ciencia al modo geométrico se convertirá en el modelo de la racionalidad universal, subsumiendo todos los acontecimientos particulares en un conjunto de leyes universales:

La Modernidad incipiente ve en la matemática el prototipo de ciencia auténtica y verdadera (…) Ella aspira audazmente a una matemática universal…Una ciencia universal de la naturaleza, leyes universales de la naturaleza que aspire a un sistema deductivo (…) la multitud infinita de hechos pierden su individualidad; todos los hechos realmente posibles se encierran en un número limitado de leyes fundamentales… (pp. 101-102).

Frente a la aspiración de una ciencia universal, la diversidad de opiniones en conflicto y la imposibilidad de demostrar la verdad última de una de ellas en particular, fue considerada como una amenaza a la paz y al orden. De ahí, la necesidad de establecer un sistema teórico riguroso, cierto y demostrable con base en un lenguaje universal y un método algorítmico. Esta fue la propuesta cartesiana para superar las consecuencias políticas que se derivaban de la diversidad de concepciones religiosas, éticas, filosóficas o políticas y que muchas veces ocasionaron sangrientos conflictos como las “guerras de religión” que durante treinta años asolaron a Europa a principios del siglo xvii. Al intentar racionalizar matemáticamente el conocimiento para garantizar la paz, “más que expandir el ámbito de la razón o del debate razonable, los científicos del siglo xvii lo estrecharon… redujeron, limitaron lo racional a los argumentos teóricos que pueden alcanzar necesidad o certeza cuasi geométrica…” (Toulmin, 1990, p. 20).

Desde entonces, el fin de la investigación científica es descubrir la ley que rige con férrea necesidad al universo natural y al mundo social e histórico, para explicar y predecir los acontecimientos del universo entero y, en última instancia, para poder incidir en el control tecnológico de los fenómenos naturales y los acontecimientos sociales. La conexión entre ciencia y tecnología es directa y esencial, no sólo conceptualmente, sino también históricamente. Filósofos como John Dewey e historiadores de la ciencia como John D. Bernal, han mostrado esta intrínseca conexión entre ciencia y tecnología. La Revolución Científica del siglo xvii posibilitó las revoluciones industriales de los siglos xviii y xix, que dieron al capitalismo un impulso decisivo en el devenir histórico a nivel mundial. La ilustración moderna, con notables excepciones como Rousseau, expresó el máximo elogio a los logros civilizatorios de la ciencia y tecnología, que desde entonces se convirtieron en el saber hegemónico para apuntalar el poder político (epistemocracia) y el desarrollo del capitalismo.

El norte de Europa y de América se convirtieron en los centros de generación del conocimiento, la tecnología y la industria, los núcleos de la civilización moderna, que sometieron a las naciones del sur a una férrea epistemocracia y dependencia cultural, económica y política. Esta epistemocracia se expande a nivel global después de la Segunda Guerra Mundial, es el llamado “contrato social” de la ciencia, que establece el modelo de las tres hélices: gobierno, empresa y academia, como motor del desarrollo tecnocientífico.

La innovación que genera la tecnociencia es el bien más apreciado en las sociedades contemporáneas, llamadas sociedades de la información o del conocimiento. Precisamente porque el conocimiento tecnocientífico es el factor determinante en la competencia económica para generar plusvalía y acumulación del capital, e incluso en la política, para generar mecanismos más eficientes de control y dominación social, como las grandes compañías de internet. Así, el nuevo modelo de ciencia tecnología, e innovación es operado y beneficia principalmente a tres agentes: el Estado, las grandes empresas y las universidades. Esto sin intervención alguna de la sociedad, para asegurar que sus necesidades y problemas más urgentes sean efectivamente atendidos por el avance de las ciencias y la tecnociencia, como prometía el “contrato social de la ciencia”.

Críticas al paradigma cientificista y tecnológico

Alfredo Marcos (2020) señala que la idea omnisciente e incluso omnipotente de las ciencias y tecnologías se basa en una concepción mecanicista del universo físico de la naturaleza y la sociedad, que nos ha dado una confianza irracional en la ciencia, a tal grado que dudar de su omnipotencia o cuestionarla resulta irracional.

La modernidad nos enseñó a orientar nuestra vida mirando hacia el futuro, pues se suponía que la ciencia lo predecía y la tecnología lo controlaba. Hoy sabemos que no es así... Al auto atribuirse capacidad visionaria, adquirían también una cierta autoridad, incluso un poder represor y coactivo. (p. 141)

En lugar de mantener una confianza desmedida en las ciencias y las tecnologías, se necesita voltear la mirada a otros conocimientos y saberes no científicos, pero no por ello carentes de validez epistemológica, como pueden ser las sabidurías ancestrales de pueblos y comunidades indígenas. El nuevo paradigma cognoscitivo, a diferencia del actualmente hegemónico, tiene que ser público, no privado ni estatal; pluralista, no monolítico ni reductivo. De la misma manera, debe ser incluyente de saberes y prácticas tradicionales de comunidades marginadas y dominadas, cuyos conocimientos han probado históricamente su eficacia para resistir a la marginación y opresión colonialista que han sufrido desde hace 500 años.

Boaventura de Sousa Santos también reconoce la necesidad de un nuevo paradigma cognoscitivo en virtud de la desigual distribución del conocimiento científico y tecnológico. Tanto en el plano internacional como al interior de cada país, la relación con el conocimiento científico y tecnológico se establece a través de una relación de dependencia y subordinación con las metrópolis tecnocientíficas, que produce, a su vez, que los conocimientos y tecnologías importadas de esas metrópolis se orienten primordialmente a la ganancia económica. En esta situación, la epistemocracia se convierte en una ideología justificadora de la dependencia cognoscitiva y económica entre regiones y naciones, y del colonialismo al interior de cada nación. Al respecto, señala Santos (2010):

Ya que el conocimiento científico no está socialmente distribuido de manera proporcionada, las intervenciones en el mundo real que favorece tienden a ser aquellas que atienden a los grupos sociales que tienen acceso al conocimiento científico. La injusticia social se basa en la injusticia cognitiva. Sin embargo, la lucha por la justicia cognitiva no tendrá éxito si se sustenta únicamente en la idea de una distribución más equilibrada del conocimiento científico…este conocimiento tiene límites intrínsecos… una incapacidad para reconocer formas alternativas de conocimiento y de interconectarse con ellas en términos de igualdad. (p. 51)

Por su parte, Pablo González Casanova propone un nuevo paradigma apoyado en las culturas indígenas que supere y reemplace al paradigma dominante desde inicios de la modernidad hasta el presente, en donde la ciencia y tecnología han servido primordialmente para potenciar las relaciones de explotación y dominación, sobre todo en los países periféricos. Esta función se ha agravado exponencialmente con el surgimiento y desarrollo de las tecnociencias, las nuevas ciencias de la complejidad y los sistemas autorregulados, que han sido determinantes para la expansión globalizante del capitalismo, el neocolonialismo y el imperialismo. Pablo González Casanova (2004) considera que los movimientos y organizaciones que luchan a nivel planetario por un mundo alternativo justo, libre y democrático, están construyendo una cultura autónoma que integra el pensamiento crítico con las nuevas ciencias de la complejidad y las tecnociencias, junto con saberes tradicionales (p. 254).

Sabidurías indígenas y la construcción de un nuevo paradigma

François Houtart, destacado humanista, sociólogo y defensor de los derechos de los pueblos indígenas de Asia, África y América, coincide con la propuesta de Pablo González Casanova, y la amplía. En su libro Hacia un nuevo paradigma: el bien común de la humanidad (2013), propone a nivel planetario un nuevo paradigma civilizatorio en el que convergen las luchas de muchos de los pueblos indígenas de hoy. El argumento principal del profesor Houtart es que la grave crisis global que actualmente vivimos, provocada por la modernidad capitalista, requiere de una transformación profunda de la vida económica, política y cultural que logre revertir la creciente injusticia, violencia, explotación, pobreza y deterioro ambiental. Las ciencias y las tecnologías no han sido capaces por sí solas de revertir la crisis global. Para ello se necesita un cambio de paradigma civilizatorio que retome la sabiduría de los pueblos indígenas del mundo que han logrado resistir la marginación, explotación y dominación durante toda la Modernidad, gracias a que anteponen el valor de la comunidad, de la fraternidad, del bien común y a que guardan una relación armónica con la naturaleza.

El nuevo paradigma plantea como opción fundamental una dinámica social equilibrada entre personas, géneros y grupos sociales, en armonía con la naturaleza para promover la vida y asegurar su reproducción. Se trata de vivir bien, de cumplir con el bien común de la humanidad, lo que implica, como primer paso, el respeto de la integridad de la naturaleza, como fuente de la vida (la madre tierra). (Houtart, 2013, p. 39)

Ante este gran reto, la filosofía, las ciencias sociales y todas las fuerzas populares de los movimientos sociales a nivel mundial deben instaurar la interculturalidad como principio epistémico en la construcción del bien común: “Dar a todos los saberes, todas las culturas, las filosofías, las espiritualidades, la posibilidad de contribuir al bien común de la humanidad” (Houtart, 2013, p. 51). Pero el cumplimiento de este papel requiere, a su vez, de una radical transformación de las ciencias sociales y las humanidades.

En esta perspectiva, François Houtart coincide con otros destacados filósofos y humanistas como Miguel León Portilla, Luis Villoro, Pablo González Casanova, Boaventura de Sousa Santos, León Olivé, Guillermo Bonfil Batalla, entre otros. Todos ellos consideran la urgente necesidad de reconocer el valor epistémico, social y cultural de las cosmovisiones, los conocimientos y las prácticas tradicionales de los pueblos indígenas. Estos saberes alternativos no se contraponen o excluyen a los conocimientos científicos y tecnológicos que se han desarrollado durante la Modernidad, sino que todos ellos pueden concurrir bajo un principio que denomino “equidad epistémica”.

El principio de equidad epistémica establece que todo conocimiento históricamente desarrollado por comunidades relevantes es digno de respeto y reconocimiento, y no debe ser excluido ni despreciado a priori por ningún otro tipo de conocimiento. Todos ellos pueden concurrir en un diálogo intercultural para la solución de problemas específicos. Boaventura de Sousa Santos (2010) ha llamado a este diálogo entre diversas culturas “hermenéutica diatópica”, lo que genera un nuevo paradigma del conocimiento que denomina “ecología de saberes”.

Tanto el principio de equidad epistémica que propongo, como la ecología de saberes de De Sousa Santos (2010), se oponen al núcleo principal de la epistemocracia, la cual asume que la ciencia y la tecnología son los únicos conocimientos racionales y objetivos que deben ser el fundamento del poder político, en detrimento del sentido común de los pueblos, provocando, a fin de cuentas, profundas injusticias sociales y exclusión de la vida democrática. Estas exclusiones cognoscitivas y políticas no sólo constituyen graves injusticias, sino también una ceguera que limita el enriquecimiento de nuestro conocimiento sobre el mundo y del bien común de toda la humanidad.

Lekil Kuxlejal y la eudemonía como fundamento de un nuevo paradigma de raigambre indígena

A diferencia de las llamadas filosofías occidentales, la filosofía tsostsil y, en general, la de muchos pueblos originarios, no pretende universalidad ni alta especialización. No se trata de un pensamiento abstracto libre de emociones y subjetividad. No hay una separación entre el pensar racional y el sentir, ni entre pensamiento, acción y realidad, sino que la totalidad de las facultades humanas se integran de manera interdependiente. No hay, por un lado, una experiencia epistémica y por otro una moral, emotiva, estética o religiosa, sino que todas en conjunto conforman la experiencia humana. Es sobre esa compleja experiencia, en su conjunto, que se piensa y se siente epistémica, ética, política y estéticamente de manera simultánea y complementaria. Esa compleja experiencia es el resultado y objeto del pensar, el sentir, el actuar, y el decir, que requiere también del silencio para escuchar las voces de los abuelos que trasmiten su sabiduría ancestral en el convivir cotidiano. Tal trasmisión y escucha de la sabiduría de los abuelos por las nuevas generaciones, forma una compleja conciencia colectiva y a la vez epistémica, moral, religiosa y política que en tsotsil se denomina Kuxlejal, fundamento para el buen vivir comunitario:

Kuxlejal es la manera o la capacidad de pensar simultáneamente tiempo y espacio, y esa simultaneidad se plasma sobre el contexto, donde se intersecan entre el mundo histórico y el mundo del presente como elemento central del pasel (hacer). Kuxlejal, a la vez, es un elemento simbólico de vitalidad, energía y dinamismo. También simboliza el retorno, el renacer y la capacidad de renovarse continuamente. En consecuencia, el kuxlejal es en sí mismo la filosofía, la concepción y la cosmovisión que ha formado y producido el mundo tsotsil o maya en general. (Bolom, 2020, p. 9)

A diferencia de las filosofías predominantes en el mundo académico, la filosofía tsotsil no es un conocimiento especializado de las comunidades filosóficas, sino que forma parte de un sentido común, compartido por todos los miembros de las comunidades tsotsiles, que orienta y da sentido a la vida cotidiana de estos pueblos. Gracias al profundo arraigo comunitario, la filosofía tsotsil ha perdurado durante siglos de opresión, desprecio y marginación infligida durante tres siglos de dominación colonial y después, durante dos siglos, por el estado mexicano. Esta filosofía es un patrimonio cultural común tangible e intangible de los pueblos mayas. Gracias al trabajo de filósofos indígenas, se nos ofrece nuestra propia lengua castellana, lengua dominante de la cual los indígenas de ayer y de hoy han tenido la inteligencia de apropiársela críticamente para poder trasmitir su sabiduría ancestral, para dialogar con culturas y lenguas distintas y distantes, incluso con las culturas opresoras, aprender de ellas y enriquecer sus propias y auténticas culturas.

A partir del concepto de Kuxlejal, Manuel Bolom (2020) elucida un concepto central de las filosofías mayas y de otras culturas americanas como las quechua y aimara. Es el concepto de Lekil Kuxlejal, cuya traducción más cercana al castellano es “el buen vivir”. Se trata de un concepto complejo que integra diversas esferas personales, comunitarias naturales y cósmicas, así como aspectos racionales, emotivos, epistémicos, éticos, políticos y religiosos de la vida social. Esta compleja totalidad del buen vivir, orienta la producción de bienes y servicios a la satisfacción de necesidades de toda la comunidad. En este proceso, la tierra y los demás recursos naturales no son meros medios de producción, sino que son parte integral de una totalidad que establece la concordia persona-comunidad-naturaleza y cosmos, asegurando con ello el bien común y el cuidado debido a la madre tierra.

Las cosmovisiones de pueblos indígenas, como los tsotsiles, los tojolabales o los tzeltales, al concebir a la naturaleza esencialmente integrada a la comunidad y a la vida social, y, sobre todo, al considerar que todos los seres vivos, inclusive los ríos y las montañas tienen corazón y, por lo tanto, son dignos de respeto y no objetos de explotación. De esta manera, asumen como valor fundamental la concordia y, por ello, promueven un gran cuidado y respeto por la preservación del medio ambiente. Mantener el respeto y la armonía entre comunidad y naturaleza requiere de una autonomía de las comunidades locales para gobernarse a sí mismas en su territorio, a fin de que puedan efectivamente alcanzar una concordia entre ellos y con la madre naturaleza. La autonomía política de la comunidad forma parte esencial del buen vivir o Lekil Kuxlejal. Y esa autonomía sólo puede ejercerse a través de una democracia comunitaria verdaderamente comunitaria.

Desde esta concepción alternativa del Lekil Kuxlejal, los objetivos fundamentales de la producción económica, del poder político y del saber cambian radicalmente. El objetivo principal de la vida social ya no es la acumulación de riquezas, ni tampoco la mera satisfacción de las necesidades humanas, sino que además de sobrevivir, se aspira a mucho más, a un buen vivir (eudemonía) o Lekil Kuxlejal de todas las comunidades sin exclusión, en armonía con la madre naturaleza y con la totalidad del cosmos.

El concepto de Lekil Kuxlejal tiene correspondencias y convergencias con conceptos similares de otros pueblos indígenas, como Sumak Kawsay en la lengua quechua o Suma Qamaña de los aimaras.

Sumak Kawsay (…) hace referencia a la concepción de la vida deseable inspirada en las culturas de los pueblos indígenas de los pueblos del Abya Yala (América Latina) (…) puede ser definido como una forma de vida en armonía con uno mismo o una misma, con la sociedad y con la naturaleza. (Cubillo-Guevara & Hidalgo-Capitán, 2019, p. 191)

El filósofo quechua Ariruma Kowii nos explica las ideas constitutivas de esta categoría fundamental del pensamiento andino. El primer término (sumak) tiene un sentido análogo al término tsotsil (lekil); esto es, bueno, bello, justo. El segundo término (kawsay) refiere a la vida en armonía. En suma,

Sumak significa lo ideal, lo hermoso, lo bueno, la realización; y Kawsay, es la vida, en referencia a una vida digna, en armonía y equilibrio con el universo y el ser humano. En síntesis, el Sumak Kawsay significa la plenitud de la vida. (Kowii, 2014, p.68)

Conclusiones

Los pueblos indígenas han comprendido muy bien que juntar las palabras y culturas distintas es una actividad creadora, vivificadora, transformadora, como narra el pasaje de la creación del mundo en el Popol Vuh. Con esta actitud de apertura y diálogo plural, los pueblos indígenas han resultado más sabios que las culturas vencedoras. En términos de Miguel León Portilla (2011), podríamos decir que hoy en día “la visión de los vencidos” es más plural, más racional, que las visiones dominantes que se encierran en sus propias culturas y discursos. En este sentido, Manuel Bolom (2020) nos muestra en la propia filosofía tsotsil actual lo que propone Boaventura de Sousa Santos (2010) con su concepto de hermenéutica diatópica:

La hermenéutica diatópica parte de la idea de que todas las culturas son incompletas y, por tanto, pueden ser enriquecidas por el diálogo y la confrontación con otras culturas. Admitir la relatividad de las culturas no implica adoptar sin más el relativismo como actitud filosófica. Implica sí, concebir el universalismo como una particularidad occidental cuya supremacía como idea no reside en sí misma, sino más bien en la supremacía de los intereses que la sustentan. (p. 48).

De nosotros depende hacer lo propio. Esto es, aprender del pensamiento tsotsil y de otras filosofías indígenas para enriquecer nuestra propia filosofía académica, altamente dependiente de filosofías de otras latitudes, como se hace patente en este prólogo. Reconocer, dialogar y aprender de las filosofías vivas de nuestros pueblos indígenas no es sólo una acción que revierte la sistemática injusticia epistémica que hemos practicado con los pueblos originarios por más de cinco siglos, sino también es una inteligente estrategia filosófica para enriquecer nuestro pensamiento, emanciparnos de la dependencia intelectual y construir una filosofía más auténtica y plural.

Referencias

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Cubillo-Guevara, A. P. e Hidalgo–Capitán, A.L. (2019). (Emergencia), deconstrucción (y síntesis) del buen vivir latinoamericano. Revista iberoamericana de economía solidaria e innovación socioecológica - RIESE, 2(1), 189-209. https://doi.org/10.33776/riesise.v2i1.3615

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