¿Orden espontáneo?: una crítica al núcleo de la escuela austriaca

Bryan Chuquillanqui-Lichardo

https://orcid.org/0000-0002-5986-938X

Instituto de Investigación Científica, Lima, Perú

Bchuquil@ulima.edu.pe

Alia Gonzales

https://orcid.org/0000-0002-6840-5034

LXG Multifamily Office, Lima, Perú

Aliagonzaleshernandez@gmail.com

Gianni Rissotto

https://orcid.org/0000-0002-2503-2741

Banco de Crédito del Perú, Lima, Perú

giannirissotto@bcp.com.pe

Mauricio Choy

https://orcid.org/0000-0002-6236-8172

Intelica Corp, Lima, Perú

mauricio.choy@intelica.com

Recibido: 15 de septiembre del 2022 / Aceptado: 30 de diciembre del 2022

doi: https://doi.org/10.26439/ddee2024.n04.6029

RESUMEN: Entre los diversos elementos que conforman el núcleo teórico de la escuela austriaca, se hace énfasis en la noción de orden espontáneo. Según esta noción, el sistema de precios es un sintetizador de información dispersa con el cual los individuos pueden tomar todas sus decisiones; por ello, se rechaza todo intervencionismo estatal, ya que genera ineficiencias y efectos distorsionadores en el sistema de precios. Al respecto, en este artículo se desarrolla un análisis crítico del orden espontáneo desde tres perspectivas: la economía institucional, la economía conductual y la economía poskeynesiana. Como resultado de este análisis, se concluye que la noción de orden espontáneo diverge de la realidad económica y, por ello, resulta engañosa.

PALABRAS CLAVE: orden espontáneo / escuela austriaca / sistema de precios / Hayek

Spontaneous Order?: A Critique of the Austrian School’s Core

ABSTRACT. Among the different elements that make up the theoretical core of the Austrian School, emphasis is placed on the notion of spontaneous order. This notion considers the price system as a disperse information synthesizer with which individuals can make all their decisions, thus rejecting all State interventionism since it causes inefficiency and distortion in the price system. In view of the foregoing, this article performs a critical analysis of the spontaneous order from three perspectives: institutional economics, behavioral economics, and post-Keynesian economics. It is concluded that the notion of spontaneous order clearly disagrees from economic reality and is therefore misleading.

KEYWORDS: spontaneous order / Austrian School / price system / Hayek

CÓDIGOS JEL: B25, B41, B53.

1. INTRODUCCIÓN

La escuela austriaca es una corriente de pensamiento económico cuyo origen se encuentra en la teoría subjetiva del valor de Carl Menger (1871). Fue nombrada así por los miembros de la escuela historicista alemana, quienes criticaron su apriorismo metodológico y lógica deductiva durante el famoso “debate sobre el método” (Methodenstreit). Su núcleo teórico se compone por la teoría subjetiva del valor (Menger, 1871), la teoría de la productividad marginal (Böhm-Bawerk, 1890), la praxeología (Mises, 1949), el orden espontáneo (Hayek, 1948), la deducción de las leyes económicas (Rothbard, 1962) y la acción empresarial (Kirzner, 1973).

Entre estos elementos, uno que tiene particular importancia es la noción del orden espontáneo, que se define como “aquel tipo de orden autógeno o endógeno y carente de fines, ya que no ha sido producido por ningún agente externo al sistema” (Hayek, 1978a, p. 6). Esta noción tiene profundas implicancias prácticas en el ámbito económico. Por ejemplo, no se necesitaría de políticas antimonopolio, dado que la competencia surgiría sin necesidad de que el Estado intervenga. Del mismo modo, no serían necesarias las políticas de regulación de precios, tales como tasas de interés, tipos de cambio o salarios, porque los precios funcionarían como sintetizadores eficientes de toda la información dispersa en los mercados (véase Hayek, 1945). Más bien, una intervención en los precios generaría un efecto distorsionante en la economía. Asimismo, no se requerirían políticas de redistribución de la riqueza, pues el libre mercado generaría por sí mismo la distribución más eficiente de recursos conforme a los deseos individuales. De este modo, se lograría que “el efecto conjunto de las acciones permita una distribución de beneficios que podría calificarse de materialmente justa” (Hayek, 1978a, p. 85).

En este escenario ideal las intervenciones de política económica se considerarían ilegítimas y perniciosas, por lo que el Estado no debería intervenir en la economía. Por ello, los economistas austriacos defienden un modelo de capitalismo liberal basado en el orden espontáneo, entendido como un “mecanismo capaz de recoger y aprovechar un vasto conjunto de conocimientos diseminados que ningún organismo planificador central está en situación de aprehender o controlar” (Hayek, 1988, p. 141).

Sin embargo, no todos comparten tal noción teórica ni tales implicancias prácticas. En ese contexto, el objetivo del presente artículo es realizar una evaluación crítica de la teoría austriaca del orden espontáneo desde tres diferentes enfoques (institucionalista, de la economía conductual y poskeynesiano) que, a nivel teórico o empírico, ponen en evidencia sus limitaciones y deficiencias. De este modo, se propone pasar del paradigma del orden espontáneo al paradigma del orden social (véase Hechter & Horne, 2003).

Con este planteamiento, resulta justificado, en primer lugar, realizar una profunda reflexión en torno al concepto de orden espontáneo y sus críticas. Por ello, este artículo se divide en tres secciones: primero, se desarrolla la teoría del orden espontáneo y sus implicancias; luego, se realiza un análisis crítico de las limitaciones de este planteamiento; por último, se presentan conclusiones y reflexiones finales.

2. LA TEORÍA AUSTRIACA DEL ORDEN ESPONTÁNEO

El orden espontáneo, también llamado orden natural, es una noción teórica que plantea que las estructuras económicas e institucionales se forman de manera espontánea como consecuencia de la búsqueda libre de beneficios por parte de cada individuo. Esta teoría sostiene que no se requiere de alguna instancia superior que construya el orden de forma planificada y consciente, sino que este surgirá espontáneamente de la interacción de los individuos. Como ejemplos de ello se suele referir al lenguaje, las reglas de tránsito y la economía de mercado en sí misma.

El antecedente más claro de la noción de orden espontáneo es la idea de “mano invisible” de Adam Smith (1776), que plantea que la mera búsqueda de beneficios individuales terminará generando un beneficio social, de modo que

como cada individuo … se esfuerza tanto como puede para emplear su capital en el apoyo de la industria doméstica, y para dirigir esa industria de manera que su producto pueda ser de mayor valor; cada individuo necesariamente trabaja para hacer que los ingresos anuales de la sociedad sean tan grandes como pueda. Por lo general, no tiene la intención de promover el interés público, ni sabe cuánto lo está promoviendo. Al preferir el apoyo de la industria nacional al de la extranjera, sólo pretende su propia seguridad; y al dirigir esa industria de tal manera que su producto pueda tener el mayor valor, sólo pretende su propio beneficio, y en éste, como en muchos otros casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no formaba parte de su intención. (Lib. IV, cap. II)

En ese contexto, surge la pregunta sobre si es necesario establecer un orden económico planificado para la sociedad o si basta con dejar a los individuos a su sola libertad para que espontáneamente generen un orden. Esto último es lo que nos lleva a la noción de orden espontáneo, cuyo defensor más relevante es el economista austriaco Friedrich von Hayek, Premio Nobel de Economía de 1974.

En específico, Hayek (1948) defiende la superioridad del orden espontáneo por sobre un orden establecido por un Estado intervencionista al argumentar que la intervención de este dentro de un mercado generaría distorsiones en el resto de los mercados, pues afectaría la eficiencia general que debería de existir de forma espontánea. De este modo, si se deja que el mercado actúe sin ninguna intervención, se generará un sistema ordenado en el cual los individuos podrán tomar decisiones de manera eficiente con la información dispersa, la cual estará sintetizada por los precios. Este sistema de precios propuesto por la escuela austriaca, en el cual la información relevante está dispersa entre los individuos, sería una mejor manera de coordinación que la dirección de una “gran mente” que reciba toda la información existente y la publique al resto. En esta línea, Hayek (1945) plantea el siguiente ejemplo:

Asumamos que en algún lugar del mundo surge un nuevo uso de una materia prima, digamos estaño, o que una de las fuentes de oferta de este fue eliminada. … Todo lo que los usuarios de estaño necesitan saber es que [sic] parte de lo que ellos solían consumir ahora es utilizado de manera más rentable en otro mercado, y por este motivo deberán reducir su consumo … Si solo algunos de estos conocen directamente la nueva demanda y ajustan sus recursos a esta, y si las personas que estén conscientes del nuevo vacío creado lo llenan de otras fuentes, el efecto se expandirá rápidamente a través de todo el sistema y no tendrá efectos sólo en los bienes que requieran el uso del estaño, sino en todos los bienes sustitutos y los sustitutos de estos bienes sustitutos, el suministro de todo lo relacionado con el estaño y sus sustitutos, y así sucesivamente; y todo esto pasaría sin que la gran mayoría de los que contribuyen a provocar estas sustituciones conozcan la causa original de estos cambios. (p. 526)

De aquí se extiende la idea de la escuela austriaca acerca de la superioridad del liberalismo económico sobre cualquier tipo de intervención estatal, ya que, como lo muestra el ejemplo de Hayek, todo el mercado funciona como un solo ente, no por la existencia de una institución que lo estudie todo, sino por la capacidad de los individuos de comunicar su información limitada a través de varios intermediarios. En cambio, las intervenciones estatales generarían que los precios sean incapaces de sintetizar la información existente en el mercado, además de provocar una especie de efecto dominó sobre todos los mercados relacionados con el intervenido.

Con el fin de entender esta visión de orden, es necesario plantear el rol del consumidor en un mercado como lo hace Mises (1949), esto es, como un agente libre que actúa según preferencias individuales. De hecho, describe a los consumidores como “llenos de caprichos cambiantes e impredecibles” (p. 270), de forma que las empresas y emprendedores deben competir para cumplir con sus expectativas, ya que no tienen influencia sobre estas. Esta libertad del consumidor hace posible la conformación de un mercado organizado espontáneamente, ya que los consumidores tendrían la voz final sobre qué negocios se quedan compitiendo en el mercado, determinando la entrada y salida de empresas de forma espontánea y sin necesidad de intervenciones, lo que se conoce como “soberanía del consumidor”.

Es importante notar que la noción austriaca de orden espontáneo del libre mercado se diferencia de la noción neoclásica de equilibrio competitivo. En contraste con la simple estática comparativa de los neoclásicos, los austriacos tienen una visión compleja y dinámica, como apunta Hayek (1978b):

Los economistas suelen describir un orden en donde la competencia se produce en un equilibrio, lo que presupone que los factores ya han sido descubiertos y que la competencia ha cesado. El concepto de orden que prefiero por sobre este de equilibrio tiene la ventaja de que podemos hablar sobre un orden que puede ser tomado de varias formas, y ese orden puede mantenerse a lo largo del proceso de cambio. (p. 184)

Para entender mejor esta distinción, podemos considerar dos corrientes del pensamiento sobre el orden. La primera, el realismo empírico, suele estar presente dentro de los modelos económicos clásicos. La segunda, el realismo crítico, encajaría más con la idea de orden planteada por Hayek. De acuerdo con Fleetwood (1996), el realismo empírico enfatiza la epistemología, de modo que “el conocimiento del mundo exterior se reduce al conocimiento de lo que puede ser percibido mientras que lo que no se puede percibir no puede ser conocido y, por tanto, es inadmisible para la ciencia” (p. 731). Tomando en cuenta esto, el conocimiento estaría dado por eventos a través de la experiencia, por lo cual se forman patrones constantes que llegan a constituir un equilibrio. Por otro lado, el realismo crítico indica que la naturaleza del mundo determina la forma en que obtenemos el conocimiento, definiendo a esta naturaleza como “escalonada y transformacional”. Además, como principal diferencia entre estas dos corrientes del pensamiento se plantea la priorización que le da el realismo crítico a la ontología.

De esta manera, la corriente del realismo crítico se acercaría a lo planteado por Hayek dado que el orden no se describe como un estado, sino como un proceso en constante evolución y sin un punto definido de terminación. Así, las ideas de Hayek tampoco se centran en una tendencia hacia un estado final o equilibrio; para él esta tendencia se dirige hacia una coordinación de las expectativas que sea mejor que otro sistema socioeconómico alternativo. Esta afirmación de Hayek sobre la creación de sistemas socioeconómicos espontáneos no se basa en poder demostrar o describir un equilibrio único o estable, sino más bien busca dar explicación de cómo una economía basada en el libre mercado hace uso de todo el conocimiento existente para coordinar acciones y consecuencias, y, por lo tanto, genera un orden mejor que cualquier otra alternativa.

Además de la filosofía, el concepto del orden espontáneo también puede ser materia de discusión en la justicia. En esta línea, se plantea que los individuos siguen un conjunto de leyes generales e instituciones que surgieron de manera espontánea para interactuar entre ellos de manera independiente y aleatoria. Sin embargo, según Hayek, en el siglo xx no existe grupo político que no desee proponer la implementación de una dirección central de casi todas las acciones humanas, cuando en realidad es evidente “la facilidad con la que se podía haber simplemente mejorado las instituciones de una sociedad libre considerada como un mero accidente, producto de un peculiar crecimiento histórico que podría haber tomado otro rumbo” (Hayek, 1948, p. 119). Con respecto a esto, Hayek (1944) argumenta que

el Estado debe limitarse a establecer reglas que se apliquen a tipos generales de situaciones y debe permitir a los individuos la libertad en todo lo que dependa de las circunstancias del tiempo y el lugar, porque sólo los individuos involucrados en cada instancia pueden conocer plenamente estas circunstancias y adaptar sus acciones a las mismas. Si las personas pueden usar su conocimiento de manera efectiva al hacer planes, deben poder predecir las acciones del Estado que pueden afectar estos planes. Pero si las acciones del Estado han de ser predecibles, deben estar determinadas por reglas fijadas independientemente de las circunstancias concretas que no se pueden prever ni tomar en cuenta de antemano; y los efectos particulares de tales acciones serán impredecibles. Si, por otro lado, el Estado dirigiera las acciones del individuo para lograr fines particulares, sus acciones tendrían que decidirse sobre la base de las circunstancias plenas del momento y, por lo tanto, serían impredecibles. De ahí el hecho familiar de que cuanto más “planifica” el Estado, más difícil se vuelve la planificación para el individuo. (p. 79)

De esta forma, el autor no defiende la eliminación del Estado, sino plantea que este tenga un rol mínimo, limitado a poner reglas generales en una sociedad. No obstante, existe una corriente de pensamiento desarrollada por Rothbard (1973) que plantea la idea de “anarcocapitalismo”, que sí rechaza la existencia total del Estado. Asimismo, Rothbard desestima la presunta concepción de este como un ente inmaculado, indicando que su existencia no es fruto de una evolución a través de la “mano invisible”, como indica Nozick (1977), sino que surgió a través de procesos de violencia, conquista y explotación. Más adelante, Rothbard (1982) plantearía que ninguno de los Estados contemporáneos sería aceptable y señalaría que la única existencia justificable del Estado es aquella que avanza hacia la futura sociedad anarcocapitalista.

3. ANÁLISIS CRÍTICO DEL ORDEN ESPONTÁNEO

3.1 Enfoque institucionalista

Según la escuela austriaca, los individuos siguen un conjunto de leyes generales e instituciones que surgieron de manera espontánea para que puedan interactuar entre ellos de forma independiente y aleatoria. Según Hayek (1948), cuanto más planifica el Estado, más difícil se vuelve la planificación para el individuo: “al intentar traer un orden al caos, aplicar la racionalidad en la organización de la sociedad y tratar de moldearla en cada detalle, surgieron los más graves problemas” (p. 119).

Contra la visión austriaca, Chang (2002) resalta la importancia del estudio histórico de la economía y las instituciones. A partir de este enfoque, encuentra que muchos de los países que hoy predican el libre comercio llegaron a su nivel de desarrollo actual sin ponerlo en práctica. El autor señala que estos países “subieron por la escalera de no aplicar el libre comercio y luego la patearon”, pues son estos mismos los que promueven la idea de que los países pobres no deben hacer otra cosa más que implementarlo. Además, resalta que la mayor brecha entre la historia real y la historia imaginaria de la política comercial es la perteneciente a Estados Unidos y Reino Unido, países que en sus estados iniciales fueron los pioneros y más grandes practicantes de medidas comerciales intervencionistas, políticas industriales y todo tipo de proteccionismo, como promover sus industrias nacionales a través de aranceles, altas tasas aduaneras, subsidios y más. De este modo, con evidencia histórica de por medio, es posible argumentar que no siempre la intervención del Estado conduce a ineficiencias económicas, sino que muchas veces promueve el crecimiento.

En línea con lo señalado, Acemoglu y Robinson (2012) se plantean la cuestión de por qué fracasan las naciones y llegan a la conclusión de que el éxito o fracaso de una nación, en cuanto a su nivel de desarrollo, depende de la calidad de sus instituciones. Además, realizan una distinción entre dos tipos de instituciones, inclusivas y extractivas:

Las instituciones económicas inclusivas, como las de Corea del Sur o Estados Unidos, son las que permiten y fomentan la participación de las masas en actividades económicas que aprovechen al máximo sus talentos y habilidades y que permiten a las personas tomar las decisiones que deseen. Para ser inclusivas, las instituciones económicas deben asegurar la propiedad privada, contar con un sistema legal imparcial y una prestación de servicios públicos que ofrezcan igualdad de condiciones en el campo en el que las personas pueden intercambiar y contratar; también debe permitir la entrada de nuevos negocios y permitir que las personas puedan elegir sus carreras. (p. 88)

En cuanto a las extractivas, Acemoglu y Robinson (2012) también afirman:

Tales instituciones están diseñadas para extraer ingresos y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a diferentes subconjuntos. ... Crean una tendencia general hacia luchas internas, porque conducen a la concentración de la riqueza y el poder en manos de una élite estrecha. ... Durante un tiempo, el Estado puede ser capaz de crear un rápido crecimiento económico mediante la asignación de recursos y personas, pero este proceso es intrínsecamente limitado. (pp. 90, 106)

A partir de la evidencia que encuentran estos autores, se puede criticar a Hayek, pues resulta difícil creer que el mero orden espontáneo puede eliminar las instituciones extractivas de manera natural, debido a que muchos Gobiernos y élites se oponen al cambio hacia una alternativa cuya meta sea limitar su poder oligárquico. Muchas de las transiciones de políticas extractivas a inclusivas se han dado por la voluntad de los nuevos gobernantes para romper gradualmente con la estructura que heredaron. Es complicado que las instituciones cambien sin la implementación de políticas firmes y efectivas. Un gran ejemplo es la esclavitud. Durante mucho tiempo, esta fue el centro de la economía alrededor del mundo. En algunos países de África y de otros continentes, esta estructura prevaleció por mucho tiempo debido a que los mandatarios no querían perder sus privilegios heredados. Sin la intervención de las masas y las diferentes luchas por un cambio, difícilmente se hubiera podido establecer su abolición.

Por otro lado, contra la visión de Hayek sobre la existencia de un sistema de precios que sintetiza toda la información de manera espontánea, se encuentra Galbraith (1960), quien afirma que en la economía actual se ha producido una reversión del orden. En esta economía capitalista ya no se administran recursos escasos para satisfacer las necesidades de los individuos, sino que, por medio de técnicas de ventas y todo tipo de publicidad, las empresas comenzaron a direccionar las necesidades humanas hacia la expansión de sus ventas:

Las modernas instituciones de la publicidad y la técnica de ventas establecen el enlace más directo entre la producción y las necesidades. No pueden acomodarse a la noción de unos deseos espontáneos, ya que su objetivo primordial es el de crearlos —el de dar vida a unas necesidades que anteriormente no existían. ... Un nuevo artículo de consumo debe ser introducido con una campaña publicitaria para despertar un interés por el mismo. El camino hacia una expansión de la producción debe allanarse con una conveniente expansión del presupuesto de publicidad. Los desembolsos que se realicen para la fabricación de un producto no son más importantes, de acuerdo con la estrategia de la empresa comercial moderna, que los desembolsos que se efectúen para elaborar una demanda para ese producto. (p. 154)

Por lo tanto, un aumento del PIB no necesariamente significa que se están satisfaciendo las necesidades de los individuos. Puede ser que estas hayan crecido más y, por ello, las personas se encuentran más insatisfechas que al comienzo.

3.2 Enfoque de la economía conductual

Hayek (1945) explica cómo la organización descentralizada de la economía, es decir, la carencia de una entidad central que regule y administre la planificación económica, es ventajosa porque incorpora la mayor cantidad de información disponible, esto es, la de todos los individuos. De esta manera, Hayek muestra cómo los mercados resultantes del orden espontáneo son más eficientes que aquellos regulados, siempre y cuando los individuos puedan tomar decisiones con la información única que poseen. Adicionalmente, señala que es mediante el precio que la información se transmite rápidamente entre todos los participantes del mercado, y así pueden ajustar sus decisiones de manera pertinente, sin necesidad de que exista comunicación entre los individuos que lo conforman.

El problema del orden espontáneo es que se sostiene sobre el supuesto de la supremacía de la información única del individuo que se origina de las experiencias y conocimientos propios de cada uno, ignorando que la información que este recibe puede ser fácilmente manipulada o tergiversada para que actúe en contra de su mejor interés. Es en esta área que la economía conductual busca entender cómo los individuos supuestamente racionales son controlados por sesgos cognitivos y heurísticos.

De esta manera, Shiller (2000) explica los efectos de las anclas psicológicas en los mercados financieros al plantear cómo las personas determinan si el mercado se encuentra sobrevaluado o subvaluado, cuál debería ser el precio verdadero, y si deberían comprar o vender. Así, encuentra evidencia de patrones de comportamiento que sugieren la existencia de anclas psicológicas que no deberían encontrarse si los mercados actuaran de manera racional. Asimismo, distingue dos tipos de anclas psicológicas: las cuantitativas y las morales.

Anteriormente, Tversky y Kahneman (1974) realizaron un experimento en el que identificaron el anclaje cuantitativo. El experimento consistía en girar una rueda de la fortuna con valores de 0 a 100 y pedirles a los participantes que estimaran porcentajes para contestar una serie de preguntas, indicando si su estimación era menor o mayor al valor resultado de girar la rueda de la fortuna. Los autores notaron que los porcentajes que respondieron los sujetos estaban influenciados por el valor en el que paraba la rueda. Por ejemplo, si la rueda paraba en 10, la respuesta mediana de los sujetos era 25, pero si la rueda paraba en 65, era 45. De este modo, se demostró el efecto anclaje, es decir, que las decisiones de los individuos son fuertemente influenciadas por anclas cuantitativas, incluso cuando estas anclas tienen poca relación con las decisiones mismas.

Asimismo, Shiller (2000) señala que el ancla más común de las acciones es el último precio que el inversionista recuerda, lo cual explica la similitud de los precios día tras día. Adicionalmente, los inversionistas pueden utilizar los precios pasados como anclas, lo cual explica la orientación a que se reviertan las tendencias en los precios de las acciones. También, se reconocen como anclas los precios milestone en índices, lo que explica el comportamiento irracional de varios índices cuando llegan a estos (usualmente números enteros o de importante significado). Además, las acciones pueden estar muy ancladas a los cambios en los precios de otros stocks, lo cual explica por qué las empresas de la misma industria, pero en diferentes países, tienden a tener menor similitud en movimiento de precios que empresas de diferentes industrias en el mismo país. Por su parte, Peterson y Hsieh (2003) muestran que instrumentos financieros derivados de bienes raíces que se intercambian en los mercados financieros se comportan más como acciones que como el activo que respaldan. Todos estos ejemplos demuestran el sesgo del anclaje cuantitativo en el mercado financiero.

En el caso del anclaje moral, este se basa en que los mercados dependen de historias y razones para que la gente mantenga sus inversiones en contra de la necesidad de consumir la riqueza que estas representan. Shiller (2000) explica cómo el mercado no puede crecer desmesuradamente debido al anclaje moral: si el mercado empieza a subir tanto al punto de que la discrepancia entre la riqueza de las inversiones y los niveles de vida fuese muy grande, estos individuos estarían incentivados a vender para disfrutar de sus ganancias, pero, evidentemente, si todos hicieran lo mismo, el precio caería a los niveles previos, ya que no habría compradores. Por ello, el mercado de valores solo puede seguir creciendo siempre y cuando los inversionistas tengan incentivos para no vender sus inversiones y disfrutar de las ganancias. Las personas toman muy en cuenta las historias y las narrativas detrás de sus decisiones de inversión y podrían ser motivadas a invertir en una acción o mercado después de escuchar las historias de éxito de otras personas que invirtieron de manera similar.

Shiller (2000) afirma adicionalmente que el exceso de confianza es un sesgo psicológico común que altera la percepción racional sobre la información disponible. Fischhoff et al. (1977) les hicieron simples preguntas de conocimiento a personas, y luego las interrogaron sobre la probabilidad de que hayan contestado correctamente. Los autores descubrieron que la mayoría tiende a sobreestimar la probabilidad de su certeza. De hecho, cuando las personas mencionaron estar seguras de que su respuesta era la correcta, solo tenían razón un 80 % de las veces. Una de las razones más comunes para el exceso de confianza es el magical thinking, esto es, la creencia de que tomar una decisión influirá sobre el resultado del evento. Se ha comprobado que las personas están más dispuestas a hacer una apuesta más grande sobre una moneda que todavía no se ha lanzado que sobre una moneda ya lanzada, porque creen que al hacer la apuesta van a influenciar de cierta manera en que el resultado las favorezca, aun sabiendo que esta idea es irracional, por lo que mucha gente se ve influenciada por supersticiones y su instinto.

Estos son solo algunos de los sesgos y reglas heurísticas que la economía del comportamiento ha evidenciado en el comportamiento de varios inversionistas. El orden espontáneo de Hayek propone que es esa información única de todos los individuos que se comunica mediante el precio la que permite que exista un mercado eficiente sin necesidad de una entidad reguladora. Aun así, el mercado financiero es uno de los más regulados en el mundo. ¿Esto es necesario? Desde el punto de vista austriaco, se estaría generando una pérdida de eficiencia mediante regulaciones, ya que muchas veces se restringe la libertad de actuar de los individuos según sus propios intereses. Muchos argumentan que estas regulaciones son necesarias, ya que protegen a los inversionistas más vulnerables de sesgos y reglas heurísticas de manipulación por parte de otros actores que tengan el poder suficiente para influir en el precio de un activo. De hecho, muchas crisis financieras se deben a que un grupo selecto de individuos se aprovechan de la falta de regulación para “ganarle al mercado”. Esto ha generado pérdidas millonarias y desconfianza en el mercado de valores, que es uno de los más grandes motores de la economía por su importancia como distribuidor eficiente de capital. En ese sentido, se podría entender que la pérdida de eficiencia producto de regulaciones en mercados como el financiero es un “mal necesario” para evitar una mayor pérdida de eficiencia causada por la manipulación de individuos que buscan maximizar sus ganancias a costa del beneficio del resto.

3.3 Enfoque poskeynesiano

Según la escuela austriaca, las personas interpretan el significado que les dan a las cosas a través de la autocomprensión; en palabras de Hayek (1952), “interpretamos los fenómenos a la luz de nuestro propio pensamiento” (p. 165). El siguiente paso, para este autor, es que, a través del sistema de precios, se coordinen todas estas percepciones individuales y se distribuya a los agentes implicados la información relevante (Hayek, 1945).

En contraste, desde el enfoque poskeynesiano, se conceptúa una subjetividad socialmente formada en tanto las interacciones entre individuos generan “significados intersubjetivos” que constituyen la base para la acción. Así, como apunta Taylor (1985), las interpretaciones de los individuos solo serán coherentes dentro de un contexto holístico o de toda la matriz social de la cual el individuo forma parte. De este modo, las personas ejercen una “libertad situada” en tanto los significados individuales dependen de un todo. Claramente esto se aleja del individualismo metodológico de los austriacos y da lugar a un sistema de interacciones ya no espontáneo, sino condicionado por las instituciones.

Por otro lado, desde el enfoque austriaco, la existencia de restricciones mutuamente impuestas sobre el comportamiento individual permitirá que los mercados sean sistemas de autorregulación (Smith, 1776). En otras palabras, el orden espontáneo, a través del sistema de precios, eliminará cualquier distorsión, de tal forma que generará confianza en el sistema por parte de los individuos. No obstante, desde el punto de vista poskeynesiano, Minsky (1986) advierte que

el libre mercado es un sistema financiero sofisticado, complejo y dinámico que genera endógenamente serias fuerzas desestabilizadoras, de modo que las graves depresiones son consecuencias naturales del capitalismo no intervencionista, por lo tanto, las finanzas no pueden dejarse en manos de los mercados libres. (p. 326)

Por ende, en oposición a la visión de Hayek, Minsky afirma que las acciones voluntarias de los individuos resultarán inevitablemente en una crisis económica, incluso cuando los agentes económicos tengan confianza en que el sistema de precios se autorregula espontáneamente. En consecuencia, no es recomendable dejar que el mercado siga un orden espontáneo, ya que dentro del mismo sistema se terminará no solo generando desequilibrios económicos, sino también crisis de confianza de los agentes en la medida en que pierdan la fe en la convención que sostiene el proceso de generación de expectativas, en este caso, el libre mercado (Crotty, 1994). Por lo tanto, con el fin de frenar los excesos de una economía de libre mercado, se requeriría la participación del Gobierno en la orientación y coordinación de proyectos de inversión y en la regulación de los mercados financieros (Amsden, 1989).

Asimismo, Minsky (1986), atendiendo a las consecuencias del libre mercado, argumenta que:

La teoría de la inestabilidad financiera señala que lo que realmente sucede cambia a medida que las instituciones evolucionan, de modo que, aunque los ciclos económicos y las crisis financieras son atributos inmutables del capitalismo, el camino real que atraviesa una economía depende de las instituciones, regulaciones y políticas adecuadas, en otras palabras, del intervencionismo estatal. (pp. 174-175)

Por otro lado, desde el punto de vista de la escuela austriaca, ante escenarios de incertidumbre, las personas se guiarán y formarán sus expectativas a través del sistema de libre mercado, siendo un procedimiento en el que diferentes hipótesis sobre el futuro se plasmarán en actos emprendedores y se probarán en el sistema (Hayek, 1978a).

Pese a lo mencionado, desde el enfoque poskeynesiano, las expectativas de los individuos se regirán principalmente por “convenciones”, las cuales no son reglas formales o costumbres evolucionadas, sino estructuras de creencias económicas interdependientes que reflejan las evaluaciones mutuas de comportamiento de los agentes (Davis, 1994). Así, las convenciones surgen no solo por la falta de información respecto al futuro, sino que son reglas compartidas de comportamiento que permiten a los individuos tomar acciones en situaciones en las que los resultados futuros de estas acciones son desconocidos (Carabelli, 1988). En otras palabras, se establecerá un orden social de conducta como resultado de la acción humana ante la existencia de incertidumbre. Por ende, a diferencia de la concepción austriaca de los precios, estas convenciones funcionarán como un ente sintetizador de información debido a que representan una selección particular del conjunto potencialmente infinito de significados o interpretaciones disponibles de actuar (McKenna y Zannoni, 1993). Por lo tanto, los precios de libre mercado dejarán de funcionar como un mecanismo con los que las personas orientan sus acciones ante el desconocimiento de la información futura.

4. CONCLUSIONES

Si bien el planteamiento del orden espontáneo está basado en encontrar una mejora en la eficiencia social y económica a través de la búsqueda del bienestar propio de cada individuo, existen corrientes del pensamiento que plantean que esta búsqueda puede resultar en situaciones no deseadas. Entendemos que por naturaleza el Estado es ineficiente, ya que no puede conocer las preferencias de cada individuo al elaborar sus políticas, por lo que sus intervenciones no pueden tener resultados maximizadores. Por ello, el orden espontáneo plantea que es mejor dejar a los individuos tomar sus propias decisiones, ya que la información y preferencias únicas les permite escoger lo que es mejor para ellos, lo cual será comunicado mediante el precio al resto de individuos que componen esta “consciencia colectiva”. Este sistema de orden espontáneo, con el precio como único medio de comunicación, llevaría a situaciones eficientes, ya que distribuiría los recursos donde más utilidad les puedan dar los sujetos. La fortaleza del orden espontáneo radica en la individualidad, el concepto de que cada individuo se encuentra en la libertad de tomar decisiones que cree le darán el mayor beneficio, pero esta es, a su vez, su mayor debilidad: el componente humano. Se presume que el homo economicus sabrá siempre tomar las mejores decisiones según la información disponible, pero en esta idea se presume una racionalidad y capacidad de procesar la información sin sesgos que permite que actúe en sus mejores intereses. Sin embargo, como se ha demostrado a lo largo del presente documento, muchas veces los humanos somos condicionados a actuar en contra de nuestros propios intereses.

Argumentos como los presentados por las escuelas de pensamiento mencionadas en los apartados anteriores nos muestran que el precio no podría actuar como único sintetizador de la información, debido a que la dinámica real del mercado no sería la misma que la expuesta por Hayek en el ejemplo del estaño. Sin la existencia de regulación dentro de los mercados financieros, los precios se vuelven fácilmente manipulables por el resto de individuos que participan en el mercado, lo que podría generar una mala sintetización de la información por el resto y beneficios solo para los manipuladores. De esta forma, la regulación dentro de los mercados financieros puede generar ineficiencias, como lo plantea Hayek, pero estas serán necesarias para evitar un mal mayor provocado por un mercado desregulado y lleno de malas interpretaciones de la información disponible.

Asimismo, los individuos no suelen guiarse exclusivamente de la interpretación que le dan a la información disponible, sino que, como lo propone la economía conductual a través de los experimentos de Tversky y Kahneman (1974) o Shiller (2000), suelen utilizar heurísticos y cábalas como determinantes al momento de tomar sus decisiones, yendo en contra del concepto de maximización individual planteado por el orden espontáneo. Además, el individuo no solo puede ser influenciado por cambios en la información o factores de azar, sino que, como se propone desde el punto de vista poskeynesiano, forma parte de un todo más grande que él mismo, por lo que se verá inherentemente influenciado por el ambiente que lo rodea. Esto último incumpliría con la condición de “individualismo” en la que se basa la escuela austriaca, debido a que no reconocería la total independencia del individuo en sí.

En conclusión, el orden espontáneo plantea cómo es que se podría mejorar la eficiencia social a través de una mayor libertad suponiendo individuos racionales con la capacidad de tomar decisiones que maximicen su utilidad, supuestos que, como se explicó anteriormente, no se cumplen en la realidad. Por esto, la propuesta de un orden espontáneo, aunque sobre el papel suena atractiva, en la realidad generaría ineficiencias aún mayores que la existencia de regulaciones.

En términos de recomendaciones, se podría ampliar esta línea de análisis realizando críticas desde otros enfoques pertinentes que no se han incluido en el presente trabajo. Por ejemplo, se podrían desarrollar argumentos desde el enfoque de la política económica, ya que postular que las instituciones y las leyes pueden ser reformadas o cambiadas de acuerdo al contexto en el cual se desarrollan, como propone el mencionado enfoque, implicaría que son productos sociales que no emergen de manera espontánea. Asimismo, se podrían desarrollar críticas desde la neuroeconomía, la economía ambiental, la economía del desarrollo, la teoría de juegos, entre otras teorías.

Créditos de autoría

Bryan Chuquillanqui-Lichardo: conceptualización, metodología, validación, investigación, redacción; preparación del primer borrador, redacción; revisión y edición, visualización, supervisión.

Alia Gonzales: metodología, validación, investigación, redacción; preparación del primer borrador, redacción; revisión y edición, visualización.

Gianni Rissotto: conceptualización, investigación, redacción; preparación del primer borrador, redacción; revisión y edición.

Mauricio Choy: conceptualización, investigación, redacción; preparación del primer borrador, redacción; revisión y edición.

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