Epígrafes. Imaginaciones deseables y otras epistemes

Pedro Russi[1]

Universidad de la República, Uruguay

pedrorussi@gmail.com

 

Recibido: 19/12/2019 Aceptado: 24/3/2020

doi: 10.26439/contratexto2020.n033.4790

Resumen. La propuesta es abrir la discusión, desde la epistemología oral, como base de otras epistemologías, a fin de pensar la comunicación para imaginar futuros deseables para América Latina. La idea del sentipensar como descentramiento de las perspectivas que posibilitan entender procesos educativos abiertos en la incertidumbre de las respuestas. No seguir modelos, moldes o manuales, sino la potencia de la imaginación como estrategia de resistencia frente a los dogmas que se instalan como formas de pensar. Son las interlocuciones las que potencializan nuevas cuestiones que no necesariamente deberán ser respondidas. Ellas sirven para cuestionar mejor. No podemos comprender la acción de imaginar si no entendemos la episteme de las interlocuciones que nos traspasan en el tiempo, imaginar es estar en misceláneas. Hoy, especialmente, imaginar es una de las formas de resistencia.

Palabras clave: imaginar / comunicación / otras epistemes / sentipensar

 

Epigraphs. Desirable imaginations and other epistemes

 

Abstract. The proposal is to open the discussion, from oral epistemology, as the basis for other epistemologies, to think about communication to imagine desirable futures for Latin America. The idea of feeling as a decentralization of the perspectives that make it possible to understand open educational processes in the uncertainty of the answers. Do not follow models, molds or manuals, but the power of the imagination as a resistance strategy against the dogmas that are installed as ways of thinking. It is the interlocutions that potentiate new questions that should not necessarily be answered. They serve to question better. We cannot understand the action of imagining but we understand the episteme of the interlocutions that pass us through time, to imagine is to be in miscellaneous. Today, especially, imagining is one of the forms of resistance.

Keywords: imagine / communication / other epistemes / sentipensar

 

Epigrafes. Imaginações desejáveis e outras epistemes

 

Resumo. A proposta é poder abrir a discussão desde a epistemologia oral, como base de outras epistemologias, para pensar a comunicação e imaginar futuros desejáveis para América Latina. A ideia do sentipensar como des-centramento das perspectivas que possibilitam entender processos educativos abertos na incerteza das respostas. Não seguir modelos, moldes ou manuais, senão a potência da imaginação como estratégia de resistência frente aos dogmas que se instalam como formas de pensar. São as interlocuções as que potenciam novas questiones que não necessariamente deverão ser respondidas. Elas servem para questionar melhor. Não se pode compreender a ação de imaginar senão entendermos a episteme das interlocuções que nos transpassam no tempo, imaginar é estar em miscelâneas. Hoje, especialmente, imaginar é uma das formas de resistência.

 

Palavras-chave: imaginar / comunicação / outras epistemes / sentipensar

 

 

 

 

 


 

 

 

La gracia de un universo sin un centro claro es que depende de nosotros dónde ubicarlo y cambiar nuestra perspectiva. Omnium te invita a cambiar tu centro, tu perspectiva, a buscar nuevos horizontes, a sorprenderte, a abrirte a nuevas experiencias. Omnium, tu universo por descubrir.

Etiqueta de un vino argentino

 

Corría el mes de julio del 2019 cuando recibí la invitación para participar en este conjunto de pensamientos que llevaría por título “Comunicación para imaginar futuros deseables en América Latina”. Una invitación provocadora, ¡de esas que son buenas invitaciones! Comparto brevemente algunas ideas de la respuesta. Me gustó la propuesta y el tema; me parece vital retomar las utopías, imaginar, construir mundos posibles como resistencia concreta, porque eso nos permite resignificar el mundo cotidiano en el día a día. Me parece vital porque es desafiante, en un momento geopolítico en el que nos dicen que no hay lugar para imaginar-soñar. Los sueños nos mueven, permiten caminar, como el horizonte, decía Galeano en la “Ventana sobre la utopía” (2005); la utopía es como el horizonte, caminamos un paso y se aleja un paso, sirve para eso, para caminar.

Caminar, en ese sentido, es resistir de manos dadas y tornarse subversivo a la parálisis que quieren imponer y desean establecer como única y santa norma de vida los guardianes de la moral. Por eso, me parece lindo y comprometidamente importante el tema elegido. Pienso, en varias ocasiones, que estamos donde estamos porque nos frenamos en algunos sueños; por lo tanto, imaginar futuros es colocar latidos intensos para movernos y desear futuros.

La propuesta no es dar conceptos o definiciones, sino compartir ideas como cuando estamos conversando en un café y nos proponemos dejar que las cosas imaginadas se entreveren, una miscelánea. De esa forma, me paro sobre la piedra de una episteme oral que se hace presente como espíritu e invitación que viene desde aquellos cafés vivenciados por Borges, Kafka, Cortázar, Galeano, Marx-Engels (su primer encuentro “formal” fue en un café de París en agosto de 1844). En esos espacios de oralidad tertuliana se escribieron y leyeron inferencias que, por ventura, fueron condimentadas con algún tango-jazz.

Eso nos provoca pensar en el caminar abductivo —potencia de nuevas ideas, potencia creativa, potencia de preguntar desde las entrañas, sorprenderse—, caminar incitador y frágil; y en su fragilidad, la fuerza. Son las interlocuciones las que potencializan nuevas cuestiones que no necesariamente deberán ser respondidas. Ellas sirven para preguntar mejor. No podemos comprender la acción de imaginar si no entendemos la episteme de las interlocuciones que nos traspasan en el tiempo; imaginar es estar en misceláneas. No se puede imaginar desde la doctrina, dogmas y actos de fe, obscurantismos —monocultivo intelectual, razones pétreas—. En ese sentido, imaginar es un acto hereje. En un tiempo largo quienes imaginaron fueron quemados por la Inquisición ad majorem gloriam Dei[2]; hoy las modalidades de hogueras son otras, pero que las hay, las hay.

Existen muchos epígrafes que quedan colgados sin que nada ni nadie los rescate para incorporarlos; sin hacerse cuerpo en el texto, están para sugerir nada ni expresar una idea tejida con el resto. De tal forma, son utilizados como palabras lindas, más para una función estética que ética. Y allí permanecen en total olvido o como frases de efecto. Muchas veces, dependiendo del autor, el epígrafe gana un destacado lugar, como sucede con La Gioconda (1503). Al tiempo que glorifica a Leonardo (1452-1519), lo reduce a ella misma y lo condena al desconocimiento, por ejemplo, de sus acciones alquimistas en sus notas de cocina. ¡En la cocina! Mientras La Gioconda sonríe, Leonardo en la cocina se carcajea a lo Pantagruel (Da Vinci, 1997).

El imaginar y la imaginación tienen relación con la cocina como lugar inferencial, o sea, creativo. Cocinar es mezclar, es alquimia, es entrar en el juego epistémico que una vez Oswald de Andrade denominó —en su Manifiesto antropófago (1928)— como antropofagia (“Tupi, or not tupi, that is the question”). Al sentipensar antropofágicamente, estamos descentrando, sacando el centro del propio centro epistémico, esto es, cometiendo una herejía sobre la centralidad. Es cambiar la perspectiva no solo por localizarnos en otro lugar, sino porque la perspectiva —lugar de enunciación— es un estado ético como forma de comprender-hacer el mundo. Así resignificamos ese lugar de enunciación, porque imaginar futuros es ponernos a disposición para ser devorados por aquello que nos sorprende. Sentipensar quiere decir e implica hacerlo desde el corazón, desde las entrañas, es visceral, con las tripas.

La potencia de la sorpresa no está en nosotros o en la cosa, está en la relación que establecemos, en el “entre”. Dejarse sorprender es dejarse masticar por ese intermedio que se construye en la relación. Así también, imaginar es lo que está por venir, lo que se está por descubrir, utopía. La fuerza reside en “lo que está por venir”, como invitación a vivir la cocina de las cosas, no en el sentido despectivo que nos han insuflado, sino como la acción alquimista que es, por medio de la cual se desarrollan las pretensiones del experimentar. Experimento como experiencia de inteligencia, entendida la inteligencia como enlaces y revoltijo de ideas que permiten salir de las zonas de confort, de los lugares comunes. De este modo, podemos considerar la interlocución inteligencia-cocina como un espacio-acción per se heterogéneo y no como vacío. Es decir, donde se entrecruzan las tramas de la vida que nos resignifican, podemos relacionarlo con lo que Foucault (1986) denominó como heterotopía, en el sentido de las relaciones irreductibles unas a las otras. Asociar es imaginar. Imaginar es un no saber, que es una respuesta que se abre y no es definitiva.

La inquietud de las temporalidades epistémicas

[…] nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.

Borges (1971)

Borges, como siempre, deja desafíos. Observo en ese de ahí el tiempo lento, un tiempo que se lanza a nuestro encuentro, al silencio de tomarse el tiempo —porque no vale oro—, para pensarnos como docentes, investigadores, estudiantes, ciudadanos. Si hablamos de imaginarnos en esta América Latina, es depararnos una contemporaneidad agitada, de lógicas urbanas y sobresaturada de informaciones —datos masivos (big data), algoritmos, ciudades inteligentes—. La información es tratada como notificaciones que, de manera brusca y sutilmente, indican las reglas para vivir mejor, la más indicada: aislarse, no meterse, cada uno meritoriamente hace su parte. Pero imaginar es la experiencia a contrapelo del statu quo, es una promiscuidad ante el deber ser del capitalismo neoliberal. Y ese capital tiene fe en la perfección del mundo construido y, consecuentemente, desconoce, sofoca o extingue todo aquello que se lance a buscar los intersticios que le demuestran su falsedad. Imaginar es también entender estas peculiaridades de la complejidad epistémica.

La inquietud de buscar intersticios es subversiva, o sea, poner hacia abajo lo que está arriba. Dar vuelta, invertir el mapa[3] como localización geográfica establecida, para que nuestro norte sea el sur, es resituar el mapamundi y, por lo tanto, resignificarnos. Esa postura a contrapelo y miscelánea nos relocaliza en nuestras esencias creativas. Uno de los giros debe ser en la educación. No en el sentido de modelos a seguir, sino como praxis epistémica para pensar la educación en dinámica subversiva —trastornar, invertir, revolver o destruir—, ese dar vueltas que también fortalece lo introvertido en las controversias.

La idea es comprender la educación a contrapelo de los modelos llenos de protocolos cuantitativos, pruebas internacionales comparativas —recordemos PISA[4], que está directamente relacionada con OCDE[5], otra discusión altamente necesaria— y cálculos del CI (coeficiente intelectual), que nada tienen que ver con la dinámica creativa e imaginativa de la vida. Somos sentipensares, no átomos, máquinas industriales o ejecutores exaltados de modelos homogeneizadores que pasteurizan lo educativo. Es la industria de las conexiones en deterioro de los vínculos, de lo teatral. Vincularse es poder errar, intentar otras respuestas, experimentar y articular hipótesis —inferir—, responder para mejor cuestionar. Un caminar que posibilitará entramados inferenciales. Así, el error es también una acción filosófica, dirá Bachelard (2004).

Distinguir las dinámicas educativas como la potencialidad de imaginar e inferir caminos para tejer nuestras perspectivas de enunciación, y así trazar experiencias del sentipensar y no de racionalismo/cientificismo. Una cosa es comprender lo que estoy comprendiendo y otra muy distinta es responder para demostrar a los guardianes de la moral lo que he conocido para encajarme, a lo Procusto[6], en los cánones de los coeficientes de aprendizaje. Pensando en los manuales de metodología, recuerdo igualmente el Manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño, un manual mexicano que sirvió de guía entre la clase burguesa pudiente durante el porfiriato[7], entre 1876 y 1911, en el cual se explica las “peculiaridades” del deber ser del carácter femenino. La dominación de los cuerpos, de las emociones, de lo femenino. Así como también fuimos encajados, con las mejores intenciones, en un nombre y reproducimos dicha acción, lo que a futuro es otra discusión interesante­.

En ese sentido, el aula en su cotidianeidad necesita ser resignificada como laboratorio, como un proceso lúdico interpretativo, en contraposición a la lógica calculista de la meritocracia. La innovación pedagógica del aula no está acotada a dispositivos tecnológicos (¡siempre actualizados!), sino se entrelaza a las cuestiones construidas por los colectivos e individuos de ese cotidiano, también con pizarrón, tizas y el fortalecimiento de la oralidad-escucha. Eso, diría Peirce, es porque la “fiebre por aprender que debe consumir hasta el alma de un hombre, que va a infectar a otros con la misma enfermedad” (CP 5.538, 1898[8]); la fiebre de querer comprender.

Por consiguiente, la acción comprensiva no puede ser dicotómica ni moralista. Entonces, será vital el combate a los dualismos, buscando la conexión, la continuidad y el contexto. Superar las dicotomías expande el espíritu del sentipensar, como aquel espíritu que sigue el crecimiento, lo inferencial, porque cuida la imaginación. Frente a las posturas racionalistas, debe ser fortalecida la imaginación como sustento de las interpretaciones sobre y desde el mundo en que vivimos. Ver en lo educativo la comunidad más que el equipo, a saber, el aprendizaje como proceso social histórico.

El tiquismo (del griego tyche, accidental), diría Peirce (CP 6.24, 1891), podría ayudarnos a comprender que, al mismo tiempo de recibir la invitación para escribir esta reflexión, llegó una segunda. Esta última, desde una mirada ligera y superficial, no tendría ninguna relación con la primera, porque venía desde la Unidad de Extensión de la Universidad de la República, en la cual soy docente. La segunda propuesta, a simple vista, podríamos decir que era sencilla: como docente de la universidad y formado en comunicación estaba invitado a brindar una charla a estudiantes preuniversitarios[9] de entre 16 y 17 años. ¿Dónde? En un liceo público en la ciudad de Quebracho[10] en el interior del departamento[11] de Paysandú. ¿Tema? Comunicación, así de “simple”. La charla sería ofrecida en el marco de un acercamiento de los liceos a la universidad. Podríamos decir: la próxima casa de estudios; “casa de estudios” es una idea muy fuerte que merece ser discutida, pero que dejamos para otro momento.

Frente a la idea de que sería algo habitual, comenzaron a surgir otras operaciones de sentidos y a circular otros sentidos, donde la complejidad a la cual me enfrentaban ambas invitaciones tomaba forma e intensidad. Las dos proponían un juego epistémico intenso, “la potencia de la imaginación”. Dicho de otro modo, que los estudiantes del interior puedan plantearse la utopía de romper el ciclo repetitivo de verse obligados a quedarse en el lugar de origen por falta de alternativas, es decir que tengan la posibilidad de imaginarse emocional y corporalmente en otro lugar. Eso es un futuro deseable para toda América Latina. Estoy compartiendo una situación puntual, sabiendo que la podemos ampliar a otras esferas interpretativas próximas y distantes. Y así trasladarse, como operador de sentido, a otras vivencias que podamos tener como docentes, investigadores, etcétera.

¿Cómo proponer a los estudiantes del liceo una experiencia de caminada a la kairós (no el tiempo de recorrer, sino la forma de caminar), y no en el sentido del tiempo cronometrado? La invitación para ir al liceo fue para conversar —linda y escasa palabra del vocabulario cotidiano—, que es también imaginar. Un día se me ocurrió una palabra: cafear, porque no es solamente tomar un café, es todo un sentipensar que se entremezcla en/con el café. Frente a la invitación, conversar, imaginar, cafear, navegaron en mis entrañas, por “mi” mente, que va mucho más allá del anatómico cerebro y lejos de la lógica binaria.

Así, muchas cosas se movieron, “muchas cosas acontecieron” —decía una letra de Canciones para no dormir la siesta[12]—, ¿cuáles serán las inquietudes, las preguntas, las miradas, los cuerpos que se instalarían a escuchar que alguien llegue para compartir su mirada sobre el mundo, mundo de él y no de ellas(os), mundos distantes y cercanos al mismo tiempo, de qué hablar, habrían sido ellas(os) quienes eligieron el tema comunicación, y si fue así, qué interesante, y si no fue así, por qué ese tema, cómo pensar y empezar a conversar, desde qué lugares de enunciación podemos establecer el “puntapié inicial”, entrarán en el juego del ajedrez de la conversación como comunicación en su sentido profundo…? Cuestiones que, volcánicamente, se presentaban y permitieron reunir sobre la mesa otras interpelaciones surgidas en el momento del encuentro con los estudiantes. Cuestiones que todavía están merodeando como los fantasmas shakesperianos y los de Godot.

El desafío estaba puesto, hablar sobre ¿comunicación o Comunicación? La minúscula o la mayúscula no son un simple detalle o adorno lingüístico. Es un juego epistémico y lingüístico: comunicación como proceso dinámico, vincular, como manera de pensar y no como área de estudio (mayúscula) o disciplina. En el tiempo que pudimos compartir, hablamos sobre comunicación (minúscula), y desde allí se establecieron las provocaciones, idas y vueltas. La comunicación más allá de los medios, y así entendernos en la comunicación como nuestras historias, memorias, imaginarios y también nuestros procesos de aprendizajes. Justamente, una acción para rescatar la comunicación de la trampa de los medios (radio, TV, internet, redes digitales…), para comprenderla como circulación de sentidos, para relocalizarla y resignificarla como proceso del sentipensar el mundo.

Por consiguiente, frente al desafío de hablar sobre comunicación, ingresamos por los laberintos de las dudas que aparecen frente a nosotros cuando nos preguntamos: ¿qué hacemos cuando nos hacemos preguntas?, ¿qué es investigar sobre algo, cómo preguntamos, qué entendemos por “ser inteligentes”, por qué se entiende la velocidad como sinónimo de ser capaz e inteligente y la lentitud como retardado?, ¿es una prueba o examen la que dirá quién aprendió y quién no?, ¿cómo entender el desafío de que la ciencia es arte y así desafiar el cientificismo instalado…? Lo cautivador fue experimentar, colectivamente, que ese laberinto no tenía hilo de Ariadna; al contrario, los hilos fueron soltados y entreverados.

Permiso para un paréntesis. En la amplia sala en la que estábamos conversando, había una instalación, una expresión llamada artística de hilos entrelazados, “telas de araña”, hecha por alguien o algunas-muchas manos que se dedicaron a dejar algo para quienes se enfrentaran futuramente a ese objeto. Era un tipo de entrelazado de hilos y fotografías colgadas, memorias… imaginación-comunicación-conversaciones, instantes. Muy significativo por la forma y camino elegido para colocar los pies en el laberinto. Me gustó, como si alguien-algunos se adelantaran y nos provocaran desde otra instancia paralela. Cierro paréntesis.

El inicio de la conversación con los estudiantes fue sobre el teatro, especialmente el teatro callejero, como puntapié y desafío de pensar que la vida la hacemos, que no hay destinos ya marcados. El teatro callejero se va haciendo; el improviso y lo inesperado son fuertes pilares esenciales.

¿Y si pensamos la educación desde esas perspectivas, desde esas enunciaciones y saberes? ¿Qué sucede con ambos pilares al entrar en un sistema educativo, sea primaria, secundaria o la universidad? ¿Cómo imaginar si todavía nos sentamos en fila y establecemos con el otro únicamente contacto cervical posterior (“la nuca”), en vez de facial y frontal? ¿De qué maneras construir futuros deseables para América Latina desde la cervicalidad? ¿No habría algo de relación entre el fortalecimiento de las conexiones y la extirpación del improviso e inesperado que son vinculares?

Es desde lo vincular que, como personas-personajes, tenemos la potencia, cualidad y características de entender nuestros procesos. Es decir, el desafío de sabernos en las ideas que vamos tejiendo —como aquella artística tela de araña ofrecida en el salón—, y que avanzamos más entre las sobras que entre las luces. Max-Neef (1991) bien decía que comprender es navegar entre mundos, no es hacer/ejercer una profesión, sino estar en una profesión. La conversación con los estudiantes fue entrando en el laberinto de lo comunicacional para comprender que somos simbólicos (ecológicos), porque somos sociales y en interacción, somos al estar con los otros. La sociedad no es un tema de méritos individualistas —la tal meritocracia—, sino que es algo en proceso, en interacciones esenciales, es decir, en comunicación.

Por consiguiente, saber biología no es responder un examen, sino comprender cómo comprendemos biología, es decir, entender cómo hacemos nuestro camino para resolver algo, cuáles son las ligaciones que hacemos al pensar y responder una pregunta —ídem, ibídem para las teorías de la Comunicación, etcétera—.

Es ese el significado de inteligencia, imaginación y creatividad, relacionar lo que nunca pensamos en relacionar. Articular aquello que los manuales se encargarán de decir que es imposible poner en relación. Puede estar allí lo simbólico de atrevernos a pensar los imposibles, sin miedos a los Minotauros y a la falta de hilos de Ariadna. El desafío es potencializar esas vivencias para salir de lo establecido, de lo ya dicho, de lo ya hecho, del destino marcado, es decir… construir la autonomía de hacer la historia.

Acción epistémica como acto lúdico

¿Cómo transformarse en algo que no puedes imaginar?

Hooks (2017)

 

No poder imaginar es anular la potencia de transformación. El imaginar es inmenso y por eso asombra, es conmovedor. La inmensidad deslumbra y da miedo al mismo tiempo, es el miedo de la propia inmensidad. Cuando se habla de imaginar o de imaginación, entramos en las esferas de los imposibles, algo raro para nuestra matriz cultural occidental; los imposibles asustan y no son vistos como posibilidades. Para otras cosmogonías, los imposibles no forman parte de la episteme cotidiana; es decir, no es imposible que alguien fuera o será piedra, jaguar o planta, o entender que la historia está en el agua de los arroyos y los ríos. Es difícil para nuestro ser occidente judío-cristiano comprender la episteme acuática de los pueblos originarios de las riberas de ríos y arroyos. ¿Cómo es que el agua tiene la historia? ¿Cómo nos acercamos e incorporamos esas epistemes que son otras? ¿Cómo transcribimos lo ancestral, si estamos ajustados, en el pizarrón[13], a una línea histórica que va de izquierda a derecha?

Imaginar implica un acto lúdico, un sentipensar que nos demanda desencajarnos, descentrarnos, cambiar de perspectivas, una transformación que no puede ser individualista, burocrática o administrativa —como la autoayuda o los manuales de metodología, que son casi lo mismo—. O sea, es involucrarnos antropofágicamente en algo de lo que no tenemos control, que no podemos direccionar, no es un acto teleológico. Por eso imaginar es un desafío porque es potencia, la potencia de transformarnos.

En este momento, recuerdo como estímulo el libro de Barrena (2007) sobre la razón creativa, en el cual ella propone diferentes movimientos para pensar la imaginación como dinámica vital en los procesos educativos. Su lugar de enunciación, más allá de la semiótica peirceana[14], es también pensar la relación entre imaginar y educación. Es importante notar cómo la imaginación, en toda la dinámica acelerada y algorítmica, carga con una forma negativa. Como algo que debe ser controlado (las conocidas benzodiazepinas), algo que tiene que ser negado cuando un niño o niña articula su mundo desde ese lugar. Generalmente moralizamos la imaginación y muchas veces es llamada “mentira”, “invento casi dañino”, como algo perjudicial o algo de los “manicomios”. Es interesante ver cómo al genio se lo tilda de alguien loco que tenía una gran imaginación —más allá de que yo discuerde totalmente del cognomen genio—. O sea, la imaginación está en el estante de lo perjudicial y de lo pecaminoso, en detrimento de la potencia del imaginar, y sobre todo en América Latina.

Es un acto de resistencia entender la imaginación como pensamiento, como un proceso en desarrollo. Dirá Peirce: “Un hábito-creencia en su desarrollo comienza siendo vago, especial y pobre; se va haciendo más preciso, general y completo, sin límite. El proceso de este desarrollo, en tanto que tiene lugar en la imaginación, se denomina pensamiento” (CP 3.160, 1880).

De esa manera entendemos que el imaginar, la imaginación, no es una acción que nos separe o nos encierre en una burbuja lejos de la llamada realidad. Que nos separe de las sensaciones que, por algún orden, deben ser sentidas. Al contrario, para Barrena (2015), es algo que forma parte y, por lo tanto, nos comparte con los demás en la experiencia cotidiana. Así, por su orientación hacia el futuro es que potencializa la comunicación. Es comunicación por ser la imaginación social, histórica, transversal. En ese sentido, imaginar es relación social. Pienso en los regímenes totalitarios, obscurantistas, al romper el tejido social rompen el poder de la imaginación. Solo que la imaginación no se rompe, no es solamente carnal, es también vivencial, cosmológica y atraviesa nuestra materia finita. Pensar e imaginar América Latina es también reflexionar en este sentido de solidez y resistencia; comprendemos a través de los otros, los anteriores y los que vendrán.

Así, la imaginación, por ser social, es comunicativa; nos permite vivir la experiencia que son interlocuciones cotidianas, mínimas, simples, nada de eso que nos quieren vender como los deportes radicales. Interlocuciones mínimas como las migajas, por eso la fuerza de poder establecer relaciones, vínculos, no conexiones. Las conexiones son perecibles a la voluntad del consumidor, la conexión está a un clic de distancia. Hoy somos amigos(as) y seguidores, mañana te excomulgo. Esa lógica establecida del no vínculo es lo que reduce la resistencia ante la muerte de los que no conocemos. Por eso no duele mucho, es decir, no nos cala en los huesos, el fuego que extermina la Amazonía o la muerte de las comunidades y líderes de pueblos originales, últimamente diezmados al alto precio de la industria maderera, de los minerales… Son desde la conexión, y no desde lo vincular, los despidos masivos, el aumento de la pobreza y el hambre, la mortalidad infantil, los feminicidios, los epistemicidios, las evangelizaciones masivas y obscurantistas… Pensarnos en nuestros centros educativos es pensarnos e imaginarnos también desde estas perspectivas para no tornarnos inocentes o ciegos voluntarios.

¿Cómo imaginar deseables en ese entorno? Ese es al acto creativo más intenso al que estamos enfrentados, a comprender la dinámica de la imaginación como parte de lo esencialmente comunicativo, lo que compartimos de manos históricamente dadas. Retomo a Barrena (2015), al decir que Peirce acentúa que el ser humano es potencialmente miembro de una comunidad porque es creativo.

Imaginar futuros deseables es animarnos también a acompañar a Shakespeare en la voz de Hamlet, “ser o no ser, esa es la cuestión”. Porque no buscaba las recetas ni respuestas cerradas; al contrario, él estaba tentando y también quería ser tentado por aquellas fuerzas mágicas de un Macbeth. Fuerzas que, como imaginaciones, lo invitaban a entrar en los bosques donde se mezclan los laberintos; laberintos del ser nombrado anónimo, parte y todo, todo y parte. Los cronopios, que son “un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas” (Pérsico, 2017), navegan por la noche en las calles asfaltadas o no, buscando Quijotes y Shakespeares, no para encontrarlos, sino para perderlos y así volver a buscarlos; “qué locura y cansancio”, dirán los famas, sin sentir que allí está lo lúdico, en los encuentros-desencuentros, en no saber quiénes somos o si esa es la cuestión. Imaginar es inferir, es estar dispuesto y expuesto a la potencia de la sorpresa, a la posibilidad de preguntarnos: “¿y si tal cosa sucede de otra forma?”.

En ese sentido, podemos acompañar en un fragmento del capítulo 9 de Rayuela la siguiente acción: “¿Qué es un absoluto, Horacio? —Mirá —dijo Oliveira—, viene a ser ese momento en que algo logra su máxima profundidad, su máximo alcance, su máximo sentido, y deja por completo de ser interesante”. El máximo sentido, lo contrario a la circulación de sentidos, se cristaliza, dogmatiza y, por lo tanto, deja de ser interesante. No podemos imaginar en o desde lo absoluto. Al pasar, recuerdo un grafiti que encontré escrito en la pared de una calle de Paysandú (véase la figura 1).

 

 

      Figura 1. Oxidarse o resistir

       Fotografìa del autor.

 

 

Referencias

Bachelard, G. (2004). La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Barrena, S. (2007). La razón creativa. Crecimiento y finalidad del ser humano según C. S. Peirce. Madrid: Rialp.

Barrena, S. (2015). Pragmatismo y educación. Charles S. Peirce y John Dewey en las aulas. Madrid: Antonio Machado.

Borges, J. L. (1971 [1952]). Otras inquisiciones. Buenos Aires: Emecé.

Da Vinci, L. (1997). Notas de cocina. Madrid: Temas de Hoy.

De Andrade, O. (1928). Manifiesto antropófago. Revista de Antropofagia, 1(1).

Foucault, M. (1986). Of other spaces. Diacritics, 16, 22-27.

Galeano, E. (2005). Las palabras andantes. Madrid: Siglo Veintiuno Editores.

Hooks, B. (2017). El feminismo es para todo el mundo. Madrid: Traficantes de Sueños.

Max-Neef, M. (octubre de 1991). La incertidumbre de la certeza y las posibilidades de lo incierto. Conferencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Creatividad. Recuperada de http://entrelasartes.org/asociacion/arte-en-la-escuela/la-incertidumbre-de-la-certeza-y-las-posibilidades-de-lo-incierto

Peirce, C. S. (1931-1958). Collected Papers (vol. 1-8, C. Hartshorne, P. Weiss y A. W. Burks, Eds.). Cambridge, MA: Harvard University Press. Edición electronica de J. Deely. Charlottesville, VA: InteLex.

Pérsico, E. (26 de agosto del 2017). Julio Cortázar y un vistazo a lo popular. El Mercurio Digital. Recuperado de https://www.elmercuriodigital.net/2017/08/julio-cortazar-un-cronopio-es-un-dibujo.html

 



[1] Doctor en Comunicación. Profesor agregado de la Universidad de la República. Investigador y docente colaborador del Programa de Posgrado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Brasilia (véase https://orcid.org/0000-0002-7086-6825).

[2] Frase que significa “Para la mayor gloria de Dios”.

[3] Como lo hizo el uruguayo Joaquín Torres García (1874-1949), pintor, escultor, profesor y teórico del arte, cuando dibujó en 1943 la obra América invertida, que es el mapa de América del Sur al revés de cómo se establece oficialmente. inversión del mapa hace que el norte esté Esa en el sur y el sur en el norte, de ahí la célebre frase “Nuestro norte es el sur” (véase https://www.rau.edu.uy/uruguay/cultura/torres.htm).

[4] Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés: Programme for International Student Assessment).

[5] OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Es importante rememorar que es con matrices filosóficas y políticas de la OCDE que se fortalece la cuantificación y bibliometría de la educación, producción científica, etcétera.

[6] Con referencia a Procusto de la mitología griega, aquel que ajustaba cortando las extremidades de los cuerpos a un determinado tamaño de cama. Recomiendo la lectura de esa historia para entender los manuales de metodología o los libros de autoayuda.

[7] Se denomina así por el militar Porfirio Díaz, quien ejerció el poder sobre México entre 1876 y 1911.

[8] En adelante, se utiliza la abreviatura CP para referirnos a la obra Collected Papers of C. S. Peirce, seguida del número de volumen, de parágrafo y el año de su escritura.

[9] En Uruguay, los tres años anteriores a la universidad se conocen como bachillerato; son los últimos de la secundaria (liceo).

[10] Quebracho es una ciudad uruguaya con una población de 2800 habitantes.

[11] Provincia (Argentina), estado (Brasil)

[12] Grupo —colectivo— de música uruguayo significativo en la dictadura de su país por sus canciones de resistencia; su actividad fue entre 1975 y1990.

[13] A propósito digo pizarrón, pues, aunque hayan ganado espacio programas como Prezi, por ejemplo, la episteme lineal para la historia prevalece vehementemente. No son los instrumentos o dispositivos los que per se quiebran la linealidad.

[14] En referencia al lógico norteamericano Charles Sanders Peirce (1839-1914).