Epígrafes.
Imaginaciones deseables y otras epistemes
Pedro Russi[1]
Universidad de la
República, Uruguay
Recibido: 19/12/2019 Aceptado: 24/3/2020
doi: 10.26439/contratexto2020.n033.4790
Resumen. La propuesta es
abrir la discusión, desde la epistemología oral, como base de otras
epistemologías, a fin de pensar la comunicación para imaginar futuros deseables
para América Latina. La idea del sentipensar como descentramiento de las
perspectivas que posibilitan entender procesos educativos abiertos en la
incertidumbre de las respuestas. No seguir modelos, moldes o manuales, sino la
potencia de la imaginación como estrategia de resistencia frente a los dogmas
que se instalan como formas de pensar. Son las interlocuciones las que
potencializan nuevas cuestiones que no necesariamente deberán ser respondidas.
Ellas sirven para cuestionar mejor. No podemos comprender la acción de imaginar
si no entendemos la episteme de las interlocuciones que nos traspasan en el
tiempo, imaginar es estar en misceláneas. Hoy, especialmente, imaginar es una de
las formas de resistencia.
Palabras clave:
imaginar / comunicación / otras epistemes / sentipensar
Epigraphs.
Desirable imaginations and other epistemes
Abstract. The proposal is to open the discussion,
from oral epistemology, as the basis for other
epistemologies, to think about communication to imagine desirable futures for Latin America. The idea of feeling as a decentralization of the perspectives that make it possible
to understand open educational processes in the uncertainty of the answers. Do not follow models,
molds or manuals, but the
power of the imagination as a resistance strategy against the dogmas that are installed as ways of thinking.
It is the interlocutions that potentiate new questions that should not
necessarily be answered. They serve to question better.
We cannot understand the action of imagining
but we understand
the episteme of the interlocutions
that pass us through time, to imagine is to
be in miscellaneous. Today, especially, imagining is one of the
forms of resistance.
Keywords: imagine / communication / other
epistemes
/ sentipensar
Epigrafes. Imaginações desejáveis e outras epistemes
Resumo. A proposta é poder abrir a discussão desde a epistemologia oral, como base de outras epistemologias,
para pensar a comunicação e imaginar futuros desejáveis para América Latina. A
ideia do sentipensar como des-centramento
das perspectivas que possibilitam entender processos educativos abertos na
incerteza das respostas. Não seguir modelos, moldes ou manuais, senão a
potência da imaginação como estratégia de resistência frente aos dogmas que se
instalam como formas de pensar. São as interlocuções as que potenciam novas
questiones que não necessariamente deverão ser respondidas. Elas servem para
questionar melhor. Não se pode compreender a ação de imaginar senão entendermos
a episteme das interlocuções que nos transpassam no
tempo, imaginar é estar em miscelâneas. Hoje, especialmente, imaginar é uma das
formas de resistência.
Palavras-chave: imaginar / comunicação / outras epistemes
/ sentipensar
La
gracia de un universo sin un centro claro es que depende de nosotros dónde
ubicarlo y cambiar nuestra perspectiva. Omnium
te invita a cambiar tu centro, tu perspectiva, a buscar nuevos horizontes, a
sorprenderte, a abrirte a nuevas experiencias. Omnium, tu universo por descubrir.
Etiqueta de un vino argentino
Corría
el mes de julio del 2019 cuando recibí la invitación para participar en este
conjunto de pensamientos que llevaría por título “Comunicación para imaginar
futuros deseables en América Latina”. Una invitación provocadora, ¡de esas que son
buenas invitaciones! Comparto brevemente algunas ideas de la respuesta. Me
gustó la propuesta y el tema; me parece vital retomar las utopías, imaginar, construir
mundos posibles como resistencia concreta, porque eso nos permite resignificar
el mundo cotidiano en el día a día. Me parece vital porque es desafiante, en un
momento geopolítico en el que nos dicen que no hay lugar para imaginar-soñar.
Los sueños nos mueven, permiten caminar, como el horizonte, decía Galeano en la
“Ventana sobre la utopía” (2005); la utopía es como el horizonte, caminamos un
paso y se aleja un paso, sirve para eso, para caminar.
Caminar,
en ese sentido, es resistir de manos dadas y tornarse subversivo a la parálisis
que quieren imponer y desean establecer como única y santa norma de vida los
guardianes de la moral. Por eso, me parece lindo y comprometidamente importante
el tema elegido. Pienso, en varias ocasiones, que estamos donde estamos porque
nos frenamos en algunos sueños; por lo tanto, imaginar futuros es colocar
latidos intensos para movernos y desear futuros.
La
propuesta no es dar conceptos o definiciones, sino compartir ideas como cuando
estamos conversando en un café y nos proponemos dejar que las cosas imaginadas
se entreveren, una miscelánea. De esa forma, me paro sobre la piedra de una
episteme oral que se hace presente como espíritu e invitación que viene desde
aquellos cafés vivenciados por Borges, Kafka, Cortázar, Galeano, Marx-Engels
(su primer encuentro “formal” fue en un café de París en agosto de 1844). En
esos espacios de oralidad tertuliana se escribieron y leyeron inferencias que,
por ventura, fueron condimentadas con algún tango-jazz.
Eso nos provoca pensar en el caminar
abductivo —potencia de nuevas ideas, potencia creativa, potencia de preguntar
desde las entrañas, sorprenderse—, caminar incitador y frágil; y en su
fragilidad, la fuerza. Son las interlocuciones las que potencializan nuevas
cuestiones que no necesariamente deberán ser respondidas. Ellas sirven para
preguntar mejor. No podemos comprender la acción de imaginar si no entendemos
la episteme de las interlocuciones que nos traspasan en el tiempo; imaginar es
estar en misceláneas. No se puede imaginar desde la doctrina, dogmas y actos de
fe, obscurantismos —monocultivo intelectual, razones pétreas—. En ese sentido,
imaginar es un acto hereje. En un tiempo largo quienes imaginaron fueron quemados
por la Inquisición ad majorem gloriam Dei[2]; hoy
las modalidades de hogueras son otras, pero que las hay, las hay.
Existen
muchos epígrafes que quedan colgados sin que nada ni nadie los rescate para
incorporarlos; sin hacerse cuerpo en el texto, están para sugerir nada ni
expresar una idea tejida con el resto. De tal forma, son utilizados como palabras
lindas, más para una función estética que ética. Y allí permanecen en total
olvido o como frases de efecto. Muchas veces, dependiendo del autor, el epígrafe
gana un destacado lugar, como sucede con La
Gioconda (1503). Al tiempo que glorifica a Leonardo (1452-1519), lo reduce
a ella misma y lo condena al desconocimiento, por ejemplo, de sus acciones
alquimistas en sus notas de cocina. ¡En la cocina! Mientras La Gioconda sonríe, Leonardo en la
cocina se carcajea a lo Pantagruel (Da Vinci, 1997).
El
imaginar y la imaginación tienen relación con la cocina como lugar inferencial,
o sea, creativo. Cocinar es mezclar, es alquimia, es entrar en el juego
epistémico que una vez Oswald de Andrade denominó —en su Manifiesto antropófago (1928)— como antropofagia (“Tupi, or not
tupi, that is the question”). Al sentipensar antropofágicamente, estamos
descentrando, sacando el centro del propio centro epistémico, esto es, cometiendo
una herejía sobre la centralidad. Es cambiar la perspectiva no solo por
localizarnos en otro lugar, sino porque la perspectiva —lugar de enunciación— es
un estado ético como forma de comprender-hacer el mundo. Así resignificamos ese
lugar de enunciación, porque imaginar futuros es ponernos a disposición para
ser devorados por aquello que nos sorprende. Sentipensar quiere decir e implica
hacerlo desde el corazón, desde las entrañas, es visceral, con las tripas.
La
potencia de la sorpresa no está en nosotros o en la cosa, está en la relación
que establecemos, en el “entre”. Dejarse sorprender es dejarse masticar por ese
intermedio que se construye en la relación. Así también, imaginar es lo que
está por venir, lo que se está por descubrir, utopía. La fuerza reside en “lo
que está por venir”, como invitación a vivir la cocina de las cosas, no en el
sentido despectivo que nos han insuflado, sino como la acción alquimista que es,
por medio de la cual se desarrollan las pretensiones del experimentar.
Experimento como experiencia de inteligencia, entendida la inteligencia como
enlaces y revoltijo de ideas que permiten salir de las zonas de confort, de los
lugares comunes. De este modo, podemos considerar la interlocución
inteligencia-cocina como un espacio-acción per
se heterogéneo y no como vacío. Es decir, donde se entrecruzan las tramas
de la vida que nos resignifican, podemos relacionarlo con lo que Foucault
(1986) denominó como heterotopía, en el sentido de las relaciones irreductibles
unas a las otras. Asociar es imaginar. Imaginar es un no saber, que es una
respuesta que se abre y no es definitiva.
La inquietud de las
temporalidades epistémicas
[…] nosotros
(la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos
soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el
tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios
de sinrazón para saber que es falso.
Borges (1971)
Borges, como siempre, deja desafíos.
Observo en ese de ahí el tiempo lento, un tiempo que se lanza a nuestro
encuentro, al silencio de tomarse el tiempo —porque no vale oro—, para
pensarnos como docentes, investigadores, estudiantes, ciudadanos. Si hablamos
de imaginarnos en esta América Latina, es depararnos una contemporaneidad
agitada, de lógicas urbanas y sobresaturada de informaciones —datos masivos (big data), algoritmos, ciudades
inteligentes—. La información es tratada como notificaciones que, de manera
brusca y sutilmente, indican las reglas para vivir mejor, la más indicada: aislarse,
no meterse, cada uno meritoriamente hace su parte. Pero imaginar es la experiencia
a contrapelo del statu quo, es una promiscuidad ante el deber
ser del capitalismo neoliberal. Y ese capital tiene fe en la perfección del
mundo construido y, consecuentemente, desconoce, sofoca o extingue todo aquello
que se lance a buscar los intersticios que le demuestran su falsedad. Imaginar
es también entender estas peculiaridades de la complejidad epistémica.
La inquietud de buscar intersticios
es subversiva, o sea, poner hacia abajo lo que está arriba.
Dar vuelta, invertir el mapa[3]
como localización geográfica establecida, para que nuestro norte sea el sur, es
resituar el mapamundi y, por lo tanto, resignificarnos. Esa postura a
contrapelo y miscelánea nos relocaliza en nuestras esencias creativas. Uno de
los giros debe ser en la educación. No en el sentido de modelos a seguir, sino como
praxis epistémica para pensar la educación en dinámica subversiva —trastornar, invertir, revolver o destruir—, ese dar vueltas que
también fortalece lo introvertido en las controversias.
La idea es comprender la educación a contrapelo
de los modelos llenos de protocolos cuantitativos, pruebas internacionales
comparativas —recordemos PISA[4],
que está directamente relacionada con OCDE[5],
otra discusión altamente necesaria— y cálculos del CI (coeficiente
intelectual), que nada tienen que ver con la dinámica creativa e imaginativa de
la vida. Somos sentipensares, no átomos, máquinas industriales
o ejecutores exaltados de modelos homogeneizadores que pasteurizan lo educativo.
Es la industria de las conexiones en deterioro de los vínculos, de lo teatral. Vincularse
es poder errar, intentar otras respuestas, experimentar y articular hipótesis
—inferir—, responder para mejor cuestionar. Un caminar que posibilitará
entramados inferenciales. Así, el error es también una acción filosófica, dirá Bachelard (2004).
Distinguir las dinámicas educativas
como la potencialidad de imaginar e inferir caminos para tejer nuestras
perspectivas de enunciación, y así trazar experiencias del sentipensar
y no de racionalismo/cientificismo. Una cosa es comprender lo que estoy
comprendiendo y otra muy distinta es responder para demostrar a los guardianes
de la moral lo que he conocido para encajarme, a lo Procusto[6],
en los cánones de los coeficientes de aprendizaje. Pensando en los manuales de
metodología, recuerdo igualmente el Manual
de urbanidad y buenas maneras de Carreño, un manual mexicano que sirvió de
guía entre la clase burguesa pudiente durante el porfiriato[7],
entre 1876 y 1911, en el cual se explica las “peculiaridades” del deber ser del
carácter femenino. La dominación de los cuerpos, de las emociones, de lo
femenino. Así como también fuimos encajados, con las mejores intenciones, en un
nombre y reproducimos dicha acción, lo que a futuro es otra discusión
interesante.
En ese sentido, el aula en su
cotidianeidad necesita ser resignificada como laboratorio, como un proceso lúdico
interpretativo, en contraposición a la lógica calculista de la meritocracia. La
innovación pedagógica del aula no está acotada a dispositivos tecnológicos
(¡siempre actualizados!), sino se entrelaza a las cuestiones construidas por
los colectivos e individuos de ese cotidiano, también con pizarrón, tizas y el
fortalecimiento de la oralidad-escucha. Eso, diría Peirce,
es porque la “fiebre por aprender que debe consumir hasta el alma de un hombre,
que va a infectar a otros con la misma enfermedad” (CP 5.538, 1898[8]);
la fiebre de querer comprender.
Por consiguiente, la acción
comprensiva no puede ser dicotómica ni moralista. Entonces, será vital el combate
a los dualismos, buscando la conexión, la continuidad y el contexto. Superar las
dicotomías expande el espíritu del sentipensar, como
aquel espíritu que sigue el crecimiento, lo inferencial, porque cuida la
imaginación. Frente a las posturas racionalistas, debe ser fortalecida la imaginación
como sustento de las interpretaciones sobre y desde el mundo en que vivimos.
Ver en lo educativo la comunidad más que el equipo, a saber, el aprendizaje como
proceso social histórico.
El
tiquismo (del griego tyche,
accidental), diría Peirce (CP 6.24,
1891), podría ayudarnos a comprender que, al mismo tiempo de recibir la
invitación para escribir esta reflexión, llegó una segunda. Esta última, desde
una mirada ligera y superficial, no tendría ninguna relación con la primera,
porque venía desde la Unidad de Extensión de la Universidad de la República, en
la cual soy docente. La segunda propuesta, a simple vista, podríamos decir que era
sencilla: como docente de la universidad y formado en comunicación estaba
invitado a brindar una charla a estudiantes preuniversitarios[9] de
entre 16 y 17 años. ¿Dónde? En un liceo público en la ciudad de Quebracho[10] en
el interior del departamento[11]
de Paysandú. ¿Tema? Comunicación, así de “simple”. La charla sería ofrecida en
el marco de un acercamiento de los liceos a la universidad. Podríamos decir: la
próxima casa de estudios; “casa de estudios” es una idea muy fuerte que merece
ser discutida, pero que dejamos para otro momento.
Frente
a la idea de que sería algo habitual, comenzaron a surgir otras operaciones de
sentidos y a circular otros sentidos, donde la complejidad a la cual me
enfrentaban ambas invitaciones tomaba forma e intensidad. Las dos proponían un juego
epistémico intenso, “la potencia de la imaginación”. Dicho de otro modo, que los
estudiantes del interior puedan plantearse la utopía de romper el ciclo
repetitivo de verse obligados a quedarse en el lugar de origen por falta de alternativas,
es decir que tengan la posibilidad de imaginarse emocional y corporalmente en
otro lugar. Eso es un futuro deseable para toda América Latina. Estoy compartiendo
una situación puntual, sabiendo que la podemos ampliar a otras esferas
interpretativas próximas y distantes. Y así trasladarse, como operador de
sentido, a otras vivencias que podamos tener como docentes, investigadores, etcétera.
¿Cómo
proponer a los estudiantes del liceo una experiencia de caminada a
la kairós (no el tiempo
de recorrer, sino la forma de caminar), y no en el sentido del tiempo
cronometrado? La invitación para ir al liceo fue para conversar
—linda y escasa palabra del vocabulario cotidiano—, que es también
imaginar. Un día se me ocurrió una palabra: cafear,
porque no es solamente tomar un café, es todo un sentipensar que se entremezcla
en/con el café. Frente a la invitación, conversar, imaginar, cafear, navegaron en
mis entrañas, por “mi” mente, que va mucho
más allá del anatómico cerebro y lejos
de la lógica binaria.
Así, muchas
cosas se movieron, “muchas cosas acontecieron” —decía una letra de Canciones para
no dormir la siesta[12]—,
¿cuáles serán las inquietudes, las preguntas, las miradas, los cuerpos que se
instalarían a escuchar que alguien llegue para compartir su mirada sobre el
mundo, mundo de él y no de ellas(os), mundos distantes y cercanos al mismo
tiempo, de qué hablar, habrían sido ellas(os) quienes eligieron el tema
comunicación, y si
fue así, qué interesante, y si no fue así, por
qué ese tema, cómo pensar y empezar a conversar, desde qué lugares de
enunciación podemos establecer el “puntapié inicial”, entrarán en el juego del
ajedrez de la conversación como comunicación en su sentido profundo…?
Cuestiones que, volcánicamente, se presentaban y permitieron reunir
sobre la mesa otras interpelaciones
surgidas en el momento del encuentro con los
estudiantes. Cuestiones que todavía están
merodeando como los fantasmas shakesperianos y los de
Godot.
El
desafío estaba puesto, hablar
sobre ¿comunicación o Comunicación? La minúscula
o la mayúscula no son un simple detalle o
adorno lingüístico. Es un juego
epistémico y lingüístico: comunicación como proceso
dinámico, vincular, como manera de pensar
y no como área de estudio (mayúscula) o disciplina.
En el tiempo que pudimos compartir, hablamos sobre comunicación
(minúscula), y desde allí se establecieron las
provocaciones, idas y vueltas. La comunicación
más allá de los medios, y así entendernos en la comunicación
como nuestras historias, memorias,
imaginarios y también nuestros
procesos de aprendizajes. Justamente, una
acción para rescatar la comunicación de la trampa de los medios (radio, TV,
internet, redes digitales…), para comprenderla como
circulación de sentidos, para relocalizarla
y resignificarla como proceso del sentipensar el mundo.
Por
consiguiente, frente al desafío de hablar sobre
comunicación, ingresamos por los
laberintos de las dudas que aparecen
frente a nosotros cuando nos preguntamos: ¿qué hacemos
cuando nos hacemos preguntas?, ¿qué
es investigar sobre algo, cómo preguntamos, qué entendemos por “ser
inteligentes”, por qué se entiende la velocidad como sinónimo de ser capaz e
inteligente y la lentitud como retardado?, ¿es una prueba o examen
la que dirá quién aprendió y quién no?, ¿cómo entender
el desafío de que la ciencia es arte y así desafiar el cientificismo
instalado…? Lo cautivador fue
experimentar, colectivamente,
que ese laberinto no tenía hilo de Ariadna; al contrario, los hilos fueron soltados
y entreverados.
Permiso
para un paréntesis. En la amplia sala en la que estábamos conversando, había
una instalación, una expresión llamada artística de hilos entrelazados, “telas
de araña”, hecha por alguien o algunas-muchas manos que se dedicaron a dejar
algo para quienes se enfrentaran futuramente a
ese objeto. Era un tipo de entrelazado de hilos y fotografías colgadas,
memorias… imaginación-comunicación-conversaciones,
instantes. Muy significativo por la forma y camino
elegido para colocar los pies en el laberinto. Me gustó, como si
alguien-algunos se adelantaran y nos provocaran desde
otra instancia paralela. Cierro paréntesis.
El inicio
de la conversación con los estudiantes fue
sobre el teatro, especialmente el teatro callejero,
como puntapié y desafío de pensar que la vida la hacemos, que no hay destinos ya
marcados. El teatro callejero se va haciendo; el improviso y lo inesperado son
fuertes pilares esenciales.
¿Y
si pensamos la educación desde esas perspectivas, desde esas enunciaciones y
saberes? ¿Qué sucede con ambos pilares al entrar en un sistema educativo, sea
primaria, secundaria o la universidad? ¿Cómo imaginar si todavía nos sentamos
en fila y establecemos con el otro únicamente contacto cervical posterior (“la
nuca”), en vez de facial y frontal? ¿De qué maneras construir futuros deseables
para América Latina desde la cervicalidad? ¿No habría algo de relación entre el
fortalecimiento de las conexiones y la extirpación del improviso e inesperado
que son vinculares?
Es
desde lo vincular que, como personas-personajes,
tenemos la potencia, cualidad y características
de entender nuestros procesos. Es decir, el
desafío de sabernos en las ideas que vamos tejiendo —como aquella artística tela
de araña ofrecida en el salón—,
y que avanzamos más entre las sobras que
entre las luces. Max-Neef (1991) bien decía que comprender es navegar entre
mundos, no es hacer/ejercer una profesión, sino estar en una profesión. La conversación
con los estudiantes fue entrando en el laberinto de lo
comunicacional para comprender que somos simbólicos
(ecológicos), porque somos sociales y en interacción, somos al
estar con los otros. La sociedad no
es un tema de méritos individualistas —la tal meritocracia—, sino que es algo en
proceso, en interacciones esenciales, es decir, en comunicación.
Por
consiguiente, saber biología
no es responder un examen, sino
comprender cómo comprendemos biología,
es decir, entender cómo hacemos nuestro camino para resolver algo, cuáles son
las ligaciones que hacemos al pensar y responder una pregunta —ídem,
ibídem para las teorías de la Comunicación, etcétera—.
Es ese
el significado de inteligencia,
imaginación y creatividad, relacionar lo que nunca
pensamos en relacionar. Articular aquello que los
manuales se encargarán de decir que es imposible poner en
relación. Puede estar allí lo simbólico de atrevernos a pensar los imposibles,
sin miedos a los Minotauros y a la falta de hilos de Ariadna. El desafío es
potencializar esas vivencias para salir de lo establecido, de lo ya dicho, de
lo ya hecho, del destino marcado, es decir… construir la autonomía de hacer la
historia.
Acción epistémica como
acto lúdico
¿Cómo
transformarse en algo que no puedes imaginar?
Hooks (2017)
No poder imaginar es anular la potencia de
transformación. El imaginar es inmenso y por eso asombra, es conmovedor. La
inmensidad deslumbra y da miedo al mismo tiempo, es el miedo de la propia inmensidad.
Cuando se habla de imaginar o de imaginación, entramos en las esferas de los
imposibles, algo raro para nuestra matriz cultural occidental; los imposibles
asustan y no son vistos como posibilidades. Para otras cosmogonías, los
imposibles no forman parte de la episteme cotidiana; es decir, no es imposible
que alguien fuera o será piedra, jaguar o planta, o entender que la historia
está en el agua de los arroyos y los ríos. Es difícil para nuestro ser
occidente judío-cristiano comprender la episteme acuática de los pueblos
originarios de las riberas de ríos y arroyos. ¿Cómo es que el agua tiene la
historia? ¿Cómo nos acercamos e incorporamos esas epistemes que son otras?
¿Cómo transcribimos lo ancestral, si estamos ajustados, en el pizarrón[13],
a una línea histórica que va de izquierda a derecha?
Imaginar implica un acto lúdico, un sentipensar
que nos demanda desencajarnos, descentrarnos, cambiar de perspectivas, una
transformación que no puede ser individualista, burocrática o administrativa
—como la autoayuda o los manuales de metodología, que son casi lo mismo—. O
sea, es involucrarnos antropofágicamente en algo de lo que no tenemos control,
que no podemos direccionar, no es un acto teleológico. Por eso imaginar es un
desafío porque es potencia, la potencia de transformarnos.
En este momento, recuerdo como estímulo el libro de Barrena (2007) sobre la
razón creativa, en el cual ella propone diferentes movimientos para pensar la
imaginación como dinámica vital en los procesos educativos. Su lugar de
enunciación, más allá de la semiótica peirceana[14],
es también pensar la relación entre imaginar y educación. Es importante notar cómo
la imaginación, en toda la dinámica acelerada y algorítmica, carga con una
forma negativa. Como algo que debe ser controlado (las conocidas
benzodiazepinas), algo que tiene que ser negado cuando un niño o niña articula
su mundo desde ese lugar. Generalmente moralizamos la imaginación y muchas
veces es llamada “mentira”, “invento casi dañino”, como algo perjudicial o algo
de los “manicomios”. Es interesante ver cómo al genio se lo tilda de alguien loco
que tenía una gran imaginación —más allá de que yo discuerde totalmente del
cognomen genio—. O sea, la
imaginación está en el estante de lo perjudicial y de lo pecaminoso, en
detrimento de la potencia del imaginar, y sobre todo en América Latina.
Es un acto de resistencia entender la imaginación como
pensamiento, como un proceso en desarrollo. Dirá Peirce: “Un hábito-creencia en
su desarrollo comienza siendo vago, especial y pobre; se va haciendo más
preciso, general y completo, sin límite. El proceso de este desarrollo, en
tanto que tiene lugar en la imaginación, se denomina pensamiento” (CP 3.160, 1880).
De esa manera entendemos que el imaginar, la
imaginación, no es una acción que nos separe o nos encierre en una burbuja
lejos de la llamada realidad. Que nos separe de las sensaciones que, por algún
orden, deben ser sentidas. Al contrario, para Barrena (2015), es algo que forma
parte y, por lo tanto, nos comparte con los demás en la experiencia cotidiana. Así,
por su orientación hacia el futuro es que potencializa la comunicación. Es
comunicación por ser la imaginación social, histórica, transversal. En ese
sentido, imaginar es relación social. Pienso en los regímenes totalitarios,
obscurantistas, al romper el tejido social rompen el poder de la imaginación.
Solo que la imaginación no se rompe, no es solamente carnal, es también
vivencial, cosmológica y atraviesa nuestra materia finita. Pensar e imaginar América
Latina es también reflexionar en este sentido de solidez y resistencia;
comprendemos a través de los otros, los anteriores y los que vendrán.
Así, la imaginación, por ser social, es comunicativa;
nos permite vivir la experiencia que son interlocuciones cotidianas, mínimas,
simples, nada de eso que nos quieren vender como los deportes radicales. Interlocuciones
mínimas como las migajas, por eso la fuerza de poder establecer relaciones,
vínculos, no conexiones. Las conexiones son perecibles a la voluntad del
consumidor, la conexión está a un clic de distancia. Hoy somos amigos(as) y
seguidores, mañana te excomulgo. Esa lógica establecida del no vínculo es lo
que reduce la resistencia ante la muerte de los que no conocemos. Por eso no
duele mucho, es decir, no nos cala en los huesos, el fuego que extermina la
Amazonía o la muerte de las comunidades y líderes de pueblos originales,
últimamente diezmados al alto precio de la industria maderera, de los minerales…
Son desde la conexión, y no desde lo vincular, los despidos masivos, el aumento
de la pobreza y el hambre, la mortalidad infantil, los feminicidios, los
epistemicidios, las evangelizaciones masivas y obscurantistas… Pensarnos en
nuestros centros educativos es pensarnos e imaginarnos también desde estas
perspectivas para no tornarnos inocentes o ciegos voluntarios.
¿Cómo imaginar deseables en ese entorno? Ese es al
acto creativo más intenso al que estamos enfrentados, a comprender la dinámica
de la imaginación como parte de lo esencialmente comunicativo, lo que
compartimos de manos históricamente dadas. Retomo a Barrena (2015), al decir
que Peirce acentúa que el ser humano es potencialmente miembro de una comunidad
porque es creativo.
Imaginar futuros deseables es animarnos también a
acompañar a Shakespeare en la voz de Hamlet, “ser o no ser, esa es la cuestión”.
Porque no buscaba las recetas ni respuestas cerradas; al contrario, él estaba
tentando y también quería ser tentado por aquellas fuerzas mágicas de un
Macbeth. Fuerzas que, como imaginaciones, lo invitaban a entrar en los bosques
donde se mezclan los laberintos; laberintos del ser nombrado anónimo, parte y
todo, todo y parte. Los cronopios, que son “un dibujo
fuera del margen, un poema sin rimas” (Pérsico, 2017), navegan por la noche en
las calles asfaltadas o no, buscando Quijotes y Shakespeares,
no para encontrarlos, sino para perderlos y así volver a buscarlos; “qué locura
y cansancio”, dirán los famas, sin sentir que allí está lo lúdico, en los
encuentros-desencuentros, en no saber quiénes somos o si esa es la cuestión. Imaginar
es inferir, es estar dispuesto y expuesto a la potencia de la sorpresa, a la
posibilidad de preguntarnos: “¿y si tal cosa sucede de otra forma?”.
En ese sentido,
podemos acompañar en un fragmento del capítulo 9 de
Rayuela la siguiente acción: “¿Qué es un absoluto, Horacio? —Mirá —dijo
Oliveira—, viene a ser ese momento en que algo logra su máxima profundidad, su
máximo alcance, su máximo sentido, y deja por completo de ser interesante”. El
máximo sentido, lo contrario a la circulación de sentidos, se cristaliza,
dogmatiza y, por lo tanto, deja de ser interesante. No podemos imaginar en o
desde lo absoluto. Al pasar, recuerdo un grafiti que encontré escrito en la
pared de una calle de Paysandú (véase la figura 1).
Figura 1. Oxidarse o resistir
Fotografìa del autor.
Referencias
Bachelard, G. (2004). La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del
conocimiento objetivo. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Barrena, S. (2007). La razón creativa. Crecimiento y finalidad del ser humano según C. S. Peirce. Madrid: Rialp.
Barrena,
S. (2015). Pragmatismo y educación. Charles S. Peirce y John Dewey en las aulas. Madrid: Antonio
Machado.
Borges, J. L. (1971 [1952]).
Otras inquisiciones. Buenos Aires: Emecé.
Da Vinci,
L. (1997). Notas de cocina.
Madrid: Temas de Hoy.
De Andrade, O. (1928).
Manifiesto
antropófago. Revista de Antropofagia, 1(1).
Foucault,
M. (1986). Of
other spaces. Diacritics, 16, 22-27.
Galeano, E. (2005). Las palabras andantes. Madrid: Siglo Veintiuno Editores.
Hooks, B.
(2017). El feminismo es para todo el
mundo. Madrid: Traficantes de Sueños.
Max-Neef, M.
(octubre de 1991). La incertidumbre de la certeza y las
posibilidades de lo incierto. Conferencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Creatividad. Recuperada de http://entrelasartes.org/asociacion/arte-en-la-escuela/la-incertidumbre-de-la-certeza-y-las-posibilidades-de-lo-incierto
Peirce, C. S. (1931-1958). Collected Papers (vol. 1-8, C. Hartshorne, P. Weiss y A. W. Burks,
Eds.). Cambridge,
MA: Harvard University Press.
Edición electronica de J. Deely. Charlottesville, VA: InteLex.
Pérsico, E. (26 de agosto del 2017). Julio Cortázar y un vistazo a lo
popular. El Mercurio Digital. Recuperado de https://www.elmercuriodigital.net/2017/08/julio-cortazar-un-cronopio-es-un-dibujo.html
[1] Doctor
en Comunicación. Profesor agregado de la Universidad de la República.
Investigador y docente colaborador del Programa de Posgrado en la Facultad de
Comunicación de la Universidad de Brasilia (véase https://orcid.org/0000-0002-7086-6825).
[2] Frase que significa “Para la mayor gloria
de Dios”.
[3] Como lo hizo el uruguayo Joaquín Torres
García (1874-1949), pintor, escultor, profesor y teórico del arte, cuando
dibujó en 1943 la obra América invertida,
que es el mapa de América del Sur al revés de cómo se establece oficialmente. inversión
del mapa hace que el norte esté Esa en el sur y el sur en el norte, de ahí la
célebre frase “Nuestro norte es el sur” (véase https://www.rau.edu.uy/uruguay/cultura/torres.htm).
[4] Programa para la
Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés: Programme
for International Student Assessment).
[5] OCDE (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Es importante rememorar que es
con matrices filosóficas y políticas de la OCDE que se fortalece la
cuantificación y bibliometría de la educación, producción científica, etcétera.
[6] Con referencia a
Procusto de la mitología griega, aquel que ajustaba cortando las extremidades
de los cuerpos a un determinado tamaño de cama. Recomiendo la lectura de esa
historia para entender los manuales de metodología o los libros de autoayuda.
[7] Se denomina así por
el militar Porfirio Díaz, quien ejerció el poder sobre México entre 1876 y 1911.
[8] En
adelante, se utiliza la abreviatura CP
para referirnos a la obra Collected
Papers of C. S. Peirce, seguida del número de volumen, de parágrafo y el
año de su escritura.
[9] En Uruguay, los
tres años anteriores a la universidad se conocen como bachillerato; son los
últimos de la secundaria (liceo).
[10] Quebracho es una
ciudad uruguaya con una población de 2800 habitantes.
[11] Provincia
(Argentina), estado (Brasil)
[12] Grupo —colectivo—
de música uruguayo significativo en la dictadura de su país por sus canciones
de resistencia; su actividad fue entre 1975 y1990.
[13] A propósito digo
pizarrón, pues, aunque hayan ganado espacio programas como Prezi, por ejemplo,
la episteme lineal para la historia prevalece vehementemente. No son los
instrumentos o dispositivos los que per
se quiebran la linealidad.
[14] En referencia al
lógico norteamericano Charles Sanders Peirce (1839-1914).