Creencias de estudiantes universitarios
sobre responsabilidad: implicaciones
para la intervención social

Fernando Rubén García-Hernández

https://orcid.org/0000-0001-5587-3173

Universidad Católica de Murcia, España

María Paz Quevedo-Aguado

https://orcid.org/0000-0003-3212-1686

Universidad Pontificia de Salamanca, España

Correo electrónico: frgarcia@ucam.edu

Recibido: 10 de febrero del 2022 / Aceptado: 21 de abril del 2022

doi: https://doi.org/10.26439/persona2022.n025(1).5738

RESUMEN. Se investiga cómo las creencias de futuros profesionales del ámbito sociosanitario acerca de los prototipos de persona responsable y persona irresponsable pueden impactar en sus actitudes y conductas respecto a la inclusión social de sujetos vulnerables. Para la investigación, 520 estudiantes universitarios citaron espontáneamente cuatro adjetivos descriptores de los prototipos y luego los ordenaron según su adecuación a cada prototipo. Como resultado se obtuvo que la persona responsable se describe en relación con los términos constante, aplicado, cuidadoso, centrado y trabajador. La persona irresponsable se describe destacando los términos vago, imprudente e inconstante. Los prototipos tienden a describirse según diadas de términos antagónicos: constante-inconstante, cuidadoso-descuidado, organizado-desorganizado, maduro-inmaduro, puntual-impuntual, prudente-imprudente y consciente-inconsciente. Se concluye que la perseverancia, la libertad individual y el desempeño aparecen como tres criterios de inclusión-exclusión relacionados con las creencias sobre la responsabilidad y la irresponsabilidad. Se sugiere que estas creencias son congruentes con actitudes profesionales que busquen más la integración sociolaboral que la inclusión social y el desarrollo personal desde la diversidad.

Palabras clave: descripción libre de personalidad / responsabilidad / irresponsabilidad / inclusión social / exclusión social

University students´ beliefs about responsibility: implications for social intervention

ABSTRACT. We investigate how the beliefs about the prototypes of responsible person and irresponsible person of future social and healthcare professionals may impact their attitudes and behavior regarding the social inclusion of vulnerable subjects. We asked 520 university students to spontaneously cite four adjectives describing the prototypes and then to order them according to each prototype. The responsible person was described using the terms constant, applied, careful, focused, and hard-working. The irresponsible person was described by highlighting the terms lazy, reckless, and volatile. The prototypes tend to be described using pairs of opposite terms: constant-inconstant, careful-careless, organized-disorganized, mature-immature, punctual-unpunctual, prudent-imprudent, and conscientious-mindless. We conclude that perseverance, individual freedom, and performance appear as three inclusion-exclusion criteria related to beliefs about responsibility and irresponsibility. We state that these beliefs are congruent with professional attitudes that seek socio-occupational integration rather than social inclusion and personal development from diversity.

Keywords: free personality description / responsibility / irresponsibility / social inclusion / social exclusion

INTRODUCCIÓN

Nos preguntamos cuáles son las creencias que una muestra de futuros profesionales sociosanitarios tiene respecto a las personas responsables e irresponsables y cómo estas creencias pueden impactar en su futura práctica profesional con personas excluidas o en riesgo de exclusión. Tal como señala Yuval Noah Harari en una entrevista: “el relato en el que creemos configura la sociedad que construimos” (Marchese, 2021); por tanto, es preciso investigar en qué medida las creencias de los profesionales pueden determinar el modo en que intervienen en los problemas sociales.

La lógica nos sugiere que el responsable es un prototipo de persona más incluible socialmente, mientras que la persona etiquetada como irresponsable tiene más posibilidades de ser excluida. Las creencias respecto al responsable se focalizan en constructos que facilitan la inclusión social, mientras que las creencias referidas al irresponsable se vinculan con constructos que incentivan y justifican la exclusión. Comprobar estas hipótesis es el objetivo de esta investigación.

Inclusión, exclusión, integración y diversidad

Los conceptos de inclusión y exclusión descansan en la vivencia de la desigualdad como oportunidad o como ancla: quienes se sienten y están excluidos creen que no tienen (y muchas veces así es) una participación social plena que les permita vivir en igualdad de condiciones con el resto de personas que habitan un territorio o comparten una cultura: su diversidad se pone en su contra (Hernández, 2008).

La inclusión social es definida como el proceso colectivo que busca mejorar las habilidades, oportunidades y dignidad de todas aquellas personas que, objetiva y/o subjetivamente, se encuentran en desventaja para poder participar como ciudadanos de pleno derecho en el desarrollo de su comunidad y en su propio crecimiento personal y profesional.

La exclusión social, por el contrario, se define como la imposibilidad de participar en la vida cultural, económica y social de una colectividad debido a la carencia de derechos, a la insuficiencia de recursos y capacidades básicas de desarrollo personal y profesional, a las dificultades de acceso a la legalidad, a las insuficiencias del mercado laboral o a la falta de acceso y dificultad de uso de los recursos educativos, de comunicación, de salud y protección social, entre las razones más importantes. Siguiendo a Herzog (2011), no se puede hablar de exclusión física, pero sí social de las personas físicas, pues desde la perspectiva de la teoría general de sistemas existe exclusión cuando “un sistema se permite tratar a determinadas personas con indiferencia, desconsideración y rechazo”; para incluir a la mayoría es preciso excluir a minorías, ya que “los sistemas sociales solo existen porque existe la diferenciación” (p. 614). Si deben existir excluidos para que pueda haber incluidos, entonces las nociones de inclusión y exclusión se explican meramente como una forma de permitir la sostenibilidad de los sistemas económicos, sociales y políticos en un tiempo y territorio concretos. Excluir no es “algo personal”, sino una necesidad social.

Una forma complementaria de considerar la diada inclusión-exclusión es entenderla como la respuesta que un sistema social da a la diversidad existente en su seno: son excluidos todos aquellos cuya diversidad no es aceptada como valor en sí mismo, de modo que su diversidad se percibe como un disvalor y excusa para limitar o impedir su participación en la toma de decisiones colectivas. Es valioso lo que consideramos incluido (o incluible) en el sistema y no valioso todo aquello que está excluido o debe ser excluido para permitir la pervivencia y “sostenibilidad” del sistema.

Hablar de inclusión implica pensar cómo gestionamos la diversidad y qué valor damos a la misma: ¿qué hacemos, desde las organizaciones y como ciudadanos, para dar respuesta a la diversidad de capacidades diferenciales de nuestros conciudadanos, sin que esa respuesta conlleve ningún tipo de privilegio o de discriminación?

Ello supone considerar la radical diversidad humana como fundamento de la gestión de la inclusión y también implica que es la persona más diversa (más prototípica en su diferencia) la que debe ser el centro y foco de toda política de inclusión. Persona diversa, diversidad de personas: ser inclusivos supone aceptar las diferencias y trabajar para que la diversidad sume y no reste.

Debemos también diferenciar entre integración e inclusión. Toda integración implica el ajuste a unos criterios considerados “normales”, con lo que, cuando hablamos de integración, suponemos que una persona o colectivo debe integrarse en un grupo normalizado para que sean aceptados: integrar conlleva estandarizar. Por el contrario, en la inclusión no hay relaciones de dependencia o subordinación entre los “normales integrados” y “los que se quieren integrar en la norma”: la inclusión busca el reconocimiento y la valoración de las diversidades, de modo que una persona o colectivo, al incluirse en la vida social, lo hace con sus peculiaridades, hasta donde quiere y puede, sin tener que renunciar a sus objetivos, necesidades y expectativas. Integrar supone que la valorización de lo que se considera sin valor solo puede realizarse si el sujeto acepta las reglas de valor vigentes y aceptables en una sociedad; mientras que, al incluir, partimos del supuesto de que las personas que se incluyen ya tienen un valor, valor que se añade al de otras personas y colectivos en un proceso sinérgico y creciente de creación de valor compartido.

El modo en que considera la persona y consideramos los demás sus relaciones con el medio (desde la integración, la inclusión o la diversidad) determina las posibilidades de desarrollo del sujeto en su realidad. Las creencias importan.

Factores de inclusión y exclusión social

Subirats et al. (2005) identifican ocho factores que intervienen en la exclusión social (en los ámbitos económico, laboral, formativo, sociosanitario, habitacional, relacional, político y espacial) e indicadores de medición de la exclusión; sin embargo, no consideran ningún factor de tipo psicológico en su estudio. Además de variables de tipo social u organizacional (proyectos concretos de inserción e inclusión en el ámbito social y económico), político (normas vigentes), geográfico y social (sistemas de clases existentes en un territorio), etcétera, hay que tener en cuenta también variables de tipo psicológico que pueden favorecer o entorpecer la inclusión social (Duran Bonavila, 2017).

Una línea de investigación en psicología se ha centrado en estudiar la asociación entre los trastornos de personalidad y las situaciones de exclusión. Rodríguez-Pellejero et al. (2014) investigaron cómo los trastornos de personalidad antisocial, límite, histriónico y narcisista son los que presentan tradicionalmente una prevalencia mayor entre personas sin hogar. Núñez et al. (2014) han demostrado la existencia de un desarrollo atípico de las funciones ejecutivas en personas en contextos de exclusión social grave. Por último, Rodríguez-Pellejero y Núñez (2015) desarrollaron un modelo explicativo de la disfunción ejecutiva en personas sin hogar basado en la relación entre apego y drogodependencia.

Además de investigar la relación causa-efecto entre exclusión y trastornos de personalidad, abogamos por otra línea de investigación en psicología que estudie cómo la exclusión puede estar afectada por las creencias de los sujetos respecto a la misma.

Teorías implícitas de personalidad e inclusión y exclusión social

Las personas nos integramos o nos incluimos si queremos, podemos y creemos que podemos, y también si nos dejan los demás y nos dan oportunidades de conseguirlo. El éxito de la inclusión no solo depende del tipo de proyectos y organizaciones en que las personas tienen la oportunidad de desarrollarse personal y profesionalmente, sino también de la existencia de creencias favorecedoras o resistentes a la inclusión. Nos referimos a las creencias que tienen tanto los sujetos desfavorecidos como los favorecidos acerca de lo que significa ser incluido o excluido. De poco valen los esfuerzos por integrar e incluir si los propios beneficiarios o el entorno donde estos viven alienta resistencias psicológicas a la participación ciudadana e integración sociolaboral.

En este sentido, de acuerdo con las teorías implícitas de personalidad (TIP) —también llamadas teorías o creencias de sentido común, ingenuas o profanas—, las creencias no manifestadas explícitamente que tenemos acerca de nosotros mismos o los demás se convierten en facilitadores de la inclusión o mantenedores de la exclusión (Hampson, 1986; Borkenau, 1992; Levy et al., 2006). De este modo, son las construcciones sociales que nos permiten explicar y predecir los comportamientos propios y ajenos y que guían nuestra interacción social en la vida cotidiana.

Las TIP expresan la vinculación entre lo que yo creo de mí y lo que creo de los demás. En sus investigaciones acerca del patrón egocéntrico de proyección (egocentric pattern projection), Critcher y Dunning (2009) y Critcher et al. (2015) mostraron cómo las teorías implícitas acerca de la personalidad ajena están determinadas por las teorías que se tienen sobre la personalidad propia: de este modo, en el ámbito de la inclusión, si yo me creo incluido (o excluido) aplicaré mis creencias acerca de mi situación de inclusión-exclusión para categorizar esa misma situación en los demás.

Aplicar las TIP al estudio de la inclusión y exclusión social nos ayuda a conocer qué creencias favorecen y cuáles entorpecen la inclusión, creencias de los sujetos y minorías que buscan la inclusión, creencias de aquellas mayorías sociales que permiten (o no) dicha inclusión y, especialmente, creencias de los profesionales cuya intervención busca promover la inclusión de los excluidos o los que están en riesgo de serlo.

Entre las teorías implícitas (TI) sobre la inclusión y exclusión social hay que considerar las creencias que afectan a las relaciones grupales, como prejuicios, actitudes racistas y conflictos sociales, de clase e intergrupales (Hong et al., 2001; Levy et al., 2006; Ramírez & Levy, 2010; La Macchia et al., 2016), las creencias acerca de las clases sociales (Varnum, 2013), las creencias sobre la bondad o maldad de la raza humana (Leyens, 1983), la maleabilidad o flexibilidad conductual, el locus de control de la conducta y la posibilidad de cambio y crecimiento personal (teoría de la entidad versus la incrementalidad de Dweck et al., 1995). También hay que atender a los estudios sobre creencias acerca de las causas de la pobreza, el desempleo, la inflación, el éxito económico, etc. y las creencias acerca del juego, el cálculo y las probabilidades (suerte y fracaso al jugar) reseñadas por Furnham (1996) y Zedelius et al. (2017).

Desde una perspectiva constructivista y de teorías implícitas, podemos investigar también cómo las creencias sobre la diversidad humana influyen en el modo en que nos incluimos y nos incluyen en la vida social. Tres posibles líneas de investigación —entre otras— podrían abordar las TI sobre inclusión y exclusión:

• Qué creencias tienen respecto a sí mismas las personas que se sienten incluidas o excluidas de la vida cotidiana de su comunidad.

• Qué creencias acerca de quién es un incluido y quién un excluido tenemos los “normales” que otorgamos certificados de inclusión o exclusión social a los demás (García-Roca, 2000). Conociendo qué creemos acerca del incluido y del que excluimos, les ayudaremos a incluirse mejor en la vida social.

• Qué creencias otorgamos a prototipos de personas incluibles socialmente, versus las que tenemos respecto a otro tipo de personas en teoría más excluibles. En este tercer tipo de aproximación nos centramos en la presente investigación, en concreto, los prototipos de persona responsable e irresponsable.

Consideramos estos dos prototipos puesto que la lógica nos hace suponer que el responsable es un prototipo de persona más incluible, mientras el prototipo de persona irresponsable tiene más posibilidad de ser excluido de la vida social: el responsable está por definición más atento al impacto de sus acciones en los demás (y, por tanto, los demás deberían reconocerle esta cualidad permitiéndole formar parte activa de la comunidad), mientras el irresponsable podría creerse que es un sujeto que solo mira por sus propios intereses (por decisión voluntaria, falta de empatía o incapacidad), con lo que —en correspondencia— la sociedad debería excluirle. Igualmente, la lógica también podría adoptar el otro sentido: el ya incluido podría creerse que es más responsable, mientras al que se excluye podría otorgársele la creencia de que está en esa situación porque es menos responsable. Estudiaremos en esta investigación la validez de estas lógicas.

Investigaciones desde la psicología: responsabilidad e inclusión

La responsabilidad como rasgo de personalidad se define como el grado de autocontrol de un sujeto (McCrae & Costa, 1987) y se expresa según el nivel observado que tenga de competencia, orden, sentido del deber, necesidad de logro, autodisciplina y capacidad deliberativa (Costa & McCrae, 2003). Todas ellas constituyen facetas o subfactores del factor responsabilidad del modelo de los cinco grandes factores (FFM por las siglas en inglés de five factor model).

En el modelo FFM, los subfactores del factor responsabilidad se concretan en dos polos independientes, lo que permite clasificar a las personas en dos prototipos: responsable/no responsable (Chorgawicka, 2010, Solé i Fontova, 2006). En función del polo predominante del factor responsabilidad, el sujeto se percibe como:

• Polo positivo [R+]: organizado, exigente, fiable, trabajador, autocontrolado, cuidadoso, disciplinado, metódico, puntual, formal, escrupuloso, ambicioso, tenaz, perseverante, cauto, meticuloso, orientado a la consecución de metas, determinado, productivo, persistente y decidido. Los sujetos con mayor puntuación en este polo serían “responsables”.

Polo negativo [R-]: poco fiable, informal, vago, descuidado, abúlico, negligente, hedonista, sin objetivos, voluble, laxo, desordenado, irresponsable, olvidadizo, perezoso, poco firme ante las normas morales, más descuidado al lograr metas. Los sujetos que más puntuasen en este polo se etiquetarían como no responsables”.

Esta diferenciación tan radical entre un polo y otro, suponemos que también tiene repercusiones en el ámbito de la inclusión/exclusión: unos (los responsables) tendrían más posibilidades de ser reconocidos como actores sociales (por ser disciplinados, formales, perseverantes, trabajadores) y otros (los irresponsables), de ser excluidos de la toma de decisiones colectivas al resultar poco fiables, vagos, descuidados.

En la investigación en psicología de la responsabilidad en la década 2010-2020, se han encontrado evidencias de que los sujetos más responsables se caracterizarían por más comportamientos saludables (Allen et al., 2017; Artese et al., 2017; Strickhouser et al., 2017; Sutin et al., 2018; Wettstein et al., 2017), mejor desempeño (Egan et al., 2016; Klimstra et al., 2018), y mayor satisfacción vital (Lavner et al., 2018; Ryan et al., 2017). Igualmente, los más responsables tienen mejores habilidades cognitivas y mayor interés en las mismas, mayor conducta prosocial, una autopercepción y modo de manifestarse a los demás menos centrado en sí mismo, le dan mayor relevancia a la ética en la toma de decisiones y tienen preferencias estéticas más convencionales y conservadoras (García-Hernández, 2021a).

Para finalizar, indicamos algunas reflexiones para contextualizar las evidencias de la investigación psicológica. La mejor salud y comportamientos saludables podemos relacionarlos con que los sujetos responsables —al suponerse más incluidos en el sistema social— tienen más posibilidades de acceder a recursos sociales, sanitarios (higiene), educativos y deportivos que los excluidos. Por otra parte, puede tenerse mejor desempeño por ser más responsable o por tener más acceso a recursos educativos y económicos o por una combinación de ambas causas. Por último, la mayor satisfacción del responsable, ¿lo es porque todo responsable es una persona satisfecha o porque el ser responsable le proporciona más reconocimiento ajeno y valor social que redunda en un aumento de su autovaloración? En suma: nos podemos preguntar en qué medida los mejores resultados obtenidos por la persona responsable son imputables solo a él o al hecho de tener una posición de inclusión que le permite acceder a más recursos con los que incrementar su valor individual y social.

Propósito del estudio

Pretendemos investigar los adjetivos del lenguaje natural que los sujetos estiman les sirven mejor para describir a los prototipos de persona responsable o irresponsable. Nos interesa conocer las creencias implícitas acerca de estos dos prototipos que tienen sujetos jóvenes, estudiantes de disciplinas sociosanitarias y que en su futuro profesional tomarán decisiones que promoverán —o no— la inclusión social de personas y colectivos vulnerables.

Este estudio lo realizamos enmarcándolo en las TIP, teorías implícitas de personalidad (Estrada et al., 2007; Hampson, 1986), como creencias cognitivo/afectivas acerca de un objeto de creencia, en este caso, dos prototipos. Definimos prototipo de personalidad como el ejemplar considerado más perfecto de una categoría; la investigación sobre prototipos en psicología se basa en los estudios de Eleanor Rosch (1977) acerca de cómo las personas estructuramos nuestro conocimiento de la realidad.

MÉTODO

Participantes

La muestra estuvo conformada por 520 sujetos jóvenes de hasta treinta años (un 94.42 % entre diecisiete y veinticinco años inclusive), con media de edad de 20.68 años; estudiantes en dos universidades privadas españolas —280 de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) y 240 de la Universidad Católica de Murcia (UCAM)—, que realizaban de forma presencial en el periodo 2019-2020 su primer (270 sujetos) o su cuarto curso (250 sujetos) como estudiantes de los grados de Psicología (256 sujetos) y Enfermería (264 sujetos). De los participantes, 411 fueron mujeres (74.09 %) y 109, hombres (20.96 %), sin que hubiera diferencias destacables en la distribución de género según carrera o curso universitario: entre un 19.20 % y un 21.96 % de los sujetos eran hombres en cada carrera y curso.

El procedimiento de muestreo fue incidental, la selección de los sujetos participantes se produjo a partir de cuatro conglomerados de la población (de acuerdo con su titulación, en Psicología o Enfermería, y de acuerdo con su curso, primero o cuarto).

Procedimiento

Se utilizó la descripción naturalista de personalidad, es decir, se pidió a los sujetos que describiesen espontáneamente, mediante adjetivos, los dos prototipos. En las descripciones naturalistas de personalidad, el sujeto tiene libertad para elegir los atributos descriptores de un objeto de creencia: ellos mismos, los demás, o un prototipo genérico de personalidad (Otero, 2001).

Se proporcionó un cuestionario a los sujetos y se les solicitaron sus datos sociodemográficos (edad, género, carrera universitaria, curso universitario, universidad) y que realizasen las siguientes tareas: escribir cuatro adjetivos que —según ellos— describían mejor al objeto de creencia asignado (persona responsable o persona irresponsable) y luego ordenar esos adjetivos según su adecuación como descriptores del objeto prototipo.

Se utilizó un procedimiento de elección de pares de sujetos igualados, contrabalanceando a los sujetos, para tener dos muestras relacionadas. A los sujetos de ambos grupos muestrales se les presentó el mismo cuestionario, alternando el objeto de creencia o prototipo (persona responsable o persona irresponsable) acerca del cual tenían que citar adjetivos y valorarlos, de modo que 261 sujetos contestaron el cuestionario sobre el objeto persona responsable y 259 el correspondiente al objeto persona irresponsable. De este modo, se controlaron los sesgos de distinción y de contraste derivados del orden de presentación de los objetos de creencia.

Se solicitó y obtuvo el visto bueno para la investigación y su procedimiento por parte de las comisiones de ética de las dos universidades. La aplicación del cuestionario se hizo presencialmente en grupos de clase durante el horario lectivo. La participación de los/as alumnos/as fue voluntaria. Se explicó a todo el alumnado presente en cada aula la naturaleza anónima y confidencial de sus respuestas; nadie indicó objeciones ni abandonó el estudio; los participantes firmaron un consentimiento y asentimiento informado. El tiempo medio de contestación fue de diez minutos.

Antes del tratamiento estadístico, los adjetivos se normalizaron, ajustando los términos al mismo formato, corrigiendo faltas de ortografía, estimando iguales los términos con modificadores que no cambiaban el significado básico del término y considerando diferentes aquellos términos donde un calificador o prefijo cambiaba significativamente el significado del término nuclear. Para el tratamiento de datos se utilizaron fórmulas de estadística descriptiva del programa estadístico SPSS.

RESULTADOS

Términos más citados para cada prototipo

El total de términos empleados por los 520 sujetos en las 2080 citaciones fue de 353, de los cuales 166 fueron términos representativos: un término es representativo de las creencias implícitas sobre el objeto de creencia si es elegido por más de un sujeto, sea cual sea el orden de adecuación al objeto de creencia (Álvarez, 1992). Respecto a persona responsable, los 261 sujetos nombraron 170 términos, de los cuales 79 fueron citados más de una vez como descriptores; en el caso de la persona irresponsable, 259 sujetos utilizaron 203 términos en sus citaciones, de los cuales 91 fueron citados más de una vez como descriptores.

En cuanto a los adjetivos más citados por los sujetos para definir a los objetos de creencia (utilizamos el masculino inclusivo genérico como estándar):

• Para el prototipo persona responsable, los términos más citados, en orden, fueron: constante, aplicado, trabajador, cuidadoso, centrado, organizado, seguro, ordenado, maduro, atento, paciente, puntual, consecuente, prudente, comprometido, educado y consciente.

• Para el prototipo persona irresponsable, los términos más citados en orden fueron: vago, imprudente, inconstante, impuntual, descuidado, pasota, inmaduro, inconsciente, despistado, despreocupado, desorganizado, desleal, desordenado, egoísta, impulsivo, alocado, maleducado, inseguro, olvidadizo, dejado, irrespetuoso y perezoso.

Términos con más poder explicativo para describir los prototipos

No todos los adjetivos más citados los podemos considerar con el mismo valor. Para conocer los términos más explicativos de los prototipos, realizamos un corte por la mediana, centrándonos —para cada objeto de creencia— en aquellos términos que explicaban como mínimo el 50 % de todas las frecuencias de citaciones (términos por encima del cuartil 2: Q2). Se eligió el porcentaje del 50 % al permitir dividir las muestras de adjetivos en dos partes diferenciadas: términos a los que los sujetos confieren más poder descriptivo del objeto de creencia y términos con menor capacidad descriptiva. En las Tablas 1 y 2 se indican los términos por encima de Q2 y se resalta en negrita los que se encuentran por encima del tercer cuartil (Q3), que explicarían el 25 % de todas las frecuencias de citaciones.

Tabla 1

Frecuencia y porcentaje de citaciones de descriptores de persona responsable: Q2 y Q3

Adjetivos

Frecuencia de citación

Porcentaje

Porcentaje

acumulado

Constante

124

11.88

11.88

Aplicado

78

7.47

19.35

Trabajador

66

6.32

25.67

Cuidadoso

56

5.36

31.03

Centrado

47

4.50

35.54

Organizado

42

4.02

39.56

Seguro

29

2.78

42.34

Ordenado

28

2.68

45.02

Maduro

27

2.59

47.61

Atento

26

2.49

50.10

Tabla 2

Frecuencia y porcentaje de citaciones de descriptores de persona irresponsable: Q2 y Q3

Adjetivos

Frecuencia de citación

Porcentaje

Porcentaje

acumulado

Vago

100

9.65

9.65

Imprudente

76

7.34

16.99

Inconstante

73

7.05

24.03

Impuntual

48

4.63

28.67

Descuidado

42

4.05

32.72

Pasota

38

3.67

36.39

Inmaduro

36

3.48

39.86

Inconsciente

29

2.80

42.66

Despistado

26

2.51

45.17

Despreocupado

25

2.41

47.59

Desorganizado

24

2.32

49.90

Términos más adecuados para describir a cada objeto de creencia

Al comparar los términos más citados (criterio de cantidad) con aquellos más valorados como adecuados (criterio de calidad), se observó que los términos escritos espontáneamente en primer lugar son también los más valorados, especialmente en el caso de los términos constante, aplicado, trabajador, centrado y organizado (para persona responsable), y vago, imprudente, inconstante, descuidado, pasota o inmaduro (para persona irresponsable). Los términos: cuidadoso (descriptor de persona responsable) e impuntual (descriptor de irresponsable) son muy citados, pero no tan valorados como descriptores más adecuados (Tablas 3 y 4).

Tabla 3

Descriptores de persona responsable según frecuencia de citación (cantidad) y porcentaje de orden ١.º (calidad)

N.º orden

Adjetivos citados

Criterio CANTIDAD

Criterio CALIDAD

1

Constante

124

59.68 %

2

Aplicado

78

32.05 %

3

Trabajador

66

43.94 %

4

Cuidadoso

56

16.07 %

5

Centrado

47

36.17 %

6

Organizado

42

42.86 %

7

Seguro

29

6.90 %

8

Ordenado

28

17.86 %

9

Maduro

27

29.63 %

10

Atento

26

30.77 %

11

Paciente

26

11.54 %

12

Puntual

25

16.00 %

13

Consecuente

21

52.38 %

14

Prudente

20

45.00 %

15

Comprometido

17

58.82 %

16

Educado

15

6.67 %

17

Consciente

14

42.86 %

Tabla 4

Descriptores de persona irresponsable según frecuencia de citación (cantidad) y porcentaje de orden 1.º (calidad)

N.º orden

Adjetivos citados

Criterio CANTIDAD:

Criterio CALIDAD:

1

Vago

100

34.00 %

2

Imprudente

76

46.05 %

3

Inconstante

73

42.47 %

4

Impuntual

48

16.67 %

5

Descuidado

42

47.62 %

6

Pasota

38

44.74 %

7

Inmaduro

36

50.00 %

8

Inconsciente

29

31.03 %

9

Despistado

26

15.38 %

10

Despreocupado

25

52.00 %

11

Desorganizado

24

33.33 %

12

Desleal

22

4.55 %

13

Desordenado

18

5.56 %

14

Egoísta

16

6.25 %

14

Impulsivo

16

43.75 %

16

Alocado

15

26.67 %

17

Maleducado

13

15.38 %

18

Inseguro

12

8.33 %

18

Olvidadizo

12

0.00 %

20

Dejado

11

27.27 %

20

Irrespetuoso

11

9.09 %

20

Perezoso

11

18.18 %

Realizamos —finalmente— un escalamiento multidimensional (EMD) para visualizar en un mapa perceptual la estructura latente de las relaciones entre términos y así identificar espacialmente las posibles dimensiones en las que se agrupan los términos descriptores. El escalamiento se hizo considerando solamente aquellos términos por encima del decil 9 en cuanto a citaciones (10 % de términos más citados por los 520 sujetos, esto es, los 34 primeros términos de un total de 353); tener en cuenta solo estos 34 términos para el EMD responde al propósito de conocer la posición y distancias relativas entre los términos más descriptivos de los objetos: este 10 % de términos más citados acumula el 61.78 % del total de frecuencias de citación de términos. Al realizar el EMD en el SPSS, creamos distancias a través de los datos, con medidas de distancia euclídea, tratando los datos como escala de intervalo, y estableciendo un mínimo de dos dimensiones y un máximo de cinco. El grado de ajuste obtenido fue elevado.

En torno a dos dimensiones (D1 y D2), cada una con un polo positivo y otro negativo se situaron todos los términos. La dimensión 1 “adecuación” diferencia cualitativamente ambos objetos: se refiere a la creencia del ajuste de los términos a los objetos de creencia; esta dimensión se define por la frecuencia de citación de términos en cada polo de la dimensión: los términos más citados para persona responsable se encuentran en polo positivo (d1+) y los más citados para persona irresponsable se sitúan en polo negativo (d1-). La dimensión 2 “competencia” permite cuantificar si un término es más o menos considerado apto por los sujetos como descriptor del objeto de creencia, en función de su posición y distancia relativa con otros términos; la capacidad del término como descriptor del objeto de creencia es mayor para términos en valores extremos positivos (d2+) y menor para términos situados en valores extremos negativos (d2-).

En el EMD (ver Figura 1) observamos la existencia de dos congregaciones de términos diferenciadas y extremas, lo que nos permite afirmar que los sujetos creen que la persona responsable se define adecuadamente por los términos constante, aplicado, centrado y cuidadoso, mientras la irresponsable por los términos vago, inconstante e imprudente.

Figura 1

Mapa perceptual de los 34 términos más citados

DISCUSIÓN

El estudio tuvo como propósito analizar las creencias sobre responsabilidad a través de la descripción naturalista de la personalidad. Para ello, se pidió a estudiantes universitarios de carreras sociosanitarias que elijan los atributos (adjetivos) descriptores de la persona responsable o irresponsable. Los resultados mostraron que los sujetos utilizan siempre distintos adjetivos para describir prototípicamente a un objeto de creencia respecto al otro. Las creencias se estructuran en torno a unos pocos términos muy concretos con elevada capacidad diferenciadora.

Los términos constante, aplicado y trabajador serían los más citados espontáneamente, valorados como más adecuados para definir a la persona responsable y los más diferenciados en posición y distancia respecto a los otros; estos tres términos son los que mejor explican las creencias implícitas espontáneas que los sujetos de la muestra tienen sobre los responsables. Los términos vago, imprudente e inconstante serían los más citados espontáneamente, los mejor valorados como más adecuados descriptores de la persona irresponsable, los más diferenciados en posición y distancia respecto a los otros. Estos tres términos son los que mejor explican las creencias implícitas que se tienen acerca de las personas irresponsables.

Las creencias se organizan en torno a relaciones de desemejanza (no semejanza) y antonimia complementaria. El significado de un término elimina el significado de otro, siendo incompatibles entre sí para definir al mismo prototipo. Los sujetos definen a la persona irresponsable basándose en una imagen “en negativo” de la misma y, por ello, suelen utilizar términos con prefijos negativos y opuestos a los que utilizan para describir a la persona responsable. La diada constante vs. inconstante aparece como la pareja de términos antagónicos que mejor diferencia a la persona responsable de la irresponsable.

Se confirman los resultados de las investigaciones realizadas por Moon (2001), Choragwicka (2010) y DeYoung (2015). Los sujetos describen a la persona responsable y a la irresponsable eligiendo y valorando términos referidos a la mayor o menor propensión a cualidades relacionadas con la competencia y la laboriosidad, la orientación o la necesidad de logro y la persistencia, el orden, la autodisciplina o la capacidad de autodirección, el deber y cumplimiento de obligaciones, la capacidad empática y de cooperación o la capacidad deliberativa.

Observamos cómo los principales términos descriptivos utilizados por los sujetos para definir a los sujetos responsables y a los irresponsables se relacionan estrechamente con el rendimiento y desempeño, mediante términos como constante, aplicado, trabajador, puntual, o vago, perezoso, dejado, inconstante, impuntual o descuidado. También los términos descriptivos se relacionan con el modo en que los sujetos experimentan los eventos de su vida, mediante términos como consciente, seguro o inconsciente e inseguro, prudente o imprudente. Del mismo modo, según los términos elegidos y mejor valorados, las creencias sobre las personas responsables y las irresponsables se vinculan al modo en que las personas tomamos decisiones y hacemos juicios estéticos y a la fortaleza de las habilidades cognitivas, mediante términos como ordenado, organizado, centrado, cuidadoso, consecuente o despistado, desorganizado, desordenado, despreocupado, pasota, impulsivo, alocado, olvidadizo. Estos términos descriptivos se ligan a las actitudes y orientaciones hacia personas diferentes y al modo de encarar los conflictos interpersonales y relaciones con los demás (términos como: atento, educado, paciente, comprometido o irrespetuoso, maleducado, desleal, egoísta). Por último, entre los primeros términos indicados por los sujetos no se indican los referidos a bienestar y salud física o mental y a la práctica de hábitos y conductas saludables o insalubres. El responsable y el irresponsable pueden tener mejor o peor salud y hábitos, pero ello no es considerado por los sujetos participantes de nuestro estudio como las cualidades que mejor los describen y diferencian.

Esta investigación también buscó responder a las siguientes preguntas: ¿cuáles son las cualidades que se cree tiene el responsable que pueden propiciar que tenga más posibilidades de inclusión social? ¿Cuáles son las cualidades que se cree tiene el irresponsable que pueden propiciar más su exclusión social? Al respecto, podemos señalar tres aspectos importantes a considerar: el rol de la perseverancia, la libertad individual en la decisión y la importancia de los criterios de desempeño y resultados.

Observamos en las creencias sobre las personas responsables e irresponsables la presencia de varias diadas de términos antagónicos: constante-inconstante, cuidadoso-descuidado, organizado-desorganizado, maduro-inmaduro, puntual-impuntual, prudente-imprudente y consciente-inconsciente. Estas diadas permiten pensar en la existencia de una estructura psicolingüística común para describir los dos prototipos y, al mismo tiempo, nos inquieren sobre cómo estas dicotomías pueden influir en la actuación profesional con las personas excluidas o en riesgo. En concreto, sobresale la diada constante-inconstante como la pareja de términos antagónicos más utilizada para diferenciar los dos prototipos. ¿Qué implica la constancia en términos de la inclusión y la exclusión? De acuerdo con la Real Academia Española, la constancia es “La firmeza y la perseverancia de ánimo en las resoluciones y propósitos” (Real Academia Española, 2014a), lo que pone el acento en el individuo que es perseverante, pero, ¿en qué se es firme y resolutivo? Si suponemos que nadie quiere ni estar ni sentirse fuera del sistema social (o sea, estar excluido), entonces la firmeza y perseverancia solo pueden referirse a la necesidad de actuar para conseguir ser aceptado e integrarse en el sistema. Siguiendo esta lógica, el excluido sería el que no persevera en incluirse; de ahí a considerar que el excluido es responsable de su situación puede haber no más que un paso.

La persona responsable se describe a partir de constructos deseables como continuidad y seguridad en las acciones y motivos, mientras que la persona irresponsable se define por la ausencia, insuficiencia o desidia frente a los constructos responsables. La preeminencia de los términos constante, aplicado y trabajador (continuidad), y otros como cuidadoso, organizado o seguro (seguridad) en la descripción del responsable, implican que se cree que el sujeto responsable hace lo que hace de modo “sostenible” en el tiempo, mientras el sujeto irresponsable lo es por lo que decide no hacer (o hace de modo no constante). Referidas a la práctica profesional, estas creencias suponen que la inclusión o exclusión social dependen únicamente de la decisión individual del sujeto, que “libremente” se incluye o no (más bien, se integra), olvidando que en la inclusión y la exclusión actúan también condicionantes no psicológicos. Obviamente, que los sujetos respondientes estén estudiando Psicología o Enfermería puede propiciar que su concepción de la exclusión se centre demasiado en factores internos a la persona (su personalidad, sus hábitos de salud) y se olvide la interacción de estos factores con otros de tipo económico, habitacional, social, educativo, etc.

Para nuestros sujetos, la aptitud y actitud de desempeño y la búsqueda de resultados se constituyen como elementos centrales de la diferenciación entre responsable e irresponsable. Hay que destacar la creencia de que el irresponsable es —primero de todo— vago. Vago es, de acuerdo con la Real Academia Española (2014b), alguien “holgazán, perezoso, poco trabajador … sin oficio…”, cualidades vinculadas con el mundo del trabajo y la obtención de resultados. ¿Qué implicaciones puede tener esta creencia para la futura práctica profesional con personas y colectivos excluidos? Que el profesional se centre más en proporcionar herramientas y recursos que mejoren la eficiencia de sus conductas sociales (especialmente en el mundo laboral), que en proporcionarles apoyo para el desarrollo de sus habilidades cognitivas, su capacidad deliberativa y el crecimiento de su autoestima. Esto es, estas creencias pueden favorecer más una integración social y laboral pragmática ajustada a las normas sociales que una inclusión social libre y decidida por el sujeto.

En síntesis:

• Las creencias de estos sujetos universitarios jóvenes en carreras sociosanitarias parecen considerar que los responsables tienen más posibilidades de ser reconocidos como actores sociales (pues firmemente buscan la integración), mientras los términos que se utilizan para describir a los irresponsables expresan creencias de exclusión (o que fácilmente la justifican).

• Los términos que utilizan los sujetos se relacionan principalmente con una perspectiva de integración sociolaboral (en donde la integración es responsabilidad única de la persona) que en una de inclusión social y en el desarrollo personal (en donde intervienen más actores y más factores que los psicológicos o conductuales: la responsabilidad de la inclusión es compartida).

• Las creencias de los sujetos consideran la conformidad social como criterio para obtener la aprobación social, de modo que el irresponsable no está excluido, sino que decide excluirse porque no quiere (o puede) conformarse a las reglas del sistema social vigente.

En virtud de estas creencias, para los sujetos de la muestra, el etiquetado como “responsable” tiene más oportunidades de ser aceptado positivamente en su diversidad personal e incluido mejor en la vida social y el etiquetado como “irresponsable” tiene menos oportunidades de ser aceptado en su diversidad personal y más posibilidades de ser excluido socialmente.

Entendemos que un mejor conocimiento y experiencia de la realidad polivalente de la exclusión pueda hacer que —en el futuro— estas creencias se modifiquen y flexibilicen, de modo que permitan no solo la integración sociolaboral sino también la inclusión social y el crecimiento personal de los vulnerables. Igualmente, el diseño de programas universitarios que hagan énfasis en las nuevas funciones, roles y misiones del profesional de los servicios sociosanitarios (García-Hernández, 2021b) seguro ayudará a una intervención futura más orientada a la persona, sus necesidades y expectativas.

Los resultados obtenidos deben ser interpretados con cautela, tomando en cuenta las limitaciones del estudio. La primera podría ser el uso, como términos descriptivos, solo de adjetivos. Investigaciones futuras podrían abordar el uso de otros tipos de términos (sustantivos o verbos) para conocer las creencias sobre responsabilidad e inclusión, aunque la investigación psicológica realizada en las culturas occidentales proporciona una evidencia abrumadora del importante rol de los adjetivos descriptivos de rasgos en la percepción y memoria de la persona (Maass et al., 2006). Una segunda limitación es la edad de los sujetos de la muestra utilizada. Los jóvenes proveen menos descriptores de personalidad que los adultos, utilizan menos términos descriptivos y más valorativos, léxico más vago y menos preciso y más términos descriptivos de cualidades conductuales y observables corporales que de cualidades deducibles como disposiciones internas (Pozzuelo & Warren, 2003). En un estudio futuro se podrían comparar las descripciones de jóvenes y de adultos para investigar si existen diferencias en el tipo y calidad del léxico utilizado por unos y otros. La tercera limitación es el uso, en esta investigación, fundamentalmente de pruebas de estadística descriptiva. Futuros estudios deberían considerar otras pruebas como análisis factoriales para determinar la posible existencia de dimensiones o factores subyacentes a las descripciones de estos prototipos.

Finalmente, los prototipos objeto de análisis (persona responsable e irresponsable) constituye también una limitación. ¿Por qué no nos hemos centrado en los prototipos “incluido” o “excluido”? Una respuesta sería que la diversidad de ámbitos de exclusión (hasta ocho, según Subirats et al., 2005) dificulta no solo definir al prototipo de persona excluida, sino también saber a qué prototipo se refieren los sujetos cuando describen sus creencias. Por otra parte, en nuestra investigación, la exclusión la hemos considerado como efecto y, por tanto, las creencias sobre responsabilidad e irresponsabilidad actuarían como causa o condicionante. Una investigación futura podría abordar específicamente las teorías implícitas sobre la exclusión y la inclusión, controlando la variable o ámbito de exclusión.

Este estudio, al describir las creencias de futuros profesionales del ámbito psicosociosanitario, aporta la base de resultados y de metodología de investigación necesaria para estudiar el impacto que las creencias sobre prototipos de personas pueden tener en la práctica profesional futura de psicólogos y profesionales sanitarios en el ámbito educativo (Álvarez, 1992) y/o de la intervención psicosociosanitaria. Siguiendo los resultados de este estudio, investigaciones futuras pueden enfocarse en responder dos preguntas: ¿en qué medida una persona, etiquetada por los profesionales como “responsable”, recibe un trato de ellos que le permite tener más oportunidades de ser aceptada en su diversidad personal y conseguir mayor inclusión social, educativa o laboral? ¿las personas etiquetadas como “irresponsables”, tienen más posibilidades de ser excluidas de la vida de su comunidad?

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