El embarazo en bachilleres y universitarias.
Tiempo de muda, tiempo para producirse como sujetos
Soledad Hernández Solís
https://orcid.org/0000-0001-5621-986X
Germán García Lara
https://orcid.org/0000-0002-4075-4988
Irma Hernández Solís
https://orcid.org/0000-0001-7335-7519
Oscar Cruz Pérez
https://orcid.org/0000-0003-2452-2834
Carlos Pérez Jiménez
https://orcid.org/0000-0001-7051-9017
Recibido: 16 de julio del 2021 / Aceptado: 2 de septiembre del 2021 doi: https://doi.org/10.26439/persona2021.n024(2).5304
RESUMEN. El embarazo en jóvenes universitarias tiene indiscutibles consecuencias socioculturales y psicológicas, con un elevado costo personal, educacional, familiar y social. El presente estudio analiza las vivencias de mujeres del último semestre de bachillerato y universitarias embarazadas. El abordaje metodológico se realiza desde una aproximación cualitativa interpretativa, mediante charlas informales y entrevistas semiestructuradas a 21 estudiantes, a partir de una guía de entrevista. El análisis de la información, mediante un continuo proceso de analogía, contraste y delimitación, desde una aproximación contextual posibilitó su organización en tres bloques temáticos: (i) sexualidad y ruptura de la dependencia infantil; (ii) “¡No me ha bajado!, ¿y si ya no me baja?, ¿y si estoy embarazada?, ¿qué voy a hacer? ¡Mis padres me matarán!”; y (iii) el embarazo, crucero de angustias. En estos tres bloques se examina su posicionamiento ante la emergencia de la sexualidad genital, el embarazo y la trama de la vida en pareja y familiar en el proceso de producirse como sujetos y sus implicaciones en la construcción de un proyecto de vida.
PALABRAS CLAVE: universitarias / embarazo / pareja / familia / sujetos
Persona n.° 24 (2), diciembre 2021, ISSN 2309-9062, pp. 105-125
PREGNANCY IN HIGH SCHOOLS AND COLLEGES. MOULTING TIME, TIME TO PRODUCE AS SUBJECTS
ABSTRACT. Pregnancy in young university students has unquestionable socio-cultural and psychological consequences at a high personal, educational, family, and social cost. The present study analyzes the experiences of women in the last semester of high school and pregnant university students. The methodological approach is based on a qualitative interpretative approach, through informal talks and semi-structured inter- views, with 21 students, based on an interview guide. The analysis of the information, through a continuous process of analogy, contrast and delimiting, from a contextual approximation that enabled their organization into three thematic blocks: (i) Sexuality and breaking child dependency; (ii) "I’m late! What if my period doesn’t come? What if I am pregnant? What am I going to do? My parents will kill me!" and (iii) Pregnancy, cruise of anguish; examining their positioning in the face of the emergence of genital sexua- lity; pregnancy and the plot of life as a couple and family in the process of producing as subjects and its implications in building a life plan.
KEYWORDS: university / pregnancy / partner / family / subjects
INTRODUCCIÓN
No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.
Paulo Coelho (1947)
En México, la tasa global de fecundidad ha pasado de 2,86 en 1997 a 2,25 en el 2009 y a 2,21 en el 2014, con una disminución del 0,65 en este periodo. Por grupos de edad, el pico se presenta en mujeres de 20 a 24 años con tasas de fecundidad mayores para aque- llas con menor nivel de escolaridad y no económicamente activas (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2017). En el quinquenio que va del 2009 al 2013, Chiapas presentó la tasa más elevada de fecundidad del país con 2,90 hijos por mujer (INEGI, 2017). A pesar de la relevancia del tema, en ciertos sectores y grupos etarios, como el de estudiantes embarazadas que cursan el último ciclo de bachillerato y universitarias, no se tienen estudios que aborden dicha trama desde diferentes perspectivas y catego- rías de análisis.
El despliegue de la sexualidad genital conduce en ocasiones a embarazos, que en adolescentes y jóvenes constituye una problemática estrechamente relacionada con la pobreza y desigualdad (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2012), situación que se configura a partir de la dificultad de acceso a un mayor nivel de educación (por ejemplo, el de pregrado), muestra de la desigualdad socioeconó- mica; además de que el cursar este nivel escolar no refleja necesariamente mejoras en el mercado laboral o “alternativas de realización personal basadas en la emanci- pación doméstica y económica” (p. 104). En contraparte, la condición de maternidad adolescente en contextos de vulnerabilidad social significa también la “única fuente de reconocimiento social para mujeres carentes de perspectivas educativas y labo- rales, [una] estrategia de maximización de los recursos familiares, elemento en la construcción de la identidad y como medio en la búsqueda de autonomía” (Binstock & Näslund-Hadley, 2013, pp. 16 y 17).
A la condición de embarazo se añaden también consecuencias sociopsicológicas que pueden tener efectos desorganizadores para el psiquismo, como la vivencia de culpabilidad de una relación sexual, o bien de sintomatología depresiva y ansiógena que impacta la vida escolar, la relación familiar y social. Las mujeres en este periodo de desarrollo transitan por una fase evolutiva intermedia entre lo endogámico y las exigen- cias sociales, el desarrollo de proyectos realistas, distintos de aquellos devenidos de la ilusión de omnipotencia narcisista de la adolescencia. En este proceso, el sujeto se reposiciona respecto de las transformaciones del cuerpo y otras manifestaciones de lo
real, así como de la emergencia de la sexualidad genital. Tal trabajo psíquico supone reelaborar la trama de significaciones infantiles para producirse como sujetos.
Briuoli (2007) comenta que los cambios que se presentan en el mundo externo reper- cuten en la subjetividad del individuo y de su mundo familiar. El sujeto es sujeto de herencia, sujeto de grupo, sujeto de intersubjetividades, quien se construye en un contexto único y propio, el cual es atravesado por relatos, historias familiares y generacionales. La evidente complejidad que supone el recuento de dicho proceso de subjetivación hace necesario un corte, por lo que en este trabajo se considera únicamente el inicio de la sexualidad genital, el intercambio y trama que se sucede con la pareja y la familia a partir de la condición de embarazo, y el sentido que expresan sobre el orden de la cultura que les cosifica para repro- ducir y continuar el orden social. De acuerdo con Najmanovich (2001), “el sujeto adviene y deviene en el intercambio en un medio social humano de un mundo complejo” (p. 110). En este proceso, el lenguaje y la trama social en que se inscribe su experiencia condicionan su relación y la forma de participar y vincularse con los otros (Socolovski Batista & Forcadell Aznar, 2019). Para reflexionar en torno de la subjetividad, Leff (2010) plantea:
[Indagar acerca de] sus procesos cognitivos, sus imaginarios, sus simbolizaciones, sus estrategias discursivas y políticas, donde se definen los sentidos existen- ciales en la recreación de sus órdenes culturales […], en su enfrentamiento con el proceso de globalización que tiende a sujetarlos (si no a marginarlos, a coloni- zarlos, a integrarlos…), a transformarlos en sujetos de un orden cosificador que los reduce a objetos funcionales para el sistema. (p. 23)
En la sociedad contemporánea, la joven se inserta en una realidad socioeconó- mica y cultural cuya dinámica supone desprenderse de la familia. En este tiempo de muda, la identificación con un semejante que prodiga afecto y que tiene lo que le falta o desearía “produce el trabajo de rehallazgo del objeto, enlazado a los objetos primor- diales; también la posibilidad de poner en acto las relaciones sexuales” (Firpo et al., 2000,
p. 48). El acercamiento al otro sexuado constituye la base del encuentro por medio de un vínculo amoroso en que convergen ternura y sensualidad, de conquista de un objeto de amor fuera del entorno de la familia “en un vínculo que adquiere cierta permanencia o estabilidad, superando e integrando el propio narcisismo en un vínculo de amor con otro u otros” (Barrionuevo, 2011, p. 137). La toma de decisión sexual y reproductiva de los adolescentes implica una dificultad entretejida que articula aspectos que van desde la pertenencia de clase, género, entornos de socialización y subjetivación.
La travesía y vicisitudes que enmarcan la sexualidad de la joven tienen múltiples matices y significaciones, pues como señala Blos (1981): “El acto sexual de la adoles- cente es, predominantemente, expresión de su conflicto de rompimiento respecto de los lazos de dependencia infantiles” (p. 206). En algunos casos, estas vivencias pueden tener como corolario el embarazo, condición en la que le es posible asomar la mirada a su lugar como adulta y como madre.
El embarazo anticipa la igualación con los padres en su función paterna, pero también la posibilidad de vivenciar con dicha equiparación “sentimientos de culpa que pueden llevar a estados neuróticos de angustia y depresión” (Barrionuevo, 2011,
p. 140). Esto empaña el gozo de ser padres ante el nacimiento de un hijo en tanto está prohibido querer igualarlo o sobrepasarlo. Ser madre implica reconocer la inevitabi- lidad de la propia muerte al ubicar al hijo como continuidad de la vida en otro ser en el que se “introduce” el propio narcisismo, enfrentando al mismo tiempo el duelo por la muerte de los propios padres al desplazarlos hacia el lugar de abuelos. Ser madre supone un proceso simbólico que va más allá de la acción genitora de procrear. Blos (1981) explica: “Si anhela tener un bebé, este deseo en apariencia maternal es expresión del deseo infantil de reinstaurar la unidad madre-hija (fusión)” (p. 208). La asunción de la maternidad forma parte de un proyecto de vida amplio que se inscribe en un movi- miento de continuidad de sí, del propio narcisismo, pero también de la muerte de los padres, colocados en un nuevo lugar en el genograma familiar. Aulagnier (1994) sostiene que el nacimiento de un hijo puede igualmente producir efectos desorganizadores en el psiquismo de los padres. Todo ello puede provocar una desinhibición pulsional liberando pulsión de muerte que puede colocar al bebé, de manera inconsciente, como el culpable de los cambios que se producen.
El movimiento dialéctico, siempre inconcluso, entre la emergencia y el torcimiento de la dependencia paterna, y, a su vez, el ser objeto de troquelado por los padres y la pareja, quienes le devuelven a la joven una perspectiva del mundo, de las instituciones, de la familia y del patriarcado, le incitan a atestiguar su propio mundo en dicho proceso de subjetivación.
El orden de la cultura condiciona el desarrollo ético que les es propio a las mujeres, como la reproducción y la maternidad. El embarazo como decisión de la mujer, como proyecto humano en cuanto sujeto psíquico, se deslegitima desde una ideología patriarcal con menoscabo de sí y de su trascendencia social, de manera que se coloca a su emba- razo como parte de sus funciones naturales. Tales relaciones de poder se imbrican con ciertas operaciones discursivas que sirven de referencia a la construcción de la realidad, a la vez que demandan un posicionamiento del sujeto respecto de dichas relaciones (Giaccaglia et al., 2009).
La construcción como sujetos de jóvenes embarazadas apunta hacia la elaboración de un proyecto de vida que se vive como duelo respecto del padre, cuestionado en ese lugar al ser ahora madre de alguien y superar en ese ejercicio lo que representó para sí su propia historia como hija. Este proceso constituye el cruzamiento de angustias que condensan lo real a partir de la visión del futuro, escenario que implica dejar de lado ciertos procesos identificatorios y agregar otros mediados por la fuerza de la posición subjetiva que es capaz de colocar en dicha tarea; esto, sin embargo, depende a su vez de la red social que apoya, converge o la distancia de tales proyectos.
Ese lugar se construye en un marco más precario cuando a la incertidumbre de su lugar en el mundo se aúna la asunción de la vida de otro, que moral y socialmente define y adelanta respuestas para sí respecto de su proyecto de vida. En otros casos, en los que la fuerza del deseo ni siquiera alcanza a manifestarse como tal en torno a un proyecto de vida, el futuro se presenta como enigma, insondable, oscuro, por lo que el ignorarlo o sintomatizarlo es solo una manera de hacerlo presente como uno de los momentos de decisión sobre sí misma. Vega et al. (2007) proponen considerar que la construcción de proyectos en la vida de un sujeto se encuentra en relación directa con la solidez de su posición subjetiva, en tanto el proyecto es un escenario del fantasma, uno de sus tantos escenarios.
En este contexto, el presente trabajo tiene como propósito analizar algunos aspectos del proceso de subjetivación de mujeres en el último ciclo escolar de bachi- llerato y universitarias ante su situación de embarazo. El limitado número de estudios que abordan las problemáticas que afrontan las estudiantes embarazadas de Chiapas demanda el desarrollo de este tipo de trabajos, más aún en el contexto escolar de bachi- llerato y universitario en que generalmente se carece de opciones de apoyo psicológico a estas alumnas.
MÉTODO
Diseño
El estudio es de tipo cualitativo, el cual “dirige su atención al contexto y a la integridad del material” (Banister et al., 2004, p. 13). La investigación cualitativa tiene, entre otras, las siguientes características:
(a) Un intento de captar el sentido que estructura y que yace en el interior de lo que decimos sobre lo que hacemos; (b) una exploración, elaboración y sistematización de la relevancia de un fenómeno identificado; (c) la representación esclarecedora del significado de un aspecto o problema delimitado.
La investigación se sustenta en un paradigma interpretativo en el que la realidad social se advierte a través de “una estructura intrínseca significativa, constituida y soste- nida por las actividades interpretativas rutinarias de sus miembros individuales” (Carr & Kemmis, 1988, p. 83), a partir de las cuales se construye y reconstituye el orden social. Por tanto, el tipo de explicación establecida se basa en comprender los procesos sociales mediante los cuales se produce y pasa a darse por supuesta una realidad social dada. Desde esta perspectiva, el trabajo se llevó a cabo con un enfoque interpretativo que, según Bautista Cárdenas (2011), permite “centrar la atención en el actor social y tratar de comprender su punto de vista, poniendo a la persona en el centro de la escena, como quien construye, interpreta y modifica la realidad” (p. 47).
Participantes
En este trabajo participaron veintiuna mujeres estudiantes embarazadas con un periodo de gestación de tres a ocho meses; diez de ellas cursan el último ciclo o semestre en el bachillerato y once son estudiantes universitarias de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, la Facultad de Ciencias de la Nutrición y de los Alimentos, y del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). De las estudiantes universitarias, tres son de la licenciatura en Desarrollo Humano y tres de la licenciatura en Psicología, dos de la licenciatura en Nutrición y una de la licenciatura en Alimentos, y dos de la licenciatura en Biología. Ocho de ellas radican en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, y las otras tres, en otra localidad del estado.
Técnicas e instrumentos de recolección e información
La técnica empleada fue el registro de notas a partir de conversaciones informales con las participantes en diferentes espacios, tanto escolares como del entorno familiar; asimismo, se realizaron entrevistas semiestructuradas, específicamente la de tópico, utilizada para aprender más sobre un evento o tema (Mayan, 2001). La entrevista semies- tructurada se compone de preguntas abiertas preparadas previamente, las cuales son una guía para ahondar en ciertos temas de interés para el investigador. Estas preguntas fueron mínimas para no entorpecer el flujo de la entrevista. La guía de entrevista utili- zada fue la siguiente: (1) ¿cómo fue que formaste una relación de pareja?; (2) ¿cómo era tu vida antes del embarazo?; (3) ¿qué pasó cuando te enteraste de que estabas embara- zada?; y (4) ¿cómo vives tu embarazo?
Procedimiento
El proyecto fue avalado científica y éticamente por la Dirección de Investigación y Posgrado de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Para la aplicación de los instrumentos se obtuvo el consentimiento informado de las participantes, a quienes se indicó que la información se trataría de forma confidencial y anónima; por su parte, ellas aceptaron colaborar de forma voluntaria, autorizando el uso de la información con fines de investigación.
El procedimiento seguido consideró la transcripción a medios digitales de las entre- vistas aplicadas, así como de las notas de campo. Posteriormente, en la fase analítica, se redujo la información codificándose a través de categorías que emergieron del material escritural. Estas se organizaron en bloques temáticos, que fueron compartidos nueva- mente con los entrevistados a fin de retroalimentar sobre su integración, lo que requirió una adecuación menor del análisis realizado. Finalmente, se conformó el informe de trabajo (Rodríguez Gómez et al., 1996).
RESULTADOS: RUPTURA Y CONTINUIDAD DE UN MUNDO DE COLOR ROSA
Los registros obtenidos fueron analizados mediante un continuo proceso de analogía, contraste y delimitación, desde una aproximación contextual que posibilitó la compren- sión del material y la construcción de tres bloques categoriales: (1) sexualidad y ruptura de la dependencia infantil; (2) “¡No me ha bajado!, ¿y si ya no me baja?, ¿y si estoy emba- razada?, ¿qué voy a hacer? ¡Mis padres me matarán!”; y (3) el embarazo, crucero de angustias.
Sexualidad y ruptura de la dependencia infantil
El inicio de la relación es un encuentro que detona procesos identificatorios, senti- mientos de atracción que configuran un gusto físico e intelectual de una hacia el otro; es la base de un acercamiento mucho más íntimo, en que se idealiza a la pareja, se generan vínculos y se deslegitima la autoridad parental, preludio de la ruptura hacia estos:
[…] empecé a andar con Enrique y a juntarme solo con él y mi amiga. ¡Fue una gran novela la manera en cómo nos hicimos novios!, él pasaba por mí todos los días para irnos a la escuela y pasaba a dejarme y se quedaba ¡horas platicando conmigo!, en la tarde volvía a llegar. Esa era nuestra vida […] [a mi mamá] no le gustaba que estuviéramos tanto tiempo juntos, porque la verdad, ya viéndolo así, sinceramente ¡sí era mucho tiempo! Y, pues, me decía que ya le dijera yo que no llegara mucho o que, si llegaba después de la escuela, ya no llegara en las tardes, pero te digo ¡a mí me valía y no!, no le decía nada (risas). (Nadia)
¡Mi mamá no muy le gustaba! Y me decía, pues, que como que pasaba mucho tiempo con él y así, pero ¡me daba igual lo que dijera!, ¡ni caso le hacía! (Olivia)
Las formas de sujeción familiar claudican ante las vías cada vez más porosas con que la autoridad y el disciplinamiento se ve confrontado. El imaginario de libertad y su marco displicente para el deseo y el uso del cuerpo escapan al dominio de las estructuras familiares. Al respecto, tal como sugiere Blos (1981), las vicisitudes de las relaciones de pareja suponen el rompimiento de los lazos de dependencia hacia los padres, de desprendimiento de la familia por aquel a quien se prodiga afecto. Este proceso es vivido como una aventura, con anhelos de redención, en un imaginario en que las familias cons- tituyen un soporte de sí, se sienten seguras de la pareja o de sí mismas.
La continuidad en la relación y la convivencia implica encuentros a solas, con mayor contacto físico. Llega así el momento de inicio de las relaciones sexuales, “sin protección desde la omnipotencia e incredulidad […], que los expone a embarazos” (Moreno Mojica et al., 2017, p. 19), situación que, en el caso de las entrevistadas, llevó a la concepción.
[…] sí éramos novios, tuvimos relaciones sexuales como toda pareja normal y no nos cuidamos, llevábamos aproximadamente como tres meses. (Úrsula)
[…] pues nos fuimos conociendo más y con el paso del tiempo, llegó el punto de que ambos, pues […] decidimos tener relaciones y pues… quedé embarazada. (Irene)
[…] yo siempre le pedí que hiciéramos una familia y, pues, así fue, ¿no?, porque él me dijo que nos esperáramos y pues luego llegó la ocasión (risas), nos hizo que, que nos juntáramos, ¿no?, este y pues no sé, amándolo, pues yo decidí que fuéramos padres. (Hilda)
Éramos novios y, pues… entonces, pues… nos queríamos mucho, entonces hubo oportunidad de llegar a más y en una de esas veces quedé embarazada. Yo no lo tenía planeado, pero él si lo tenía planeado… y pues él no quería tener una relación así de novios nada más, sino ya tener una relación más estable. Entonces pues a mí me pareció bien y después de quedar embarazada y pues… me pidió que nos casáramos y eso me pareció muy bien. (Joana)
La autorreferencialidad con que se asumen las relaciones sexuales conduce a la ilusión de autonomía y libertad en las acciones y toma de decisiones, de la exaltación del ego, en la que poco o nada limita el acceso al mundo objetivado del adulto (Leff, 2010). Del total de participantes, solo en dos casos, las relaciones sexuales ocurrieron de manera fortuita en un contexto de celebración, mediadas por el consumo de alcohol.
[…] en la universidad un día de fiesta nos fuimos al antro y, la verdad, no recuerdo muy bien, ya que ese día tomé demasiado y no recuerdo lo que pasó; al día siguiente me levanté y estaba en mi casa sin ropa y todo fue muy extraño, le pregunté a mis amigas ¿qué había pasado? y me dijeron que me fui con una persona que conocí en el antro y me fui a mi casa. El mes que me tocaba reglar no me bajó, esperé dos semanas más y me hice la prueba de embarazo donde salió positiva y fue desde ese momento donde mi vida empezó a cambiar (se muestra triste y baja la mirada). (Fabiola)
[…] organizamos un viaje a Cancún y, bueno, ya estando ahí, en el viaje y organi- zando fiestas, este, varias de mis amigas salimos de fiesta, emmm, obviamente todos somos muy precavidos, cada quien trata de cuidarse, pero una noche antes de por así decirlo regresarnos, decidimos ir a un antro y la verdad estaba bajo los efectos del alcohol y decidí irme con un chico, este, y ¡pues ya!, entre todo eso con un poquito de comunicación y química entre nosotros, pues no me fui solo por irme; es decir, como que compaginamos, entonces decidimos irnos y pues tuvimos relaciones; dos meses después me enteré [de] que estaba embarazada. (Teresa)
En este último caso, tuvo el apoyo de los padres de ambos y de la pareja, aunque no continuó su relación. Esta situación le permitió seguir con sus estudios y asumir su embarazo de manera menos conflictiva; no obstante, ello es la excepción en los casos de estudio. Este vínculo que integra el propio narcisismo en afecto hacia otro (Barrionuevo, 2011) emerge en actos sexuales en los que, además, se concreta la separación infantil, lo mismo que en angustia y culpa por la incertidumbre que el futuro depara.
“¡No me ha bajado!, ¿y si ya no me baja?, ¿y si estoy embarazada?, ¿qué voy a hacer?
¡Mis padres me matarán!”. La trama familiar y de pareja
En la continuidad de las relaciones sexuales, llega lo menos esperado: “No me ha bajado”. Muchas jóvenes usan esta expresión al llevar una vida sexual activa y presen- tarse el retraso menstrual. Al confirmar un embarazo, la angustia respecto del proyecto de vida se vuelca en incertidumbre de un futuro incierto sobre el apoyo de la pareja. La respuesta a esta tensión puede producir desesperación, miedo, culpa, pena y temor ante la reacción de los padres. La idealización contenida al inicio de la relación remite a la crudeza de los avatares que lleva a que los caminos se bifurquen o se reafirmen, al menos temporalmente. El mundo ficcional de enamoramiento refuerza la ilusión de su trascendencia, distanciándolo y colocando en suspenso su reflexión crítica, que irrumpe solamente cuando la pareja le devuelve a una realidad en que la sensación de nostredad queda reducida al abandono y distanciamiento del otro.
En ocho de las participantes, quienes viven en unión libre o se encuentran casadas con la pareja, la vivencia es menos compleja, ya que cuentan con el apoyo de esta.
[…] no solo fue el (apoyo) del que ahora es mi esposo, sino que también fue de mi mamá, de mi abuelita, de mi hermano, tuve apoyo también de mis suegros y de muchas personas; entonces en ese aspecto yo no me sentí sola. (Keila)
Nos llevamos muy bien, ya que él es muy comprensivo conmigo, siempre está al pendiente de la casa y de mí para que también a su bebé no le falte nada. Gracias a Dios, a diferencia de otras relaciones, la mía es muy diferente, porque tengo una amiga que está embarazada, pero que su pareja no quiso hacerse responsable y ahora [está] sola. (Celia)
[…] económicamente me apoya, con los gastos médicos, despensa y me cuida en mi embarazo y está a mi lado cuando lo necesito […]. Y el apoyo espiritual y amoroso, también me brinda su apoyo porque cuando tengo antojos o me duele algo siempre está al pendiente de mí. (Eloísa)
[…] él me dijo que “solo es un proceso que se adelantó, que se nos sale de las manos; cuando no está en tus planes es difícil de aceptarlo, pero te das cuenta [de] que las cosas a veces pasan por algo, y pues que no siempre salen como uno quiere, quizás eso es lo que hace interesante la vida, porque por más que uno planee las cosas a la perfección nunca salen bien; por algo la perfección no existe (risas), no quizás (risas), y pues estas cosas que se salen de los planes son las cosas que nos hacen darnos cuenta [de que] podemos enfrentar las situaciones (risas), ¡que un embarazo no es malo! Solo pienso que la sociedad por la forma de vida lo hace parecer malo, quizá lo complicado y las responsabilidades de un nuevo ser es lo que lo hace parecer como algo malo, pero en realidad no lo es, es una bendición, y es hermoso saber y debes de sentir orgullo que tienes una vida dentro de ti”; y pues sí, eso fue lo que me dio un poco más de aliento y fuerzas como para sentirme en ese momento que ¡sí podíamos con todo! (risas). (Olivia)
Como se cita, solo en dos de los casos las relaciones sexuales fueron fortuitas, lo que lleva a suponer que únicamente en estas no haya apoyo de la pareja. No obstante, ante el embarazo, la falta de acompañamiento de la pareja se presenta en más casos, lo que resulta devastador para ellas. El distanciamiento o ausencia cobarde por parte de la pareja arrebata la imagen de idealización y encamina a la mujer al tránsito apresu- rado a la adultez. Los conflictos en este plano pueden provocar el rechazo y aislamiento, pues la conformación de una relación de pareja no solo es una fuerte motivación, sino que también constituye una forma de inserción social. Ello fue vivenciado en ocho de las entrevistadas:
[…] cuando recibí la noticia, me sentí triste porque esa noticia se lo comenté a mi pareja y él no quiso hacerse responsable, es por eso que todo este proceso lo he estado llevando sola […]; toda la culpa me dijo que yo la tenía, ya que yo fui la que no me cuidé […]. Mi pareja no se hizo responsable y no fue un embarazo planeado; después de la noticia del embarazo, mi pareja se fue y no he podido localizarlo, le hablo por teléfono y he contactado con su familia, pero es como si se lo hubiera tragado la tierra. (Adela)
[…] pensé también que mi novio se haría responsable. El mismo día que me enteré [de] que estaba embarazada, le pedí a mi novio que lo quería ver en mi casa, llegó y nunca se imaginó que le daría esa noticia; al momento que le dije, me culpó a mí por no cuidarme, me empezó a hacerme sentir mal (solloza y se muestra triste); le dije que él me había dicho que no iba a quedar embarazada, y empezamos a discutir, él se fue y yo me quedé con ese dolor en mi vida, sin saber qué hacer […]. Después que le di la noticia de mi embarazo, nunca supe nada de él. Me dicen que lo han visto en algunas partes, pero a mí no se ha acercado para nada. (Dora)
[…] no, de hecho, cuando se enteró, ¡me dejó!… No sé nada de él literalmente. (Úrsula)
La relación se construye mediante narrativas en que las historias se ajustan a un guion convenido hasta la frontera de falta de responsabilidades, que, de haberlas, inter- fieren con la libertad del otro o de sí. Tal experiencia fragmentada de la relación conduce a una experiencia de embarazo igualmente fragmentada desde la perspectiva de la propia joven embarazada, de su pareja y de la propia familia de esta.
Además del encuentro o desencuentro con la pareja, el informar a los padres sobre el embarazo constituye un evento crucial. Del total de entrevistadas, nueve cuentan con el apoyo de ellos, situación que hace que la vivencia de embarazo sea menos mortificante; en otras nueve, se aprecia apoyo, aunque condicionado, o bien con ciertos conflictos en la interacción cotidiana; finalmente, en tres casos, el distanciamiento con el padre o la madre, la ausencia de alguno de estos, o el consumo de sustancias o la violencia generan fuerte incertidumbre y temor por el devenir.
En general, son comunes en las participantes ideas de haber defraudado a los padres:
Sentí miedo a lo que vendría, ¿qué iba yo a hacer?, ¿qué iba a hacer yo con esa responsabilidad? […], se puede decir ¡todo el esfuerzo que ella invirtió! (la madre), sentí como defraudarla a ella […], su confianza, eso fue lo primero, ¡su confianza que invirtieron en mí y que yo lo tiré a la basura!, ¡todo! (Marlene)
[…] en mi familia fue como que un choque de emociones porque mi mamá no lo aceptaba, pero los demás sí […], mi madre sintió que la estaba traicionando de cierta forma, porque traicioné su confianza y el hecho de que aún haya estado en casa cuando eso pasó. (Úrsula)
[…] primero se lo dije a mi mamá y mi mamá se lo dijo a mi papá, y la reacción que él tuvo no fue tan fácil, lo primero que hizo mi papá fue pegarme.
¿Te pegó?
Sí, una cachetada. Se mete mi mamá y me defendió porque, pues, estaba enojado mi papá, y yo lo entiendo porque no es una situación fácil, algo que mi papá tanto me cuidó, ¡porque me cuidó!, quizá a su manera, pero pues su reacción fue esa, ¡de enojo, de coraje!, y pues ¡yo sé que fallé!, porque sé que les fallé tanto a mi mamá como a mi papá, porque mi mamá me dijo que ella confiaba tanto en mí y que yo la había defraudado y se lo acepté, le dije: “Mami, perdón si te defraudé, te fallé y te pido perdón porque no lo planeé”. (Valeria)
Este sentido de culpa, de haber defraudado la confianza de los padres, constituye el síntoma del malestar que emana de la represión de la vida sexual, de relaciones subje- tivas que dan a la institución familiar un carácter de tiranía sobre el cuerpo. En la familia, las reacciones de enojo son más evidentes en el padre, mientras que las madres mues- tran mayor apoyo; su condición de mujeres las hace más comprensivas de la vivencia de la hija; así, mantienen un lazo o conexión, pese a los sentimientos de enojo y animad- versión que la noticia pudo haberles causado. Las actitudes por parte de la familia en cuanto a la aceptación del embarazo pueden inscribirse en la lógica de naturalizar la analogía mujer-madre, permitiendo con ello explicaciones que son del orden cultural. No obstante, no solo el padre o la madre están inmiscuidos; la familia se hace presente a través de los hermanos, los primos, los tíos, los abuelos, quienes muestran también su enojo o rechazo ante su situación:
Una tía me dijo: “Pues ¡de mí no van a hablar, idiota, de mí no van hablar, pendeja!, total, ¡yo no fui la que fue a abrir las piernas!, de mí no tiene nada que decir la gente, no van a estar diciendo de que fui una pendeja, de que defraudé a mi padre, porque
¡jamás lo he hecho!, pero de ti ¡sí!”; y le dije: “¡Mira, tía, la gente habla para bien o para mal!”. (Marlene)
El apoyo parental y familiar genera un entorno proclive para que el trabajo psíquico del tránsito a la adultez sea mucho más terso, para la elaboración de situaciones conflic- tivas hacia una mayor independencia.
[…] como nos casamos y en nuestra relación de novios nunca tuvimos problemas, pues fue más fácil para nosotros, porque casi no discutíamos ni nada de esas cosas; nosotros estamos viviendo en una casita de INFONAVIT que nos dio mi papá, ya que él estaba pagando una casa y mi esposo la va a estar pagando con mi papá, para que esa casa sea de nosotros. Vivimos ¡muy bien!, y ¡sigo estudiando!, que esa es la ventaja más grande porque yo no quería dejar mis estudios. Y mis papás me están apoyando, al igual que los papás y la familia de mi novio. (Beatriz)
[…] con mis padres no hubo problemas, ya que ellos estaban emocionados de la nueva llegada de un bebé y mi madre estaba presente cuando mi ginecólogo me dijo que estaba embarazada. (Eloísa)
[…] con ellos fue así todo tranquilo, así de ¡está bien, nosotros vamos a apoyarlos!, su mamá, pues bien contenta porque será abuela, el papá no tanto, pero tampoco se veían molestos, solo nos dijeron que, aunque estamos muy jóvenes, pues el apoyo de ellos lo tenemos. (Nadia)
[…] y pues ya mis papás nos apoyaron y también sus papás de él también nos apoyaron, ya con el tiempo nos casamos. (Pilar)
El soporte afectivo y moral de los padres es el cimiento del deseo que ancla el proceso de subjetivación de la joven embarazada. También es la agencia social y moral por la cual se asumen y continúan las normas sociales sobre el ejercicio de la sexualidad y la maternidad. La condición de madre soltera, o de su elección respecto de mantener o no su embarazo, de su proyecto de vida escolar y profesional, o la situación social en que es colocada, se reduce a la aceptación de tener al hijo, lo que resuelve las discrepancias y conflictos familiares (Pacheco-Sánchez, 2016); es así como se constituye en el proyecto de vida de la joven estudiante. La asunción de esta aventura exogámica plantea, paradó- jicamente, el pacto de obediencia al adulto y sus instituciones para ser parte del grupo social de pertenencia.
La construcción de un proyecto de vida se realiza en un terreno de muertes, propias y ajenas, en una encrucijada angustiante ante lo irreductible de lo real representado por el futuro, debiéndose afrontar la tarea de destitución de viejas identificaciones, en procura de una posición propia o personal, destacándose que además del duelo se debe considerar la fuerza, entusiasmo y disposición hacia el cambio que la joven pone en la tarea. (Barrionuevo, 2011, p. 130)
En otros casos, el apoyo parental o familiar se presenta bajo ciertas condiciones, que exigen a la joven asumir roles adultos, que supongan mayor responsabilidad ante su embarazo.
[…] me dijeron que yo tenía todo con ellos, y mientras yo estaba con ellos nada me faltaba. Pero que ahora con esta responsabilidad me dijeron que yo tenía que hacerme responsable de mis actos […] me dijeron que me iban a apoyar, que yo podía seguir en la casa, y me iban a seguir apoyando para terminar mis estudios, pero, ¡eso sí!, que tenía que buscar un trabajo no tan pesado para que al nacer
mi bebé tuviera lo necesario, es por eso que actualmente estoy viviendo con mis padres, estoy casi terminando la carrera y estoy trabajando por las mañanas en un ciber, ya que en ese lugar el trabajo no es tan pesado. (Adela)
[…] mi papá me lo topé en la cocina, y me dijo: “¡Ahora qué pendejada hiciste!”, y ya fue que me empezó a regañar, y lo primero que me dijo fue: “¡Yo no te voy a apoyar!, yo ¡ya no te voy a dar estudios!, ¡ya no te voy a dar nada!, ahí lo ves tú, si quieres seguir estudiando, adelante, si quieres y si terminas tu carrera, voy a estar ¡orgu- lloso de ti!, pero yo ¡no te voy a apoyar!”, y pues yo ¡llorando!, mi mamá ¡llorando!, y ya mi mamá le dijo: “¿Cómo vas a desamparar a tu hija?” […], y ya mi mamá dijo: “¡Yo sí la voy a apoyar!” […], como a los tres días, otra vez estaba en la cocina, y ya llegó mi papá y me dijo: “Y ¿cuándo va a nacer tu chamaquito?”, “En diciembre”, le dije. “Pues ya lo pensé bien y sí te voy a apoyar”, me dijo, “pero quiero que le eches ganas, no quiero que baje tu promedio, ni quiero que a la mera hora te estés rajando y digas que ¡ya no quieres!”. “No, papi”, le dije, “sí le voy a echar ganas”, le dije, “y ahora con más razón”, le dije; y me dijo: “Eso espero”, y ya quedó. (Lorena)
No obstante, en dos casos, la falta de los padres, de su apoyo total o condicionado genera una situación incierta, de suma complejidad.
[…] estaba aquí en la ciudad sola sin apoyo de nadie, yo sabía que mi familia me daría la espalda […]; esa misma semana me armé de valor y me fui a mi pueblo y mis papás se asombraron [de] que llegué, y les dije que se sentaran, que quería hablar con ellos; se asombraron cuando empecé a decirles que tenía novio y empecé a decirles lo del embarazo. Y ellos me dijeron que no me iban a apoyar, porque ellos nunca se enteraron [de] que tenía novio, y que ellos no iban a hacerse responsables. Y me corrieron de mi casa, mis papás son maestros en mi comu- nidad y para ellos su prestigio está ante todo, ¡me corrieron!, pude recoger unas cosas y me fui de regreso a mi casa. (Dora)
[…] mis tías me regañaron mucho, eso sí, pero me dijeron que me ayudarían, no me darían la espalda como mi mamá, ya que cuando le dije a mi mamá, me dijo que yo hiciera de mi vida lo que quisiera y para ella mejor si no lo tenía, ya que bastante gasto tenía conmigo como para que tuviera otro. (Fabiola)
Las familias son microsociedades que establecen ciertos proyectos para sus miem- bros; el duelo por un proyecto no realizado por uno de los hijos confronta el ideal paterno. En el caso del embarazo, invertir el ciclo de evolución de la familia (primero reproduc- ción y luego conformación), sin duda, contrapone sus principios, ya que el dispositivo esperado es justamente lo contrario; pero a la vez mantiene el orden de la cultura, en el que el nodo de dicho proceso es el de asumir el rol de la maternidad y no precisamente reflexionar en torno a la decisión sobre el derecho que asiste a la hija sobre su cuerpo.
El embarazo tensa los dispositivos de normas y prescripciones sobre el cuidado y autonomía que las familias deben mantener respecto de los hijos, lo cual debe dirimirse en torno al propio proyecto de la joven (Rojas Betancur et al., 2016). En este sentido, la
familia actúa como un ámbito de normalización social del embarazo. La familia consti- tuye un espacio privilegiado de aprendizaje de roles y funciones.
Del total de entrevistadas, solo en tres de ellas la idea del aborto se hizo presente: las mismas cuyas relaciones sexuales fortuitas fueron el antecedente del embarazo, y una más, a la que el rechazo y nulo apoyo parental la llevó a aceptar que el producto de su embarazo sea criado por otra persona:
[…] ahorita estoy sola, sin el apoyo de mis papás ni de mi pareja, estoy sola viviendo en mi casa. Esta casa aún la siguen pagando mis papás; a pesar [de] que dijeron que no quieren verme, ellos siguen pagando la renta. Ya empecé a buscar un trabajo y hay una señora enfrente de mi casa, que tiene una hija, y solo pudo tener una hija, de ahí ya no pudo quedar embarazada; ella me dijo que podía hacerse responsable de mí, me dijo que ella quería otro hijo ¡y tuve que aceptar! La verdad, lo siento mucho, pero conmigo mi bebé va a sufrir mucho. Es por eso que ella me va a dar todo, comida, techo y me va a pagar los estudios. (Dora)
[…] sí hubo y lo siguen habiendo (ideas sobre abortar), ya que mi vida está llena de muchas cosas feas, es un ambiente no adecuado para ese bebé. He platicado con varias personas acerca de esto y no quiero hacerme daño, pero tampoco quiero hacerle daño a esa persona que está dentro de mí; me he enterado también [de] que puedo darlo en adopción. (Fabiola)
En situaciones como esta, la mujer vive su propia lucha que la condena a su reducción funcional como objeto reproductivo para continuar el orden social, con el consecuente rechazo social y autodenigración; o bien a afrontar tales vicisitudes que la cultura le imponga como un lastre de malestar psíquico. La vivencia dolorosa que acompaña en ocasiones a la experiencia de la maternidad en las jóvenes universitarias se refleja en situaciones específicas de vida que se convierten en necesidades, conflictos familiares, contradicciones, lo que provoca con frecuencia el interrogarse sobre la decisión de tener los hijos.
Dos más enfrentaron la sugerencia o petición de la pareja de abortar, asumiendo su situación:
[…] desde el principio no quiso que yo tuviera al bebé (su pareja), él optó por el aborto y yo no estuve de acuerdo en eso, porque pues fue un error de los dos y no tenía nada que ver el bebé, y entonces yo tomé la decisión quizá dura, difícil, de hacerme cargo yo del embarazo y también de los gastos, y pues él me imagino que va a seguir estudiando porque él estaba estudiando y lo he dejado de ver, no lo he vuelto a ver ahorita. (Valeria)
[…] pues el papá de mi bebé ni quería, bueno, él dijo que yo lo abortara; pero yo pues por mi religión dije que no, bueno, y por parte, por lo que me habían enseñado mis papás, no, no pensé en abortarlo; de ahí hubo cierto distanciamiento; luego pues mis papás se enteraron, se volvió a acercar él, pero de ahí se volvió a alejar
[…], a mí me molestó, me dolió, como se le pueda llamar que me haya dicho que lo abortara y este pues no, ¡no lo acepté!, y yo de mi parte decidí pues dejarle de hablar y buscar y todo, hasta que pues él quisiera pues afrontar sus actos, sus consecuencias y ya, pues si no yo solita me iba hacer cargo del bebé, no era nece- sario él. (Renata)
Los dispositivos de poder masculino convergen en responder al papel de genitor (Pacheco-Sánchez, 2016); y ante el embarazo, el cuerpo de la mujer no se reconoce como territorio propio y autónomo, autodeterminado, sino que este es objeto de opiniones externas (Pacheco-Sánchez, 2015).
El embarazo: crucero de angustias
El embarazo de las jóvenes prefigura el dejar una condición de mínima responsabilidad y de disfrute hacia entornos de incertidumbre, “del temor a que los goces no alcanzados en el presente ya no tengan lugar en el futuro” (Bleichmar, 2002, s. p.). El miedo que enfrentan lleva a una mayor angustia:
[…] mi otro temor es esa responsabilidad de cómo yo lo iba a enfrentar, sabiendo que yo misma no me sé cuidar, ¡te lo juro! (Gladis)
[…] yo estaba asustada porque estaba yo muy pequeña, pero pues ya tenía que ser medida de que casi casi ya era un adulto, o sea, ya iba a ser mamá […]; ahorita que ya tengo veinte años todavía soy una persona joven que todavía me consi- dero chica, pero realmente mentalmente sí me vi obligada a madurar […]; me ha hecho una persona mucho más responsable, terminé la prepa, me puse a trabajar ahorita, ya con mi mamá estamos iniciando un negocio de artículos de belleza y la verdad es que pues pinta para que me vaya ¡muy bien!, si Dios quiere, y pues te digo [que] quiero empezar a estudiar la universidad. (Sofía)
Los planes cambian, los pensamientos también; la vida misma, todo se ve modifi- cado, puesto que un embarazo implica una nueva vida. Son recurrentes sentimientos de alegría, tristeza, preocupación, enojo, confusión, con un sentido mucho más catastrófico en tanto no cuentan con el apoyo de la pareja o familia:
[…] me siento que el mundo se me está viniendo encima. (Fabiola)
[…] la verdad sentí cosas feas, desesperación, ganas de llorar y muchas cosas, porque sentía que el mundo se caía encima de mí (empieza a llorar…). (Celia)
[…] me embaracé a los diecisiete sin tener ni la prepa terminada, la terminé emba- razada, no tenía una carrera, ¿que trabajo iba a conseguir sinceramente?, ¿qué buen trabajo iba a poder conseguir? Solamente con prepa, qué iba yo a poderle ofrecer, o sea, eso fue lo que me motivó a seguir, tengo que aguantar […]; en el transcurso de mi embarazo, ahí entré como en depresión porque me sentía sola, este, fue como un mes que me sentía yo sola. (Renata)
En contraparte, el apoyo de la red social o la propia aceptación de su situación generan una mayor fuerza y motivación en su respuesta:
[…] en la escuela siento que aumentó mi rendimiento, porque sé que ahora tengo que echarle más ganas, por lo mismo, para que vea mi papá, y para demostrarle que ¡sí puedo!, y demostrarle que un hijo no es un impedimento; al contrario, es como un empuje, un apoyo para salir adelante. (Sofía)
[…] tú dices ¡sí voy a poder! y ves la forma de cómo hacerle para poder salir adelante y poder terminar la carrera. (Eloísa)
[…] ¡Tengo un sinfín de emociones dentro de mí!, porque me da alegría que ¡gracias a Dios tengo la dicha de ser madre!, porque veo que hay muchas mujeres que quieren un bebé ¡y nomás no pueden!, y yo tengo esa fortuna. ¡Me siento muy feliz, aunque no lo asimilo al cien por ciento!, pero te puedo decir que soy muy feliz y dichosa, la espero con ansias, ya la quiero tener en mis brazos, demostrarle lo mucho que la quiero y amo. (Pilar)
Como se aprecia: “El hijo es el nuevo ‘motivo para’ el curso de vida, resignificación que se da en el contexto del valor social de la mujer-madre” (Pacheco-Sánchez, 2016, p. 58); posibilita reencauzar incluso el proyecto escolar y profesional, abordarlo con una perspectiva distinta, mediante decisiones que operan en lo real de un escenario que cobra sentido ante su posición subjetiva. En este contexto, la identidad no es sino una organización emergente y transitoria, siempre en constante devenir, “perpetuamente arrancado de sí para ser otro, creando ficciones para crearse a sí mismo” (Giaccaglia et al., 2009, p. 141).
El embarazo puede constituirse en el organizador de proyectos de vida, de conti- nuidad de sí, para producirse como sujetos, en jóvenes para quienes el vaivén de las propias condiciones familiares y procesos de subjetivación del cuerpo y su psiquismo se integran en un reposicionamiento ante el mundo (Pacheco-Sánchez, 2016). Aun así, es necesario ser prudentes y considerar que la tensión y ruptura respecto de la estructura familiar parental y extensa en que se desarrolla no es posible afrontarla en todos sus ámbitos: económico/laboral, afectivo, social o del cuerpo. Los márgenes en que los otros o la familia se hacen presentes muestran la sujeción social en la que la embarazada se ve atrapada.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
La travesía y vicisitudes que enmarcan la sexualidad y embarazo de la joven tienen múltiples matices y significaciones. Es un proceso que atañe en su espectro social a las políticas públicas de salud, las relaciones de género, las perspectivas morales sobre este tema que agencias sociales como la familia y la escuela enarbolan; mientras que, en el ámbito personal, incluye la definición del deseo de los sujetos, la configuración de
proyectos propios y de su producción como sujetos sociales. En este proceso, las deci- siones no son solo voluntarias, conscientes y razonadas, sino también inconscientes. Los discursos y mandatos familiares, aunque no sean explícitos, también cumplen un rol importante en dicha determinación (Perrotta, 2010). Las jóvenes universitarias durante el embarazo generan cambios que afectan su proyecto de vida. Esta condición las coloca en un estado de vulnerabilidad que puede llevar a rupturas con su entorno personal, familiar y social, e incluso puede provocar la deserción escolar.
El embarazo de jóvenes universitarias “reclama una atención especial por parte de los actores de la sociedad, las familias, los establecimientos educativos, los entes político-territoriales y las entidades de salud” (Moreno Mojica et al., 2017, p. 16). Sin embargo, existe opacidad en los servicios del Estado, institucionales y de las propias universidades para tender una red de apoyo a mujeres estudiantes en situación de emba- razo, lo que, como se ha observado, incrementa su condición de vulnerabilidad respecto a la continuidad de sus estudios y de consecución de un proyecto de vida.
La información sobre sexualidad y reproducción —aún más en contextos de educa- ción media superior y superior— poco sirve para prevenir embarazos no planificados, lo que señala otros eventos y significaciones para la comprensión de esta realidad (Rojas Betancur et al., 2016), de ámbitos como los de la familia y el orden de la cultura que atri- buye una cierta función natural en la mujer, del cual deberán establecer rupturas.
Tal como expone Pacheco-Sánchez (2015), al abordar este tópico, es indispensable que se “construyan significados y sentidos sobre la sexualidad, los derechos repro- ductivos y los derechos sexuales, el placer, el cuidado del cuerpo y la autonomía en las decisiones” (pp. 76-77). En este contexto y aun con la crisis contemporánea de las familias, su imaginario social no considera la decisión de las mujeres sobre estos princi- pios y derechos, por lo que se carece de apoyos hacia ellas. Si bien las jóvenes intentan desasirse de la voluntad paterna, la realidad las mantiene en el entorno familiar con todas las implicaciones que trae sobre la crianza y su condición materna, al margen de un proyecto de vida que las instala en otra circunstancia y condición como sujeto. El corte con los antiguos lazos y vínculos que se establece a partir del embarazo dista de integrarse en nuevas formas y modelos de vida en que sea posible la autonomía y la asunción de decisiones, cuya dialéctica forma parte del camino de subjetivación hacia el mundo adulto.
El mecanismo ilusorio de libertad y autonomía se traduce en el reforzamiento de la dependencia y subordinación al entramado familiar; las cavilaciones exceden los propios términos de sí y se trasladan a otros requerimientos como el de manutención, cuidado, decisiones sobre la crianza y autovigilancia condicionada por el apoyo al producto. Algunas tareas de su constitución como adulto son resueltas en este proceso; de este modo, estudiar considera razones no mediadas por el otro, sino por sí misma; el trabajo
deja de ser concebido como una posibilidad para constituirse en una demanda impos- tergable en el corto plazo. La entrada al mundo laboral y su consecuente advenimiento al mundo adulto se ha materializado en el concreto pensante. Este proceso mantiene la unidad de la familia en la tradición, pero también limita las posibilidades de reflexión y crítica de sí. La elaboración por la familia de la situación de embarazo la lleva a mantener su condición al circundar a la embarazada y al producto, pero aleja o al menos distancia temporalmente a la joven de dicha autonomía. Su contraparte supone afrontar con una red de apoyo el embarazo, pero con ciertas acciones que le demandan dar cuenta de ser otro adulto.
La joven ya nunca será la misma; no solo experimentará cambios físicos y psico- lógicos, sino también en su manera de ver el mundo, de vivir las emociones y su forma de concebirse. Ante ello, se asumen responsabilidades y obligaciones, que la llevan a reestructurar su proyecto de vida y la preparan para la vida adulta.
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