Profesión, interseccionalidades y sus desigualdades. El caso de Brasil
Profession, intersectionalities, and their inequalities. The case of Brazil
Maribel Aliaga
Universidad de Brasilia, Brasil
https://orcid.org/0000-0001-8244-8412
Ana Laterza
Universidad de Brasilia, Brasil
https://orcid.org/0000-0003-4195-8373
Recibido: 7 de febrero del 2024
Aprobado: 31 de mayo del 2024
https://doi.org/10.26439/limaq2024.n14.6926
Este artículo ofrece una reflexión sobre las personas en los márgenes de la historiografía y de la práctica arquitectónica y urbana en Brasil, ambas dominadas por hombres blancos sin discapacidades. Al confrontar los datos del II Censo del Consejo de Arquitectura y Urbanismo de Brasil (CAU/BR), realizado en el 2020, con los números de la Encuesta Nacional Continua por Muestra de Hogares (PNAD) del 2022 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), que cubre a toda la población del país, analizamos la representación de la profesión en tres categorías: género, raza y discapacidad. Al contextualizar estos números en relación con los aspectos sociales recientes y las políticas afirmativas, como la presencia mayoritaria de mujeres en las carreras de arquitectura desde la década de 1980, así como la Ley de Cuotas Raciales para la Educación Superior (2012) y la Ley Brasileña para la Inclusión de Personas con Discapacidad (2015), se presentan subsidios para acciones inclusivas que atraviesan todas las áreas de la profesión, promoviendo una diversificación del perfil de los profesionales y, en consecuencia, la democratización de la producción arquitectónica y urbana.
arquitectura y urbanismo, diversidad, equidad, género, vulnerabilidades
This article brings a reflection on the people at the margins of historiography and architectural and urban practice in Brazil, both dominated by white men without disabilities. Confronting data from the II Census of the Brazilian Council of Architecture and Urbanism (CAU/BR), carried out in 2020, with numbers from the Continuous National Household Sample Survey (PNAD) of 2022 from the Brazilian Institute of Geography and Statistics (IBGE), which covers the entire population of the country, we analyze the profession’s representation regarding three categories: gender, race and disability. Contextualizing these numbers to recent social aspects and affirmative policies, such as the majority presence of women in architectural careers since the 1980s, as well as the Ley de Cuotas Raciales para la Educación Superior (2012) and the Ley Brasileña para la Inclusión de Personas with Disability (2015), presents subsidies for inclusive actions that permeate all areas of the profession, promoting a diversification of the profile of professionals and, consequently, the democratization of architectural and urban production.
architecture and urban planning, diversity, equity, gender, vulnerabilities
Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).
¿QUIÉNES SOMOS?
Es fundamental que los arquitectos tengan la capacidad de comprender y responder a las diversas necesidades de los clientes y de la comunidad en su conjunto. Este objetivo será más fácil de alcanzar cuando todas las esferas de la profesión reflejen la diversidad de la sociedad. (Unión Internacional de Arquitectos, 2017, p. 2)
La profesión de arquitectura y urbanismo en Brasil inicialmente estaba regulada por el Consejo Federal de Ingeniería y Agronomía (CONFEA)1. Fueron años de lucha para la creación de un consejo uniprofesional, cambio que se hizo efectivo entre los años 2011 y 2012. El nuevo consejo nació con el propósito de orientar y supervisar el ejercicio idóneo de la profesión, salvaguardando la observancia a principios éticos y estándares de conducta profesionales que aseguraran la mejora de la práctica de la arquitectura y el urbanismo.
La transferencia de profesionales de un consejo a otro exigió que se realizara una reinscripción biométrica de todos los profesionales, lo que generó una base de datos rica en informaciones. Un importante material de investigación para delinear el perfil de los arquitectos y urbanistas brasileños. Actualmente, la base de datos del Consejo de Arquitectura y Urbanismo de Brasil (CAU/BR) posee el registro de quienes ejercen habitualmente la profesión en el territorio brasileño, con más de 233 155 profesionales en actividad.
En posesión de este material, y como apoyo de su planificación estratégica, la nueva dirección del consejo decidió aprovechar esta rutina de migración de datos para recopilar informaciones que le permitieran perfilar a los profesionales que ejercen en Brasil. Así, uno de los requisitos para obtener la nueva tarjeta profesional fue responder el cuestionario del Censo de Arquitectos y Urbanistas de Brasil (CAU/BR, 2013). Gracias a esta decisión, el I Censo contó con la participación de alrededor de 83 000 de los aproximadamente 99 000 profesionales registrados en ese momento (aproximadamente el 83 % del total).
Desafortunadamente, entre las 46 preguntas de la encuesta, ninguna indagaba sobre color/raza o discapacidad, por lo que se perdió una excelente oportunidad de confirmar cuán blanca y capacitista había sido y seguía siendo la profesión hasta entonces. Por otro lado, la pregunta sobre género se estructuró únicamente con las opciones “masculino” y “femenino”, por lo que no fue posible desagregar los datos para identificar a personas transgénero o travestis. Estos datos tampoco se recogen de forma sustancial cuando ingresan2 nuevos arquitectos a la profesión.
En enero del 2020, se lanzó un nuevo “censo”3, esta vez con información sobre el perfil racial y cualquier discapacidad física, psíquica, intelectual o sensorial de los participantes, así como la reformulación de la pregunta sobre sexo para incluir el concepto de género y permitir una mayor diversidad de identidades. La encuesta, esta vez opcional para el acceso profesional de cada encuestado al Servicio de Información y Comunicación del CAU (SICCAU), finalizó el 30 de junio del 2020 y contó con la participación de 41 897 profesionales, alrededor del 23 % de los entonces aproximadamente 180 000 arquitectos y urbanistas que trabajaban en el país.
Las respuestas a esta segunda encuesta fueron tabuladas por el Instituto Datafolha y compiladas en un panel interactivo4. La base de datos completa (con excepción de las respuestas abiertas) se puso a disposición del público para su descarga en la misma página.
Con base en estos datos hicimos la representación de los grupos marginados en el CAU/BR a partir de las categorías abordadas en las tres primeras preguntas del II Censo: (1) color/raza, (2) discapacidad y (3) género, para apoyar la necesidad de un enfoque interseccional de las políticas públicas que afectan directa o indirectamente a la profesión. Como referencia, utilizamos la Encuesta Nacional Continua por Muestra de Hogares (PNAD Continua), realizada anualmente por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), para medir indicadores sobre la fuerza laboral y temas complementarios permanentes (como el cuidado personal y las tareas del hogar, tecnologías de la información y las comunicaciones, etcétera), considerando su cobertura demográfica nacional.
NACIDA EN CUNA DE ORO
Siguiendo modelos extranjeros, la formación en arquitectura y urbanismo en Brasil y en América Latina nació5 como privilegio de una clase blanca, predominantemente masculina y con raíces europeas6. Lejos de su verdadero contexto social y cultural, siguió adoptando instrumentos forjados en los países centrales (Waisman, 2013, p. 1) y siendo protagonizada por un círculo restringido de actores poco o nada sensibles a las demandas e historias reales de la población.
La historiografía y las esferas más altas de la profesión han sido predominantemente restringidas a un único perfil profesional: el hombre blanco cisgénero, de clase media alta, en la cima de una pirámide que lo sostiene en esa posición. Scott Brown (2015) sugiere una comprensión más plural de la arquitectura y critica esa lectura androcéntrica y jerárquica:
The star system, which sees the firm as a pyramid with a designer on top, has little to do with today’s complex relations in architecture and construction. But, as sexism defines me as a scribe, typist, and photographer to my husband, so the star system defines our associates as ‘second bananas’ and our staff as pencils [El star system, que representa la oficina como una pirámide con un arquitecto encima, tiene poco que ver con las complejas relaciones de la arquitectura y la construcción actualmente. Aun así, como el sexismo me define como escriba, mecanógrafa y fotógrafa de mi marido, el star system define a nuestros asociados como extras y a nuestro equipo como lapiceros]. (párr. 16)
Comprender y reforzar la participación de personas desviadas de ese perfil en las diversas esferas de la profesión es importante para hacerla más democrática, colaborativa y representativa de las comunidades a las que debe servir. Para describir la experiencia de los arquitectos y urbanistas, es necesario entender que ellos pueden y deben también ser mujeres, personas negras, periféricas, trans, con discapacidad y con múltiples existencias.
Algunas mujeres, gracias a condiciones económicas y otras a costa de sacrificios personales comenzaron a ocupar esos espacios (véase la figuras 1 y 2). Manteniendo su perfil de élite, a lo largo de los años, la profesión se conservó impenetrable a personas racializadas y pertenecientes a la base de la pirámide social. Los programas, las referencias, los paradigmas y los arquetipos se mantuvieron estáticos y exclusivos.
Para Moisset (2020a), arquitecta e investigadora argentina: “El canon arquitectónico ha estado formado básicamente por arquitectos varones, que desarrollaron sus obras en sitios centrales. Así tienen predominio también quienes trabajaron en la capital, por sobre los que se desempeñaron en las provincias” (p. 220). Su investigación “Vacíos historiográficos. La ausencia de las mujeres en la historia de la arquitectura argentina” identifica las seis principales categorías de invisibilización de las mujeres en la profesión: (1) la negación de la autoría por colegas hombres, (2) el impedimento por instrumentos legales de firmar las obras, (3) la falsa categorización (en caso de esposas o clientes de arquitectos reducidas a esos papeles y sin crédito a su contribución técnica), (4) la minimización de los aportes (citando coautoras solo como colaboradoras), (5) el reforzamiento de estereotipos de género (que llevan a las mujeres a adoptar posturas masculinas para afirmarse) y (6) la mala fe (apropiación de proyectos de mujeres por hombres) (Moisset, 2020a).
Es necesario, entonces, traer al centro del debate la producción de quien siempre estuvo al margen de la arquitectura y del urbanismo para que se comprenda por completo la profesión. Ese entendimiento se ha consolidado cada vez más en los debates teóricos del campo, teniendo como gran referencia la obra de la historiadora Beatriz Colomina (2010), que defiende esta posición:
Correcting the record is not just a question of adding a few names or even thousands to the history of architecture. It is not just a matter of human justice or historical accuracy but a way to more fully understand architecture and the complex ways it is produced [Corregir las cosas no es solo cuestión de agregar algunos nombres, o miles, a la historia de la arquitectura. No es solo una cuestión de justicia humana o precisión histórica, sino una manera de entender más a fondo la arquitectura y las formas complejas en las que se produce]. (p. 217)
CAMBIOS SOCIALES, EQUIDADES DISTANTES
Ciertamente, nuestros profesionales, siempre blancos, olvidan que el borrado es un instrumento de deshumanización social que funciona y funcionó durante la historia en su máxima potencia. Mientras tuvimos la arquitectura indígena exotificada, colocada como folclórica y restringida solo al espacio territorial de sus respectivas etnias o aún una simple alegoría del subdesarrollo, tuvimos el potencial negro inutilizado. Es de ese borrado que partimos para afirmar que hay en las ciudades brasileñas el discurso falogocéntrico simbolizado por las edificaciones que adoramos y reverenciamos, pues, en esas edificaciones, además del discurso de superioridad y dominio masculino, tenemos la supremacía racial. Al mirar nuestros edificios no identificamos ningún vestigio de la formación multirracial y multicultural de nuestro país, lo que por sí solo ya caracteriza una acción violenta de la colonialidad urbana. (Berth, 2023, p. 240)
Los avances por equidad en la profesión acompañan las transformaciones de la sociedad, un cambio importante de escenario fue la Ley de Cuotas Raciales para la Enseñanza Superior (Lei 12.711, 2012), seguida de la Ley Brasileña de Inclusión de la Persona con Discapacidad (Lei 13.146, 2015), que conceptualiza mecanismos de inclusión, determina la adopción de los principios del diseño universal en los espacios públicos y da otras providencias. En la misma época se constituye el CAU/BR, dándole nuevos rasgos a la profesión.
Sin embargo, a pesar del discurso emancipatorio y democrático, el CAU/BR no alcanza la totalidad del oficio y, probablemente, el ejercicio informal de la arquitectura y del urbanismo ocurre en condiciones aún más precarias. En las poblaciones más vulnerables podemos ver autoconstrucción sin supervisión técnica; mientras los cursos superiores particulares se han proliferado, hemos enfrentado la discapacidad de la formación totalmente a distancia, las disputas de atribución con otras especializaciones, los reflejos de la pandemia, las crisis climáticas y sociales, entre otros.
En este contexto de redireccionamiento de la profesión, potenciado por la constitución de una Comisión de Políticas Afirmativas en el 2024 (CAU/BR, 2023), traemos a la luz el retrato de las inequidades sociales que en ella se reflejan. Consideramos que este ejercicio es un paso imprescindible para un efectivo proyecto de reparación y democratización.
La presencia mayoritaria de mujeres en las carreras de arquitectura desde la década de 1980, así como la Ley de Cuotas Raciales para la Educación Superior (Lei 12.711, 2012) y la Ley Brasileña para la Inclusión de Personas con Discapacidad (Lei 13.146, 2015), reflejan las subvenciones para acciones inclusivas que permean todos los ámbitos de la profesión, promoviendo una diversificación del perfil de los profesionales y, en consecuencia, la democratización de la producción arquitectónica y urbana. Las raras existencias femeninas en la profesión hasta los años setenta jamás encontraron condiciones análogas a las de los colegas, pero siguieron infiltrándose hasta alcanzar un contingente numérico relevante en la profesión (Figura 3).
LA EQUIDAD SOBRE EL PUNTO DE VISTA TEÓRICO
En gran parte de la literatura, la simultaneidad de las múltiples formas de discriminación que afectan a todos los cuerpos —unos más, otros menos— es referenciada como “interseccionalidad” o “consubstancialidad”, conceptos acuñados a finales de los años setenta, respectivamente, por el movimiento feminista negro anglófono y por la socióloga francesa Danièle Kergoat (1978). El primero aborda las relaciones entre género y raza, y el segundo, las de género y clase, pero ambos convergen en la propuesta de no jerarquización de las opresiones (Hirata, 2014, pp. 62-63). Audre Lorde (2019), escritora de ascendencia caribeña, refuerza este entendimiento:
Entre las mujeres lesbianas, yo soy negra; y entre las personas negras, yo soy lesbiana. Cualquier ataque contra las personas negras es un problema para lesbianas y gais, porque yo y miles de otras mujeres negras somos parte de la comunidad lesbiana. Cualquier ataque contra lesbianas y gais es un problema para los negros, porque miles de lesbianas y hombres gais son negros. No hay jerarquía de opresión [énfasis añadido].
En el ámbito de la arquitectura y del urbanismo, por ejemplo, un análisis interseccional implicaría comprender a fondo la heterogeneidad del grupo de profesionales en ejercicio, en vez de buscar una interpretación generalizada de las condiciones de un supuesto sujeto “medio”. Solo a partir de la intersección de categorías y de un abordaje multidimensional se podrá identificar a los individuos con mayores obstáculos para acceder y ejercer la profesión y, a partir de sus experiencias, corregir inequidades. Las personas más propensas a las inequidades interseccionales son las que más probablemente queden atrás en el proceso de desarrollo (Inclusive Data Charter, 2021, p. 2).
La profesión, históricamente elitista y restringida a los hombres, en la década de 1980 pasó a tener una mayoría de mujeres7, lo que no significó la inmediata aceptación de la autoridad femenina en los espacios profesionales. La arquitecta y profesora estadounidense Denise Scott Brown, en su artículo “Room at the top? Sexism and the star system in architecture” [¿Espacio en la parte superior? Sexismo y star system en la arquitectura] (2015), compara el campo de la arquitectura con un club masculino de clase media, en lento proceso de apertura para permitir y naturalizar la participación de las arquitectas en pie de igualdad.
En el texto “I am not a female architect. I am an architect” [No soy una mujer arquitecta. Soy una arquitecta], la danesa Dorte Mandrup (2017), al ser incluida en la lista de cincuenta arquitectas y diseñadoras inspiradoras por la revista Dezeen, responde:
When we talk about gender, we tend to talk about women. Men do not really have a gender. They are just… neutral. Non-gender. That is why you do not recognize the term male architect. It just goes without saying [Cuando hablamos de género, tendemos a hablar de mujeres. Los hombres no tienen realmente un género. Ellos son solo... neutros. No-género. Es por eso que usted no reconoce el término arquitecto hombre. No es necesario decirlo]. (párr. 5).
En su artículo “El pez muerto en la playa: el problema de las mujeres en la arquitectura”, la arquitecta sudafricana Khensani de Klerk (2020) trae la lectura interseccional al ejercicio profesional, considerando aspectos como representatividad y remuneración. Por medio de una metáfora entre la profesión y una playa, denominada por ella “la playa de la hegemonía” (véase la Figura 4), describe lo siguiente:
Los hombres blancos están vestidos y permanecen sentados en la playa de arena suave, respirando constantemente el aire fresco. La distribución racial de este grupo no se informa comúnmente, ... Entonces, en este espacio, ... parece que los hombres negros tienen más privilegios en el espacio arquitectónico que las mujeres blancas. ... Y así los negros están nadando en el agua, lo que parece refrescante y está bien desde el punto de vista del hombre blanco, pero es perturbador para el hombre negro que, a pesar de tener el privilegio de respirar aire fresco, sus pies permanecen siempre empapados ... Así que tenemos mujeres blancas también nadando en el agua, cansadamente, sin pausa en la playa, teniendo que hacer un esfuerzo para llegar a la arena, con solo unos pocos, de hecho, llegando a la costa. ... Finalmente, tenemos mujeres negras (ah, el estado familiar que conozco tan bien). Nos ahogamos en las profundidades del océano, mirando los reflejos de la luz y constantemente ejercitando nuestros esfuerzos para nadar a través del agua sin aire. ... A veces, en una rara ocasión, una mujer negra llega a la playa y, cuando llega allí, es chocante para todos, incluso para ella. ... Aquellos que se calientan en la playa no saben lo que significa ahogarse. Aquellos que nadan están luchando, pero no pueden reclamar una lucha similar a aquellos que se ahogan en las profundidades del agua verde. Y esas, nosotras, mujeres negras, en las profundidades, podemos ver todos los otros estratos con el menor acceso a la playa. Es desde aquí que la interseccionalidad es más observada, por más dolorosa que sea. (párrs. 2-6)
COLOR Y RAZA, RESTOS COLONIALES
La Ley de Cuotas (Lei 12.711, 2012) garantizó el acceso de las personas negras a la educación superior, pero no vino acompañada de una política de inserción en el mercado de trabajo. Cabe considerar que este tipo de política afirmativa constituye un desafío aún mayor, ya que el racismo está impregnado en la sociedad de una forma profunda y con tecnologías sofisticadas de opresión; y cuando se trata de relaciones comerciales regidas por el capital, se manifiesta de manera más exacerbada. Para ilustrar este escenario, es posible recurrir a una imagen que alcanzó bastante difusión en las redes sociales en el 2021, la cual se presenta en la Figura 5.
Más de cien años de profesión y todavía se observa que la población blanca es mayoritaria, un 26 % superior a la del PNAD del IBGE. Por otro lado, la población negra está subrepresentada con relación a las proporciones del país, pues los pardos representan un 28 % menos y los negros un 7 % menos que los porcentajes de la población brasileña. En el libro Se a cidade fosse nossa, la arquitecta y urbanista Joice Berth (2023) relata fracasos de gestores públicos en la conducción de las ciudades, causados por la incomprensión de los reales problemas urbanos, que son fruto de nuestra herencia esclavista. Para Berth, hablar de racismo urbano como una modalidad subyacente de la opresión racial brasileña es nombrar un problema histórico.
Así, para garantizar un ejercicio profesional que efectivamente alcance y comprenda a la totalidad de la población brasileña —y no solo de las élites— y, aún más importante, asegurar la eficacia de las políticas urbanas, es necesario reparar esa brecha racial y delinear estrategias de inclusión de esas profesiones en todas las esferas de la actuación. Berth (2023) es clara al explicar:
¿Qué arquitecto urbanista sería capaz de luchar por un cambio en la planificación urbana, migrando de la atención exclusiva sobre la clase social para, a cambio, proponer una planificación urbana antirracista? ¿Qué arquitecta y urbanista podría dedicarse a políticas públicas más completas y capaces de abarcar esos matices que alteran sustancialmente la vida de quien vive en la periferia? ¿Quién sería mejor que aquellos que ya nacieron y crecieron involucrados con esos problemas, o sea, negros … o no blancos conscientes de ese desafío? (p. 101)
LA DISCAPACIDAD DE INCLUIR
Para el análisis de la pregunta “3. Discapacidad”, ilustrada en la Figura 7, hemos organizado la información recopilada por edad para ilustrar la relación entre la discapacidad y el proceso natural de envejecimiento. Para minimizar las desviaciones debidas a las imprecisiones de la recolección, nos restringimos a identificar el porcentaje de personas con discapacidad, cualquiera que fuera, con relación al total de la población de aquel intervalo de edad, tanto en el II Censo del CAU como en la PNAD Continua.
Se nota que hay un aumento relevante del porcentaje de personas con discapacidad en la población brasileña a medida que avanza la franja etaria. En el CAU, este crecimiento es más tímido y lineal. La subrepresentación de ese grupo en la profesión se encuentra en una diferencia del 21 % con respecto a la PNAD, en la franja de 60 años o más. Para ilustrar este escenario, nos pareció bastante oportuno rescatar el relato de una persona con discapacidad, el arquitecto y urbanista e investigador Rogério Rezende, en la Defensoría General de la CAU el 17 de enero del 2023:
Estimados, el censo del CAU informa que solo el 1 % de los profesionales de arquitectura tienen algún tipo de discapacidad. Debido a las limitaciones inherentes a la condición de persona con discapacidad, la práctica profesional y las oportunidades de empleo/trabajo también se reducen y, en consecuencia, los ingresos de este grupo. Siendo un arquitecto con discapacidad visual, reconozco la importancia de estudios como estos, y más, que ellos sean más profundizados, más específicos. Se sabe que el problema de la inclusión es mucho más amplio, y solo un estudio para verificar la existencia de personas se vacía de sentido si no está amparado en acciones afirmativas de inclusión. Sabemos que los cursos de arquitectura no están bien preparados para la enseñanza de la arquitectura a personas con discapacidad, lo que puede ser verificado en las aulas de las diversas facultades. Lo que, a su vez, tiene un reflejo directo en los indicativos del censo. Para estos que insistieron en tomar un curso que claramente no se les diseñó, el esfuerzo para seguir actuando profesionalmente es enorme. Además, el ejercicio de la profesión por personas con discapacidad involucra inversiones extras en comparación con profesionales sin discapacidad: tecnologías asistenciales, movilidad, locomoción, etcétera. Yo mismo, como arquitecto y deficiente visual, al perder parte de la visión tuve mis posibilidades de trabajo bastante reducidas; consecuentemente, eso tuvo un gran impacto en mi renta, al mismo tiempo que hubo un aumento de gastos en dispositivos electrónicos para compensar la limitación visual. Dicho esto, quisiera preguntar sobre la posibilidad de una exención parcial o total del impuesto de anualidad para este grupo de profesionales.
Nosotros, arquitectas(os) y urbanistas, somos responsables técnicas(os) de proyectos de accesibilidad y adecuación de los espacios físicos para personas con discapacidad, lo que exige una familiarización con la legislación vigente que determina los requisitos para el diseño universal, como la Ley 13.146 (2015) y la NBR 9050 (Asociación Brasileña de Normas Técnicas [ABNT], 2015). Sin embargo, el CAU está muy por debajo de los debates sobre la inserción de profesionales con discapacidad en el mercado de trabajo. Hay que promover y fomentar estudios sobre discapacidades compatibles con el ejercicio profesional —en sus múltiples áreas de actuación— e incapacitantes, así como mecanismos para eliminar las barreras para la plena inclusión de esas personas en el CAU.
MUJERES: MAYORÍA MINORITARIA
En nuestra investigación nos encontramos con la ausencia de información relacionada en el PNAD-IBGE, que solo tiene información sobre el sexo con las opciones “masculino” o “femenino”. Como la forma de recolección se basa en la autodeclaración, imaginamos que una mujer transexual se identificaría como “mujer”, así como un hombre transexual se identificaría como “hombre”. Bajo esta óptica, agrupamos en el censo del CAU las opciones “mujer transgénero” y “mujer cisgénero” en el grupo “mujer”. Las opciones “no binario” y “prefiero no informar” en este análisis fueron ignoradas. Optamos por asociar género y grupo de edad para ilustrar mejor las estratificaciones del marcador a lo largo de un proceso de transformación social de inclusión de la mujer en el mercado de trabajo.
En esta comparación (Figura 8), es perceptible la sobrerrepresentación femenina en el CAU, en particular en los grupos de edad más jóvenes. Las mujeres llegan a representar un porcentaje 28 % superior al de la PNAD en la franja entre 20 y 29 años. Mientras en la sociedad brasileña los índices se mantienen relativamente constantes, en el CAU esa proporción es cada vez más relevante. Así, se entiende que equiparar la participación masculina en la profesión es también una política afirmativa pertinente para la democratización del ejercicio de la arquitectura y del urbanismo.
A pesar del predominio de las mujeres, es importante señalar que, en términos cualitativos, todavía existen lagunas importantes en materia de remuneración, reconocimiento, aceptación de la autoridad y de la capacidad técnica de estas arquitectas y urbanistas, y de representatividad en las más altas posiciones jerárquicas de la profesión. Además, son las mayores víctimas de acoso y otras formas de violencia, y las más impactadas por la paternidad y la precarización de la profesión, principalmente desde una perspectiva interseccional (CAU/BR, 2020).
En términos sustantivos, la profesión aún es masculina en su esencia (jerárquica, competitiva, individualista, megalomaníaca, impositiva, entre otros), pues no aprendemos a deconstruir los valores del patriarcado, tan incorporados en nuestras visiones del mundo.
Noten que las grandes estrellas de la arquitectura son mayormente hombres blancos que realizan proyectos para el poder económico y sus delirios de grandeza. El pueblo o el usuario de las ciudades no es tenido en cuenta, tampoco los efectos psicológicos que convivir con grandes construcciones causan individual y colectivamente. (Berth, 2023, p. 239)
En el texto “Cidades femininas antifrágeis”, la arquitecta y urbanista Ana Gabriela Godinho Lima (2020) discurre sobre cuánto los valores construidos como masculinos aún reverberan en la sociedad y propone, a partir de la idea de antifragilidad8, un rescate de las enseñanzas de nuestras abuelas como estrategia de resiliencia, en especial de la experiencia de cuidar y de cuidar a los otros.
Ese comportamiento que llaman femenino, pero tal vez sería más apropiado llamarlo civilizado. ... [sería] la antítesis de la admiración por los emprendimientos estruendosos, heroicos y codiciosos, del tipo de los que resultan en cataclismos financieros, climáticos y sanitarios. (Lima, 2020, pp. 266-267)
Las reflexiones aquí presentadas buscaron ilustrar de manera panorámica que en la sociedad —y, consecuentemente, en la profesión— hay grupos hegemónicos que se destacan y que, cuanto más alejados de ellos, más marcados y vulnerables son los cuerpos disonantes. A pesar de no entrar en ámbitos cualitativos sobre las condiciones de acceso y permanencia en la profesión de mujeres y personas negras y/o con discapacidad, o incluso cruzar las tres categorías simultáneamente (considerando que existen cuerpos marcados por más de una de ellas), las cifras encontradas resultaron ser suficientes para desmitificar la falacia de que la profesión es inmune a las desigualdades estructurales de nuestra sociedad.
Se entiende que, a partir de la incorporación de estas tensiones a un universo tan formal como el de un consejo profesional o las fuerzas externas que afectan a la profesión, es posible impulsar torbellinos que tal vez alcancen, aunque sea de forma indirecta, los modos en que vivimos. Experimentar y experimentar ciudades y territorios. Al fin y al cabo, aunque no seamos estrellas ni deidades, nosotros, los profesionales de la arquitectura y el urbanismo, somos agentes de transformación de los espacios y corresponsables de mantener o reparar sus estructuras de borrado y dominación.
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1 Entonces denominada Consejo Federal de Ingeniería, Arquitectura y Agronomía.
2 Para obtener una tarjeta profesional, el registro biométrico es obligatorio, pero por el momento no existe ninguna disposición para la recopilación de información racial; las opciones de “sexo” aún se limitan a “masculino” y “femenino” y solo hay un campo con una estructura desactualizada para declararse con necesidades especiales (término que está en desuso desde mediados de los noventa).
3 Hay una salvedad estadística respecto a la nomenclatura: solo podemos llamar censo a una encuesta en la que toda la población de estudio ha respondido las preguntas enumeradas, pero no es así en las dos ediciones en el CAU, que deben considerarse únicamente como muestras. Sin embargo, mantendremos la nomenclatura original a lo largo de los análisis para fines de coincidencia de designaciones.
4 Disponible en https://caubr.gov.br/censo2020/
5 En diciembre de 1933, el Decreto 23.569 reguló el ejercicio de las profesiones de ingeniero (civil, industrial, mecánico-electricista, geógrafo y de minas), así como las profesiones de ingeniero-arquitecto o arquitecto y agrimensor. Este decreto también estableció el Consejo Federal de Ingeniería y Arquitectura (CONFEA), junto con los Consejos Regionales de Ingeniería y Arquitectura (CREA), definiendo sus composiciones y atribuciones, y haciendo obligatoria la inscripción de los profesionales con diplomas (Serrano, 2013, p. 23).
6 A principios del siglo xx, las primeras instituciones educativas destinadas a la formación de arquitectos tuvieron su origen en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) de Río de Janeiro, que ya venía formando ingenieros-arquitectos desde 1899. Única mujer en su clase, la primera ingeniera-arquitecta de Brasil —y muy probablemente de América Latina—, Arinda da Cruz Sobral, concluyó sus estudios en la ENBA en 1914 (CAU/BR, 2022b), siendo sucedida en 1923 por Julia Guarino en Uruguay y en 1927 por Filandia Pizzul en Argentina (Moisset 2020a).
7 Según los datos del SICCAU.
8 Término definido por el analista de riesgo Nassim Taleb (2015): “Algunas cosas se benefician de los impactos; ellas prosperan y crecen cuando son expuestas a la volatilidad, al azar, al desorden y a los agentes estresantes, y aprecian la aventura, el riesgo y la incertidumbre. Sin embargo, a pesar de la omnipresencia del fenómeno, no existe una palabra para designar exactamente lo opuesto de frágil. Vamos a llamarlo antifrágil. La antifragilidad no se reduce a la resiliencia o a la robustez. El resiliente resiste impactos y permanece el mismo; el antifrágil queda mejor” (p. 20).