LA emancipaCIÓN femenina
en las acciones autogestionarias
de los movimientos por la vivienda

La experiencia del Mutirão Paulo Freire

FEMALE EMANCIPATION IN SELF-MANAGED ACTIONS
OF HOUSING MOVEMENTS
The experience of the Mutirão Paulo Freire

Nathalia de Oliva Silva

Universidade São Judas Tadeu, São Paulo, Brasil

0000-0002-9216-3581

ENEIDA DE ALMEIDA

Universidade São Judas Tadeu, São Paulo, Brasil

0000-0002-9216-3581

Recibido: 13 de julio del 2023
Aprobado: 11 de septiembre del 2023

doi: https://doi.org/10.26439/limaq2024.n013.6449

Este artículo aborda el movimiento de vivienda, con un enfoque espacial en la zona este de São Paulo y un enfoque temporal establecido entre la década de 1980 y la actualidad, que se centra en la participación de las mujeres en acciones autogestionadas, sus formas de actuación y los resultados alcanzados. El abordaje se fundamenta en procedimientos metodológicos de carác­ter bibliográfico exploratorio, y se es­tructura en tres partes: la primera enmarca las di­­ferentes políticas habitacionales formuladas en este periodo; la segunda involucra abordajes feministas, bajo una perspectiva interseccional, que considera que las discusiones de clase, raza y género son fenómenos interconectados que afectan las identidades individuales y colectivas socialmente construidas dentro de múltiples sis­temas de poder; la tercera parte se dedica al análisis del caso del Mutirão Paulo Freire como ex­periencia representativa de la participación de las mujeres en el proceso de producción ha­­bitacional. Los resultados apuntan a la construcción de una síntesis que permita enfrentar los desafíos futuros de la participación femenina comprometida en los movimientos populares de vivienda.

vivienda popular, movimientos sociales, procesos contrahegemónicos, liderazgo femenino, descolonización del pensamiento

This article addresses the housing movement in the eastern zone of São Paulo from the 1980s to the present day, focusing on women's participation in self-managed actions and their modes of operation and achievements. The approach, based on exploratory bibliographical procedures, is structured in three parts: the first describes the different housing policies formulated during this period; the second involves feminist approaches from an intersectional perspective, which considers that discussions of class, race, and gender are interconnected phenomena that affect socially constructed individual and collective identities within multiple power systems; the third part analyzes the Mutirão Paulo Freire case as a representative experience of women's participation in the housing production process. The results aim to construct a synthesis that enables addressing the future challenges of committed female participation in popular housing movements.

low-income housing, social movements, counter-hegemonic processes, women’s leadership, decolonization of thought

Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).

INTRODUCCIÓN

Este artículo forma parte de una tesis de maestría en curso, desarrollada en el ámbito del Programa de Postgrado en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad São Judas Tadeu. En él se aborda el movimiento de vivienda con un enfoque espacial en la zona este de São Paulo y un enfoque temporal entre la década de 1980 y la actualidad, en busca de comprender cómo se produce la participación femenina en las diversas acciones a las que se dedica el movimiento, sus principales formas de actuación y qué resultados se lograron. En la fase actual, la investigación se centra en explorar un marco teórico de fundamentación y en la documentación del proceso histórico de producción de vivienda social de la ciudad de São Paulo, con énfasis en la participación femenina a través de experiencias autogestionarias del Mutirão Paulo Freire. En un segundo momento, los procedimientos, de carácter cualitativo y participativo, incluirán entrevistas a una muestra de cinco mujeres comprometidas con el liderazgo del Movimento Leste 1 y del Mutirão Paulo Freire.

El enfoque de esta etapa, al elaborar una síntesis de las políticas públicas en conjunto con la trayectoria de los movimientos sociales, se apoyó en un procedimiento metodológico bibliográfico exploratorio, con base en la selección de autores de reconocida relevancia para abordar el tema, y se estructuró en tres partes. La primera sitúa la participación femenina en un contexto más amplio del proceso de urbanización vinculado a las políticas habitacionales formuladas durante el periodo de estudio, que se reflejan no solo en diferentes patrones de ocupación de este territorio, sino también en las formas en que la población participa en la producción de viviendas. La segunda parte se centra en la participación de las mujeres, con base en la premisa de que el papel ejercido por ellas ha sido relevante. Este análisis requiere abordar ciertas condiciones de disputa y opresión a las que están sometidas las mujeres, que considera los entornos en que actúan, tradicionalmente dominados por la presencia masculina y un modus operandi autoritario, como reflejo de la estructura de la sociedad capitalista en que aún resuenan criterios y prácticas arraigadas en el pasado colonial. En este sentido, este estudio se sostiene en enfoques feministas, desde una perspectiva interseccional, la cual considera que las discusiones de clase, raza y género son fenómenos interconectados que afectan las identidades individuales y colectivas socialmente construidas al interior de los múltiples sistemas de poder, especialmente en la actualidad. Esta perspectiva de análisis es estratégica para comprender, de forma simultánea con las experiencias autogestionarias, cómo las mujeres enfrentan las jerarquías establecidas, donde asumen el protagonismo en el control del proceso de toma de decisiones —desde la discusión sobre la definición de las tipologías habitacionales hasta la planificación y organización del trabajo en el sitio de construcción, entre otros— y desafían la mercantilización de la vivienda. También conviene resaltar que este enfoque, que involucra temas que giran en torno a la movilización femenina en los movimientos de vivienda en el contexto local, mantiene relaciones de convergencia con temas más amplios del debate internacional que emergen en el escenario contemporáneo, especialmente aquellos vinculados a restricciones de derechos y de libertad individual. La tercera parte está dedicada a analizar el caso del Mutirão Paulo Freire como experiencia representativa de la participación de las mujeres en el proceso de producción de vivienda, con el fin de construir una síntesis de los caminos trazados que pueda ofrecer indicaciones sobre los desafíos futuros, para consolidar alternativas en la producción de vivienda dirigida a la población pobre y periférica, con impacto en la producción urbana de manera más amplia.

LA AUTOCONSTRUCCIÓN COLECTIVA EN EL ÁMBITO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS DE VIVIENDA

Nabil Bonduki (1992), al analizar la producción de vivienda social, señala que, entre 1970 y 1980, el número de habitantes en las favelas creció un 45 % al año, al igual que el número de habitantes en conventillos y viviendas precarias de alquiler en lugares periféricos. El autor sugiere, como hipótesis para el importante cambio en el escenario, la escasez de tierras alrededor de la ciudad, que hizo aumentar los precios de los terrenos. Este escenario se completa con el aumento de los precios del transporte, dificultando el acceso a urbanizaciones distantes; mayor rigidez frente al desarrollo de urbanizaciones clandestinas y, finalmente, la reducción de los salarios reales de los trabajadores (Bonduki, 1992, p. 26). En esta coyuntura surgió la crisis de vivienda de los años ochenta en São Paulo.

Durante el periodo comprendido entre 1989 y 1992, la gestión de la alcaldesa Luiza Erundina en São Paulo, con la implementación del Programa de Mutirões (programa de autoconstrucción colectiva), buscó enfrentar la crisis de vivienda desvinculando todo el proceso de las grandes empresas constructoras, con el uso de mano de obra de los propios habitantes en procesos autogestionados, con el principal objetivo de abaratar el costo de la construcción. La creación de este programa se insertó en un contexto de predominio de la población urbana, en medio del aumento de la desigualdad social, al mismo tiempo que se iniciaba el proceso de redemocratización del país, en línea con la intensificación de los reclamos populares por el derecho a la ciudad. En 1985, la pobreza en Brasil abarcaba el 41 % de la población, de la cual el 55 % vivía en ciudades y el 18 % en áreas metropolitanas (Santagada, 1990).

El final de la década de 1980 estuvo marcado por esta condición de vulnerabilidad, que se reflejaba en una creciente movilización popular. Durante este periodo nacieron varios movimientos sociales, que pusieron en la agenda el tema de la vivienda y la distribución más justa de las unidades. En 1984 surgió el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), uno de los principales movimientos organizados a favor de la reforma agraria. Más de diez años después de la creación del MST, a finales de la década de 1990, se fundó el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), con el objetivo de ayudar a organizar a las familias que vivían en las ciudades y luchaban por el derecho a la vivienda.

Mientras se esperaba que los poderes públicos dieran respuestas rápidas a las demandas de la población, acciones colectivas permitían satisfacer estas necesidades a través de prácticas autogestionadas. En este sentido, tiene relevancia la experiencia pionera del proyecto Vila Nova Cachoeirinha, una autoconstrucción asistida de 1981, influenciada por las cooperativas uruguayas de ayuda mutua (Rodrigues, 2006). Según Rodrigues, además de proporcionar viviendas de calidad superior, uno de los logros de este proyecto fue la apertura de un espacio para la institucionalización de los procesos autogestionarios de producción de viviendas dentro del gobierno municipal (p. 37).

La elección de Luiza Erundina se debió fundamentalmente al apoyo de los movimientos de lucha por la vivienda. En respuesta a este apoyo popular, la política de vivienda propuesta por su gobierno se basó en la participación social. Esto explica la conducta de la Superintendencia de Vivienda Popular (HABI), que priorizaba la asistencia a familias organizadas en movimientos sociales (Rodrigues, 2006). De esta manera, según De Albuquerque (2006), no se puede confundir la autoconstrucción colectiva del gobierno de Erundina (1989-1992) con iniciativas como el Proyecto Cingapura, iniciado bajo el gobierno de Maluf (1993-1996), que sucedió al de Erundina. Los conjuntos habitacionales posibilitados por el Programa de Mutirões, por el contrario, no estaban destinados a una favela específica, sino a los movimientos sociales organizados, que se implementarían en terrenos adquiridos para tal fin. 

Al final de su mandato, Luiza Erundina no fue reelegida. La Secretaría de Vivienda (SEHAB), asumida por Paulo Maluf, se organizó para facilitar la construcción mediante la autoconstrucción colectiva, con una serie de proyectos con contratos ya firmados. Sin embargo, el cierre del Programa Mutirões y la creación de Prover/Cingapura establecieron cambios abruptos en la política pública de provisión de vivienda. Los cambios no se limitaron a los proyectos arquitectónicos, sino que se extendieron al proceso de construcción. El Proyecto Cingapura corresponde, por lo tanto, a una vuelta al modelo hegemónico de construcción masiva, ordenado según la lógica del mercado, originado por el Banco Nacional da Habitação (BNH) (De Albuquerque, 2006).

Según los creadores del Proyecto Prover/Cingapura, una de sus in­novaciones sería la intervención en las favelas, garantizando la permanencia de la población en la misma área del entorno. El do­cumento oficial se presentaba como una crítica a las políticas an­teriores de urbanización de favelas; sin embargo, como señala De Albuquerque, se advierte que la verticalización no garantizaría la permanencia de todas las familias, debido a que, tal como lo establece un documento de la SEHAB de 1996, la gran densificación de muchas de estas favelas, especialmente aquellas ubicadas en las zonas más prósperas de la ciudad, no permite soluciones con el mantenimiento de todos los habitantes en la misma área originalmente ocupada (2006, p. 123).

Por otra parte, a diferencia de la autoconstrucción individual, el modelo de acción adoptado por la autoconstrucción colectiva se muestra capaz de remodelar las relaciones de producción, especialmente en el contexto de la construcción civil en Brasil, que se presenta como uno de los campos de actuación más hostiles y explotadores de la fuerza de trabajo. Este cambio de paradigma se produce desde la fase de elaboración del proyecto, que tiende a subvertir los procedimientos autoritarios (de arriba hacia abajo), pues establece formas de coparticipación con la comunidad involucrada en las diferentes fases del proceso. Sérgio Ferro, en el prefacio de la publicación titulada Usina: entre o projeto e o canteiro (Vilaça y Constante, 2015, p.21-30), defiende la autoconstrucción colectiva como forma de remodelar las relaciones de producción, como en el caso de Usina1, una vez que:

... os projetos são debatidos por todos os interessados, há constante interação entre equipes, diluição de hierarquias, participação de profissionais que assim se qualificam, atenuação da divisão entre trabalho intelectual e manual, entre condutores e conduzidos; há submissão do partido técnico, da ideia construtiva de material, às capacidades dos produtores, eliminação de propostas perigosas ao trabalho, de produtos nefastos à saúde, etc [los proyectos son discutidos por todas las partes interesadas, hay interacción constante entre equipos, dilución de jerarquías, participación de profesionales que se califican como tales, atenuación de la división entre trabajo intelectual y manual, entre conductores y conducidos; hay sumisión del partido arquitectónico, de la idea constructiva de material, a las capacidades de los productores, eliminación de propuestas peligrosas para el trabajo, de productos nocivos para la salud, etcétera]. (Vilaça & Constante, 2015, p. 91)

La autoconstrucción colectiva, según Vilaça y Constante (2015), es un laboratorio experimental que se debe analizar y no puede ni debe entenderse como un modelo universal de políticas habitacionales. Por el contrario, se caracteriza como un contrapoder, una alternativa a los procesos hegemónicos del sistema capitalista, y solo puede convertirse en un modelo convencional en el caso de una transición revolucionaria.

Por esta razón, los procesos autogestionarios pueden —y deben— asumir contradicciones. Al construir acciones independientes del Estado en lo que se refiere a la producción, utilizando recursos públicos, el movimiento se convierte en inductor de un nuevo poder, que externaliza las deficiencias impuestas por la esfera pública en el país.

La idea de autogestión, como tema político, fue incorporada a las teorías y prácticas anarquistas y comunistas a lo largo de la historia del capitalismo como una forma de organización contraria al sistema. En el centro de estas ideas, la organización de la producción basada en la autogestión siempre ha estado arraigada en un modelo de cooperativa. Sin embargo, la autoconstrucción colectiva, a pesar de partir de lógicas similares, tiene especificidades, como plantea Usina (Vilaça & Constante, 2015, p. 98).

La asociación de trabajadores involucrada en la autoconstrucción colectiva produce una mercancía sui géneris, es decir, un bien indispensable para la subsistencia. A diferencia de las empresas constructoras, la producción de la autoconstrucción colectiva, en sus orígenes, no se basa en el valor de cambio del mercado y se diferencia de las cooperativas de construcción, ya que estas están sujetas a las leyes de competencia. Por eso, no hay una confrontación directa de la autoconstrucción colectiva con el mercado, sino con el Estado, en la que se reclama el uso de un fondo público, en una disputa por la apropiación de la riqueza social, para que se destine el producto directamente a los productores. También es posible diferenciar la autoconstrucción colectiva de las cooperativas esencialmente por la naturaleza de la organización del trabajo, entendida como efímera, según Usina. El lugar de la producción, al final de la autoconstrucción colectiva, se convierte en el lugar de reproducción de la fuerza de trabajo. Aunque se presenta como una alternativa a los modos de producción capitalista, no pretende ser una alternativa continua al empleo asalariado (Vilaça & Constante, 2015, p. 99) y esta distinción es esencial para comprender sus posibilidades y también sus limitaciones.

El análisis de la participación femenina, a su vez, requiere trasladar la discusión a temas más amplios, ya sean aquellos relacionados con los procesos de producción, que tienen raíces históricas y continúan reverberando hoy, o aquellos que afectan más específicamente a las mujeres, entre los grupos subalternizados, sobre los que recae una enorme cantidad de trabajo no remunerado y naturalizado como “trabajo de las mujeres” (Federici, 2019). Discutir la vida cotidiana de las mujeres implica abordar la articulación entre capitalismo y patriarcado, ambos sustentados en el trabajo reproductivo, el apoyo a la vida en común, resultado de la expropiación realizada por el capital y, en paralelo, en los mecanismos de fortalecimiento de las prácticas comunitarias combinadas con las de resistencia.

Los enfoques interseccionales feministas y el enfrentamiento de la sociedad capitalista patriarcal

La colonización engendró procesos opresores en Brasil y América Latina, expresados en diferentes matices de las relaciones hu­manas. Eduardo Subirats (2010) asocia colonización y violencia, especialmente por el estatus de enemigo atribuido a un grupo humano como se muestra en el uso de títulos como “moro despiadado”, “indio diabólico” y “negro animal, legitimarios del imperialismo occidental en sus orígenes teocráticos (Subirats, 2010, p. 70). En cualquier tipo de colonización, la aniquilación de todas las características autónomas de los pueblos es inherente a la dominación misma. Subirats también define este proceso como un continuo que se extiende desde la destrucción biológica, económica y simbólica de esta autonomía hasta lo que clasifica como racionalización etnocida del trabajo esclavo y semiesclavo (Subirats, 2010, p. 71). El capitalismo y la emergencia de la clase burguesa, según el autor, reforzaron estas dinámicas, ya que reinventaron relaciones de sumisión basadas en clase, raza y género, que tienen como fundamento la alienación, resultado fundamental de la destrucción de identidades.

La estructura de la sociedad capitalista en la que vivimos obedece a jerarquías bien definidas, basadas en criterios elitistas, meritocráticos, esclavistas y patriarcales, heredados de la colonización. Esta estructura repercute en el mundo del trabajo actual, lo que marca especialmente los procesos de la construcción civil. Del mismo modo, en un contexto que cristaliza desigualdades, la definición del trabajo sigue basándose en una división de clases y de género. Basta examinar las asimetrías de oportunidades e ingresos a las que están sometidas las mujeres, especialmente las mujeres negras, sin educación formal, vinculadas al trabajo doméstico (aún caracterizado por una actividad precaria y de baja valoración social) y a la función reproductiva.

Considerando esta compleja coyuntura, antes de abordar la par­ticipación de las mujeres en el proceso de producción de la vivienda popular, conviene abordar enfoques más amplios, a través del aporte de Grada Kilomba —presente en la publicación organizada por Heloísa de Hollanda (2020)—, que se centra en la intersección entre colonialidad y género. Estas reflexiones dialogan con el pensamiento de Djamila Ribeiro (2017), centrado en los lugares sociales del discurso, experiencias situadas, asociadas a las autorrepresentaciones femeninas.

De Hollanda (2020) indica que el avance del pensamiento feminista en Brasil ha permitido la emancipación de ciertos grupos de mujeres en lo que respecta al acceso a los estudios y al mercado laboral. Sin embargo, Silva et al. (2014) observan que son las mujeres quienes liberan el tiempo de otras mujeres, ya que las mujeres de clase media y alta, en su mayoría, se apoyan en otras, como empleadas domésticas o niñeras. Esta condición posibilita la opresión de mujeres sobre otras mujeres, al objetificarlas y excluirlas de su lucha individual por la emancipación, puesto que desnaturaliza el trabajo invisible que posibilita su presencia en el mercado de la esfera pública de producción de capital. De esta manera, enfatizan Silva et al. que las mujeres que no cuentan con recursos y acceso a subcontratar el trabajo doméstico dependen de redes de solidaridad comunitarias o familiares para cuidar a sus hijos, además de tener que trabajar doble turno como resultado del sistema. En virtud de eso, existe una contradicción en cuanto a las motivaciones que insertan a estos dos grupos de mujeres en el mercado laboral. Si para el primero esta motivación viene de una lucha por derechos y emancipación feminista, para el segundo grupo deriva de una necesidad de supervivencia, que las somete a salarios más bajos y condiciones de trabajo precarias.

Asimismo, Kilomba, en su obra Memorias de la plantación (2019), apoyada en recuerdos familiares, reivindica un lugar de enunciación: “Enquanto escrevo, eu me torno a narradora e a escritora da minha própria realidade, a autora e a autoridade na minha própria histórica [mientras escribo, me convierto en la narradora y la escritora de mi propia realidad, la autora y la autoridad de mi propia historia]” (Kilomba, 2019, p. 28). En su relato, evidencia ciertos códigos resilientes del racismo, al acceder a capas profundas de significados silenciados, reprimidos y guardados hasta hoy.

Al abordar a Simone de Beauvoir, quien se refiere a las mujeres como “el otro del hombre”, Djamila Ribeiro (2017) cita a autoras negras que refutan la universalización invisibilizadora de la categoría mujer y caracterizan a las mujeres negras como “el otro del otro”. Este análisis es importante para comprender el desencadenamiento de opresiones provenientes de la estructura social. Según Grada Kilomba (como se cita en Ribeiro, 2017, p. 38), las mujeres negras se encuentran estancadas en un tercer espacio, ya que en el debate sobre el racismo el sujeto es el hombre negro, en el debate feminista el sujeto es la mujer blanca y en el discurso de clase no hay sujeto. Las opresiones pasan por oscilaciones de privilegio cuando hablamos de mujeres blancas y hombres negros; sin embargo, la opresión dirigida a las mujeres negras no oscila, ya que combina varias opresiones en sí mismas, que las invisibiliza como sujetos en la lucha.

Este análisis se puede desplegar a mayor escala si agregamos el sesgo de la identidad de género, por ejemplo, engendrando un lugar aún más marginado para las mujeres negras LGBTQIA+. Por ello, es necesario que exista una categoría de análisis que sea capaz de tratar a estas mujeres como sujetos de sus propias reivindicaciones.

Según Ribeiro (2017), la autodefinición de estos grupos resulta en una descolonización del pensamiento, a partir de la designación de su realidad y la adopción de una mirada étnico-racial sobre el feminismo. Es una reivindicación del derecho a tener voz y, por consiguiente, una reivindicación de la propia vida y existencia. En cambio, corresponde a las mujeres opresoras asumir un papel verdaderamente solidario en busca de esta misma transformación, tomar conciencia de sus privilegios y renunciar a su carácter opresor. Luego, el feminismo interseccional permite una mirada amplia a los temas que marcan la lucha feminista, que apunta a problemas y soluciones particulares de diferentes grupos de mujeres, dentro de sus subjetividades, ya sean relacionadas con la clase, la raza, la identidad de género o la sexualidad.

En esta perspectiva, Djamila Ribeiro plantea el concepto de lugar de enunciación desde la teoría del punto de vista feminista (FST, por las siglas en inglés de feminist standpoint theory) como una manera de reivindicar diferentes formas de análisis para comprender realidades ignoradas por el pensamiento hegemónico. El lugar de enunciación corresponde a la localización social común en las relaciones jerárquicas de poder que crea grupos y no al resultado de decisiones colectivas tomadas por individuos de esos grupos (Ribeiro, 2017, p. 61). Se trata, de este modo, de una ruptura con el régimen de autorización discursiva, que respalda el derecho a una existencia digna y a la voz —el locus social—. Así, la autora cuestiona una interpretación errónea sobre el concepto de lugar de enunciación: no tiene absolutamente nada que ver con una visión esencialista de que solo los negros pueden hablar de racismo, por ejemplo (Ribeiro, 2017, p. 64).

La feminista bell hooks (2021) es mencionada aquí por su afinidad con los principios defendidos por Paulo Freire, de la educación como práctica de la libertad y del enfrentamiento a la naturalización de la subordinación, asociada a la negación de derechos, basada en el mantenimiento del poder. El aula se configura como un espacio de pertenencia, cuidado mutuo y valoración de las diferencias y hace posible la conexión de la educación con un territorio que va más allá de la educación formal y la formación académica. Se establece así un puente entre el feminismo de bell hooks y la pedagogía de la esperanza de Paulo Freire, que asienta en ella los fundamentos de las comunidades educativas y de resistencia.

Los aportes de los diferentes autores aquí reunidos, entre los cuales predominan las mujeres, al tiempo que representan diferentes aportes a la interseccionalidad, permiten no solo reconocer convergencias de este enfoque, sino, sobre todo, percibir las múltiples dimensiones de desigualdades que las fuentes bibliográficas abordan, como estrategias analíticas adecuadas para la construcción del relato de las experiencias que se recogerán en el futuro en los trabajos de campo.

LA EXPERIENCIA DEL MUTIRÃO PAULO FREIRE BAJO LA INSPIRACIÓN DE LA PEDAGOGÍA FREIREANA

La toma de consciencia sobre los procesos autoritarios de dominación, por lo tanto, es parte importante no solo del pensamiento y la práctica metodológica de la educación liberadora de Paulo Freire, entendida como una salida al proceso de dominación entre opresor y oprimido, sino también como una base conceptual y metodológica que alimenta las prácticas comunitarias del Mutirão Paulo Freire, desarrollado en el barrio de Cidade Tiradentes, como lo sugiere el homenaje al educador evidenciado en la denominación de la Asociación de Construcción Comunitaria Paulo Freire, fundada en 1999.

Para comprender las interacciones que acercan el movimiento de vivienda a las prácticas pedagógicas de Paulo Freire, es conveniente discutir brevemente su obra. En Pedagogía del oprimido (1970), el autor aborda la antítesis histórica entre humanización y deshumanización, condiciones inherentes a los roles de oprimidos y opresores, como posibilidades de los hombres como seres inconclusos conscientes de su inconclusión (Freire, 1970, p. 16). La deshumanización2, para Freire, si bien es un hecho concreto en el devenir histórico, no debe entenderse como una vocación o destino dado a los hombres, pues implicaría un futuro estático y de total desesperanza. Por el contrario, debe ser algo contra lo que hay que luchar, es decir, la lucha por la humanización. Sin embargo, según el educador, paradójicamente, solo bajo el poder que emerge de la debilidad de los oprimidos es posible liberarse a sí mismo y a sus opresores, sin que los primeros se conviertan en opresores de los opresores. Por ello, el pensamiento de Freire se basa en la premisa de que la educación debe partir de adentro hacia afuera, como instrumento de liberación, de toma de conciencia de su rol a partir de la autorreflexión en busca de la desalienación. De esta manera, “la pedagogía del oprimido, que no puede ser elaborada por los opresores, es un instrumento para este descubrimiento crítico: el de los oprimidos por sí mismos y el de los opresores por los oprimidos, como manifestación de la deshumanización” (Freire, 1970, p. 17).

Al abordar la liberación del oprimido, Freire llama la atención sobre un fenómeno importante: la identificación del oprimido con el opresor, a través de lo que llama adherencia, aclarando que, a pesar del reconocimiento de sí mismo como oprimido, puede estar condicionado por la inmersión en la que se encuentra en la situación opresora. Para la liberación, por lo tanto, no basta con reconocer su condición de oprimido, sino que es necesario transformar la lucha en superación de esta contradicción. Por otra parte, continúa el autor, solo es posible que un opresor se identifique como tal, y sea verdaderamente solidario con los oprimidos, si asume la lucha por la transformación de la realidad que le hace deshumanizar a los oprimidos.

Partiendo de la premisa de que la participación de las mujeres en los movimientos de vivienda es relevante, se señala que su inserción ocurre, principalmente, por la necesidad de luchar por la supervivencia, lo que incluye garantía de vivienda, empleo, alimentación, transporte, etcétera. La participación activa en esta lucha, que asegura la subsistencia de su familia, cuando está vinculada a la reflexión crítica, permite la liberación femenina basada en lo que Freire define como praxis aplicada al proyecto pedagógico, que resalta la estrecha relación entre acción y reflexión presente en esta experiencia:

Somente quando os oprimidos descobrem, nitidamente, o opressor, e se engajam na luta organizada por sua libertação, começam a crer em si mesmos, superando, assim, sua “convivência” com o regime opressor. Se esta descoberta não pode ser feita em nível puramente intelectual, mas da ação, o que nos parece fundamental é que esta não se cinja a mero ativismo, mas esteja associada a sério empenho de reflexão, para que seja práxis.... Por outro lado, se o momento já é o da ação, esta se fará autêntica práxis se o saber dela resultante se faz objeto da reflexão crítica. É neste sentido que a práxis constitui a razão nova da consciência oprimida e que a revolução, que inaugura o momento histórico desta razão, não pode encontrar viabilidade fora dos níveis da consciência oprimida. [Solo cuando los oprimidos descubren nítidamente al opresor y se comprometen en la lucha organizada por su liberación, empiezan a creer en sí mismos, superando así su “complicidad” con el régimen opresor. Si este descubrimiento no puede hacerse a nivel puramente intelectual, sino a nivel de la acción, lo que nos parece fundamental es que esta no se limite al mero activismo, sino que esté asociada a un compromiso de reflexión serio, para que sea praxis. ... Por otro lado, si el momento es ya de la acción, ésta se hará praxis auténtica si el saber que de ella resulte se hace objeto de reflexión crítica. En este sentido, la praxis constituye la razón nueva de la conciencia oprimida y la revolución, que inaugura el momento histórico de esta razón, no puede encontrar viabilidad fuera de la conciencia oprimida]. (Freire, 1970, pp. 29-30)

Esta capacidad de valorarse a sí mismas y la liberación que de ella resulta se puede percibir entre mujeres en diferentes contextos. La liberación puede estar vinculada tanto a la esfera pública como a la privada de la vida, lo que concientiza a las mujeres que viven situaciones de opresión y vulnerabilidad doméstica.

En este sentido, las acciones autogestionadas refuerzan un papel facilitador para la auténtica pedagogía de la praxis, como define Freire, además de contribuir a un enfrentamiento activo de los problemas urbanos que aporta a la capacidad inventiva y creativa de estas mujeres. La toma de decisiones por parte de estas agentes permite que la acción conduzca a la reflexión y a la creación de conciencia sobre sí mismas. Por ello, el objeto de estudio que aborda este trabajo no fue elegido en función de la coincidencia entre el nombre de la autoconstrucción colectiva y el enfoque teórico sino, precisamente, por la representatividad de la participación femenina en el proceso, en la pedagogía de la praxis y en la lucha por su liberación.

La Asociación de Construcción Comunitaria Paulo Freire, creada en 1999, fue conformada por cien familias integrantes del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra Este 1 (MST Leste 1), afiliado a la Unión Nacional de Movimientos de Vivienda, bajo la orientación de la Asesoría Técnica Usina CTAH (Centro de Trabajos para el Ambiente Habitado). La autoconstrucción colectiva comenzó en el mismo año de fundación de la Asociación, con la obtención de la parcela, y la construcción comenzó solo en 2003 y duró siete años hasta su término, en 2010.

La participación femenina durante todo el proceso de autoconstrucción colectiva fue decisiva, tanto en el trabajo cotidiano de construcción como al encargarse de su gestión y del proyecto (las arquitectas de Usina CTAH). Desde la obtención de la parcela hasta la preparación del proyecto y la construcción, la autogestión engendró todo el proceso (aunque no totalmente, ya que también dispuso de mano de obra asalariada entre semana) y contó con el predominio de un liderazgo femenino. La lucha, iniciada por la reivindicación de vivienda y el derecho a la autogestión, resultó en que los involucrados reflexionaran sobre diversos aspectos de la dimensión de la vida y el trabajo colectivos, además de las condiciones específicas de la producción habitacional (Vilaça & Constante, 2015, p. 112).

La participación del grupo técnico junto con las personas involucradas en la autoconstrucción colectiva, en lugar de ejercer una tradicional relación jerárquica y de consecuencia, discutió de manera horizontal la definición de los aspectos del proyecto junto con las partes interesadas, con el fin de atenderlas de la mejor manera posible.

Vale señalar que, en el proceso de autogestión, la etapa de discusión del proyecto es fundamental precisamente porque congrega los esfuerzos de familias, líderes sociales y técnicos para llegar a una propuesta consensuada, condición esencial para la desmercantilización del trabajo. Compartir la fase de diseño del proyecto determina la ejecución de la obra con una mayor conciencia de las operaciones que se deben realizar, sus motivaciones y los resultados a alcanzar. La discusión colectiva también juega un papel decisivo en la desalienación del trabajo, puesto que permite a los participantes en la autoconstrucción ejercer la capacidad de comprender aspectos vinculados a la calidad técnica de los materiales utilizados para imaginar los espacios futuros de la vida cotidiana. La organización de las actividades en el sitio de construcción requiere la formación de grupos de rotación también para las actividades de apoyo a la construcción, tales como guardería, cocina y limpieza.

Según Usina, la metodología del proyecto constó de cuatro diferentes rondas de discusión, que abarcaron desde ejercicios más subjetivos, como las memorias del habitar, hasta otros más prácticos, como el establecimiento de relaciones entre usos y espacios, característica fundamental para la práctica de la arquitectura y de sus aspectos sociales (Vilaça & Constante, 2015, p. 120).

Tras la toma de posesión del alcalde Celso Pitta (1997-2001), aliado de la iniciativa inmobiliaria privada, las acciones de la Asociación Paulo Freire, junto con Usina, se centraron en el plan de resistencia, que consistió en actos y marchas, negociaciones con la alcaldía y ocupaciones. A lo largo de este proceso, la Asociación reivindicó el derecho a un proyecto propio. Esta reivindicación entró en conflicto con el modelo habitacional de la Secretaría de Vivienda, que defendía la implementación de la tipología de Cingapura (Prover), ya que el terreno destinado a la Asociación, en principio, formaba parte del Conjunto Inácio Monteiro, en el que ya existían conjuntos habitacionales de Cingapura construidos (Vilaça & Constante, 2015, pp. 116-117), como se puede observar en la Figura 1.

La última etapa del proyecto se destinó a la definición de la volumetría, donde se utilizaron maquetas físicas como principal herramienta de presentación. Esta etapa evidenció importantes debates, especialmente acerca de la ubicación de todas las unidades, para que la distribución de los conjuntos habitacionales no afectara la necesaria iluminación y ventilación y también permitiera crear áreas comunes para la convivencia (véase la Figura 2).

Estas discusiones impulsaron la adopción de la estructura metálica como solución constructiva, ya que la posibilidad de vanos mayores permitiría suspender uno de los bloques para crear un espacio común en el centro del conjunto habitacional. Además de la distinción volumétrica, la estructura metálica permite flexibilidad en los planos, lo que fomenta aún más la libertad de producción de la propia casa, ya que las paredes solo tienen una función de cerramiento. Esta característica es muy diferente a otras soluciones adoptadas por conjuntos habitacionales convencionales que utilizan bloques estructurales autoportantes. La estructura metálica también refleja un hito simbólico. Se trata de una materialidad considerada noble, habitualmente utilizada en construcciones caras. Su uso en la vivienda del trabajador representa la adopción de una postura combativa frente a las normas convencionales.

Este proceso, contrario a los patrones tradicionales de la construcción civil, especialmente en lo que se refiere a la construcción de viviendas populares, demuestra que esta experiencia agregó conocimiento a los procedimientos arquitectónicos, pero también reconocimiento del otro. Inicialmente, la conformación de los equipos buscaba equilibrar la presencia de hombres y mujeres y la composición por grupos de edad. De forma gradual, el protagonismo de las mujeres fue aumentando y ellas pasaron a ocupar puestos clave no solo en las funciones administrativas, la organización de la cocina y el cuidado de los niños, sino también en las distintas fases de la construcción y, sobre todo, en las discusiones políticas, lo que superó la desconfianza inicial en su capacidad de realizar diferentes tareas.

La autoconstrucción colectiva, en general, es un entorno ma­yoritariamente femenino y la participación activa de las mujeres tiene el potencial de revertir patrones patriarcales no solo en lo que respecta a la lógica del sitio de construcción, sino también en el contexto de la vida cotidiana, ya que el intercambio generado por la identificación entre estas mujeres permite un poderoso movimiento de desalienación y florecimiento de la liberación de situaciones de vulnerabilidad impulsado por una red de apoyo.

Las mujeres, en este sentido, lograron reconocerse, a través de la acción concreta, como personas capaces de actuar en diferentes for­mas de trabajo, a pesar de lo que normaliza el pensamiento dominante. La reflexión resultante de estos procesos es individual, pero también colectiva. Como grupo movilizado, los participantes en la autoconstrucción, especialmente las mujeres, se vieron más allá de su rol de oprimidos y oprimidas por el sistema, se vieron como personas que toman decisiones, capaces de reflexionar tanto como los asesores técnicos, lo que fractura las nociones jerárquicas preestablecidas.

CONSIDERACIONES FINALES

Al construir el relato de las trayectorias de las políticas públicas orientadas a la producción de vivienda, la investigación combinó al menos dos líneas de enfoque: una de ellas coincide con la tradición de los estudios urbanos brasileños, que se estableció a partir de los años setenta, en la que la crítica a las desigualdades se centró en los efectos del capitalismo periférico en la vida de la clase trabajadora
—entendida como una categoría general y homogeneizadora—; la otra, presente en estudios más recientes, señala las limitaciones de este enfoque, con base en el concepto de interseccionalidad que pone en evidencia que las desigualdades son el resultado de múltiples esferas que se superponen con la desigualdad económica, como las de raza, género, sexualidad, entre otras, capaces de ampliar la comprensión de las desigualdades sociales. Dentro de esta perspectiva interseccional, es posible comprender que las mujeres viven formas de opresión y desigualdades que no necesariamente coinciden con las descritas por la categoría, universal y abstracta, clase trabajadora.

Por un lado, el estudio de los procesos de producción de vivienda y sus reflejos en la reproducción y valorización del espacio urbano, según una lógica espacial de valorización capitalista, evidencia las contradicciones entre valorización y segregación y produce nuevas periferias. Por otro lado, permite ver el papel de los agentes locales que, apoyados en experiencias pasadas, avanzan hacia la transformación urbana, basada en la apropiación social del espacio, de manera cooperativa y participativa, en la búsqueda de la superación de las desigualdades históricamente producidas en nuestras ciudades.

Desde esta perspectiva, el relato de las experiencias del Mutirão Paulo Freire tiene el potencial de fortalecer la conciencia de la población sobre las inconsistencias de los extremos de riqueza y pobreza que caracterizan el entorno urbano y el reconocimiento de sus implicaciones sociales, ya sea como herencia de una condición histórica de dominación y explotación de las fuerzas productivas o como elementos de perpetuación de modus operandi del patriarcado, del racismo y de la colonialidad, que se reflejan en los procesos de producción del espacio urbano. La necesidad de afrontar los desafíos analíticos y políticos de este modelo de reproducción social y, sobre todo, la urgencia de crear alternativas capaces de replicarse, requiere entenderlo desde una perspectiva interseccional, es decir, desde el cruce y superposición de opresiones relacionadas con la raza, el género y las clases sociales.

Si bien se considera que las mujeres involucradas en el Mutirão Paulo Freire, así como en procesos similares en décadas pasadas, no fueron influenciadas por el pensamiento feminista interseccional, sino que, por el contrario, actuaron a raíz de los movimientos sociales vinculados a las Comunidades Eclesiales de Base, muy influyentes desde los años setenta, presionadas por condiciones extremas que minaban la seguridad y estabilidad de sus familias, es importante resaltar que esta discusión llega a la vida cotidiana de las mujeres que hoy están al frente de los movimientos de vivienda. Desde esa posición, potencian sus discursos y prácticas, así como renuevan la posibilidad de pensar sobre los procesos hegemónicos y excluyentes engendrados por la estructura capitalista presente en la producción del espacio urbano.

Agradecimientos

Agradecemos al Instituto Anima por el apoyo brindado a la investigación realizada en el ámbito del Programa de Postgrado en Arquitectura y Urbanismo stricto sensu de la Universidade São Judas Tadeu, y a la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Educación Superior (CAPES) por haber otorgado una beca para estudios de maestría.

REFERENCIAS

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1 Según una nota de la publicación adoptada como fuente de consulta para el informe elaborado aquí, cuyo prefacio fue escrito por Sérgio Ferro, Usina CTAH (Centro de Trabajos para el Ambiente Habitado), referida en este artículo como Usina, fue fundada como una organización de asesoramiento técnico a movimientos sociales, en 1990, integrada por profesionales de diferentes campos de acción, orientados a colaborar en la planificación, diseño y construcción en conjunto con los trabajadores, movilizando fondos públicos destinados a actividades relacionadas con la Reforma Urbana y Agraria. Además de participar en el diseño y ejecución de cerca de cinco mil unidades habitacionales, Usina trabajó en el desarrollo de planes urbanísticos, proyectos de urbanización de favelas y también en la implementación de equipamientos colectivos, como escuelas, guarderías y centros comunitarios, en ciudades de los estados de São Paulo, Minas Gerais y Paraná

2 La deshumanización, según Paulo Freire (1970), no se limita solo a la humanización robada (al oprimido), sino también a quienes la roban (los opresores), porque, si la lucha de los oprimidos por una existencia libre, por una parte, los humaniza, por otra, no debe convertirlos en opresores.