ESTADO Y DESARROLLO
EN LATINOAMÉRICA

ARQUITECTURAS
DE LA MODERNIZACIÓN
EN URUGUAY (1895-1915)

Indagaciones iniciales

ARCHITECTURE OF MODERNIZATION
IN URUGUAY (1895-1915)
Initial inquiries

Tatiana Rimbaud

Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo,

Instituto de Historia, Universidad de la República,

Montevideo, Uruguay

0000-0001-7386-7236

Recibido: 12 de julio del 2022
Aprobado: 26 de septiembre del 2022

doi: https://doi.org/10.26439/limaq2023.n012.5958

Este artículo presenta las indagaciones primarias, el estado del arte y las hipótesis iniciales de la investigación en curso sobre la arquitectura en Uruguay durante el paso del siglo xix al xx, bajo la clave de la modernización. Los objetivos de la investigación son, por un lado, explorar los vínculos entre las arquitecturas de fin de siglo con los procesos de modernización y consolidación del país, y, por el otro, contribuir a la discusión y comprensión de la historia de la arquitectura en Uruguay. El abordaje propuesto —en dos líneas de aproximación— ha comenzado a transitarse desde la revisión historiográfica y con un primer acercamiento a los archivos nacionales. Se comparten los primeros hallazgos sobre la formación, ideas y trayectoria de la comunidad técnica actuante y un avance razonado en la identificación y análisis de la producción arquitectónica realizada en Uruguay entre 1895 y 1915.

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This article presents the primary inquiries, the state of the art, and the initial hypotheses of ongoing research on architecture and modernization in Uruguay at the turn of the 20th century. The aim is to explore the links between end-of-century architecture and the processes of modernization and nation-building and to contribute to the discussion and understanding of the history of architecture in Uruguay. The article shares the initial findings of a historiographical review and an initial exploration of national archives regarding the formation, ideas, and trajectory of the active architectural community. It also provides an initial identification and analysis of architectural production in Uruguay between 1895 and 1915.

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Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).

Introducción

La República Oriental del Uruguay se conformó como país independiente entre 1810 y 1830, pero fue hasta 1851 que, culminados los mayores conflictos internos, inició plenamente su vida como nación. Durante la segunda mitad del siglo xix y la primera del siglo xx, el país fue consolidando su condición independiente y se fue insertando lentamente en el panorama mundial. En ese tiempo, importantes corrientes migratorias provocaron un gran crecimiento demográfico que, junto a otros factores, dieron lugar al mayor proceso de modernización de la historia del país. El punto cúlmine en la conformación estatal fue la celebración de su centenario (1925-1930) que cristalizó, en propios y ajenos, la imagen del pequeño país austral. De ese momento, son también las arquitecturas que más se identifican con la nación uruguaya, empezando por el estadio que albergó el primer mundial de fútbol y continuando por una serie de infraestructuras públicas realizadas bajo la firme insignia de la modernidad.

Sin embargo, las reconocidas estructuras de las décadas del veinte y treinta no fueron las primeras arquitecturas construidas bajo un moderno pensamiento de Estado. Ya desde los primeros tiempos de república independiente, los círculos técnicos y políticos se preocuparon por dotar al país de estructuras apropiadas. En particular, entre la última década del siglo xix y la primera del xx, tuvo lugar un fenómeno de crecimiento efervescente con un acelerado proceso de modernización acompañado por una profunda transformación en la sociedad, que afectó los valores y costumbres cotidianos. Asimismo, la capital del país, Montevideo, experimentó un proceso de transformación que modificó radicalmente su imagen colonial. Se fundaron decenas de nuevos barrios y la trama urbana se amplió sensiblemente. En esos años, Uruguay se embarcó en un proyecto político de país modelo, con una sociedad cosmopolita, joven y pujante. Ese fue el momento en que se crearon las primeras instituciones de formación técnica y se instalaron las primeras oficinas de arquitectura del país, tanto públicas como privadas. Las arquitecturas de este periodo configuran un conjunto de interés poco explorado y son el foco de estudio de la presente investigación.

OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN

En el entorno de 1900, en Uruguay, hubo un momento de gran producción edilicia en el que se confeccionaron las arquitecturas demandadas, por lo que los historiadores lo han llamado país modelo (Caetano, 1992; Jacob, 1988). Esta elaboración estuvo mayormente a cargo de los técnicos egresados de las primeras generaciones de la novel Facultad de Matemáticas, entre 1895 y 1907.

Los primeros arquitectos formados en el país fueron educados con planes de estudio de predominancia técnica y compartieron diversos ámbitos de producción. Tempranamente, asumieron tareas de docencia en la incipiente carrera de Arquitectura y muchos se desempeñaron en las oficinas del Departamento de Ingenieros —luego Dirección de Arquitectura—, encargadas de realizar las obras estatales. Por otra parte, compartieron también espacios de actuación pública, como las asociaciones de gremios profesionales, ámbitos políticos y de apoyo al arte. Asimismo, coincidieron en su práctica privada colaborando, en ocasiones, unos con otros o ejerciendo diversos roles en una misma obra. Muchas de esas obras privadas eran, además, encargadas por las élites políticas, económicas y sociales que conformaban las redes de vínculos esenciales de la conducción del país.

Las obras

En un país joven, y en pleno proceso de consolidación, la construcción de edificios públicos y privados no solo cubrió las diversas necesidades de la sociedad, sino que conformó su realidad cotidiana e imagen perdurable. Por su parte, el Estado uruguayo desplegó infraestructuras públicas que combinaban la funcionalidad de las instalaciones con expresiones formales que instalaron un programa de representación nacional. Los muy diversos ejemplos cubren equipamientos sanitarios, infraestructuras productivas, edificios culturales y obras educativas, entre otros.

En cuanto a las instalaciones sanitarias, las ideas higienistas y los avances en la medicina en el Uruguay del novecientos produjeron una apuesta de avanzada que se tradujo en algunos edificios singulares. Entre ellos, se destaca el Pabellón de Higiene (1907), el Dispensario de la Liga Antituberculosa (1907), el Hospital Galán y Rocha (1916), de Leopoldo Tosi, y los pabellones de maternidad y pediatría del Hospital Pereira Rossell (1915), de Juan Giuria.

En el caso de la arquitectura educativa, se conjugó la adecuación y comodidad de los espacios con una imagen que presentaban estos edificios como símbolos de un ideal social. Los edificios educativos tuvieron un rol particular dentro del plan disciplinador de la educación pública masiva en el proceso de modernización del Uruguay (Barrán, 1990). Esto se manifestó fuertemente en dos programas. Por un lado, en los edificios universitarios de las facultades de Agronomía (1909), de Américo Maini; de Medicina (concurso, 1910), de Jacobo Vázquez Varela; de Derecho (concurso, 1910), de Juan María Aubriot y Silvio Geranio; de Veterinaria (1910), de Emilio Conforte; y el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo (1911), de Alfredo Jones Brown. Por otro lado, se destaca la implementación del Primer Programa de Edificaciones Escolares para Enseñanza Primaria Pública realizado desde la oficina del Ministerio de Obras Públicas (MOP) por dos jóvenes arquitectos: Alfredo Jones Brown y Américo Maini. Se trata de edificios específicos, según las ideas pedagógicas de las reformas educativas (Gómez, 1998): aulas grandes, iluminadas, ventiladas, instalaciones adecuadas y patios arbolados para el recreo. Entre estas obras, se encuentran las escuelas diseñadas por Maini, Artigas (1903) y Brasil (1908); y las de Jones Brown, Alemania (1911), Chile (1909), Gran Bretaña (1907) y Jardín de Infantes Enriqueta Compte y Riqué (1909). Todas ellas incorporan una ornamentación característica, en particular en sus herrerías, que se apoya en figuras geométricas y líneas orgánicas, onduladas y frescas.

En esos años, también aparecen novedosos programas demandados por la industrialización y los nuevos gustos de la sociedad, como las estaciones de tren, los garajes, los grandes mercados de abastos cerrados, etcétera. Estos edificios eran, por lo general, tecnológicamente híbridos, con grandes espacios interiores de estructuras metálicas estandarizadas y expresiones exteriores que remiten a los modos de construcción artesanal. Algunos ejemplos destacados son el Mercado de la Abundancia (1904), de Leopoldo Peluffo; el Mercado Agrícola (1905), de Silvio Geranio y Antonio Vázquez; y el espacio de exposición de la Asociación Rural de Cayetano Buigas i Monrava (1909-1911).

Por otra parte, algunos edificios del programa comercial utilizaron la impronta de la arquitectura como muestra de progreso y modernidad, en especial los programas vinculados al ocio y al consumo en sus nuevas configuraciones, como los cines, las tiendas por departamento y los hoteles. En estas obras, se adivina la novedad en los recursos expresivos de vidrieras y herrerías como en los del teatro Urquiza (Acosta y Lara y West); el cine 18 de Julio (1910), de Purcalla i Grau; la cigarrería La Paz (1912) y la óptica Pablo Ferrando (1916), ambas de Tosi; las tiendas Corralejo (1912), de Shaw; Mojana (1912), de Foglia y Adams; Spera (1916), de Ruiz, Nadal y Galfetti, entre otras.

En el ámbito privado, también se encuentran arquitecturas familiares que hacen alarde de las nuevas formas de la sociedad urbana. Ejemplo de esto son las numerosas viviendas de aquellos propietarios que se querían mostrar a la vanguardia. Residencias urbanas y casas de retiro y descanso en diversas zonas de la ciudad, algunas de ellas de considerable porte, como las viviendas Mora (1903), de Buigas i Monravá; Williman (1905), de Tosi; Isola (1907), de Acosta y Lara; Compte y Staricco (1910), de Segui, entre otras.

Entre la última década del siglo xix y las primeras del xx, el acelerado crecimiento de la población llevó a un auge en la construcción y expandió la superficie de la ciudad de Montevideo. Ante este fenómeno, se establecieron normas municipales que intentaron regular la imagen urbana: se fijaron alturas, alineaciones y hasta disposiciones respecto a las terminaciones y pintura de los edificios. La apariencia de las fachadas era de tal importancia que su decoración era analizada en todos los permisos de construcción por la Comisión de Estética, creada para dicho rol en junio de 1905, a instancias de la Junta Municipal presidida por Horacio Acosta y Lara. La exuberancia ornamental caracterizó edificios de todos los programas, públicos y privados, suntuosos y modestos, que además competían en un concurso anual de fachadas instaurado por la Junta Municipal ese mismo año.

Las búsquedas proyectuales y formales que se vislumbran tanto en las obras públicas como en las privadas tienen algunas particularidades, en cuanto a intencionalidad conceptual, que las hacen muy interesantes de visitar. Las cualidades que se reconocen en estas obras apelan a la responsabilidad profesional de la construcción de un país. Un país muy joven que necesitaba armar todas sus infraestructuras prácticamente desde cero. Un país que apostó por la formación profesional propia e invirtió recursos en técnicos que fueran capaces de realizar la tarea.

Los arquitectos

Edificios de muy variada índole fueron construidos por un grupo relativamente reducido de arquitectos, ingenieros y constructores. Un listado inicial de los técnicos con mayor producción en el periodo incluye a los uruguayos Horacio Acosta y Lara, Juan María Aubriot, Emilio Conforte, Juan Debernardis, Silvio Geranio, Juan Giuria, Alfredo Jones Brown, Antonio Llambías de Olivar, Américo Maini, Pedro Nadal, Alejandro Ruíz, Adolfo Shaw, Leopoldo Tosi, Antonino Vázquez, Jacobo Vázquez Varela y a los extranjeros John Adams, Emilio Boix i Merino, Juan Mirande, Cayetano Buigas i Monravá, Camille Gardelle, Alfredo Massüe, Eusebio Perotti, Federico Purcalla i Grau, Antonio Seguí y Guillermo West. Entre ellos, los arquitectos Acosta y Lara, Conforte, Jones Brown, Maini, Nadal, Tosi y Vázquez Varela fueron quienes tuvieron una producción más numerosa y consistente.

Como se ha dicho, estos profesionales se integraron rápidamente a las oficinas públicas de obras del Estado, a la vida política y profesional y a los cuerpos docentes universitarios. Fueron ellos los que lograron, veinte años después del primer egresado, la escisión de la enseñanza de arquitectura en una facultad autónoma. Por otro lado, fueron profesionales muy activos en la vida cultural y política de la sociedad, además de los responsables de las grandes definiciones del ámbito profesional-disciplinar. Es singular el caso de Horacio Acosta y Lara, un personaje central en la enseñanza y la consolidación profesional de la arquitectura del Uruguay.

Es muy relevante el componente de la formación de estos técnicos, en su mayoría realizado en la Facultad de Matemáticas de Uruguay. Por otro lado, se ha constatado que los arquitectos uruguayos viajaban con frecuencia a Europa; además, llegaban numerosas publicaciones, revistas y catálogos de arquitectura a las bibliotecas de la facultad y de algunos estudios de arquitectura del medio local. Asimismo, se debe nombrar la presencia de profesionales extranjeros (en particular de origen español, francés, italiano e inglés) que completa el grupo de arquitectos actuantes y trae un contacto inmediato y directo con ciertas realizaciones europeas del momento.

ESTADO DE LA CUESTIÓN

La arquitectura realizada en Uruguay entre las últimas décadas del siglo xix y las primeras del siglo xx ha sido tachada como mero reflejo o traslación secundaria de los grandes centros de producción intelectual en Europa. Esta afirmación tan tajante habrá de ser contextualizada y problematizada. Sin embargo, ya fuera que se tratase de una relación unidireccional o que se participara de la circulación más amplia de ideas del momento, estas relaciones no han sido consideradas por la historiografía occidental.

Las arquitecturas de la transición del siglo xix al xx han sido abordadas en los textos de historia de pretensión universal, tanto como una continuación de la tradición decimonónica como un episodio inicial o anticipatorio de lo que luego sería la arquitectura moderna. En los últimos cien años, diversos críticos e historiadores han intentado describir y caracterizar el periodo, cada uno desde su mirada particular y con los condicionamientos de su época. Sin embargo, todos coinciden en que fue un tiempo de grandes cambios y transformaciones. Huelga decir que, desde las primeras reacciones críticas hasta las nuevas revisiones contemporáneas, ha habido un cambio de mirada radical.

Quizá el caso más paradigmático del cambio de apreciación crítica sobre el periodo de estudio sea el de Nikolaus Pevsner. La primera edición de su libro Pioneros del diseño moderno: de William Morris a Walter Gropuis (1936/2000) tenía una marcada perspectiva desde la modernidad ortodoxa. El propio autor reconoce, en las introducciones a las ediciones posteriores, que el capítulo dedicado al art nouveau resultó por lo menos flaco, si no errado en su concepción. Más aún, en la década del setenta trató de enmendar el sesgo con la edición de un compilado de textos bajo el título de The Anti-Rationalists (Richards & Pevsner, 1973), con trabajos sobre un amplio arco de las arquitecturas del cambio de siglo.

En la historia de la arquitectura occidental, el Uruguay es omitido en la gran mayoría de los trabajos. Como se ha descubierto en la revisión de los textos más difundidos, solo unos pocos mencionan a Uruguay o incluyen una mínima referencia geográfica (Fletcher, 2020; Pons Toujouse, 2006). Si bien en textos como los de Frampton (2009) y Colquhoun (1989) es toda América Latina la que es omitida; en otros, como el de Benévolo (1999), se incorporan algunas arquitecturas modernas en América, pero no de Uruguay.

Tampoco los textos específicos sobre las arquitecturas de fin de siglo toman en cuenta las realizaciones en este país —Tschudi-Madsen (1967), entre otros. En la mayoría de los casos, los trabajos revisados no incluyen ningún ejemplo latinoamericano; sin embargo, iniciativas recientes como la de la Ruta Europea del Modernismo (2022) han incorporado varias ciudades de América Latina en las que se incluye un breve listado de obras de filiación art nouveau, ninguna de Uruguay.

La historiografía de la arquitectura en Uruguay ha sido realizada, en su gran mayoría, por investigadores uruguayos. Como plantea Schmidt (2019), el país prácticamente no existe en la historiografía de la arquitectura, y cuando aparece lo hace a través de su arquitectura colonial en su condición de frontera o al referir a su arquitectura moderna —de 1920 en adelante. Esa arquitectura es también a la que se ha dedicado mayor atención en el ámbito local.

Los grandes relatos

La construcción historiográfica de la arquitectura en Uruguay tiene dos grandes pilares fundacionales: Juan Giuria y Aurelio Lucchini. Ellos fueron los que establecieron los grandes relatos de la arquitectura nacional vigentes al día de hoy. La Arquitectura en el Uruguay (1955), de Giuria, abarca desde la Colonia hasta fines del siglo xix. Por su parte, el trabajo de Lucchini (1969, 1986) inicia también en la Colonia y termina con obras de la última generación de técnicos formados exclusivamente en Europa. Estos dos trabajos coinciden en un discurso evolutivo que termina con una valoración sesgada de la arquitectura ecléctica de finales del siglo xix en el país.

Entre los primeros arquitectos que trabajaron la historia de la arquitectura en Uruguay, hay que agregar a Leopoldo Artucio y Mariano Arana, quienes completan la lista de referentes fundamentales. Sin embargo, ellos —como tantos otros después— decidieron hacer énfasis en el estudio de la arquitectura moderna. El texto de Leopoldo Artucio (1971) está planteado desde una mirada de convicción moderna, mientras que el enfoque del primer periodo del siglo xx tiene un tono que va de condescendiente a reprobatorio. Si bien plantea algo del ambiente intelectual e ideológico del cambio de siglo, su juicio sobre los historicismos y eclecticismos es en extremo negativo.

El Art Nouveau no dio nada grande ni definitivo, pero por lo menos usaba el hierro, lo incorporaba ostensiblemente en sus composiciones y contribuyó así a la batalla contra el historicismo, enemigo común de todo lo nuevo, al habituar a formas desusadas y ligeras.

Tuvo su repercusión en Montevideo y todavía se pueden ver algunos trozos de interés, aunque no respondan al modelo belga, que fue el más elegante y enriquecido. (Artucio, 1971, p. 6)

Este párrafo marcó la apreciación general en la comunidad arquitectónica sobre estas arquitecturas durante cuatro décadas. El texto ha estado en las bibliografías obligatorias de los cursos de grado desde su publicación hasta el día de hoy. Efectivamente, este enfoque operativo sirve a la intención de Artucio, Arana y tantos otros, de posicionar a la arquitectura moderna en Uruguay como verdadera expresión de su arquitectura nacional. El texto de Arana y Garabelli (1991) instala la idea de que las arquitecturas modernas realizadas en Uruguay entre 1920 y 1940-1950 fueron las verdaderas arquitecturas renovadoras.

En comparación con otros periodos, la arquitectura moderna en Uruguay ha sido ampliamente explorada. A los textos recién mencionados se deben sumar otros trabajos de importancia como los de William Rey, Jorge Nudelman y Alberto de Betolaza, entre otros. En un artículo reciente, García Dalmas (2021) contabiliza esta producción —realizada en la Facultad de Arquitectura— en más de cuarenta libros sobre arquitectura moderna en Uruguay editados en los últimos diez años. Huelga decir que tal cantidad no se replica para las arquitecturas anteriores o posteriores.

Rey (2012) aborda la arquitectura en Montevideo entre 1920-1960. De Betolaza (2015) lo hace para las obras en Uruguay entre 1925-1950. El trabajo colectivo de La Aldea Feliz (Nisivoccia et al., 2014) aborda episodios de la modernización de los últimos cien años, o sea, luego de la creación de la Facultad en 1915. La serie Arquitectos, del Instituto de Historia, ha indagado en profundidad en la trayectoria de una decena de arquitectos uruguayos, todos ellos con obra en el segundo tercio del siglo xx. La profusa producción ha colaborado con la real valoración de la arquitectura moderna en el país; sin embargo, ha producido, como efecto secundario, una subvaloración de las arquitecturas previas y posteriores. Las líneas de investigación mayoritarias en la historiografía nacional han considerado las arquitecturas del novecientos como simples antecedentes de la verdadera arquitectura moderna, y las diferentes búsquedas formales que pudieron suceder antes de 1915 han quedado descartadas como mero resultado de modas pasajeras dentro del mayor panorama ecléctico.

En la misma sintonía, entre los enfoques extradisciplinares más influyentes, el crítico de arte Alberto Zum Felde (1920) clasificó la arquitectura de inicio del siglo xx de cosmopolita y le asignó como único mérito la copia contemporánea. En otro texto relevante, el historiador Horacio Arredondo sostiene que ese “pseudo ‘arte nuevo’ infeccionó no solo la arquitectura, sino hasta el moblaje: era horrible. Más vale ignorar de donde salió, quien lo introdujo, etcétera” (1951,
p. 270). Expresiones como estas signaron hasta el día de hoy la mirada sobre ellas. Menos tajante, pero igual en su sentencia, Lucchini (1969), primero, y Arana y Garabelli, después, opinaban que hasta la década de 1920 “no se dio en Montevideo el clima de vibrante debate que reinó en los grandes centros europeos en torno a la renovación de la arquitectura y las artes visuales” (1991, p. 57), por lo que los técnicos se veían reducidos a replicar las ideas europeas. Inclusive, este sesgo se ve en trabajos recientes como el de Canén (2021), quien estima que fueron pocas estas arquitecturas en el país y que sus aportes fueron simplemente de carácter estilístico.

Los textos reseñados hasta aquí presentan el panorama del relato historiográfico general de la arquitectura en Uruguay. Se vislumbra así un hueco entre los textos de largo alcance de Giuria y Lucchini y los que se enfocan en la arquitectura moderna, como los de Artucio, Arana, etcétera.

Arquitecturas de la modernización

Unos pocos textos han abordado este periodo. En primer lugar, vale la pena rescatar la propuesta trunca elaborada por Elzeario Boix (1943) en su calidad de responsable de la enseñanza de Historia en la Facultad de Arquitectura. El arquitecto planteó el estudio pormenorizado de las arquitecturas de los siglos xix y xx en Uruguay. Lamentablemente, la iniciativa no fue desarrollada y dejó planteado, a nivel de titulares, aspectos de gran interés. Por otro lado, Castellanos (1971) pretendió abordar el periodo en su capítulo titulado “1872-1914 ‘el gran Montevideo’”, donde incorpora datos estadísticos y nombra algunas obras relevantes. Si bien no es un trabajo de crítica arquitectónica, aporta datos y referencias para contrastar.

Entre los pocos trabajos que abordan de manera global el periodo en cuestión, el texto del segundo volumen de Lucchini (1988) puede considerarse el de enfoque más certero. Esta obra póstuma abarca las primeras décadas del siglo xx, con una profundidad menor al primer volumen. Presenta un panorama general a través de un esquema inicial y un conjunto pequeño de obras (apenas una o dos por técnico seleccionado). El análisis de los ejemplos es escueto y formalista, no considera las relaciones espaciales, las tecnologías aplicadas ni las connotaciones expresivas o simbólicas de las búsquedas formales revisadas. Si bien la importancia de la formación técnica es señalada, no se exploran las relaciones del plantel docente con la producción, de la que eran responsables en su gran mayoría. En cuanto a la capacidad de reflexión local, adhiere al discurso de la influencia directa y mera copia de los referentes europeos que hemos visto en trabajos anteriores. En síntesis, si bien es una buena primera aproximación, su alcance es limitado y su conclusión por lo menos discutible.

Otras aproximaciones con sesgo temático han abordado algunas de las arquitecturas de nuestro rango de estudio. Se han identificado trabajos de corte biográfico, otros referidos a la formación de los técnicos, a las arquitecturas públicas, a la producción de vivienda y al desarrollo urbano. El panorama del periodo se va conformando a través de este collage de textos parciales que, aunque tocan temas muy diversos, aún dejan huecos importantes en su construcción historiográfica.

Cortes biográficos

La más temprana aproximación biográfica fue realizada por la revista Arquitectura (1930). Si bien no puede contarse como elaboración crítica, cabe reconocer la integralidad del trabajo expuesto en el número homenaje que dedicó la revista al arquitecto Horacio Acosta y Lara. Este aporte acerca interesantes puntos de vista sobre uno de los principales actores del periodo.

Uno de los textos más cercanos al objeto de estudio es el de Walter Domingo (1993). El autor elaboró dos fascículos monográficos breves sobre la obra de Alfredo Jones Brown y Leopoldo Tosi, a quienes denominó arquitectos renovadores del novecientos. Si bien el trabajo es de los más sensibles y certeros en el tratamiento de estas arquitecturas, aún arrastra algunos prejuicios de la tradición historiográfica anterior. Por ejemplo, afirma que el modernismo fue un movimiento desbordante y confuso, y que en Uruguay se recibieron solo influencias de segunda mano (Domingo, 1993). Por otro lado, si bien sostiene que varios de los arquitectos de la primera generación serían merecedores de un análisis, sintetiza el espectro entre Alfredo Jones Brown, a quien considera el más definido, y Leopoldo J. Tosi, a quien trata de mero constructor historicista (Domingo, 1993). En esta afirmación se vislumbran algunos de los prejuicios que tuvo el autor, quien a pesar de ser el único que se interesó en este periodo, lo tacha todavía de jalón iniciático y tibio de una supuesta evolución arquitectónica, en la que pondera uno de los arquitectos mejor que el otro por el menor abanico ornamental utilizado (Domingo, 1993).

El libro de Domingo presenta otro elemento de interés, el prólogo elaborado por Ramón Gutierrez (1993), quien justifica el abordaje de una temática y época insuficientemente estudiada de la arquitectura rioplatense, algo que permanece vigente hoy. Además, anota la capacidad abarcante del eclecticismo de integrar las reacciones antiacadémicas en su seno, por lo que le parece mejor hablar de transiciones antes que de rupturas o revoluciones en una historia a todas vistas pendiente (Gutiérrez, 1993).

Entre las aproximaciones biográficas de los técnicos extranjeros con actuación en Uruguay en ese periodo, se deben nombrar los textos breves sobre Massüe (Gutierrez, 2000) y sobre Buigas i Monravà (Bassegoda i Nonell & Buigas, 1973). Además, cabe mencionar otros acercamientos superficiales de corte biográfico que se recogen en los textos de Scarone (1937), Copetti (1949), Loustau (1990, 1995) y Gutiérrez y Méndez (2006). Asimismo, en los últimos años, el Instituto de Historia ha desarrollado una plataforma que recopila comentarios de arquitectura nacional (nomada.uy) y que incorpora breves reseñas biográficas de algunos de los arquitectos de nuestro campo de estudio.

Formación

En un texto temprano, Baroffio (1943) identificó tres etapas en los estudios de arquitectura en el país: la primera época de la Facultad de Matemáticas, una de transición con la llegada del profesor Joseph Carré y otra luego de la creación de la Facultad de Arquitectura. Esta línea de investigación fue retomada por Muras (1961) y Nudelman (2012, 2019). Sin embargo, estos autores se adhieren a la línea historiográfica predominante y sus trabajos se enfocan en el periodo posterior a la inauguración de la Facultad de Arquitectura en 1915.

La contratación de Joseph Carré, para encargarse de la formación en arquitectura, marcó un cambio importante en la orientación de la enseñanza y pavimentó el camino para el proceso de escisión que, en 1915, fundaría dos facultades independientes, Arquitectura e Ingeniería. Este episodio se encuentra analizado de manera muy minuciosa en el texto de Mazzini y Méndez (2011), que aborda los debates profesionales de la época y roza algunas discusiones sobre construcción disciplinar y nacional. Uno de los temas centrales de ese momento fueron los concursos, los cuales fueron analizados por Rimbaud en 2019.

Arquitectura pública

La arquitectura estatal es un pilar fundamental en el proceso de construcción de la nueva nación. En el caso de Uruguay, esta premisa cobró más fuerza ante la real escasez de infraestructuras edilicias que padecía el territorio de la república. La obra pública de este periodo particular ha despertado el interés de diversos investigadores en las últimas décadas. Por ejemplo, Santiago Medero ha incursionado en el estudio de la imagen del Estado y la obra del Ministerio de Obras Públicas (MOP) a través de las relaciones entre arquitectos y políticos en la primera mitad del siglo xx (Medero, 2018) y del análisis de la exposición internacional de Panamá-Pacific (Medero, 2020). Su mirada hace foco en la actuación de los arquitectos en las instituciones y los ámbitos de poder, no en su obra construida. El autor identifica una generación fundacional de arquitectos que compartieron convicciones e ideas comunes sobre el país y la arquitectura y que, con esa motivación, participaron activamente en poderosas organizaciones privadas y públicas.

El trabajo sobre la exposición internacional de Panamá-Pacific presenta una reflexión sobre una fuente primaria de mucho interés. En 1914, ante la invitación a participar de una exposición internacional, el Estado envió en su representación una selección de obras realizadas por el MOP. El listado deja de manifiesto la preponderancia de los edificios educativos, seguidos por las infraestructuras sanitarias: dos programas que tuvieron un rol crucial en el proceso de modernización y consolidación de la nación.

Los edificios educativos han sido abordados en dos trabajos muy completos. Las investigadoras Susana Antola y Liliana Carmona (1998) se enfocaron en los edificios universitarios a través de un análisis contextual, teórico y referencial. Por su parte, Maria Julia Gómez (1998) realizó un minucioso análisis de los edificios escolares. Estos dos textos constituyen las aproximaciones más certeras a nuestros objetos de estudio; sin embargo, carecen de una reflexión sobre las implicaciones expresivas o simbólicas de los edificios construidos o de sus conjuntos ornamentales, ni indagan en las trayectorias o pensamiento de los autores de las obras. A estos trabajos se debe sumar la reflexión de Alonso (2019) sobre disciplinamiento y el esfuerzo reciente de Barrán Casas (2020) en la sistematización de estas arquitecturas.

En cuanto a las infraestructuras sanitarias, hay que mencionar el trabajo de Medero (2021) que, aunque desestima los aspectos formales de estas arquitecturas, analiza la estrategia del Gobierno para construir gobernabilidad en el país. Entre los ejemplos que aborda, se encuentran los realizados por Llambías de Olivar, Conforte y Giuria, y omite ejemplos de interés como el Hospital Galán y Rocha, el Pabellón de Higiene y la Liga Antituberculosa, todos ellos de Tosi, quien trabajó por un breve periodo en la órbita pública para luego dedicarse a la práctica independiente.

Arquitectura privada

Las arquitecturas civiles de producción privada han sido tratadas de manera dispar por la historiografía. Más allá de los comentarios sobre algunas obras que se recogen en la Guía de Montevideo 2010, en las declaraciones de interés patrimonial 1997 o en trabajos puntuales de difusión —recopilados en la web nomada.uy—, no se han registrado estudios en profundidad de este tipo de producción, con excepción de las del programa habitacional.

Dos textos recientes abordan la vivienda individual desde la revisión parcial del archivo de permisos de construcción de Montevideo. El trabajo de Baldoira (2015) se enfoca en los edificios tipo patio realizados en el año 1907, mientras que el de Mazzini et al. (2016) estudia diferentes tipologías de vivienda utilizadas entre 1907 y 1928. Este último libro presenta una caracterización de la época muy acertada y el análisis de las tipologías y crecimiento de la ciudad es impecable. Sin embargo, el texto adolece de un análisis de las características formales, simbólicas y expresivas de la arquitectura que estudia. En el mismo sentido, no toma en consideración las referencias, inspiraciones o posibles procesos colectivos de vivas redes de circulación de las ideas, ni la importancia social o peso específico del carácter y la ornamentación para la sociedad de la época.

El espacio interior de esas viviendas individuales es analizado por Alemán (2009) en un trabajo poético y vivencial, con una mirada en lo tipológico y ciertos guiños a lo formal. Sin embargo, parece estar teñido de una mirada sesgada cuando califica el espacio del novecientos de sombrío y homogéneo. La vivienda colectiva del periodo ha sido abordada por Antola y Ponte (1997) al analizar el edificio de renta, protagonista de la primera edificación en altura —sinónimo de progreso— en el país.

El aporte artesanal en la producción de la vivienda es analizado en el trabajo de Antola et al. (1994). Esta línea de investigación ha sido retomada recientemente por el grupo interdisciplinario de estudios en artes aplicadas, con trabajos que abordan la producción artesanal en Uruguay en el vitral (Romay et al., 2015), en las yeserías (Marchesse et al., 2020), en los ornamentos de base cementicia (Beretta et al., 2021) y en las herrerías (Aguiar et al., 2021). Estas indagaciones incorporan las dimensiones iconográfica e iconológica al estudio de los ornamentos; sin embargo, su amplio alcance temporal no permite profundizar en las arquitecturas del rango de nuestro trabajo.

Otros aspectos de interés sobre tecnologías y materiales empleados se pueden rastrear en trabajos realizados por el Instituto de la Construcción, tales como los de Romay y Primucci (2015) sobre el hormigón armado, de Romay y Novello (2021) sobre el ladrillo o el enfoque más histórico de Baldoira (2001) sobre la utilización del hierro.

Enfoques urbanos

En una escala mayor, diversos trabajos abordan aspectos urbanos y territoriales al estudiar el rápido crecimiento y desarrollo de Montevideo en la época. El trabajo de Alvarez Lenzi et al. (1986) incorpora información de contexto y explica la expansión urbana del periodo por factores de explosión demográfica, económicos, de transporte, industrialización y especulación inmobiliaria. Del mismo tenor, el texto de Carmona y Gómez (2002), sobre el proceso de planificación de la ciudad de Montevideo, destaca para el periodo de fin de siglo la confluencia de iniciativas públicas y privadas en la creación de espacios públicos calificados. También Articardi (2016) maneja la importancia de los espacios públicos y las ideas que las élites políticas tenían para la modernización de Montevideo. Sobre ese aspecto, García y Nisivoccia (1999) indagan en las relaciones de poder y sus manifestaciones en la ciudad.

Uno de los aspectos más interesantes del crecimiento urbano del periodo es el desarrollo de la costa a través de sus balnearios. Varios trabajos abordan esta temática a nivel urbano: Carmona (1999) analiza las áreas verdes diseñadas con criterios higienistas y de embellecimiento de la ciudad, y la idea batllista de la ciudad balneario en el país modelo (Jacob, 1988). Boronat (1995) estudia estos procesos en la conformación del barrio Pocitos, mientras Ponte y Torres (1996) lo hacen para Palermo y Parque Rodó. Otros textos de divulgación han insistido en la dimensión urbana de los balnearios y su posterior impacto en el crecimiento de la ciudad, mas ninguno ha indagado en sus arquitecturas, los chalets, en sus aspectos expresivos ni en su cualidad de campo de experimentación formal. Recientemente, se ha hecho notar ese tema como un asunto postergado (Rimbaud, 2022).

Desde el fallido plan de investigación propuesto por Boix en 1943, estas arquitecturas han permanecido a la espera de examen e indagación. El recorrido por la bibliografía ha mostrado huecos, luces y sombras en el abordaje disciplinar al que han sido sometidas u omitidas. Así, hoy, los ecos del tiempo de la modernización nos interpelan formulando interrogantes sobre su legado inexplorado.

ESTRATEGIA METODOLÓGICA

Mayormente ignorado, el periodo 1895-1915 en Uruguay presenta una oportunidad para indagar y reflexionar sobre las arquitecturas de fin de siglo en un medio acotado y singular. Las obras realizadas, la comunidad arquitectónica involucrada y el proceso de modernización en que estaba inmerso el país conforman una encrucijada excepcional que no ha sido aún abordada por la historiografía.

De las lecturas realizadas, se desprende que hasta finales del siglo xix no se había dado aún en el país el intento de una arquitectura propia de su tiempo y situación. Y si bien la crítica en Uruguay ha situado en los arquitectos modernos la capacidad de esa reflexión, al seguir el razonamiento inicial se formula la hipótesis que motiva el trabajo: “Al término del siglo, los arquitectos de las primeras generaciones de técnicos formados en Uruguay asumieron la responsabilidad de abordar la arquitectura de la nueva nación”.

Para problematizar dicha hipótesis se plantean dos líneas de aproximación, en el entendido de que mediante la exploración de distintos aspectos del periodo se podrá discutir y, eventualmente, ratificar o rectificar esta premisa.

Proyectos y obras

Identificar y reconocer las obras realizadas por estos técnicos. Las manifestaciones más claras de la encrucijada del periodo fueron los edificios construidos, públicos y privados. En la obra pública se vislumbran algunos puntos de interés en la configuración de los primeros edificios estatales, en particular los edificios educativos y sanitarios: infraestructuras necesarias para el desarrollo del país que, además, llevan la carga simbólica de la reciente nación. En las arquitecturas privadas se atisban las formas de vida de la nueva sociedad bajo la clave de la modernización, con nuevos gustos y costumbres. Allí, las viviendas individuales expresan algunas de las formas de representación de las élites políticas progresistas y la nueva burguesía comercial, mientras que la novedad del turismo como práctica social encuentra en los hoteles y chalets el eco de la apuesta hacia los nuevos paradigmas modernos del ocio y de la recreación. Asimismo, en los edificios comerciales se expresa la novel sociedad de consumo: los mercados, cines y teatros y, en especial, las grandes tiendas de departamentos, que asumen gustos y modas europeas.

En la observación de estas arquitecturas, surgen aspectos de indagación interesantes que han sido poco abordados en la historiografía uruguaya en general. Entre ellos, las búsquedas de experimentación expresiva en el marco de una libertad creativa muy grande, abonada por las referencias formales novedosas que se veían en publicaciones y viajes. Asimismo, las cuestiones relacionadas con la idea de carácter y de la arquitectura como representación de un país, de una sociedad, de determinado pensamiento, de un grupo de profesionales, etcétera.

Más aún, se vislumbra que la adopción de diferentes inspiraciones formales conllevó una enorme responsabilidad ante la adaptación a las necesidades, características y aspiraciones del medio local. En ese sentido, urge indagar en los elementos físicos de la arquitectura que cargan con estas intenciones creativas, las formas, los colores, las texturas, los materiales, las técnicas y artes aplicadas, etcétera.

Modernidad, nueva nación y arquitectura

Escudriñar el pensamiento de estos actores en cuanto a las ideas de modernidad en la nueva nación, así como su preocupación por la ciudad y su arquitectura. Indagar en sus referencias y bases teóricas. En esta línea, se atisba la pregunta sobre la conciencia del sentido de la responsabilidad de esta generación de técnicos en la construcción de la arquitectura del país bajo las nociones, a veces contrapuestas, de nación y modernidad. El involucramiento grupal o individual de algunos de estos arquitectos con los círculos políticos del país sugieren una preocupación en ese sentido.

Formación e inspiración

Se han mencionado las características de los planes de estudio de corte ingenieril y la circulación de imágenes y relatos de lo que se estaba haciendo en otras partes del mundo, que les dieron a estos arquitectos una capacidad única para producir estas obras particulares. Interesa examinar con atención la formación de estos técnicos en el ámbito de la Facultad de Matemáticas, una institución de tipo politécnico que abarcaba varias ramas de la enseñanza superior tecnológica, cuya organización estuvo a cargo de profesionales uruguayos que se inspiraron en algunas escuelas europeas —así lo indica el informe de viaje que realizó el decano Juan Monteverde a escuelas de Bélgica, España, Francia, Italia y Suiza (1895)—. Cabe anotar que esta situación se dio en una ventana de unos pocos años, ya que la formación se volcó a la orientación beaux arts a partir de la llegada del francés Joseph Carré en 1907, y esa directriz se consagró con la escisión de las facultades en 1915.

También interesa examinar los referentes que tuvieron estos arquitectos. Ponderar los argumentos que sustentan sus obras, los referentes teóricos, las bibliotecas, dónde miran, dónde viajan, cuáles son sus intenciones y búsquedas, los argumentos en sus elecciones formales, etcétera. Cómo y por qué estos arquitectos deciden realizar estas arquitecturas. También habrá que indagar en las redes de circulación de las ideas, en tanto se vislumbran algunos procesos paralelos en otros lugares del mundo occidental que quizá compartan ciertas características claves con el caso uruguayo, tales como la escala, la situación política, los procesos de industrialización o los de consolidación de la disciplina, entre otros.

Comunidad arquitectónica

En los relevamientos iniciales se ha constatado que los profesionales actuantes en el periodo eran un número relativamente pequeño y que entre ellos compartían diversos ámbitos de trabajo y socialización. En este sentido, interesa explorar la conformación de esa comunidad técnica, en sus características, sus relaciones internas y con el resto de la sociedad uruguaya, en el inicio de un proceso de consolidación de la profesión cuasicorporativo.

En esta línea, se hace necesario revisar las publicaciones de las revistas de las asociaciones gremiales y los informes periódicos de la universidad, así como algunos informes técnicos de las oficinas públicas relacionadas con la arquitectura y el planeamiento urbano del país. Por otro lado, se debe señalar que estos organismos fueron creados o instalados en el periodo de estudio, por lo que estos profesionales les imprimieron su impronta inicial que, muchas veces, perduró por décadas. Habrá que indagar también en la justificación y funcionamiento de estos entes.

Trayectorias, lecturas y escritos

Dentro del grupo se han identificado algunas figuras particularmente activas en cuanto a formadores de opinión y dinamizadoras de discusiones y emprendimientos comunes. Arquitectos que dirigieron las principales oficinas públicas, que lideraron múltiples organismos gremiales, sociales y culturales, que formaron grandes prácticas profesionales, definieron las primeras normativas urbanas del país e instalaron la agenda de discusión de los temas más sensibles para la arquitectura y la ciudad de la época. Vale la pena detenerse en esas trayectorias personales para indagar sobre las relaciones, vínculos y contactos que mantuvieron a nivel nacional e internacional, tanto en el contexto cultural y político como en el disciplinar.

En este sentido, es interesante recorrer las manifestaciones públicas que algunos de estos arquitectos realizaban a través de diversos medios de prensa, donde —a veces a título personal y, en ocasiones, como voceros del cuerpo técnico— manifestaban su opinión sobre diversos asuntos del discurrir cotidiano de un país en pleno crecimiento. En particular, los escritos de Horacio Acosta y Lara presentan agudas notas sobre el Estado y la arquitectura de quien luego fuera electo primer decano de la Facultad de Arquitectura y primer presidente de la Sociedad de Arquitectos, entre otras importantes actuaciones públicas. En esos extractos se visualizan algunas ideas que se encuentran en discusión en esta época a lo largo del mundo occidental. Así, se reconoce una preocupación visceral por el desarrollo de la ciudad y una convicción militante sobre el rol de la arquitectura en la sociedad, elementos que deberán ser explorados y discutidos en el transcurso del trabajo.

Las grandes preocupaciones e intereses de los arquitectos de la época se entrelazan con los procesos y debates que la sociedad uruguaya estaba transitando en este marco tan particular. Las relaciones e interacciones entre los arquitectos y su sociedad serán algunas de las variables de análisis para la comprensión cabal de las arquitecturas de la modernización en Uruguay.

En las próximas etapas de la investigación, se encaminarán las búsquedas planteadas a través de repositorios a los que ya se ha realizado un primer acercamiento. En los archivos administrativos de la Facultad de Matemáticas, anales de la Universidad, registros de las asociaciones profesionales, actas de la administración pública nacional y publicaciones periódicas, interesa examinar a los técnicos en sus trayectorias y relaciones y también buscar qué referentes tuvieron. Ponderar los argumentos que sustentan sus obras, las bases teóricas, las bibliotecas, dónde miran, dónde viajan, cuáles son sus intenciones y búsquedas, los argumentos en sus elecciones formales, etcétera. Por otro lado, los archivos principales de la investigación son los archivos gráficos de permisos de construcción en Montevideo y el de obras públicas de Uruguay. Estos son una oportunidad en sí mismos, son colecciones ordenadas y abarcables que no han sido demasiado trabajadas: repositorios ricos en material original en el que intentaremos responder y problematizar algunos de los problemas planteados.

PRIMEROS HALLAZGOS, REFLEXIONES Y TRABAJO FUTURO

En definitiva, las arquitecturas de la modernización en Uruguay fueron realizadas por un pequeño grupo de técnicos en un corto periodo de tiempo, pero fue un periodo de encrucijada clave. El lapso en el que los arquitectos tuvieron quizá un peso mayor de formación politécnica se convirtió en una oportunidad de exploración proyectual y formal, de la que emergieron algunas obras muy contundentes. Si bien estas arquitecturas son, en su conjunto, debitarias de la cultura académica en su modo de composición y su concepción ecléctica e historicista, incursionaron también en búsquedas formales diferentes, catalogadas por la historiografía de elaboraciones alternativas bajo el nombre de modernistas o art nouveau.

Los ejemplos identificados inicialmente son poco más de un centenar, pero presentan una riqueza expresiva contundente en un panorama programático diverso. En algunos casos, la intención simbólica es más clara; en otros, se reconoce la flexibilidad creativa en la amplitud de la paleta de recursos y referencias formales. Enmarcados en la vigencia de la idea de carácter, entendemos que la cuestión estilística no es la que tiene mayor interés, sino lo que fueron las búsquedas e intenciones tras ellas.

Estas obras, construidas en su gran mayoría en Montevideo, hacen alarde de las nuevas formas que representan a la sociedad urbana. Viviendas de las élites políticas progresistas y de la nueva burguesía comercial que se querían mostrar a la vanguardia. Residencias urbanas y casas de retiro de considerable porte en diversas zonas de la ciudad capital. También, obras de programa comercial que utilizaron la impronta de la arquitectura finisecular como muestra de progreso y modernidad, en especial las vinculadas al ocio y al consumo en sus nuevas configuraciones.

Los proyectos, demandados por la industrialización y los nuevos hábitos de la sociedad, florecen en edificios con grandes espacios interiores de estructuras metálicas estandarizadas y conjugadas con expresiones exteriores que llevan una carga ornamental considerable de variados motivos e inspiraciones. Edificios que incorporan nuevos materiales y tecnologías de la construcción posibles, en parte, por los avances de la industria y, también, por la enorme profusión de talleres de oficios y artes aplicadas que se multiplicaron debido a la alta demanda y a las grandes olas de inmigración europea.

Entre los ejemplos, destacan las primeras infraestructuras estatales de la república, las que combinan funcionalidad con expresiones formales que instalan un programa de representación nacional. En particular, las obras educativas, edificios de planta nueva para las escuelas públicas —que además son laicas, gratuitas y obligatorias— son obras que se ajustan a las ideas pedagógicas de las reformas educativas que transformaron la matriz social de la república, donde la educación era vista como elemento democratizador. En los primeros edificios universitarios se traducen las intenciones del joven país que apostó a la formación técnica superior de sus ciudadanos para impulsar los procesos de modernización a los que aspiraba.

Cabe anotar que muchas de estas arquitecturas ya no existen. Los procesos de especulación inmobiliaria y de sustitución, avalados por la crítica disciplinar a la que hemos referido, han cargado con diversos ejemplos y han transformado barrios enteros —particularmente, los costeros que se configuraron como balnearios a fines del siglo xix y que hoy son parte de la ciudad con tejidos nuevos.

Varias razones, entre ellas la generalizada vuelta al canon beaux arts y la mencionada escisión de las facultades, hicieron que no prosperaran estas búsquedas formales en la apreciación de la academia y de la sociedad en general —será más tarde la arquitectura moderna la encargada de representar, según la crítica, la mejor obra del Uruguay—. El corte se atisba inclusive en el análisis de la formación al mirar los planes de estudio y sus responsables. Desde los primeros planes cuasiexperimentales de tenor predominantemente ingenieril hasta los posteriores a la contratación de Carré en 1907, con la paulatina pero irrevocable orientación de la enseñanza hacia la tradición académica.

Modernización en Uruguay

Muchos de los textos revisados sobre las arquitecturas de fin de siglo en Europa remiten a la cuestión nacional. En este sentido, se atisba la pregunta sobre la conciencia de la responsabilidad de esta generación en la construcción de la arquitectura del país, bajo las nociones, a veces ambiguas, de nación y modernidad. Para la consideración de este trabajo, estas nociones se conciben considerando la voluntad de un determinado grupo de seres humanos de constituir un estado o un país, en el que la identidad nacional aparece como un proyecto político (Sambarino, 1980).

Cabe decir que, en Uruguay, el proyecto político del cambio de siglo estuvo muy asociado a los procesos de modernización que impulsaron los sectores progresistas conjurados alrededor de la figura de José Batlle y Ordoñez, quien contaba con el apoyo de la propia comunidad profesional a la que nos referimos. En este sentido, es interesante abordar este momento, que no ha sido muy estudiado por la historiografía disciplinar, como un primer intento de construcción nacional en la arquitectura del país.

En síntesis, estudiar las obras realizadas en Uruguay en el cambio de siglo es una oportunidad para reflexionar sobre la arquitectura en clave de modernización, en un ámbito acotado y peculiar. Las obras relevadas en las indagaciones iniciales son manifestaciones de la sociedad uruguaya en su primera configuración nacional y su incipiente comunidad arquitectónica, con nuevos gustos, costumbres y necesidades. En el avance de las próximas etapas se pretende no solo contribuir en el conocimiento y en la difusión de las arquitecturas realizadas en Uruguay en este periodo, sino que los resultados obtenidos enriquezcan la construcción historiográfica disciplinar y fomenten ricos intercambios a través del cuestionamiento al discurso establecido.

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