convocatoria PERMANENTE

Instalaciones urbanas: el arte
como mensaje de territorialidad

Proyectado en los no-lugares de una ciudad
enmascarada (Armenia, Colombia)

Urban installations: art as a message
of territoriality
Projected in the Non-Places of a Masked City
(Armenia, Colombia)

Carlos Alberto Castaño Aguirre

Facultad de Artes Integradas, Universidad de San Buenaventura,
Armenia, Quindío, Colombia
0000-0003-1421-1127

María Fernanda Díaz Salazar

Facultad de Artes Integradas, Universidad de San Buenaventura,
Armenia, Quindío, Colombia
0000-0001-7743-5967

Bryan Camilo Niño Sierra

Facultad de Artes Integradas, Universidad de San Buenaventura,
Armenia, Quindío, Colombia
0000-0003-0196-7283

Andrés Felipe Parrado Rodríguez

Facultad de Artes Integradas, Universidad de San Buenaventura,
Armenia, Quindío, Colombia
0000-0002-2460-9983

Recibido: 14 de septiembre del 2022
Aprobado: 28 de octubre del 2022

doi: https://doi.org/10.26439/limaq2023.n011.5436

La ciudad se cuenta a sí misma, es un entramado de narrativas, instantes y memorias del cual el sujeto hace parte y en el que se constituyen procesos de territorialidad, valores y símbolos asignados a un territorio. Este proyecto correspondió a una investigación-creación en la cual se partió del análisis, mediante métodos cuantitativos (encuesta digital) y cualitativos (observación y diario de campo), de las emociones y los sentimientos cargados a los diferentes lugares de una ciudad y de la exploración espacial, estética y semántica que determinó las posibles intervenciones sobre ella y sus no-lugares. Se propuso una red de cinco instalaciones urbanas para generar procesos de territorialidad y transmitir un mensaje a través de la arquitectura y las artes; estas estructuras podrán ser temporales o no, parcialmente arquitectónicas o escultóricas, algunas de pequeñas dimensiones y no necesariamente con una función específica, más allá de una nueva experiencia urbana.

acupuntura urbana, arquitectura efímera, arte del mensaje, no-lugares, territorialidad

The city narrates itself. It is a mesh of narratives, moments and memories that the individual belongs to and where territoriality processes, values, and the symbols assigned to a territory are constituted. This project is an investigation-creation based on a quantitative (digital survey) and qualitative (observation and field log) method analysis of the emotions attached to different places of a city and the spatial, aesthetic and semantic exploration that determined possible interventions to the city and its non-places. A network of 5 urban installations was proposed in order to generate processes of territoriality and convey a message through architecture and art; these structures may be temporary or not, partially architectural or sculptural, small in size and not necessarily perform any specific function besides that of a new urban experience.

urban acupuncture, ephemeral architecture, art of the message, non-places, territoriality

Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).

Introducción

Una ciudad, a partir de la mirada reduccionista del turismo, se caracteriza por sus atractivos físicos y lugares históricos. Sin embargo, detrás de estas imágenes de catálogo de agencia de viajes se encuentran necesidades de transformación en múltiples aspectos: sociales, económicos, culturales, políticos, etcétra. Esto es lo que Muñoz Arroyave (2017) denomina “territorio de postal”, señalando que este fenómeno se apoya en la fragmentación territorial entre unos espacios que corresponden a las imágenes que se producen turísticamente y otros que presentan condiciones sociales y estéticas diferentes, asemejándose al escenario del teatro: un espacio se muestra al público y allí se realiza el espectáculo, y otro es oculto. Este fenómeno no es ajeno a la arquitectura; el espacio, la estética, las artes y la semantización del lugar son aspectos clave para entender e intervenir la ciudad.

La premisa anterior da cabida a cuestionamientos sobre la construcción de la territorialidad. ¿Qué lugares quedan por fuera de esas imágenes idealizadas de la ciudad? ¿Qué emociones y sentimientos despiertan estos lugares que se salen de los ideales? ¿Cómo hacer visibles otras experiencias urbanas? A estos espacios que ocultan los entes administrativos, los promotores turísticos e incluso los ciudadanos en general, esos lugares que no se visitan y generan una sensación de rechazo, es lo que se denomina en este trabajo la ciudad enmascarada, un concepto que se nutre de los diálogos con lo definido como “no lugar” por Marc Augé (1992). No obstante, para responder a las preguntas planteadas es necesario complejizarlo desde una mirada propia, holística y contextual.

Partiendo de este contexto, se encuentran diferentes problemáticas relacionadas con una ciudad cegada y estancada en una época de la que aún no logra salir, la bonanza cafetera en Colombia, la cual instauró una representación del lugar asociada a verdes cafetales, campesinos impecables con su animal de carga, haciendas coloridas, tazas de café, etcétera, algo lejos de corresponder a las realidades urbanas y rurales de la mayoría de las personas en la región. Con el presente trabajo se hace un distanciamiento de esas representaciones hegemónicas del espacio y se plantean unas formas (de muchas posibles) de visibilizar las diferentes maneras de apropiar y producir un lugar, no desde una perspectiva salvadora, sino comprendiendo que la arquitectura significa y a través de ella se puede develar lo que hay detrás de las máscaras que se muestran de una ciudad.

Para lograr un acercamiento empírico que llevará a la intervención del espacio se hace una relación de las emociones y sentimientos asociados a los diferentes lugares del perímetro urbano de Armenia (Colombia), a través de una encuesta urbana abierta que posteriormente llevó a un ejercicio de observación participante en los lugares con mayores reiteraciones y que se documentó en una bitácora de cartografías. Se tomó en cuenta los conflictos evidenciados en los sitios de la ciudad que se resaltaron en la encuesta, a partir de la argumentación de la selección de los lugares por parte de los encuestados y de la observación participante por parte de los investigadores, y cómo estos podrían ser proyectados en elementos de producción arquitectónica y artística que semanticen, politicen y problematicen el espacio. Como dice la frase atribuida al artista gráfico urbano Banksy, “El arte debe consolar al perturbado y perturbar al cómodo” (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2019).

En la primera mirada hacia la ciudad/escenario, se encuentran una carga de identidades diversas que constituyen el territorio, unas maneras de relacionarse de los sujetos con su espacio vital, la sacralización de ritos, prácticas y significados, la cultura del lugar dándole un sentido a la ciudad, barrio, comuna y al refugio personal, el hogar. Estas identidades varían de un individuo o colectivo a otro, configurándose procesos de territorialidad. Cabe resaltar, también, que en la ciudad se hallan una cantidad considerable de lugares y “no lugares”, los cuales son vistos como una falla, un tropiezo o bloqueo para el progreso de la urbe, lugares que no se identifican con lo canónicamente establecido, con el statu quo. Se genera entonces una necesidad de “pincharlos”, como dice Lerner (2003), para liberar las energías de un punto cansado y enfermo, pero también para darle visibilidad, generar nuevas dinámicas y transmitir un mensaje con él.

Finalmente, este trabajo se ubica en una ciudad con una necesidad de ver más allá de lo normalizado como identidad, con requerimientos de cambios socioculturales y políticos que involucren otros proyectos de vida históricamente ocultados. El objetivo es proponer una red de instalaciones urbanas en los lugares y no lugares de la ciudad, que reconozca otras maneras de apropiación e identificación territorial, para lo cual es necesario entender la arquitectura como un dispositivo que podría generar una mayor conciencia social y un reconocimiento del otro y lo otro a través del espacio, las artes y la experiencia estética.

Marco teórico

La antropología del no-lugar hace del no-espacio un potencial para intervenir, entendiendo como lo plantea Augé (1992) al lugar como constituido por procesos identitarios, relacionales e históricos en contraposición al no-lugar, visto como un espacio que no se puede comprender ni como lugar de identidad, ni de relaciones, ni histórico, o por lo menos no desde la perspectiva de las identidades dominantes. Además, cabe mencionar que la modernidad llenó de no-espacios las ciudades, los espacios que se quieren recordar de una sociedad (los espacios históricos) y los definidos como atractivos (los espacios de mercantilismo urbano), en oposición a esos espacios que se ocultan y parecieran no ser relevantes, pero que pueden convertirse en un punto crítico para el cambio de la ciudad enmascarada.

La transición de un concepto propio de “no-lugar” a un lugar, parte también de la búsqueda por categorías como la topofobia, estos espacios de la ciudad que generan un sentimiento de rechazo, donde se proyectan miedos o inseguridades (Yory, 2017), un “no-lugar” que desde la mirada externa se evita, pocas veces se transita y no-habita, o en términos de Delgado (2019), lo que está sin tener lugar, en secreto y se transita sin reconocerse allí.

Siguiendo la línea conceptual, se opta por la construcción de un término propio para la investigación: el arte del mensaje. Este debe comprenderse en dos aspectos: arte, que incluye la arquitectura, como esa actividad sensible que exterioriza y materializa el sentir y pensar de su creador dialécticamente con el lugar que habita, y que, cruzándolo con las teorías de la instalación, espacialmente se puede leer como un:

[…] espacio artificial, es un artefacto intencionalmente ideado por el hombre para el artificio; pero como espacio simulado pretende representar lo que no es más que la puesta en presencia de su simulacro. Es también un espacio simbólico porque está todo él formado por diferentes elementos de carácter icónico, señalético, simbólico y, finalmente, un espacio representacional en la medida en que está construido mediante la manifestación de objetos e imágenes. (Birlanga Trigueros, 2017, p. 76)

Lo anterior conecta con el segundo aspecto, el mensaje, lo que hace referencia a la búsqueda de plasmar y comunicar a través de la arquitectura, como espacio simbólico y representacional, nuevos códigos sobre lugares ya significados por el común de los ciudadanos, detonando diferentes sentires y experiencias urbanas que incomoden y desestabilicen, o por otro lado, visibilizar y legitimar ciertas prácticas sociales asociadas a percepciones negativas. Como lo plantea Vega, citando a Saul Bellow:

Sólo el arte penetra lo que el orgullo, la pasión, la inteligencia y la costumbre erigen por todas partes: las realidades aparentes de este mundo. Existe otra realidad, la verdadera, que perdemos de vista. Esa otra realidad siempre nos está enviando señales, que, sin arte, no podemos recibir. (Vega, 2012)

De manera que la arquitectura, entendida como parte de las artes, es mediadora de mensajes, representa y significa, y puede visibilizar esas otras realidades que se tejen en el territorio, las cuales han estado ocultas detrás de representaciones normalizadas y hegemónicas, las realidades aparentes, la ciudad enmascarada.

Sumado a lo anterior, para la comprensión de la ciudad como una red y el proceso de emplazamiento en el territorio como un sistema relacional entre lo construido y lo proyectado, se aborda lo planteado por la acupuntura urbana, que a su vez surge de preguntas sobre el cómo mejorar las condiciones de los espacios urbanos. La analogía de una ciudad como cuerpo vivo con puntos adoloridos ya sean lugares, no-lugares, efímeros, permanentes, si no son utilizados para lo que fueron concebidos o si son considerados como fallas en el desarrollo urbano, permite entender la arquitectura como sanadora, una serie de pinchazos interrelacionados que proveen bienestar al cuerpo, la revitalización urbana detonada por la alteración de puntos estratégicos, como lo dijo Lerner:

Así como la medicina necesita de la interacción entre médico y paciente, en urbanismo también es preciso hacer reaccionar a la ciudad. Pinchar un área de tal manera que ella pueda ayudar a curar, mejorar, crear reacciones positivas y en cadena. Es indispensable intervenir para revitalizar, hacer un organismo, trabajar de otra manera. (Lerner, 2003, p. 4)

Otra categoría que entra a dialogar es la territorialidad, un concepto que alude a la constitución de procesos identitarios, resaltando los valores culturales, sociales, históricos y espaciales/arquitectónicos de un lugar, que separan o unen a ciertos sujetos y colectivos de otros. Lo cual se da a partir de interacciones sociales que tienen un carácter múltiple, se constituyen a partir de la diferencia y promueven tanto encuentros como desencuentros con los otros (Herrera Montero & Herrera Montero, 2020)

La territorialidad como lo plantea Spíndola “se entreteje con un proyecto de dominio, construye identidades y define la otredad, o, mejor aún, convierte la diferencia en otredad” (2016, p. 37), lo que por un lado reconoce que la identidad se configura en medio de relaciones de dominación, donde ciertos proyectos vitales gozan de privilegios sobre otros, pero también cómo a partir de la diferencia se establecen otredades que se identifican unas con otras. Los territorios pueden asociarse con espacios delimitados constituidos por individuos y grupos sociales que obtienen identidad y un sentido de pertenencia, lo que evoca no solo un aspecto físico, sino una matriz de relaciones sociales y amplios entendimientos simbólicos e ideológicos (Gold, 2019). Se busca entonces articular la arquitectura y las artes con el proceso de configuración de la territorialidad, hacer visible una serie de identidades que se encuentran en la ciudad, reconocer el sujeto en y para el espacio, así como su sentido de pertenencia a un lugar y momento específico. Silva (2011) reconocía esta articulación a través de los imaginarios urbanos, resaltando que el arte público es cada vez más llamado a cuestionar la realidad establecida y a visibilizar sus mecanismos de poder, mientras que los imaginarios urbanos son la realidad no intervenida y construida socialmente desde los afectos y sentimientos de los sujetos.

La práctica espacial, la cual también configura la territorialidad, permite hablar de una arquitectura sin arquitectura, cuyo término parte del pensamiento del colectivo Archigram, y hace alusión a “que fuese capaz de entregar el equipamiento necesario para lograr un hábitat amplificado” (Barbero, 2015), una manera de ver y sentir la arquitectura teniendo en cuenta los comportamientos de los sujetos, la información contextual como punto de partida y entendiéndola como efímera y en constante movimiento. La arquitectura no solo se refiere a edificios, puede ser expandida, hablarse en términos de instalaciones artísticas, espacios momentáneos que seguirán en constante transformación en su esencia de ser habitados y constituidos por la vinculación activa de sus moradores.

Metodología

El presente trabajo corresponde a una investigación-creación, entendiendo esta metodología a partir de lo planteado por Silva-Cañaveral como:

[…] un modelo de relación entre los seres humanos y sus contornos de saber, que forma y deforma el conocimiento sensible desde lo individual, lo grupal y lo social. Lo que sus artefactos y prácticas producen son procesos de comprensión sobre el funcionamiento de las sociedades. (Silva-Cañaveral, 2016, p. 54)

Como modelo relacional y complejo se acude a acercamientos tanto cuantitativos y cualitativos, como a la exploración sensible, estética y espacial a través de la imagen.

En cuanto a los métodos empleados, en un primer momento se realizó una encuesta urbana abierta a una muestra de 248 habitantes (Z = 95 %) del perímetro urbano de Armenia (Colombia), mediante la técnica de muestreo no probabilística por bola de nieve. En este instrumento se identificaron qué emociones y sentimientos se relacionaban con los diferentes espacios de la ciudad y cuál era la razón. Los participantes debían asignar lugares de la ciudad que les evocaran alegría, tristeza, asco, agrado, seguridad, amor, odio, nostalgia, calma, rabia y ansiedad, uno por cada emoción o sentimiento.

Posteriormente, en los lugares de mayores reiteraciones, se realizó una observación participante documentada a través de una bitácora (diario de campo) durante un periodo de tres meses, con visitas ocasionales para reconocer el contexto físico social y las interrelaciones dadas en el lugar, así como la sensibilización a través de la imagen y el collage sobre las percepciones de los investigadores en el espacio, un proceso de inmersión en estos.

Se finalizó con la exploración espacial desde aspectos formales, funcionales y conceptuales, usando esquemas, matrices, dibujos, maquetas y modelados digitales propios de la práctica del diseño y las artes, que materializaron una propuesta de intervención al lugar y constituyen un dialogo entre arquitectura, instalación artística y arte del mensaje.

Resultados

El primer momento de la investigación se basó en identificar las emociones y sentimientos sobre los lugares/no-lugares. Los espacios son cargados con las experiencias, memorias e imaginarios colectivos de los sujetos, lo cual genera un vínculo o un rechazo hacia ellos. Esto se ve reflejado en sentimientos que podrían asociarse a aspectos negativos, como es el caso de la nostalgia relacionada con el cementerio (10 %), la ansiedad con respecto al centro de la ciudad (22 %) y el asco con relación al Centro Administrativo Municipal-CAM (26 %), pero también a aspectos positivos, como la seguridad en el caso de los centros comerciales (14 %) y la calma con respecto al Parque de la Vida (28 %) (véase la Figura 1).

Para el segundo momento, correspondiente al análisis de los lugares relacionados en la encuesta a partir de la observación y el transitar por ellos, se encontró que el cementerio (nostalgia) posee dos escenarios configurados por el comportamiento de las personas: por un lado, nostálgico en el día, aunque tranquilo y con actividades comerciales; por otro, un lugar tenebroso y desolado en la noche. Hay un tercer escenario diferente cuando aparece un cortejo fúnebre, el lugar se llena de personas, pero con un silencio particular. El espacio está estructurado de manera longitudinal y es definido por la vía vehicular, que es un separador entre la malla del cementerio y unas cuantas bodegas, incluido el centro memorial en su frente; está completamente expuesto al sol, no posee cobertura de ningún tipo y también carece de mobiliario urbano, exceptuando un parador de concreto antiguo (véase la Figura 2).

Continuando el recorrido de sur a norte, se encuentran dos lugares, el centro urbano (ansiedad) y el CAM (asco) (véase la Figura 3). El primer lugar es percibido de acuerdo con las respuestas de las personas como un espacio de inseguridad y ansiedad, de un constante afán por salir de allí y de tránsito rápido; se lo relaciona con mucha actividad y atestado de personas, en la noche aumenta la percepción de inseguridad, un lugar que no se recomienda visitar desde la mirada externa. La trama urbana del centro está concebida en damero, su entrecruzamiento de calles da la sensación de un laberinto entre edificios, muchos de estos ya en estado de deterioro o parcialmente abandonados, en suspensión.

Por otro parte, el segundo lugar igualmente se percibe como inseguro, esto es constante a cualquier hora del día y en la noche es un espacio completamente abandonado, solo se evidencian intercambios, como ventas de drogas y prostitución “en muchos casos en lo oculto, en las márgenes, lo que incide en la exclusión y el recrudecimiento de la violencia en el sector” (Castaño y García, 2021, p. 65). Se encuentra una “línea” imaginaria que divide el espacio, una frontera. El primer sector, con unas grandes zonas verdes y la memoria de la plaza de mercado de la ciudad (actualmente ubicada en otro lugar), es un espacio que se experimenta más amplio e iluminado, aunque donde se ubican dichas actividades estigmatizadas, por lo tanto, con una mayor relación con la inseguridad. El otro sector, hacia el edificio administrativo (CAM), se encuentran varios edificios de mayor altura y con menos iluminación, haciéndolo que luzca frío, casi lúgubre, pero por donde se transita mucho más al percibirlo con un poco de seguridad.

El siguiente lugar analizado es el Parque de la Vida (véase la Figura 4). Sobre este sitio las personas mencionan sentir mucha tranquilidad, también alegría al encontrarse con conocidos y tener momentos de esparcimiento e interacción con la naturaleza, algunos animales, restaurantes y locales donde tomarse un café. Es una zona con cierta concurrencia de personas, sin embargo, se la siente tranquila y aislada de las dinámicas generales de la ciudad. El espacio está delimitado por una vía vehicular que separa el parque de los edificios del contexto, lo cuales se configuran por recorridos ortogonales que dan vistas hacia el parque. Cabe resaltar que este parque es completamente cerrado, tiene un cerco perimetral y el acceso a él está limitado por un cobro, lo que evidencia una relación de la calma con el espacio cerrado y vigilado, al cual no accede quien no tiene los recursos económicos.

Finalizando con el sector norte de la ciudad, el Portal del Quindío (véase la Figura 5), la primera plataforma comercial de gran impacto que llega a la ciudad en el 2004, allí las personas relacionan la seguridad con la tranquilidad y el agrado. Se trata de un espacio privado con fines mercantilistas, que tiene un pequeño gesto de espacio público recientemente intervenido, en el cual se centra la observación. Partiendo de esto, se tienen dos escenarios de acuerdo con el horario: en el día es un espacio donde las personas están de paso o esperando para encontrarse con alguien, un punto de referencia, y en la noche hay una mayor aglomeración de gente, especialmente jóvenes, que se apropian del lugar para sentarse a dialogar, tomar alguna bebida alcohólica (vino o cerveza, normalmente) y comer algo rápido.

Las instalaciones urbanas

De acuerdo con el proceso anterior, se realiza la proyección de cinco instalaciones urbanas (a nivel de esquema básico o ideación espacial), involucrando una conceptualización estético espacial y el mensaje que en ellas se quiere transmitir, el arte del mensaje (véase la Figura 6). Estas instalaciones acuden a gestos arquitectónicos, como pérgolas, cubiertas, escaleras, plataformas, etcétra; otras son más cercanas a lo escultórico. Sin embargo, todas se emplazan sobre un espacio ya concebido, reescriben lo que puede suceder allí y, al igual que las instalaciones artísticas, son espacios simbólicos y representacionales.

El cementerio representa nostalgia, es un espacio asociado también a la pena y a la memoria de quienes ya no están presentes en el mundo material. La instalación se conceptualiza a partir de la idea de consolar a los perturbados, los visitantes que están allí para recordar a sus seres

queridos, para quienes simbólicamente se les recrea un espacio de tránsito a ese mundo de las almas. Este se configura linealmente, una transformación del paramento en un nuevo espacio de contemplación conformado por planos seriados, jardineras transparentes para la metáfora de la vida eterna y módulos de reflexión e introspección (véase la Figura 7).

El centro es el lugar de convergencia de una ciudad, un espacio con mayor densidad y diversidad de actividades. En él se condensa el ruido, el tráfico y las multitudes de personas, la instalación busca lo contrario o lo complementario. Tomando lo preexistente, el bloque de concreto (edificio en suspensión) estará abrazado por la instalación con el fin de que las personas puedan detenerse, respirar y protegerse de la intemperie. Funciona como adecuación para quienes realizan actividades comerciales allí, vendedores “informales”, mientras que para los transeúntes brinda la posibilidad del estar por un tiempo más prolongado y, formalmente, recrea una naturaleza ausente. Se configura el espacio modificando las escaleras, creando una piel que se mimetiza con el entorno y se remata en una gran cubierta paramétrica, el mayor atractivo de este punto (véase la Figura 8).

El CAM despierta una emoción negativa generalizada que tiene que ver en gran medida con los sujetos que se encuentran en él y lo constituyen. La intervención se basa en encontrar un elemento que haga visible esta zona de la ciudad, este lugar que desde la mirada externa se evita, no se quiere que exista; se busca brindar mejores condiciones para quienes realizan actividades de tiempo prolongado en él (protección y descanso), pero que también muestre las diferentes dinámicas de la vida urbana. Es entonces por lo que la instalación se dirige hacia los ocupantes del sector, los que cotidianamente están en él, para que sea notable que son parte de esta ciudad. La propuesta es una estructura-escultura paramétrica que inicia y no tiene fin, se pliega, emplazada en la esquina de la plaza donde ocurre el mayor número de actividades (véase la Figura 9).

El Parque de la Vida es un parque cerrado y privado, esta condición es la base de la propuesta de intervención que parte del enunciado de “perturbar al cómodo”. La idea proyectual apunta a romper los límites del parque. La instalación se configura como un punto transgresor entre lo público y lo privado, un tránsito atrevido que sobrepasa la reja y accede al parque, pero que no tiene contacto con el suelo de este. Es así como este espacio se compone de una estructura elevada por pilotes tipo mirador que nace de la esquina externa donde se abraza una zona verde (véase la Figura 10).

Por último, en lo que respecta al Portal del Quindío, una edificación que representa el consumo y cuya actividad está pensada para ese fin, la instalación surge en contraposición a este, sin programa definido, libre de apropiación, resalta y engrandece la pequeña porción de espacio público dejada por esta plataforma comercial. Se comprende como un lienzo en el cual las necesidades de quienes transitan, encuentran o reúnen allí pueden tener lugar: un refugio, diversión para un niño, potenciador de actividades callejeras, el lugar puede ser lo que se imagine en él (véase la Figura 11).

Discusión

La construcción de una cartografía de la ciudad a partir de las emociones y sentimientos que en ella se generan permite identificar lugares que poseen un alto potencial de intervención, teniendo en cuenta el impacto que producen en los imaginarios preestablecidos de un lugar. Estos configuran una red urbana que, como lo enunció Lerner (2003), a través de intervenciones puntuales podrían detonar una mejora integral de los sectores o, por lo menos, una mejora en las condiciones de ciertos grupos sociales. Sin embargo, estas intervenciones no deben desconocer las desigualdades en las que se constituyen los espacios urbanos y en ellos procesos de territorialidades hegemónicas que asignan percepciones negativas a espacios donde se encuentran esos sujetos que están fuera de los parámetros de “normalidad”, conformación de no-lugares.

Estos no-lugares no identifican al común de los ciudadanos y en ellos se despiertan emociones y sentimientos de inseguridad, asco, ansiedad, nostalgia y tristeza, que están directamente relacionados con los sujetos que constituyen estos espacios. Es ahí donde el arte, la arquitectura y la instalación se entremezclan, en términos de este trabajo instalaciones urbanas, teniendo como rasgo común su capacidad de representación, significación y de trasgredir prácticas sociales normalizadas, el arte del mensaje.

Por otra parte, los lugares a los cuales se asocian las emociones y sentimientos positivos tienen las características de ser privados, controlados y vigilados, espacios domesticados en donde solo pueden acceder o disfrutar en mayor medida personas con ciertas condiciones (económicas, género, raza, nacionalidad, etcétra), lo cual pone a la construcción de territorialidad atravesada por relaciones de poder y proyectos de dominio que no son ajenos a dispositivos como la arquitectura para soportarse o en algunos casos resistir a ellos.

Conclusiones

En la ciudad se presentan marcadas desigualdades de las que la arquitectura participa, siendo un medio de representación y materialización de ellas. Por supuesto, lo que se comunica a través de ella cambia de acuerdo al receptor: un ejemplo claro son los espacios privados que prestan servicios al público, los cuales para la gran mayoría son lugares relacionados con emociones y sentimientos positivos, teniendo en cuenta que son lugares restringidos, donde solo quienes tienen cierta capacidad económica pueden acceder, que están vigilados y que tienen el derecho de admisión. Los comportamientos que se salgan de los parámetros de lo “normal” o de lo moralmente bueno serán censurados rápidamente o estarán destinados a ocurrir en los rincones más ocultos del lugar. Por otro lado, donde puede estar y acceder ese otro diferente, opuesto, es el lugar de la inseguridad, asco y miedo. La arquitectura transciende lo meramente físico y tiene la capacidad de ser semantizada. Mediante la arquitectura como mensaje o el arte del mensaje se propone generar nuevas maneras de relacionarse con los espacios urbanos, constituir un contraespacio, llevar actividades y prácticas que no se creen posibles en las condiciones actuales del lugar, molestar a quienes se sienten cómodos en unos espacios domesticados y hacer visibles otras maneras de ser y constituir el espacio, fuera de los cánones establecidos.

El arte del mensaje desde sus diferentes mediaciones: arquitectura, performance, muralismo, grafiti, audiovisual, etcétra, permite resignificar el espacio, alterar las vivencias en él y hacer visible lo que se oculta de una ciudad, los no-lugares. Este se plantea como una oportunidad de resistencia y provocación ante el diseño y la planeación urbana pensados para el consumo y la comercialización de una ciudad a través del turismo y los catálogos de agencia de viajes. Si bien la red de instalaciones aquí propuesta responde en su mayoría a condiciones particulares de cada espacio, podría ser el punto de partida para intervenciones en otros contextos en los que se tenga la intención de desacomodar los privilegios de unos cuantos y posibilitar mejores condiciones urbanas a las poblaciones menos favorecidas.

Referencias

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