Desde el otro lado del tablero: reflexiones

acerca de la enseñanza en el taller de diseño

Taller G

Universidad de Lima, Perú

Recibido: 7 de marzo de 2014 / Aprobado: 7 de julio de 2014

El presente texto es el resultado de conversaciones inéditas que han ido madurando a lo largo del 2013, acerca de la enseñanza de la arquitectura en el taller de diseño de la Universidad de Lima. Reflexionar acerca de la arquitectura nos presenta dos cuestionamientos básicos: ¿qué? y ¿cómo?: de ambos se desprenderá una enriquecedora deliberación que nos conduce por abruptos caminos, desde la lúcida abstracción de las ideas hasta el conspicuo dominio de la práctica y de la técnica.

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Across the board: reflections on teaching in the deisgn workshop

This text is the result of unprecedented conversations that have grown over 2013, about the teaching of architecture in design workshop at the University of Lima. Thinking about architecture presents two basic questions: what? and how?: both an enriching discussion that leads on rough roads will come off, from the lucid abstraction of ideas to the conspicuous domain of practice and technique.

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¿QUÉ ENSEÑAR?

¿Qué enseñar?, es lo que nos preguntamos en cada inicio de ciclo. Cuando damos el siguiente paso hacia la práctica de la enseñanza, la pregunta nos persigue y a veces nos condena.

Llevamos una enorme responsabilidad y por consiguiente, con ello nos autocriticamos constantemente. Queremos entregar lo mejor de nosotros para los alumnos, para lo cual, debemos aleccionar nuestros sentimientos, y esforzarnos moralmente para no solo ser buenos educadores sino buenos seres humanos. Para ello es imprescindible cultivarnos en el tiempo. Cierta vez un profesor nos decía que para enseñar se necesita querer enseñar y saber enseñar.

QUERER ENSEÑAR

El deseo es motor de nuestra enseñanza, el querer compartir con una comunidad universitaria nuestro scuestionamientos, nuestras preocupaciones y nuestras búsquedas, relacionando nuestra disciplina con las que nos acompañan dentro del campus, conformando un corpus único pero plural. Cada lección es una peripecia tanto para los que la damos como para los que la reciben, estamos conscientes de esta responsabilidad.

SABER ENSEÑAR

Tener vocación docente para ubicarse del otro lado del tablero, además de contar con herramientas y conocimientos específicos en constante proceso de adquisición, son parte de una cuota importante en el quehacer de las aulas.

Saber enseñar, sin embargo, es algo que por lo menos a los arquitectos no nos enseñan. Aunque nuestra formación contenga en el fondo la ancestral relación del mentor y el discípulo, muchas veces enseñamos como aprendimos o como nos enseñaron y por tanto tenemos el mismo riesgo que corremos cuando educamos a nuestros hijos, repitiendo las historias de nuestros padres. He aquí donde es necesario romper el círculo e integrar a nuestro oficio y disciplina los aprendizajes de los maestros, de los educadores; entonces nuestro paso por la universidad —como docentes— nos convierte nuevamente en alumnos de otras materias que ahora pasan a ser parte del lenguaje cotidiano de nuestras vidas, así nos entrenamos e interesamos en las prácticas pedagógicas, en los sistemas de evaluación y las relaciones enseñanza-aprendizaje.

Enseñamos a conducir la labor a través del pensamiento, no solo desde las teorías pedagógicas. Enseñamos, partiendo de la premisa de que las ideas no se desgastan, sino que subsisten y luego se alojan en el pensamiento para no olvidarse, se recuerdan en el momento en que son evocadas, nunca se olvidan. Por ello, en la labor de la enseñanza, utilizamos la técnica, esa capacidad de adaptación y transformación como vínculo, ligándola a los diferentes procesos y procedimientos constructivos. Apelamos al orden lógico de las cosas con el que se busca la satisfacción de las necesidades desde lo objetivamente necesario hasta lo superfluo.

LA TÉCNICA

Como dice Ortega y Gasset (2002), es en la imaginación y no en la inteligencia donde propiamente hay que buscar la posibilidad de la técnica.

El hombre construye porque necesita hacerlo para vivir, cobijarse, desplazarse. Entendemos ese hecho tan cotidiano después de lo biológico, y nos hace pensar en cómo logramos que la labor de esa técnica se lleve a cabo de la mejor manera. La técnica permite anclarnos en la vida real. Sin la técnica el hombre no existiría ni habría existido nunca.

Enseñamos a diferenciar entre imaginación, inteligencia y memoria. Entendemos a la imaginación como la capacidad de proyectar, de ver hacia adelante y de concebir posibilidades diversas y audaces para resolver problemas complejos. Entendemos a la inteligencia (intelligentia)como la capacidad de comprender las habilidades y las destrezas ya adquiridas o en proceso de asimilación. El “ser” como cerebro y corazón, capaz de entender y de razonar pero también hábil para sentir y ser solidario.

Finalmente, la memoria nos fortalece y nos posiciona, nos relaciona con nuestra historia y nuestra realidad; nos da la capacidad de interpretar y entender descartando la banalidad. Todas ellas, y no menos importantes por el orden de mención, son conductoras plenas de energía fantástica y creativa, son fuentes inagotables de las mejores y más fabulosas ideas.

LAS IDEAS

De la asociación de estos términos provenientes del almacén de nuestras mentes: inteligencia, memoria e imaginación, es que podemos buscar preguntas y respuestas. No buscamos ni pretendemos que los alumnos sean perfectos, por ello solo cuestionamos e invitamos a cuestionar. Las respuestas deben llegar tan pronto miremos a nuestro alrededor cuando comenzamos a resolver las necesidades urgentes. El diseño requiere respuestas precisas a unas necesidades planteadas.

El cuestionamiento se encarga de fabricar ideas y de proponer órdenes, enseñamos a privilegiar y sustentar las ideas. Cuando una gran idea aparece —y ya que creemos que nunca se olvida— el descubrimiento será el eslabón que hace falta para que los alumnos desarrollen sus capacidades y así puedan fabricarlas.

Técnica e idea se suman formando una dupla complementaria, en donde, una vez más, el alumno como ser complejo —tanto inteligente como emocional— da cabida a múltiples maneras de aprender y construir.

Enseñamos también el oficio del arquitecto, el oficio del hacedor, el homo faber que es quien hace, quien construye, quien fabrica. Pero queremos también un homo sapiens, un sapiens sapiens que es consciente y capaz de razonar sobre sus actos y las consecuencias que devienen a partir de ellos, un hombre hecho para la vida. Por ello debemos enseñarles la técnica: a utilizar y aplicar correctamente los diferentes materiales y herramientas que el mundo nos proporciona. Al hablar de ello, no nos referimos únicamente a la materia como hecho constructivo sino a lo intrínseco, a su propia esencia.

En el diseño, emulando a una receta de la abuela, van apareciendo muchos de esos materiales. Si usamos los mejores ingredientes y no le damos ese “toque mágico” el resultado sería tan solo una acumulación de procedimientos e ingredientes buenamente seleccionados. Ese toque mágico al que nos referimos es el “cómo” y el “por qué” hacer las cosas, el criterio. Todo ello está ligado siempre al “qué hacer” y “cómo hacer”. Colocar esa bondad natural de las manos, ese escrutinio del paladar adiestrado para revelar la sazón adecuada, la búsqueda del pensamiento para reconocer la proporción de los elementos, la estética y la utilidad, todo ello es colocar en un mismo sentido el orden de las cosas, es hacer, es aprender a hacer, es saber hacer como un experto, que es un hombre que ha dejado de pensar y sabe.

NO ENSEÑAMOS, ENTRENAMOS

Científicamente no enseñamos, entrenamos: entrenamos la mente, la manera cómo afrontar los problemas y buscar soluciones, en este momento nos referimos al mundo de las ideas. Entrenamos la mano, si nos acercamos al dominio del dibujo, a la búsqueda de una expresión gráfica en la que aquellos valores estén comenzando a formalizarse, en este momento nos referimos a la técnica, aunque sabemos que ambas son indesligables.

Todo esto es una conquista: entrenamos para valorar el momento del descubrimiento, sin guardarnos nada, una opinión, una crítica, una palabra de aliento. Realizamos un viaje acompañando a los alumnos y guiándolos en el hoy. No hay equivocación, se va probando lo que funciona y lo que no hasta encontrar lo que mejor le vaya a cada quien, por ello es que también entrenamos o guiamos en los procesos, nos adentramos para descubrir en conjunto cualidades o fortalezas, debilidades y anhelos que alimentan constantemente el proceso creativo.

Entrenamos para generar conocimientos, para cuestionar, para nunca estar satisfechos con una sola respuesta y para encontrar múltiples soluciones. El mundo de las ideas produce herramientas y serán parte del equipaje de cada uno en este largo viaje. Mientras piensen, mientras sepan de dónde vienen las ideas, podemos asumir que las piezas de esa formación han pasado a ser parte de lo que nos sobrevivirá y perdurará en el tiempo.

Entrenamos educando, tanto moral como emocionalmente, consideramos de manera ineludible que lo que los alumnos necesitan aprender se les ofrecerá sin ninguna reserva: creemos en la formación plena y humanista antes que en la enseñanza de una profesión o el traslado de un conocimiento arcano. Si bien la técnica y las ideas son fundamentales, estas no tendrán asidero real si no van acompañadas de un espíritu sólido que sea capaz de llevarlas tenazmente a cabo, de contrastarlas con la realidad y de ser capaz de soñar con un medio más justo.

El estudiante un día habrá aprendido la técnica y podrá con ello obtener instrumentos que conduzcan su imaginación y a cuantificar lo alcanzado. Habrá adquirido una mayor precisión al trasmitirnos sus ideas, pero de qué servirán un montón de conocimientos y razonamientos acuciosos si no es posible ponerlos a disposición del “otro”. El alumno tendrá valores para discernir sobre el plano social y personal, sobre lo que representa lo necesario y adecuado por sobre lo superfluo, tendrá la capacidad de entender la convivencia apropiada.

El hombre, con todo ese utillaje mental, construirá mundos utópicos de confianza, de moral, de enseñanzas, de ideas labradas, de técnica y de oficio. Como un artesano, como un profesional que puede y tiene el valor de enfrentar todos aquellos problemas que identificamos, debe resolver a la sociedad que lo confronta.

Tenemos, como docentes, una gran responsabilidad, que no se restringe a la formalidad de si es necesario emplear el término entrenar o enseñar. El reto mayor es confrontarnos al deseo que nos lleva a formar seres humanos. Queremos ser útiles, seguir formándonos, aprender de lo aprendido y nunca darnos por vencidos.

¿CÓMO ENSEÑAR?

Cómo enseñar se basa en las reflexiones que tenemos al plantearnos qué enseñar, habiendo establecido que la formación del arquitecto responde a una visión plural, holística, versátil y de concepciones pedagógicas basadas en la integración y la exploración del conocimiento. La diversidad tanto en los temas elementales de la disciplina —hombre, escala, proporción, materia, luz, etcétera— como en la técnica, será el sustento sobre el cual se desarrollará la labor de la arquitectura.

Si bien el requerimiento diverso y disciplinar del profesional actual nos da la pauta inicial de cómo conducir al estudiante, será la dirección hacia su formación complejamente humana la que finalmente terminará de construir su educación integral. Hacia allí apuntan nuestras prácticas referidas a la enseñanza de la arquitectura, incorporando además las teorías del aprendizaje.

El cómo enseñar puede no solamente aparecer como algo que surge en algún momento de inspiración suprema, sino como un cúmulo de experiencias lideradas por el trabajo mental de lo inconsciente y lo consciente, es decir, de lo vivido desde la experiencia y lo aprendido desde la academia.

En la implementación de la adquisición de nuevas formas de conocimiento no serán importantes solamente aquellas disciplinas relativas a la formación de arquitectura, sino todas aquellas que, desde las artes y las ciencias, aportan al desarrollo del alumno y sobre todo al ser humano: habrá que vincular en el proceso de enseñanza el conocimiento de la pintura, la escultura, el cine, las artes gráficas, la música; la física, las matemáticas, la biología, la química, las neurociencias; la historia, el folclore, la sociología, la psicología; todas y cada una serán herramientas de soporte sobre la construcción sentimental y moral de cada alumno, que ayudarán a darle sentido a la formación integral que buscamos para la sociedad.

Enseñar presupone una tremenda dosis de entrega, responsabilidad y compromiso. Tratamos de entrenar antes que enseñar, para ello debemos adiestrarnos no sólo a partir de la teoría, formarnos moralmente y formar a nuestros alumnos para que sean personas críticas, propositivas, con capacidad de gestar y recrear ideas sustentadas en el conocimiento y la técnica. Estas les servirán de herramientas para el cambio y adaptación constante, permitirán encaminarlos hacia el entendimiento de los diferentes procesos del crecimiento de nuestras ciudades y el bienestar de su ciudadanía, con sensibilidad y conocimiento de causa. Gran labor la que tenemos entre manos y que debemos ir puliendo constantemente, como un brillante en bruto que es pacientemente labrado para convertirse en una piedra preciosa.

REFERENCIAS

Carvallo, C. (2005). Diario educar. Tribulaciones de un maestro desarmado. Lima: Aguilar Editores.

Ortega y Gasset, J. (2002) [1933]. Meditación de la técnica. Madrid: Alianza Editorial.

Savater, F. (1991). Ética para Amador. Barcelona: Ariel.

Savater, F. (1997). El valor de educar. Barcelona: Ariel.