Hacia una estética queer: espacios LGBT+
en la ciudad de Chihuahua, México
Towards a Queer Aesthetic: LGBT+
spaces in Chihuahua City, Mexico
Luis Daniel Prado Esparza
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, México
https://orcid.org/0009-0008-9600-8002
Edwin Aguirre Ramírez
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, México
https://orcid.org/0000-0002-5821-2079
Recibido: 29 de julio del 2024
Aprobado: 17 de octubre del 2024
doi: https://doi.org/10.26439/limaq2025.n015.7321
Este artículo presenta lugares de vida nocturna y protesta de la comunidad LGBT+ en la ciudad de Chihuahua, para destacar las cualidades transformativas de las prácticas estéticas de los cuerpos en el espacio. A partir de la observación participativa y de la narración de los espacios, se desarrolla el concepto de estética queer y se concluye que esta visión es preponderante para pensar las formas de hacer arquitectura y ciudad, entendiendo que la visión queer es más amplia y compromete a cabalidad las relaciones espaciales con unos y otros. La estética queer da pie a propiciar nuevos espacios y una nueva comprensión del deber ser de las disciplinas relacionadas con la arquitectura, el urbanismo, la estética y otras áreas relacionadas, posicionándose como una visión ética que da cara a la comprensión de los fenómenos espaciales en la actualidad.
arquitectura, comunidad LGBT+, estética, marcha del orgullo, queer, vida nocturna
This article presents scenes from nightlife and protest events within the LGBT+ community in the city of Chihuahua, highlighting the transformative qualities of bodily aesthetic practices to spaces. Based on participatory observation and narration of these spaces, the concept of queer aesthetics is used to establish that this perspective is essential for rethinking the standardized paths of architectural and urban planning practices. Queer aesthetics give rise to the creation of new spaces and a new understanding of the responsibilities within disciplines related to architecture, urbanism, aesthetics, and other related fields, positioning itself as an ethical framework for understanding contemporary spatial phenomena.
aesthetic, architecture, LGBT+ community, night life, queer, pride parade
Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons
Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).
Introducción
La mercantilización y racionalización de los espacios construidos en la actualidad han favorecido que los estudios y prácticas arquitectónicas se inclinen primordialmente a enfoques fijos y estandarizados que tienden a olvidar el beneficio de acercamientos cualitativos, éticos y estéticos. El enfoque cuantitativo de la arquitectura es importante y se refleja en la edificación y el buen funcionamiento de los edificios y espacios, y es, gracias a un cúmulo de ciencias exactas, que el arquitecto puede medir, calcular y proyectar todo tipo de proyectos. Pero una sola visión del rol del arquitecto lo limita a uno reduccionista. Ante estas ideas, Rawes (2023), utilizando la filosofía de Irigaray, afirma que “los arquitectos deben tener en cuenta las limitaciones culturales, sociales y políticas para expresar la realidad que encierran las afirmaciones universales sobre los métodos mecánicos, técnicos y científicos de la arquitectura” (p. 120). Resulta particularmente importante, desde un enfoque cualitativo, el acercamiento a espacios apropiados por poblaciones marginalizadas, fuera de la vida pública, que, desde su sentipensar, transforman establecimientos de vida nocturna y espacios urbanos en un reflejo de sus cuerpos y de los deseos que se escapan de la heteronormatividad.
No fue hasta el creciente número de asesinatos en contra de mujeres en el continente americano y la pandemia del sida, que se activaron las discusiones sobre los estudios de género, identidad sexual, violencia homofóbica y activismo feminista (Domínguez-Ruvalcaba, 2019). Es así como el concepto queer, y particularmente la teoría queer, desarrollada en países de Occidente, se localizó en países latinoamericanos desde la academia y las artes.
La teoría queer en Latinoamérica es un método localizado que se dirige a conocer los problemas de los cuerpos en su propio contexto. Su significado se enriquece gracias a su interseccionalidad compleja en la que las expresiones sexuales y de género no pueden separarse de los determinantes económicos, de las restricciones religiosas y legales, de las exclusiones de raza, de clase y de nacionalidad, o de las disputas políticas. La traducción de lo queer, entonces, es un proceso político que implica el reconocimiento de los márgenes, las exclusiones, las abyecciones, y las opresiones de los cuerpos alternativos. (Domínguez-Ruvalcaba, 2019, p. 21)
Apenas en los años noventa, académicos europeos y estadounidenses comenzaron a aplicar los estudios queer en la arquitectura. Por lo tanto, en América Latina esta rama es reciente y poco explorada. No obstante, se ha dicho que estamos en un renacimiento de la arquitectura queer, ya que los debates globales alrededor del matrimonio de personas del mismo sexo y el uso de baños públicos por personas LGBT+, en específico personas transgénero, ha despertado la necesidad de cuestionar la relación de los cuerpos alternativos con los espacios cotidianos (Vallerand, 2023).
En el libro Estética cotidiana y juegos de la cultura: Prosaica I, Katya Mandoki (2006) menciona que los estudios estéticos deben abrirse a algo más que la categorización y estudio de lo bello que encontramos en los museos, y más bien entender que la estética es parte fundamental de las manifestaciones de la vida social, desde la manera en la que comemos hasta cómo recordamos a los muertos. Mandoki (2006) afirma que “el papel primordial que tiene la estética en nuestra vida cotidiana se ejerce en la construcción y presentación de las identidades sociales” (p. 9). Arquitectos contemporáneos han empezado a reconocer que las prácticas de la comunidad LGBT+ tienen cosas que aportar sobre la manera en la que se piensa y hace arquitectura. Así como, en su momento, la implicación de la industria constructora en los cambios climáticos fomentó que los arquitectos retomaran saberes vernáculos y ramas sustentables como la bioclimática. La emancipación de los cuerpos alternativos plantea nuevas perspectivas a los arquitectos, al momento de proyectar espacios democráticos o, en otras palabras, para todos.
El objetivo de este documento es desarrollar el concepto de estética queer y su aplicación a la arquitectura (y a sus áreas afines). Para lograrlo, se planteó teóricamente la manera en que prácticas y movimientos han configurado lo que se busca representar con la arquitectura según la época y cómo las relaciones de poder han controlado la manera en la que los cuerpos alternativos se mueven en la trama urbana. Para territorializar el concepto, se utilizaron las herramientas de observación participativa y narrativa del espacio, considerando las prácticas y manifestaciones sociales de los cuerpos alternativos en espacios localizados de la ciudad de Chihuahua. Para el trabajo de campo se seleccionó el evento de la Marcha del Orgullo 2024 para intentar comprender el concepto en espacios urbanos. A escala de la edificación, se estudiaron lugares de vida nocturna abiertamente LGBT+. Ambas escalas del estudio se plantearon para entender las dinámicas estéticas de los cuerpos de la comunidad LGBT+ en los espacios urbanos y construidos. Se finaliza con una reflexión que invita a considerar lo imperativa que resulta la aplicación cuerpo-espacio en el campo de la arquitectura, sobre todo porque históricamente ha habido un interés por invisibilizar y violentar a las minorías sexuales.
Lo queer como una expresión arquitectónica
El concepto de estilos arquitectónicos surge del estudio de arquitectura con características similares. El estilo, entonces, se considera como el término que agrupa y analiza edificios de acuerdo con características particulares como estética, materiales, técnicas constructivas, tendencias culturales, geografía, movimientos políticos, ideologías, contextos históricos o estrategias arquitectónicas que se entrelazan con trabajos que parecen no tener relación entre sí (Hopkins, 2014).
El estilo clásico se sigue considerando de tal manera por sus implicaciones en la arquitectura de Occidente y en la civilización. Uno de los factores más interesantes de esta arquitectura, que inició en la Grecia del s. vii a. C., fue la integración de un sistema de poste y dintel, que tenía una función estructural, pero también las representaciones simbólicas que hacían del cuerpo humano en forma de órdenes clásicos. El orden dórico hacía alusión al hombre por su sencillez y robustez, el jónico a la mujer matrona —por ser delgado y elegante— y el corintio representaba la figura de la niña por ser el más ornamental. Tales representaciones gobernaron la composición de templos en la antigua Grecia (Hopkins, 2014). Se aprecia cómo los griegos otorgaron a las estructuras, por medio de la estética, características asociadas al sexo y género de los cuerpos de ese tiempo y lugar. Eventualmente la religión cristiana se empezó a consolidar en Roma a partir del Edicto de Milán en el año 313. Así, el estilo bizantino, gótico y medieval se consolidaron a lo largo de los años, durante los cuales una base teológica buscaba que los edificios representaran la existencia de Dios, lo cual fue contrapuesto con la llegada del Renacimiento en el s. xv. A lo largo del siglo xix, se debatió arquitectónicamente si los avances en tecnología creados por la Revolución Industrial debían reflejarse en la arquitectura. Como confirmación del debate, surge el Modernismo. Como respuesta cultural a las condiciones del tiempo, se argumentó que el Modernismo tenía el poder y deber de transformar la manera como las personas vivían, trabajaban y, fundamentalmente, cómo respondían al mundo que les rodeaba (Hopkins, 2014). La discusión del Modernismo contribuyo a la racionalización y mercantilización de la arquitectura contemporánea, estableciendo exitosamente una cultura oculocentrista, que prioriza el estímulo visual sobre otros sentidos o afectos, desecha la ornamentación e impone el uso del vehículo y, especialmente, el uso de un prototipo de cuerpo ideal para el diseño de espacios (Sanders, 2023). Por ejemplo, el prototipo Modulor, popularizado por Le Corbusier en su libro Le Modulor de 1948, que planteaba crear armonía entre la arquitectura y las dimensiones humanas, o incluso el hombre vitruviano presentado en Los diez libros de arquitectura de Vitruvio.
La teoría queer tiene como propósito que estudiantes, activistas, artistas y académicos pongan a prueba los límites de lo que está establecido. Se piensa en el rol del arquitecto como el de quien reconoce las implicaciones de género y sexualidad en la arquitectura, y se abre a nuevos panoramas en los estudios y en la aplicación de la arquitectura en la actualidad (Jobst & Stead, 2023).
Una aproximación metodológica sobre la
arquitectura queer: la observación participativa y
las narrativas del espacio como herramientas
Si bien un acercamiento técnico y tecnológico de cómo se construyen y diseñan los edificios es crucial en la disciplina, también es importante que los aspectos humanísticos de la arquitectura —como la teoría, el rol social del espacio y el contexto histórico— tomen relevancia en el contexto en el que vivimos (Lucas, 2016). Al momento de investigar sobre arquitectura queer, es común que no exista un archivo; por consecuencia, la tarea de documentación en la actualidad es importante para el aporte de los estudios sociales y culturales relacionados al género y a la sexualidad de la población. Domínguez-Ruvalcaba (2019) explica que, desde la colonización, la vigilancia católica ha causado la represión de lo queer a un espacio de condena y escarnio público, que se puede entender como una estrategia de control de cuerpos o biopoder, en términos de Michel Foucault. Esta falta de documentación ha hecho que los especialistas culturales busquen información en fuentes o métodos alternativos (Hellemans, 2017). En la arquitectura se retoma la necesidad del trabajo de campo, desde un acercamiento a poblaciones LGBT+ en las ciudades.
Los datos accesibles sobre la comunidad LGBT+ chihuahuense tienden a ser de régimen criminalístico, específicamente sobre crímenes de odio y activismo contra la violencia, dejando de lado los aspectos históricos, culturales o artísticos; entonces, es esperado que el registro sobre la arquitectura queer chihuahuense sea escaso o inexistente. Instrumentos de corte cualitativo son necesarios para la recolección de información sobre la comunidad LGBT+ y sus espacios. A partir de la observación participativa, se recolectó la información necesaria para crear narraciones de los espacios apropiados por cuerpos alternativos en el escenario que ofrece la ciudad de Chihuahua. Esta ciudad forma parte del norte de México, a tan solo cinco horas de El Paso, Texas, tiene una población altamente católica y gobiernos usualmente conservadores que apoyan políticas discriminatorias en contra de la diversidad sexual. Es importante mencionar que Chihuahua como estado ha sido categorizado como peligroso para las personas LGBT+ en México y en especial para mujeres transgénero (Letra S. Sida Cultura y Vida Cotidiana A.C, 2023; Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra personas LGBT en México, 2020).
Chihuahua: de los espacios convencionales a los espacios queer
Los estudios urbanos y de ciencias sociales han tomado interés por estudiar los barrios gay, para entender la relación de cuerpos alternativos con los espacios públicos y privados, y han concluido que estos sitios —usualmente en ciudades grandes— ofrecen a la población percepción de seguridad, pero sobre todo la sensación de pertenecer a una comunidad (Ghaziani, 2021). La ciudad de Chihuahua (CUU) cuenta con comités activistas LGBT+, establecimientos de vida nocturna y espacios abiertos para la comunidad, pero no existe un barrio gay propio, como fuera el caso de Zona Rosa en la CDMX.
La Marcha del Orgullo, que se celebra cada año en CUU, se convierte en un fenómeno significativo para estudiar el poder transformador de la estética queer en el espacio urbano del centro de la ciudad. Además, se consideraron lugares de vida nocturna abiertamente gay, establecimientos que forman parte fundamental de la recreación y diversión de la comunidad LGBT+.
Marcha del orgullo
Los territorios urbanizados, a diferencia de las áreas rurales, han sido por muchos años ideales para la protesta y, si bien los espacios de protesta son susceptibles de reproducir sistemas de privilegio y opresión, está comprobado que el cambio no sucede sin algún tipo de protesta. La combinación de masas de personas, acceso a instituciones de poder y acceso a medios de comunicación, facilitan que la protesta sea efectiva, pero sobre todo garantiza la visibilidad de quienes exigen el cambio (Kern, 2020).
La Marcha del Orgullo más reciente en la ciudad de Chihuahua se celebró el 6 de julio del 2024 y acudieron veinte mil personas. Estuvo organizada por el Comité de la Diversidad de Chihuahua. El recorrido inició en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y terminó en la Plaza de Armas, donde también se encuentra la Catedral Metropolitana, un recorrido aproximado de una hora con 1,7 kilómetros de distancia. Se convocó a los asistentes a las 17 horas al punto inicial e, independientemente de la manera en la que se llegara, era imposible negar la presencia de banderas del orgullo y mensajes positivos en varios sitios del centro de la ciudad.
Antes de que iniciara oficialmente la marcha, se podía ver el gran rango de diversidad que existe en la ciudad: personas de todas las edades, géneros y sexualidades. Parte de lo más reconocible fue la gran cantidad de banderas de la diversidad; banderas que, en este contexto, comunican la autoidentificación. La cultura heteronormativa provoca que la única expresión válida en el espacio público sea precisamente la heterosexual, por lo que la autoexposición de la identidad es, entonces, una acción con repercusiones culturales (McFarland Bruce, 2016).
El espacio urbano, en este caso las calles y plazas, se adornaron con banderas de todos los tamaños y colores, banderas tan anchas como la calle misma, a manera de protesta (ver Figura 1). Alrededor de las 17:30 horas inició la marcha y una fila de participantes encendió distintas bengalas de humo con los colores de la bandera del orgullo. Se puede apreciar que, a manera de protesta, se utiliza el color como instrumento para corregir la experiencia del espacio. El color forma parte importante de las marchas del orgullo, pero el sonido también condicionó la experiencia auditiva de la calle en su estado común. El recorrido fue amenizado por la música y las voces de los participantes coreando las canciones de divas del pop, como por ejemplo “Todos me miran” de Gloria Trevi, “A quién le importa” en la versión de Thalía (versión original de Alaska y Dinarama) y música circuit. Otra característica propia del espacio fue el sonido de abanicos de mano abriéndose y cerrándose al ritmo de la música y mantras. De nuevo, estas prácticas corporales en el espacio nos hablan de la producción de una estética (en este caso, el sonido y el color transformó la experiencia normativa de las calles) y, al tratarse de prácticas que responden a los poderes heteronormativos, se puede estar hablando de una estética queer.
Al llegar a la Plaza de Armas, el punto final de la marcha, los asistentes estaban celebrando y socializando, pero sobre todo escuchando los mensajes de los organizadores. Uno de los mensajes más contundentes fue el siguiente: “No somos el uno por ciento, Maru (gobernadora del Estado de Chihuahua), aquí estamos para decirle al Estado y a los poderes de gobierno, que tenemos la necesidad, la urgencia, de vivir en un estado laico”. Este mensaje resultó particularmente impactante, teniendo como fondo escénico a la Catedral Metropolitana de Chihuahua, escaparate para miles de cuerpos alternativos exigiendo su derecho a la ciudad. Se puede entender la marcha como una fuerza transgresora que se contrapone a elementos de la sociedad heteronormativa. Hablando específicamente de la calle en el contexto urbano, se entiende que esta es utilizada principalmente por el vehículo, la movilidad se logra por medio de estructuras de control y vigilancia, pero la marcha sucede como fenómeno transgresor y modifica las características del espacio: donde antes había vehículos, ahora hay expresiones artísticas, colores, sonidos y personas de la diversidad sexual. Por otro lado, el punto de reunión de la Plaza de Armas, de ser un sitio de socialización referenciado por la Catedral Metropolitana, se convierte en un espacio de protesta en contra de las figuras de autoridad como la iglesia y el cis-tema1.
La estética queer a escala urbana de la ciudad de Chihuahua es una que busca llamar la atención y obliga a que los cuerpos alternativos sean vistos. La Marcha del Orgullo es una respuesta estética y política que centraliza a la comunidad LGBT+ en el espacio público: la toma de las calles y plazas habla de una falta de espacios en la ciudad donde la diversidad sexual pueda existir sin temor a represalias violentas o legales. El diseño urbano desde una perspectiva queer puede favorecer a la democratización del espacio para todos los cuerpos.
Lugares de vida nocturna
Anteriormente se mencionó que CUU no cuenta con un barrio gay. Aun así, la mayoría de los espacios que son públicamente abiertos para la comunidad LGBT+ se encuentran en el centro de la ciudad y sus alrededores más próximos. Esto resulta particularmente interesante, porque los clubes —a pesar de estar ubicados en una zona con bastante actividad— pasan desapercibidos durante el día, pero cobran vida durante las noches. Se puede decir que una característica estética de estos sitios es permanecer invisibles durante el día, para ofrecer resguardo de violencias a los cuerpos alternativos durante la noche. Los lugares que se presentarán a continuación son Lulu’s Open Night Club y The Show Disco Bar que, vistos desde un análisis arquitectónico y de narrativa, permitirán seguir elaborando el concepto de estética queer. Estos lugares fueron seleccionados por ser aquellos con mayor actividad y afluencia de clientes LGBT+ en CUU. Sin embargo, es importante decir que no son los únicos establecimientos: el Mil Amores, Bandidos y Stallion Club también son lugares reconocidos por la comunidad LGBT+, pero se decidió no analizarlos en este documento por tener similitudes que se explican adecuadamente con los casos de Lulu’s Open Night Club y The Show Disco Bar.
Se puede pensar que un lugar que solamente opera durante la noche es perceptible solo en ese momento del día. Sin embargo, lo que se intenta explicar con estos casos es que son edificios en la vía pública que intentan hacer todo lo posible para ser reconocidos solamente por la comunidad LGBT+. Ambos lugares no comunican lo que sucede al interior (solo sus nombres), pero eso no significa que sean lugares abiertamente de ambiente2, sino que se tomaron decisiones arquitectónicas en sus fachadas que censuran al ojo público las prácticas de los cuerpos alternativos.
The Show Disco Bar se compone como un edificio que se cierra totalmente a la vía pública durante el día, sus fachadas son completamente blancas y planas, y las ventanas fueron pintadas por completo para funcionar como un muro perimetral (ver Figura 2). Durante su horario de operación, en la noche, la única referencia que indica que es un lugar de ambiente es el acceso; el vestíbulo no permite la vista al interior, pero está iluminado por luz rosada y se puede leer un letrero rosa neón que dice “It’s Show Time”. Otra característica que podría comunicar lo que sucede al interior son los usuarios del lugar que se encuentran fuera del edificio: a estas personas se les podría leer como LGBT+, ya sea por su comportamiento o imagen (por ejemplo, si hay una drag queen fuera del edificio se puede deducir que es un lugar utilizado por la comunidad).
En Lulu’s Night Club sucede algo similar, pero no completamente. El club está en una de las vialidades más importantes para la movilidad de la ciudad, pero durante el día se mimetiza con los comercios vecinos, es imperceptible. Es durante la noche que la fachada se transforma por completo, por medio de la iluminación, y se extiende fuera de sus límites con el uso de mobiliario (ver Figura 3) y de sonido. Una crítica válida sería que la luz, el sonido y el mobiliario no significa necesariamente que sea utilizado por la comunidad LGBT+. Sin embargo, es importante decir que el sonido que se escucha fuera del edificio es música pop o música apropiada por la comunidad, mientras que el mobiliario es utilizado por los usuarios, quienes pueden ser leídos como personas LGBT+.
En ambos casos, podemos ver que hay estrategias de diseño, conscientes o no, que ocultan lo que sucede en el interior. Esto se puede atribuir al escarnio público que sufren las personas LGBT+ o por la necesidad de protegerse contra ataques homofóbicos. Tan solo en 2022, a nivel México, de los 354 incidentes no letales registrados, en su mayoría agresiones verbales, el 42,7 % ocurrió en la vía pública (Letra S. Sida Cultura y Vida Cotidiana A.C, 2023). Independientemente de la razón por la que estos establecimientos tienden a cerrarse, es interesante retomar la investigación realizada por los historiadores arquitectónicos Van den Heuvel y van Wijk (2023), quienes se dedicaron, por medio de la investigación de archivo, a estudiar las vidas y espacios habitados por arquitectos difuntos reconocidos en Países Bajos. Se estudió en específico a tres arquitectos gay, y en todos los casos se encontró una similitud en el diseño de sus viviendas: todas estaban cerradas a la vista de la vía pública (atípico en las viviendas de la época) y en las tres viviendas se favorecía la privacidad, los interiores eran espacios íntimos y seguros. Podríamos deducir que la vigilancia y escrutinio de las vidas queer, según el contexto, tiene repercusiones en las decisiones de diseño de los lugares habitados por la comunidad LGBT+.
Los exteriores de The Show Disco Bar y Lulu’s Night Club tienden a ocultarse, pero los interiores son escenarios completamente diferentes. En ambos casos, el interiorismo toma vital importancia para comunicar que es un espacio por y para personas LGBT+. Elementos como superficies reflectivas, luces de colores, brillos, bolas disco, banderas de la diversidad sexual, tapizados capitoné y maniquíes. Es el conjunto de estos elementos y el acomodo de mobiliario los que crean una atmosfera que favorece la teatralidad de los interiores. Otra característica común y teatral que tienen ambos establecimientos es la presencia y prioridad que se les da a los escenarios: es allí donde, en ciertos momentos de la noche, drag queens, transformistas y bailarines entretienen al público. La fantasía forma parte de la experiencia de estos lugares, la organización de miradas prioriza a ciertos cuerpos sobre otros (ver Figura 4).
Es precisamente esa fantasía la que contribuye a la experiencia de ir a estos lugares. Salir a estos establecimientos facilita la alegría colectiva, pues —a diferencia de la monotonía diaria— es allí donde los cuerpos se pueden mover y expresar eufóricamente (Ghaziani, 2024). El maximalismo en los interiores queer ha prevalecido como característica de varios sitios en distintas partes del mundo. Acotando a Latinoamérica, está el ejemplo de Theatron en Bogotá, Colombia, en el que, desde su concepción, estuvo clara la necesidad de que tuviera un estilo propio y llamativo, recolectando elementos utilizados en bares y clubs gay de otros países (Daniel, 2022). Tanto en los casos chihuahuenses como en Theatron, se ve el interés de que los interiores sean característicos de una personalidad llamativa: el uso del color, superficies reflectivas, uso de iluminación, elementos camp o kitsch, referencias a la cultura pop y una distribución del espacio y mobiliario que prioriza la performance de los artistas y el baile de los asistentes.
Es durante la noche, al interior de estos edificios, que se pueden habitar mundos diferentes, mundos alejados de la normativa y el escrutinio. La estética queer de los edificios para la comunidad LGBT+ de la ciudad de Chihuahua prioriza la privacidad de quienes entran a estos establecimientos (se modifican los accesos, ventanas y distribución en planta del edificio para protegerse del escrutinio); aun así, simultáneamente, los interiores se transforman en escenarios de diversión y euforia en los que las prácticas de los cuerpos alternativos continúan produciendo espacios y estéticas, desde la manera en que direccionan su mirada, se visten, se mueven y se comunican entre sí. El diseño de estos espacios empodera a los sujetos a partir del objeto arquitectónico. Desde su sentipensar, el espacio adquiere cualidades únicas que no suceden en otros edificios públicos de la ciudad.
Conclusión: hacia una nueva ética y estética de la arquitectura contemporánea
Desde la narrativa presentada, se muestra que el estudio de los edificios y el espacio urbano se puede realizar exitosamente con concepciones estéticas, y no solo con datos cuantificables y racionales. Las medidas y comprensión de sistemas constructivos nos hablan del aspecto físico de la arquitectura, pero la realidad es multidimensional y, por tanto, más compleja. En el documental It Is Not Enough for God to Be with the Poor de Alaouié y Thabet (1978), se captura el trabajo y la ideología del arquitecto egipcio Hassan Fathy, conocido en su país como el arquitecto de los pobres, quien reflexiona sobre el papel de la estética en la arquitectura. Para Fathy, la arquitectura sin consideraciones estéticas y filosóficas es ingeniería; sin expresión, no hay arquitectura, solo líneas. Es deber del arquitecto reintroducir la estética y la referencia humana en la disciplina contemporánea, buscar la esencia y armonía de los edificios en la vida de las personas. Es por ello que este texto plantea la necesidad de pensar en la arquitectura queer como opción en la academia y en la práctica: una arquitectura que considera la identidad sexual y de género de las personas, pero también las expresiones estéticas cotidianas, las condicionantes económicas, religiosas, legales, de raza, de clase, de nacionalidad y de las disputas políticas. Es así que podemos hablar de una arquitectura verdaderamente ética.
A través del ejercicio realizado en la Marcha del Orgullo de CUU, nos percatamos de que hay una apropiación del espacio en la ciudad, por medio de expresiones propias de la comunidad. El sonido emitido por las personas, la música, la marea de banderas, las performances y los cuerpos decorados se volvieron parte de la ciudad. En donde antes había carros, ese día hubo cuerpos alternativos exigiendo su derecho a la ciudad. El contexto cotidiano heteronormativo del centro de la ciudad se desvanece por unas horas. La comunidad puede disfrutar de su día bajo el sol en compañía de otras personas LGBT+. Las dificultades que se pueden vivir al habitar la ciudad como un cuerpo alternativo son desechadas, no hay nada que probar o perder. Ese mensaje es una respuesta a la cultura heteronormativa que estigmatiza las vidas queer (McFarland Bruce, 2016).
Por otro lado, el análisis de Lulu’s Night Club y The Show Disco Bar nos habla de cómo el contexto sociocultural heteronormativo de CUU puede estar condicionando el diseño de las fachadas de los lugares, a partir de una configuración de elementos y decisiones que invisibilizan el edificio durante el día para que pueda existir por la noche. Es así como, a comparación de las fachadas sin personalidad, los interiores asumen la responsabilidad de construir una historia de fantasía, diversión y euforia, por medio de la música, iluminación, superficies, performances, mobiliario, decoración, moda y cuerpos alternativos disfrutando la noche.
Este documento no es una guía de diseño ni tampoco pretende estipular cómo tiene que ser —o verse— la arquitectura queer, pero sí es una invitación a considerar que el cuerpo, la sexualidad y el género de las personas puede servir para crear espacios. Para el arquitecto Sanders (2023), el diseñar desde una visión queer es aceptar las diferentes identidades y corporalidades que existen, pero sobre todo entender que no deberían existir únicamente soluciones racionales en la arquitectura. Las nuevas propuestas de baños públicos unisex o distribuciones de planta alejadas de la heteronormatividad, por ejemplo, pueden reconocer diversos estilos de vida y a la vez empoderar a los sujetos en la vida pública.
En conclusión, la estética y la arquitectura queer no solo reconocen las implicaciones de género y sexualidad en el diseño de los espacios, sino que también promueven una ética que empodera, emancipa y celebra las identidades diversas. Esto nos lleva a pensar que lo queer debería considerarse como un nuevo orden estético y ser una bandera representativa de la arquitectura contemporánea. Al integrar estas perspectivas, la arquitectura puede convertirse en una herramienta poderosa para la inclusión y la representación, reflejando las complejidades y riquezas de las experiencias humanas en sus múltiples dimensiones. La teoría y práctica de la arquitectura queer en Latinoamérica, aunque emergente, está produciendo arquitectos que empiezan a desafiar las normativas establecidas y ofrecen nuevas formas de pensar y hacer arquitectura.
Referencias
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1 Cis-tema es el juego de palabras entre cisgénero y sistema. Activistas LGBT+ utilizan el término para criticar al sistema legal que solamente reconoce al género cisgénero y a la sexualidad heterosexual.
2 De ambiente: se dice que algo o alguien es de ambiente cuando es no heterosexual. El término nace de la canción El Noa-noa de Juan Gabriel: “este es un lugar de ambiente, donde todo es diferente” (Reyes, 2023).